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domingo, 25 de marzo de 2012

Los años bisiestos y algunos de sus mitos

Tomado de Entremujeres.com

Por Patricia Kesselman

Los años con 366 días tienen mala fama y son objeto de todo tipo de supersticiones. En general, se los toma como negativos y la historia se ha encargado de acompañar esta creencia. ¿Qué hay de cierto? La respuesta de una astróloga.


En 1948 asesinaron a Ghandi. Veinte años después, a Martin Luther King y en el '80 a Lenon. En 1912 se hundió el Titanic… La lista podría seguir. ¿Qué tienen en común todos estos eventos además de haber sido dramáticos? Que todos sucedieron en años bisiestos. Sí, esos que cada cuatro tienen un día más; esos en los que febrero termina en 29. La mala fama los acompaña, veamos por qué.

La palabra Calendario proviene del latín calendarium y, según su definición, es el sistema utilizado para agrupar y coordinar los intervalos de tiempo (días, semanas, meses y años) determinados por los fenómenos astronómicos (solsticios y equinoccios que determinan las estaciones).

La medición del tiempo nunca ha sido una tarea fácil. Agrupar días en meses, meses en años y mantenerlos a tono con el universo y las estaciones induce a serias dificultades.

El tiempo se calcula:

-Por la rotación de la Tierra sobre su eje en referencia al Sol (día).

-Por la revolución de la Luna en torno a la Tierra (mes).

-Por la revolución de la Tierra en torno al Sol (año).

Curiosidades del tiempo

Los días no se suman a los meses lunares y los meses no se suman a los años excepto recurriendo a innumerables artificios e ingeniosas convenciones. La tradición nos cuenta que se llegaron a conocer cuatro especies diferentes de días: el babilónico (que se cuenta desde la aparición del Sol hasta ese mismo momento del día siguiente), el día judaico (que se verifica desde la puesta de sol hasta el mismo momento del día inmediato posterior), el día astronómico (que se mide desde un mediodía, cuando el sol está en el cenit, hasta el mediodía siguiente) y el egipcio, que es el que utilizamos la mayoría de los pueblos de occidente actualmente y es el que se mide desde la medianoche hasta la medianoche siguiente.

Antiguamente, muchos calendarios estaban basados en los ciclos lunares. De hecho, su uso aún perdura su uso en el calendario musulmán, el chino y el hebreo. El ritmo semanal, resultado de dividir en siete el mes lunar de veintiocho días, estaba ya en la tradición caldea, pero fue el relato bíblico de la creación el que consagró seis días de trabajo y uno de descanso, en que está prohibido todo trabajo, incluso el viaje, si no es por motivo grave.

Hoy en día, la mayor parte de los calendarios tienen por referencia el ciclo que describe la Tierra alrededor del Sol y se denominan calendarios solares.

Nuestro calendario actual se asemeja mucho al calendario egipcio que constaba de 12 meses de 30 días cada uno, lo que sumaba un total de 360 días. Sin embargo, observando que el tiempo se desajustaba, le añadieron 5 días festivos extras, que fueron llamados epagómenes por los griegos y que, según sus creencias, correspondían a los nacimientos de los dioses Osiris, Seth, Horus, Isis y Neftis. Con lo cual, el total de días del año fue de 365. Este resultante era bastante cercano, después de las reformas juliana y gregoriana, al que nosotros utilizamos.

Pero, como el calendario se retrasaba un día cada 4 años (el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta completa alrededor del Sol es de 365 días y 6 horas aproximadamente), un grupo de sacerdotes, propuso un sexto día (bisiesto) cada 4 años, que no se adoptó hasta el Período Romano, en tiempos del Cesar Imperator Augusto (hacia el año 10 A.D.). Un año bisiesto tiene 366 días en lugar de 365 para corregir esa diferencia.

Ese día adicional fue llamado bis sextus, el año que contenía ese día se llamó bissextus, adjetivo que llegó a nuestra lengua como bisiesto.

¿Mito o realidad?

