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sábado, 4 de abril de 2020

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: EL HUMOR Y LA CAPACIDAD DE RESILIENCIA


Al mal tiempo, buena cara.

La crisis que ha provocado la pandemia del Coronavirus, en la mayoría de los casos acompañado de una cuarentena fastidiosa, se puede afrontar de varias maneras, pero la mejor es hacerla con humor.

La risa nos ayuda siempre en momentos de tensión, ya que libera endorfinas y cambia el esquema negativo de las situaciones que afrontamos, llevando dosis de esperanza, relajación y catarsis. Además, como si fuera poco, la risa disminuye el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

El humor tiene efectos terapéuticos comprobados.

Incluso en las consultas de Salud Mental, el terapeuta debe ser jovial y esperanzador, aunque no iluso ante las situaciones.

Con los niños, el juego saca en la acción los temores que pueden sentir. Por eso se recomienda utilizar los juguetes para recrear lo que ocurre y sacar adelante el espíritu de lucha y esperanza. Eso vale incluso para los ancianos: la esperanza está allí, solo falta que la saquemos.

Ahora que está de moda la palabra resiliencia, esa capacidad que tienen algunos seres humanos para adaptarse positivamente a las situaciones adversas, vale aclarar algo: entre las principales características de las personas resilientes está su sentido del humor.

Si alguien puede reírse de sí mismo y hacer bromas sobre la adversidad, sin dudas tendrá más facilidad para afrontar los problemas que alguien sin sentido del humor.

La clave es ver la realidad sin perder el buen humor, sin pretender usarlo como recurso para evadir la situación. Al contrario, nos ayuda a entenderla. Hay que ver el lado optimista de las cosas a través del humor, pero humor del bueno: ni grosero ni negro. Hasta nuestros errores, que todos cometemos, pueden verse desde el lado positivo y reírnos de ellos.

Sigmund Freud atribuyó a las carcajadas el poder de liberar al organismo de energía negativa. Por lo tanto, atrévase a contar chistes y a ser jovial en estas situaciones, a pesar de todo. Incluso compartir memes, si estos no salen de tono, puede ayudar a arrancar una sonrisa, y eso tiene un valor inmenso en estos tiempos duros.  

Baile, cante, juegue con sus hijos, con las mascotas, lea, vea comedias, siga en redes sociales cuentas divertidas… Todo sirve. Póngase al frente al espejo y trate de reír a carcajadas hasta que estas salgan de verdad. A una crisis, entre otras cosas, se la enfrenta con la mejor disposición.

El envejecer o las crisis  no deben ser motivo de perder el humor. Muévase, ría y piense que mañana hará un día mejor. La risa es contagiosa, y también mucho más benévola que cualquier virus.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Consultas on line

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

domingo, 22 de marzo de 2020

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: CORONAVIRUS Y SALUD MENTAL


Cuando el nombre “coronavirus” empezó a ser algo más que un virus que se propagaba en China, se encendió la alerta roja a nivel global. “Nada sucederá”, fue la especulación de la mayoría del mundo. Se trataba, por supuesto, del período de negación, un paso inevitable dentro de un proceso natural para asimilar las crisis.

Sin embargo, cuando esa amenaza se convierte en realidad, como el caso de la pandemia actual, nos invade la ansiedad.
En cierto modo, eso nos empuja a tomar las medidas convenientes, como huir, neutralizar, afrontar o atacar, según la circunstancia lo requiera. Otros, sin embargo, se paralizan de la impotencia.

Como alguna vez escribí, los mecanismos ansiosos tienen dos componentes: físico y psíquico.

Los físicos aparecen ante un detonante, preparando el cuerpo para la situación de defensa ante el mismo. Pero en muchos casos la negación sigue al punto que somos capaces de ignorar las medidas e instrucciones que dan las autoridades en casos de crisis.

A pesar de que nos dicen que hay que quedarse en casa y evitar cualquier contacto humano, hacemos caso omiso, actuando irresponsablemente.

Por eso es importante obedecer las medidas y tener ciertas rutinas en casa para estar mas seguros y preservar nuestra integridad mental.

Cuando nos invade el miedo es cuando más obediente nos volvemos. Pero ese es el miedo sano, el que nos vuelve buenos ciudadanos y prudentes. En medio de la adversidad, somos capaces de sacar lo mejor de cada uno, nuestro lado más solidario: donamos, nos sensibilizamos por las historias ajenas, abrimos nuestros corazones. En este caso de la pandemia, especialmente colaboramos con los dos grupos más afectados: los ancianos y los inmunodeprimidos.

Pero también puede aflorar lo que llaman “el miedo tóxico”, ese que desborda nuestra ansiedad hasta llevarla a límites extremos. Es cuando, presas del pánico, somos capaces de ir a un supermercado y acabar con la existencia de alcohol en gel, comprar una tonelada de papel higiénico o llenar las alacenas de latas de atún “por si acaso se viene el fin del mundo”.

En todo caso, en crisis como las del coronavirus normalmente la fase del miedo suele ser breve, e inexorablemente conduce a una etapa de desesperanza. Es cuando la cifra de infectados y muertes calan psíquicamente en nuestra mente. Y de aquel “a mí no me va a tocar, esto sucede en China” pasamos al “de esta no me salvo, seré la próxima víctima...”

De esa desazón, sin embargo, tarde o temprano también se sale. Y cuando esto ocurre, normalmente el individuo emerge reforzado anímicamente.

Esto viene acompañado de una autoestima alta y nuevos hábitos. Entonces ayudamos a otros desde la serenidad y ya no desde el miedo. Al final, la crisis será una anécdota y un invalorable aprendizaje.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.