Recientemente publicaba un blog sobre el acoso
escolar, en el que llamaba la atención de padres e instituciones educativas por
la forma en cómo se manejan tales situaciones de acoso, convirtiendo al acosado
no solo en víctima del problema, sino también en víctima de la solución,
mientras que la verdadera raíz del problema, el acosador, suele quedar impune,
y hasta victorioso. Y mientras esto sea así, el problema no parará de crecer.
Es necesario
crear mecanismos en las instituciones educativas para prevenir estas
situaciones y para detectarlas en forma temprana, porque continuamente suceden
infinidad de ellas que, o pasan desapercibidas, o no se toman en serio hasta
que el caso se vuelve extremadamente grave. Es como no prestar atención a
alguien que va por ahí apuntando a la gente con una pistola hasta que ya mató a
alguien. Pero sobre todo, es necesario crear conciencia en los propios padres
sobre la gravedad del problema, pero no en el sentido de la gravedad de la
situación del acosado, sino en la gravedad del problema que tiene el acosador, y
del daño que causa, de modo que los padres no sólo se pregunten si su hijo será
víctima de acoso, sino si su hijo será un acosador.
E insisto en
que la conciencia de los padres es fundamental, y no solo porque es un claro
problema educativo de valores, que es responsabilidad de los padres, sino
porque frecuentemente sucede que la actitud de los padres tiende a atar de
manos a los centros educativos y a inhibirlos de hacer lo que deberían hacer, y
también porque esos padres tienen entre sus manos un pequeño delincuente
escolar y un potencial futuro delincuente social, maltratador o acosador
laboral, o maltratador doméstico. Si los síntomas que ya son graves siendo
menor de edad no se atajan a tiempo, muy difícilmente se podrán frenar en la
vida de adulto.
Aunque no es
fácil establecer un perfil típico del acosador escolar, hay ciertos patrones
que tienden a repetirse en casi todos ellos. Suelen tener liderazgo, aunque lo
apliquen en forma negativa; suelen tener cierta gracia social, ser lo que
llaman “populares” y arrastran sus seguidores, de quienes tiene su
reconocimiento; pero carecen de empatía y de razonamiento moral. Tienen afán de
protagonismo, pero suelen carecer de habilidades que les hagan sobresalir, y si
las tienen no creen en ellas, normalmente por baja autoestima. Básicamente, el
liderazgo que muestran, y en el que creen, es el basado en la fuerza, el
dominio y la sumisión.
Suelen ser
impulsivos, faltos de límites, y con muy baja tolerancia a la frustración.
Suelen ser prepotentes y mostrar falta de respeto hacia las normas y dificultad
en la relación con las figuras de autoridad. No tienen pensamiento autocrítico
ni remordimiento o sentimiento de culpabilidad; más bien al contrario, el daño
provocado les fomenta sensación de victoria. Curiosamente, los acosadores no
suelen pertenecer a las clases sociales más desfavorecidas; al contrario, la
conciencia de pertenecer a una familia bien posicionada económica y socialmente
con respecto al entorno les crea una errónea autoestima, una sensación de
superioridad que alimenta esa prepotencia.
¿Por qué lo
hacen? No hay una respuesta única. Las circunstancias que llevan a un menor a
actuar de esta manera pueden ser múltiples, pero en todas y cada una de ellas
se refleja una falta de control por parte de los padres, y ello es también la
razón por la que los padres difícilmente aceptan que su hijo ser un acosador.
Pueden hacerlo simplemente porque han encontrado en la burla una forma de
diversión y no son conscientes del daño que hacen. Estos son los casos con
mejor pronóstico.
Otros lo hacen
como una forma de trasladar a los demás algún tipo de situación de maltrato o
deficiencia educativa en casa, o bien como una forma de reaccionar ante una
sensación de fracaso, aunque no haya una situación de fracaso tangible;
simplemente sentirse fuera de lugar en la vida. En cualquier caso, es un claro
síntoma de baja autoestima. Una persona con buena autoestima no acosa. En el
peor de los casos puede tratarse de pequeños psicópatas, que simplemente,
disfrutan haciendo daño solo porque sí.
Acerca
de la Dra. Mendoza Burgos
Consultas
on line
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología
Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la
Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El
Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio
de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los
diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también
internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud
mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la
primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer
dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras
instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de
Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido
también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a
su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de
reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El
Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008
resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional
con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer
métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a
pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad
para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera
permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de
terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de
absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la
prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y
dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de
experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el
desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy
fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió
en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se
independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol
fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el
futuro.