Según algunos estudiosos, la leyenda negra de los años bisiestos nacería de esta decisión. El año comenzaba en marzo coincidiendo ese inicio con el ingreso del Sol en el Signo de Aries, el equinoccio de primavera en el hemisferio Norte. Las fiestas de expiación religiosa que se celebran al final del año eran llamadas februa (de februare purificar) y el 23 de Febrero había sido en otros tiempos el día de la fiesta de Terminalia, en honor del Dios de los límites y era la fecha escogida para ser el día doble, es decir, de 48 horas. En un principio, no era un día que se añadía, sino un día con una doble cantidad de horas.

Actualmente, se consideran bisiestos los años divisibles por 4, excepto los divisibles por 100, salvo que estos últimos sean divisibles por 400.

La astrología, una importante clave para la comprensión del hombre, encuentra su particularidad en el hecho de estar relacionada con el tiempo y con el espacio. Descriptos los movimientos cíclicos del Sol y la Luna y los demás planetas del sistema solar, esta disciplina estudia dichos ciclos y configuraciones y cómo afectan al ser humano.

Para la astrología, el problema de los “años bisiestos” no existe ya que todas las personas nacen cuando el sol está en un determinado grado, minuto y segundo del zodíaco que es la forma de medir el paso del sol (u otros planetas) por las constelaciones. Cada signo tiene 30 grados y toda la rueda zodiacal contiene 360 grados.

Todos los años el sol pasará por ese mismo grado (retorno solar) aunque no siempre eso sucederá el mismo día. No importa que se haya nacido un 29 de febrero, ese momento coincidirá con un grado, minuto y segundo de la constelación de Piscis (aproximadamente el grado 10º).

Entonces, ¿mito o realidad? Como sea, no hay año en el que no haya cambios drásticos o tragedias. Entonces, ¡no nos preocupemos y disfrutemos de este día extra que nos obsequia el almanaque!

Patricia Kesselman es astróloga y dicta cursos de astrología y tarot. Más info: www.astrotema.com.ar, http://www.horoskopo.blogspot.com/

sábado, 27 de agosto de 2011

Mitos y realidades sobre el himen, otrora símbolo de pureza en las mujeres

Tomado de La Patilla


El himen es un remanente del desarrollo fetal cuya función biológica está aún por precisar, pero desde el punto de vista cultural ha tiranizado durante siglos a muchas mujeres al considerársele falaz símbolo de pureza.

En realidad es una membrana de tejido conectivo blando recubierto de mucosa que separa los genitales externos (los labios) de la vagina. No es un músculo y su nombre se deriva del dios griego del matrimonio. En varias culturas se asumía como único testimonio válido de la virginidad femenina.

Hoy sabemos que no todas las mujeres nacen con himen, que su grosor y rigidez varía entre una y otra lo que determina que haya o no sangramiento luego de la primera relación sexual y que éste pueda romperse durante la práctica de algunos deportes como ciclismo, equitación, gimnasia o con el uso de tampones y también debido a un golpe, flujo menstrual excesivo o a la masturbación.

Tipos de himen

Existen diferentes tipos de himen: el imperforado, que impide la salida del sangrado vaginal; el complaciente, tan elástico que no se desgarra durante las relaciones sexuales; y el normal, que se rompe desde la primera penetración.

En el primer caso las mujeres tienen que ser operadas para que el fluido menstrual salga, pues al no existir ningún orificio, se les acumula en la vagina y da lugar a la llamada criptomenorrea, padecimiento poco común que se presenta durante la pubertad y en ocasiones puede ir acompañado de dolor.

Reconstrucción del himen

La veneración al himen condujo al desarrollo de una técnica quirúrgica reconstructiva llamada himenoplastía que más que devolver vitalidad a un órgano de dudosa función, restituye la tranquilidad al hogar de la chica que se va a casar pero ya ha tenido una experiencia sexual anterior.

A pesar de ser una técnica quirúrgica relativamente sencilla, demora entre una y dos horas y no siempre es efectiva pues la vascularización de la membrana compromete el procedimiento de ensamblar los restos y coserlos. También se puede colocar un implante de colágeno, pero es una solución aplicable solo poco antes de la boda.

