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domingo, 11 de septiembre de 2011

Septiembre 11: dos ciudades, dos percepciones

Por Flor Young

La connotada revista Life ha anunciado una edición especial conmemorando el décimo aniversario de uno de los días más tristes en la historia de Los Estados Unidos y del mundo.

Lo que llama poderosamente la atención, es que de 208 páginas que comprenden el formato libro, únicamente cinco son dedicadas al ataque que sufrió el Pentágono, el resto se centra en lo sucedido en New York. El documental “Renacimiento” (rebirth, por su nombre en inglés), que se ha estrenado simultáneamente en diferentes partes del globo, presenta entrevistas a sobrevivientes de los ataques en las torres gemelas únicamente. En su sitio de Internet, CNN recuerda con un video lo acontecido ese día y de 9 minutos, dedica 40 segundos al Distrito de Columbia.

Las comparaciones son odiosas y, lo son aún más cuando hablamos de pérdidas de vida y sufrimiento; lo que casi obliga a no hacerlas. Sin embargo, no podemos dejar de mencionar como las dos ciudades atacadas, Washington, D.C. y New York, a la luz del aniversario de tan horrendo día, comparten un mismo dolor, pero dos percepciones muy diferentes.

Resulta importante reconocerlo y entenderlo, pues en la memoria colectiva es imprescindible registrar lo sucedido en su contexto completo, convirtiéndolo en la historia, puesto que septiembre 11 del 2001, llegó a formar, no solo parte de la historia de Los Estados Unidos, si no, también de la humanidad, cuando ese día el mundo cambió.

Hay razones perfectamente comprensibles por las cuales existe inequidad en las percepciones sobre como vivieron ambas ciudades los terribles embates. Las culturas de ambas son completamente diferentes, Washington, D.C., es una capital política, menos acelerada y con mayor tendencia a la reserva y al secretismo, en cambio New York, es más abierta, mediática, vibrantemente impulsada por el comercio y los negocios.

El Pentágono, representa el centro neurálgico de las operaciones militares en Estados Unidos, por lo tanto, su accionar evidencia esa actitud de secretismo que citábamos anteriormente. Ante el ataque, colocaron rápidamente camiones y barreras enfrente de donde se estrelló el avión y por ello no se obtuvo mucha cobertura noticiosa.

En cambio en Manhattan, los medios informativos tuvieron acceso total, registraron mejor y mayor material mediático, el cual utilizan para potenciar sus historias y remembranzas. Inclusive, su reconstrucción fue con eficiencia militar e inmediata, logrando que en un año, la profunda herida en su edificio fuese casi borrada. Mientras que en New York, la Zona Cero (ground zero, por su nombre en inglés) permaneció por muchos años como un duradero recuerdo de lo acontecido.

Así mismo, la postura ante los Memoriales fue diferente, mientras New York realizó un largo debate que mantuvo sobre el ojo público el diseño y construcción del mismo e involucró diferentes grupos, el Memorial del Pentágono, en contraste, fue de conceso veloz y rápidamente ejecutada su construcción. Inclusive los diseños finales de los mismos, indican el sentir de cómo esa fatídica fecha se percibe y van acordes a las culturas de cada una de las ciudades. En el Pentágono, se vive una experiencia individual, casi silente, es un lugar apartado. Los nombres de las víctimas están grabados en delgadas bancas, casi suspendidas y rodeadas de agua.

Por otro lado, en la Zona Cero, se ha construido un complejo, que incluirá un Museo (abrirá puertas oficialmente el 2012) que literalmente, presentará la cara de las víctimas, tendrá una pared con retratos de cada una de ellas y audio que contendrá sus nombres, incluyendo aquellos que fallecieron en el Pentágono y en Pensilvania. El Memorial incluirá dos piscinas refractivas con paneles de bronce que tienen los nombres de las víctimas de los ataques del 11 de septiembre de 2011 y el 26 de febrero de 1993 y, estará adyacente a la torre One World Trade Center (1WTC) que se convertirá en el año 2013 en el edificio de oficinas más alto del mundo con 108 pisos y 541 metros de altura. Será un lugar sagrado para los neoyorquinos y estará rodeado de la vorágine de su diario acontecer.

El número de víctimas en New York fue sobrecogedor y abrumante, mas de 2,600 personas, casi en su totalidad civiles, provenientes de cerca de 80 países. Sus historias son más conocidas que las de aquellos que perecieron en el Pentágono. Ciento veinticinco personas, que contrariamente a la impresión popular, de ser militares debido al lugar donde laboraban, eran en su mayoría también civiles, originarios de 22 Estados y dos países.

Cada ciudad sufrió de manera diferente el impacto y así como cada ser humano digiere su dolor y su luto, cada una, a su manera, ha ido sanando lesiones. No hay buenos o malos caminos para hacerlo. Lo medular es que, parafraseando al filósofo español Jorge Santayana, no olvidemos nuestra historia, pues estaremos condenados a repetirla. No olvidemos que los terroristas embistieron uno de los centros de poder militar más fuertes del mundo.

No olvidemos que ahí también hubo víctimas inocentes, no olvidemos su heroísmo. Simplemente, no olvidemos, porque si bien es cierto, esos cobardes terroristas y sus fanáticas organizaciones, no lograron su objetivo de destruir la moral de un pueblo, a partir del 11 de septiembre de 2001, el mundo cambió, todos de alguna manera fuimos atacados y, nunca más nos sentiremos seguros; lo que nos obliga a mantener un compromiso permanente de combatir las lacras de la violencia, fanatismo, racismo, marginación y sobre todo, el terrorismo.