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sábado, 3 de agosto de 2019

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: EVITE EL CRIAR TIRANOS


Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
 

Cada vez es más frecuente escuchar términos como “niño tirano” o “niño dictador”. 

Se trata de niños que se creen el centro del universo, y que todo y todos solo tienen la tarea de complacerle y trabajar para sus caprichos. 

Son personas que no aceptan una negativa como respuesta. Arroja la comida si no le gusta algún ingrediente, rechaza la ropa si no le gusta y hasta escupe una bebida si no es de su agrado… Sin embargo, detrás de él están los que alimentan esa actitud: Los padres, que lo tratan como si el sol saliese cuando él lo ordena. 

Criar a alguien bajo esos parámetros, dándole tanto poder, puede ser muy peligroso, por eso también se le conoce como “Síndrome del Emperador”. 

No solo será un niño tirano sino también sumamente inseguro, ya que tarde o temprano chocará con una realidad: descubrirá que el mundo no gira a su alrededor como los padres le hicieron creer. Por otro lado, y por su mala conducta, es proclive de recibir maltrato de la gente que él cree le obedecerá y cumplirá sus caprichos al pie de la letra. Pero no todos serán como los padres y probablemente abuelos. 

Lo primero que necesitan los padres es aprender a decir que no, reaccionar ante la situación y empezar a corregirle y a limitar sus acciones y constantes caprichos. 

Sin embargo, en la mayoría de los casos los padres y todos los que fomentan esta conducta, piensan que es gracioso. No lo ven como algo grave y piensan que al crecer, como por arte de magia, lo malo desaparecerá. 

Por supuesto que no es así y se necesita enderezar la conducta lo antes posible. 

Si los padres intervienen, tal vez hasta los 12 años es posible corregir el rumbo. Media vez que inicie la edad de socializar con niños de su edad y al entrar a la adolescencia será mucho más difícil. Incluso llegará un momento en que se dará cuenta que los que le permitían todo le han hecho un enorme daño y utilice de forma manipulativa la culpa de estos. De hecho, en muchos casos estos niños tiranos agreden a sus padres, ya sea verbal o físicamente. 

La clave, como casi siempre, pasa por quienes los educan: es decir los padres y algunas veces los abuelos. Pero si en casa se sientan las bases correctas, es más difícil que no entren en razón. Hay algunos niños más proclives que otros, especialmente los hijos únicos, los que padecen enfermedades que a la vez pueden ser provocadas de forma inconsciente. A veces es el hermano pequeño en otras, el mayor; también puede ser adoptado, hijos de padres mayores. Las estadísticas dicen que este fenómeno se da más entre clases altas y medias, y entre niños que niñas. 

Poner límites, pocos pero claros, es fundamental, y esa es tarea de los padres. Ellos son los primeros que deben educarse. 

Como decía Napoleón: "Los hijos se educan veinte años antes de que nazcan”.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

sábado, 8 de junio de 2019

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: QUE HACER PARA QUE NOS ESCUCHEN LOS HIJOS

Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
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La buena comunicación es la clave de toda relación, y mucho más cuando se trata de padres e hijos. Sin embargo, conseguir esa conexión no siempre es sencillo y en muchos casos se vuelve frustrante. 

Sin un diálogo fluido y sincero, es imposible que nuestros hijos nos obedezcan. El principal problema es que no solemos ser consistentes en la crianza. Damos una orden y luego la olvidamos, lo cual genera confusión.

En un principio, los niños deben de tener pocas reglas pero bien claras. Cuando empiezan a caminar deben tener un espacio grande y allí poder andar sin temor a que se caigan o rompan algo. Se recomienda poner una alfombra y es interesante instalar algún espejo para que se distraigan con su propia imagen, además de algunos juguetes. 

La palabra NO debe ser firme y ser usada solo cuando realmente se va a cumplir algo o con peligros reales. De esta manera aprenden a identificar el NO como no, y no como algo que les entra por un oído y sale por otro.