En ambos casos la intención es ocultar el “mal paso”, pero afortunadamente van quedando atrás los tiempos en que la sociedad evaluaba la pureza de una chica a partir de su condición de virgen por la existencia o no de esta membrana. Cada vez es mayor la certeza de que la virginidad verdaderamente importante es la del alma que no del cuerpo.

domingo, 8 de mayo de 2011

5 Mitos y verdades sobre la sexualidad de los hombres

Tomado de El Clarín

Por Dr. Juan Carlos Kusnetzoff

El deseo, la erección, el tamaño del pene, la edad... Muchas son las falsas creencias que, motivadas por actitudes machistas o simplemente desconocimiento, circulan acerca de la sexualidad de los hombres. El reconocido sexólogo Juan Carlos Kusnetzoff las aclara.

Hay una idea muy difundida en la población masculina: los varones no tienen por qué instruirse sobre sexo pues ya lo saben todo. Sin embargo, saber, conocer y conocerse, lejos de ser una señal de debilidad, puede ser la llave para mejorar su vida íntima y la de sus parejas.

Mito 1: El tamaño del pene influye en el placer

Este asunto da origen a un frondoso fabulario. Primero, algunas aclaraciones: el tamaño del pene oscila muchísimo entre hombre y hombre y, a su vez, no existe relación entre el tamaño corporal y el tamaño peneano.

Desde tiempo inmemorial, se ha asociado un pene grande a la fuerza y al poder. Por eso, no es extraño que absolutamente todo lo supuesto como fortaleza, potencia sexual o virilidad esté colocado sólo en sus proporciones.

Es preciso decir que el placer de un hombre y una mujer no tienen absolutamente nada que ver con el tamaño del pene. Y por una sencilla razón: sabemos -con seguridad- que el área de mayor sensibilidad femenina es el clítoris y la entrada del conducto vaginal. Entonces, todo órgano masculino capaz de rozar firmemente la zona inicial de la vagina estará tocando directa o indirectamente el clítoris y la parte anterior vaginal. Con eso es suficiente.

Lo importante es que en el momento del coito la pareja en conjunto busque la zona de mayor sensibilidad. Ser un buen amante no reside en la anatomía y sí en el aprendizaje, la sutileza, el buen gusto y el interés por el otro.

Mito 2: Cuanto mayor la frecuencia, mayor el desgaste (sexual, físico, etc.)

Esta creencia, tan difundida como falsa, supone que el hombre tiene un “stock” de orgasmos ya determinado congénitamente. Y una vez superado ese límite, la vida sexual está terminada.

La verdad es exactamente lo opuesto. La sexualidad es como un acumulador, una batería de automóvil: cuanto más se la use, más y mejor andará. “La función hace al órgano”, y un buen funcionamiento provoca una mayor recarga de energía, con todos los beneficios que conlleva.

Mito 3: El hombre nunca falla

Este mito ha provocado más “fallos” que ninguna otra causa conocida. El hombre adulto normal suele tener una insuficiencia eréctil cada 5 ó 6 intentos de coito. Quien dice que nunca ha fallado, miente. Una simple preocupación o una distracción en el momento de máxima tensión son suficientes para provocar la pérdida del mecanismo productor de la erección.

Mito 4: El deseo y la potencia sexual disminuyen notoriamente después de los 40-45 años

Esta creencia no tiene el más mínimo fundamento científico. La capacidad de tener erecciones, mientras el sistema nervioso central y el resto del organismo estén sanos, se mantiene (con ligeras variaciones lógicas) toda la vida.

Lo que sí es evidente, es que los estímulos necesarios para producir una erección a los 20 años, no serán los mismos -ni en cantidad ni en calidad- que a los 50. Pero los hombres de esta edad desean tener una sexualidad (y los nervios, la piel y las arterias) de un muchacho treinta años menor y, como esto es imposible, creen que están acabados y que han llegado a la edad senil. Para muchos, será sorprendente saber que una gran cantidad de ancianos, adecuando su desempeño a su edad, tienen una vida sexual saludable y feliz.

