Investigación de Rolando Deneke
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Archiduque Maximiliano de Habsburgo, Emperador de México habría muerto de viejo en El Salvador y no fusilado como narra la historia oficial mexicana
Dentro de los datos interesantes que circulan a través del internet, he tenido la fortuna de recibir este magnífico relato, el cual por ser un documento de gran relevancia pudiera modificar parte de la historia, tal como se ha reconocido hasta hoy, de paises como México y El Salvador, la comparto con todos ustedes para que sean los lectores los que saquen sus propias conclusiones o ayuden a dilucidar la interrogante planteada en el título de este post, aportando nuevos datos.
Es un documento extraordinariamente extenso para el formato de los que acostumbro a publicar en mi blog, pero su contenido es igualmente extraordinario para compartirlo en su totalidad, estoy seguro que para los amantes de la historia será un banquete de lectura o de relectura en algunos casos.
Felicito y agradezco al señor Rolando Deneke por esta excelente investigación, a la vez que agradezco el envío de esta história o leyenda a nuestro buen amigo, el Arq.Oscar Manuel Monedero, a través del Embajador Rafael Angel Alfaro.
Justo Armas Inmigrante que llegó a El Salvador Maximiliano (Emperador de Mexico)
NO HAY TESTIGOS, NO HAY FOTOS:
Derrotado por el ejército liberal y reinstaurado Benito Juárez ya en el Gobierno de México, la ley de la época condenaba a Maximiliano a ser ejecutado en un acto público. Sin embargo, para su sorpresa, ROLANDO DÉNEKE se encontró con que la ejecución de Maximiliano había ocurrido en un acto privado y no hay un registro fidedigno de que en realidad ocurriera el fusilamiento que narra la historia oficial y recogen diversas ilustraciones de la época. “En ese tiempo ya existía la fotografía —reflexiona al respecto Deneke—. Se trataba de una ejecución importante, de un personaje importante, debía haber fotografía... pero me llamó mucho la atención que no hubiera ninguna.”
El Arquitecto salvadoreño Déneke, estuvo en México realizando investigaciones con el apoyo de la Fundación María Escalón de Núñez, pero no encontró una prueba contundente de que Maximiliano hubiera sido fusilado. Más al contrario, cada descubrimiento que se sumaba a su acopio de información le hacía pensar con mayor fuerza que la ejecución del derrocado emperador fue fingida.
Abundan las extrañas irregularidades: El pelotón de fusilamiento fue mandado a traer al norte de México, de la zona fronteriza con Estados Unidos —“Eran soldados que no conocían a Maximiliano”, observa Deneke— y la ejecución se atrasó dos veces. Las potencias mundiales pidieron clemencia y tanto el escritor francés Víctor Hugo como el general italiano Garibaldi, ambos antimonárquicos, escribieron a Juárez pidiéndole que perdonara la vida a Maximiliano.
“¡ESTE NO ES MI HIJO…!”
No hubo piedad, y después del supuesto fusilamiento, el emperador Francisco José de Austria, hermano de Maximiliano, pidió el cadáver a México. En su lugar, recibió una fotografía.
Ante la insistencia austriaca, México puso como condición para devolver el cadáver, que Francisco José reconociera la soberanía mexicana. Lo hizo, pero México se limitó a mandar una segunda foto, sorprendentemente con la imagen de un cadáver distinto al de la primera.
El cuerpo no fue entregado hasta seis meses después de la supuesta ejecución, ocurrida en junio de 1867. El cadáver que llegó en enero de 1868 a Europa no tenía, sin embargo, ningún parecido con el emperador Maximiliano. Más bien parecía el de un hombre mexicano.
Consta en documentos históricos que la madre de Maximiliano, cuando vio el cadáver que llegó a Austria, exclamó: “¡Este no es mi hijo!” El cuerpo tenía la piel morena, ojos negros y nariz aguileña. Maximiliano era de piel blanca, tenía los ojos celestes y lucía una nariz recta. Austria, indignada, pidió explicaciones a México.
La respuesta fue rocambolesca. El gobierno mexicano alegó que al fusilar a Maximiliano los ojos se le habían dañado y que, para no mandar el cadáver sin ojos, le arrancaron los suyos, negros y de vidrio, a la imagen de la Virgen Dolorosa, que todavía existe en la capital mexicana. Según documentos históricos, la madre de Maximiliano se negó a creerlo. Murió defendiendo que el cuerpo que les enviaron, y que fue depositado a los pocos meses en la Cripta Imperial de la Iglesia de los Capuchinos, en Viena, no era el de su hijo.
Convencido de que la ejecución de Maximiliano jamás ocurrió, Deneke se pregunta el por qué, y acaba apuntando a una razón que va mucho más allá de las presiones políticas de las potencias mundiales de la época: tanto Benito Juárez como Fernando Maximiliano eran masones.