Si un niño aprende que su padre cumple lo que dice, pondrá mucho más interés en escuchar porque sabrá que esas palabras se convierten en realidad. Por el contrario, si advierte que no cumple lo que dice, simplemente aprenderá que las palabras no merecen la pena ser escuchadas. Por lo tanto, si una madre amenaza con apagar la TV si su hijo no hace determinada cosa, pues deberá cumplirlo… aunque por dentro le dé lástima.

A medida que crecen, los limites se va haciendo más grandes, así como las diferentes actividades y normas del hogar, pero ya tienen introyectado -es decir, fijado en su mente- que “no es no” y que hay límites que no se deben traspasar bajo ninguna circunstancia.

Con reglas claras, el niño será más obediente y madurará más rápido a medida que vaya creciendo. Pero la mayoría de las personas educan a sus hijos con un “no débil”, por lo que cuando no hacen caso o no escuchan no hay consecuencias: sus padres simplemente se ríen o hasta se olvidan del limite que habían impuesto

Transmitir disciplina, de acuerdo con las diferentes edades, es el camino. 

Mientras son pequeños funciona el no y quitar el objeto. En cierta edad funcionan las planas de no hacer algo y por qué no, pero siempre razonando con ellos el porque de dicha sanción.

Recuerde, no es castigo: es una sanción acorde a la falta que han cometido y elegida y razonada con ellos mismos.

Si solamente se les da unos cinchazos -como se usaba en otros tiempos- o se les quita algo, pensaran que usted es un tirano y empezaran a odiarlo y resentir a cualquier autoridad.

La mayoría de las personas creen que los niños entienden y son educables a partir de los 10 años, cuando ya los ven grandecitos. Grave error. A esa edad ya deben estar educados, y el trabajo de los padres es ir reforzando esa educación con las variables nuevas que van apareciendo a lo largo de su vida de hogar, escolarización y socialización, por mencionar algunas.

Como padres, es muy fácil perder autoridad ante nuestros hijos. Y reconquistar este terreno puede llevar mucho tiempo. 

Sucede cuando no somos estables en los límites que ponemos, cuando decimos no y luego cambiamos a sí. También, por supuesto, cuando los niños nos sabotean con el cónyuge que sí les apoya o con un llanto

Límite es la palabra clave. Para que los límites sean claros debemos de ser confiables al ponerlos, por ello de pequeños empezamos con pocos pero bien claros y contundentes.

Es fundamental ayudarles a promover los buenos hábitos, y eso se logra dando el ejemplo. Si quiere que sus hijos se levanten temprano, tendrá que sacrificarse usted y levantarse temprano también. Luego llegará un momento, cuando tengan alrededor de los 9 o 10 años, que hasta les puede poner un despertador y ellos solos se levantarán al sonido del mismo.

Pero no todo es cuestión de instalar una disciplina militar en la casa, porque convertirse en padres inflexibles tampoco sirve, y mucho menos si lo hace de repente, sin tener un entrenamiento previo. Porque además de la disciplina debe haber amistad, cariño, compartir juegos, experiencias y conversaciones con nuestros hijos, lo cual va generando empatía. Eso sí, hay que dejar claro que no es una amistad sin límites sino que lo que usted ejerce es una autoridad amistosa. 

Hay que olvidar las frases trilladas como “Es así porque lo digo yo…”

Todo pasa por “escuchar para que nos escuchen” para imponer la autoridad desde la empatía.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
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www.dramendozaburgos.com

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades. 

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
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sábado, 4 de mayo de 2019

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: EDUCACION Y SENTIDO COMUN


Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
“Hoy lloramos la muerte de un querido amigo, el Sentido Común, que ha estado con nosotros durante muchos años. No se sabe con certeza la edad que tenía, puesto que sus registros de nacimiento se perdieron hace mucho tiempo entre las formalidades de la burocracia…” Así comienza un sentido obituario, de autoría anónima, que circula por la Internet y se comparte en grupos de Whatspp. 