Mito 5: El alcohol es un estimulante sexual

Primero, debemos recordar la notable acción depresora y fuertemente inhibitoria que ejerce el alcohol sobre el sistema nervioso. Además, retarda todos los reflejos y dilata los vasos sanguíneos. La inhibición de los reflejos dificulta la erección, de ninguna manera la facilita. A largo plazo, la inhibición de la erección tiende a instalarse, porque el alcohol lesiona el hígado, donde se metaboliza la testosterona. En los alcohólicos crónicos, hay una evidente disminución de esta hormona, esencial para el mecanismo de la erección.

Sin embargo, para algunas personas tímidas o que padecen sentimientos de culpa, el alcohol funciona –en los primeros momentos- como un tranquilizante, algo que desinhibe y que permite un mayor acercamiento relajado de las personas. De allí la fama de afrodisíaco que ha ganado. Lo que desconocen (o no desean saber) quienes lo consumen es la acción depresora posterior y (a largo plazo y por el uso continuado), el efecto nocivo sobre la salud en general y la sexualidad en particular.

Juan Carlos Kusnetzoff es sexólogo, autor de “El hombre sexualmente feliz. Del mito a la verdad científica”, de Editorial Granica.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Hablando de los falsos mitos urbanos

Tomado de El Imparcial

Los "falsos mitos" y las "leyendas urbanas" sobre la composición y los efectos en la salud de los refrescos han calado en la sociedad española, ya que un 75 por ciento de los consumidores creen que las bebidas gaseosas y carbonatadas pueden quitar el óxido de los metales.

Así lo apunta un estudio realizado en base a 2.000 entrevistas por la empresa de investigaciones de mercado TNS, a petición de la Asociación Nacional de Fabricantes de Bebidas Refrescantes Analcohólicas (Anfabra), y en el que se advierte de que algunas de estas ideas erróneas pueden conllevar "riesgos para la salud". Según este trabajo, el 93 por ciento de los españoles considera que los refrescos tienen más calorías de las que realmente tienen y sitúan su aporte energético "muy por encima" de otros productos que se encuentran en un nivel similar, "como una manzana o un zumo".

Además, el 63 por ciento de los entrevistados cree que estas bebidas pueden deshacer un filete; el 62 por ciento, que los primeros refrescos con sabor a cola tenían cocaína; el 55 por ciento, que sirven para desatascar tuberías; y el 48 por ciento, que mezclados con una aspirina "colocan". El estudio también señala que el 76 por ciento de los españoles cree que los refrescos pueden llevar ingredientes no autorizados y el 72 por ciento afirma que el gas engorda, "cuando en realidad, el anhídrido carbónico no tiene aporte energético", han precisado desde Anfabra.

Todas estas consideraciones han sido calificadas por la industria nacional de refrescos de "falsos mitos" y "leyendas urbanas" que pueden "confundir y crear prejuicios". Las falsas creencias también afectan a otros aspectos de la alimentación, ya que la mayor parte de la población percibe como "poco seguros" los aditivos alimentarios (75%), asegura que mezclar hidratos de carbono y proteínas engorda (60%) y considera que el azúcar tiene más calorías que el alcohol (54%).

En el cuestionario realizado a estas 2.000 personas aparecen las respuestas a preguntas de ámbitos ajenos al alimentario, entre ellos si creen que Walt Disney está congelado o si el subsuelo de Nueva York (EEUU) está lleno de caimanes, a las que un tercio de los encuestados respondió afirmativamente.

Pese al "gran desconocimiento" que existe en torno a los refrescos en España, según Anfabra, la inmensa mayoría de españoles reconoce que estas bebidas tienen "un efecto saciante" (90%), que ayudan a recuperar la energía, como cuando conducen o donan sangre (88%), y que los primeros se utilizaban para tratar dolencias y enfermedades (80%). Según este estudio, el 85 por ciento de los entrevistados asegura haber tenido conocimiento de estos temas a través de amigos; un 35 por ciento, por los medios de comunicación tradicionales; y un 15 por ciento, por Internet.

También señala que los más crédulos son los hombres y las personas mayores de 65 años, mientras que, por Comunidades Autónomas, catalanes, canarios y madrileños lideran la clasificación. "Vascos, navarros y gallegos, si bien creen en leyendas, lo hacen en un porcentaje menor", ha señalado Anfabra, organización empresarial que celebra este año el 175 aniversario de la fabricación de la primera bebida refrescante en España.