“Sentido Común -continúa el escrito- vivió bajo simples y sensatas políticas financieras (no gastar más de lo que se gana) y estrategias confiables (los adultos, no los niños, están al mando). Su salud comenzó a deteriorarse rápidamente cuando las regulaciones bien intencionadas, pero ineficaces, fueron fijadas en su lugar. Sentido Común perdió terreno cuando los padres arremetieron contra los maestros por hacer el trabajo disciplinario que ellos mismos habían dejado de hacer con sus ingobernables hijos”. 

Efectivamente, el Sentido Común dejó de ser el más común de los sentidos, como lo explica el obituario. Quizás haya sido desde que la gente ha estado más bombardeada con una serie de consejos y medidas que son aplicados en otras culturas y que muchas veces no funcionan en la nuestra, o se aplican sin pasarlas por el tamiz de nuestra inteligencia, cultura, y por supuesto, el sentido común... Tal vez a medida que nos hemos globalizado lo vamos perdiendo más, y en la educación de nuestros hijos es donde más queda en evidencia. 

En definitiva, nos hemos vuelto insensibles y nada nos sorprende. Las imágenes son cada vez más descarnadas. A la vez ya no ejercitamos el espíritu en materias como el arte, la música y la poesía. El ser humano necesita constantemente una dosis de adrenalina. A más jóvenes, más a menudo... Antes, estas grandes dosis se obtenían con los arrobamientos platónicos, las grandes causas y los ideales... Actualmente , como todo se ha vuelto más rápido y no existe el deseo de esforzarse, la adrenalina se sube con drogas, modas extremas o una serie de actividades que no involucran mucho el espíritu, la emoción, incluso cierta pasión por lo experimentado... Hoy parece normal la sobrealimentación de comida chatarra, la ostentación excesiva. Antes, en cambio, se criaba con más mesura, humildad y comida sana. 

Ahora todo se hace a la ligera, porque produce dinero y/o placer instantáneo. La adrenalina sube sin espíritu ni emoción, generando seres cada vez más deshumanizados. Como si fuera poco, los padres consienten a los hijos desde antes de nacer comprándoles cosas extravagantes, pensando en lo que desean para ellos y suelen ser solo cosas grandiosas para presumir de su status y posición económica. Se les sobre estimulan para seguir pautas de crianza o las modas del momento, como centros para despertar la inteligencia del bebé que es lo mismo que se ha hecho desde siempre con el maternaje o la alimentación etc. Aun los animales estimulan a sus bebés y no necesitan escuelas caras y sofisticadas para hacerlo. Sí, en cambio, es necesario mucho amor, deseo y tiempo para hacerlo. 

Es fundamental volver a una crianza más amorosa, comprensiva y adecuada a cada hijo y a cada cultura, pero enseñando valores con el ejemplo y no solamente el "chancletazo o castigo extremo". Estimularlos en exceso es un error. No está mal dejarlos llorar o aguantar un poco de hambre antes de darles de comer y no hacerlos dormir siempre con la teta o el biberón en la boca o paseándolos en el carro. Es una medida justa entre atención y frustración... El exceso siempre será malo, lo mismo que la ambigüedad: no puedo educar bien si los padres educan de una forma y el colegio, los abuelos o la empleada de otra... Debe de haber congruencia en el proceso educativo y disciplinario. 

No puedo dejar de ver el futuro de la educación con enorme preocupación. En algunos lugares la imagino demasiado tendiente a “adultizar” a los hijos, como en las sociedades más desarrolladas. En otros, en cambio, una gran sobreprotección de los mismos y un abismo más grande que el actual que separa la gente acomodada y de los que tienen menos. Además, con padres sin Sentido Común, todo resultará más difícil aún.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.