La solidaridad entre hermanos masones se impuso al deber político, según la hipótesis de Deneke, basada en el conocido voto y juramento de ayuda mútua que entre sí establecen los masones en los cinco continentes.
Y en esa solidaridad busca también el investigador salvadoreño las causas del posible exilio en El Salvador de un Maximiliano ya en la clandestinidad, que según Deneke busca ayuda del capitán general Gerardo Barrios, también masón, a quien pudo haber conocido en Europa durante las visitas realizadas por el gobernante salvadoreño a las cortes imperiales. Para estos días, sin embargo, el noble austríaco ya no era tal y, cumpliendo el juramento de completo anonimato, entró a San Salvador bajo el seudónimo de JUSTO ARMAS.
¿Cómo demostrar, sin atenuantes, lo que los indicios y el parecido de diversas fotografías parecía señalar? ROLANDO ERNESTO DÉNEKE se enfrentaba a un tortuoso rompecabezas y decidió aliarse con la ciencia para determinar si Justo Armas era o no el emperador FERNANDO MAXIMILIANO de HABSBURGO.
El más reciente de los estudios realizados a Ana Anderson, quien decía que era la duquesa Anastasia Romanov, posible sobreviviente de la última dinastía rusa, le reveló las claves científicas que debía seguir para establecer al menos que Armas era miembro de la familia real de Austria. Las indagaciones científicas practicadas a Anderson detallaban que los estudios de comparación cráneo-facial, caligrafía y pruebas de ADN habían descartado la hipótesis.
Deneke estaba consciente de que debía hacer esas pruebas con Armas. No sabía cómo comenzar, a quién acudir, cuánto costaría y, lo más difícil y desalentador, cómo obtener las pruebas de ADN. El trágico accidente aéreo de Aviateca en el volcán Chichontepec le abrió las puertas a la investigación científica. La doctora Hilda Herrera, en ese tiempo directora del Departamento de Medicina Legal de la Corte Suprema de Justicia, apareció en la televisión diciendo que sería necesario practicar exámenes de ADN para determinar la identidad de las víctimas del accidente.
Deneke la vio y la escuchó con sumo interés. La conocía. Era la madre de una compañera suya de colegio y además la doctora había sido compañera de estudios del padre de Deneke en un colegio capitalino. La llamó para que le diera detalles sobre lo que se necesitaba para realizar la prueba de ADN. Los costos eran elevados, además tenía que exhumar los restos de Armas y conseguir una muestra con un pariente de la familia real de Austria para hacer la comparación. Había que esperar.
LA CABEZA DICE QUE ES DE ÉL:
Ante la imposibilidad de practicar los exámenes de ADN en esa etapa de la investigación, Deneke optó por otra de las pruebas. Seguramente los exámenes cráneo-faciales, que también se le practicaron a Ana Anderson, serían menos complicados. Visitó a doña Alicia Lemus de Arbizú, la viuda de don Ricardo Arbizú Bosque para contarle sobre la investigación. Hay que recordar que la familia Arbizú Bosque fue la que estuvo más cerca de Justo Armas en sus 66 años de vida en El Salvador.
Ella se mostró muy interesada y le prestó fotos originales para que pudiera hacer la comparación de los huesos de la cara con las fotografías de Justo Armas y del emperador Maximiliano. En el país no había quién pudiera hacerlo. Herrera le recomendó a una doctora costarricense llamada Roxana Ferlini Timms que estaba por llegar de visita a El Salvador. Los compromisos de trabajo de Deneke le impidieron enterarse de la llegada de la doctora Ferlini. Pero la llegada de un tío costarricense de su esposa lo acercaría a la doctora Ferlini, quien era sobrina de este tío de su esposa. Con él envió toda la información. La doctora vino al país a los pocos meses. Hizo la comparación sin cobrar nada.
La prueba consistió en seccionar horizontal y verticalmente las fotografías de los rostros de Justo Armas y Maximiliano y compararlos superponiendo unos a otros. La explicación científica de este examen dice que los huesos de la cara no se modifican cuando una persona termina de crecer, lo que cambia es la piel que se dilata y el cartílago que puede seguir creciendo. La línea de los ojos y las pupilas permanecen igual, no se modifican porque están encajadas en el hueso.
El resultado de la prueba llenó de mucha emoción a Deneke por la contundencia de la afirmación de la doctora Ferlini: las partes, los rasgos, encajan a la perfección. Con un 95% de certeza, podía decirse que se trata de la misma persona. Hicieron la misma prueba con imágenes de Juan Salvador, pero los huesos no coincidieron. Estos detalles eran alentadores y habría que continuar con las investigaciones. La siguiente sería una prueba de escritura.
COINCIDE LA ESCRITÚRA:
A través de la señora Alicia Lemus de Arbizú, Deneke consiguió un cuaderno escrito de puño y letra de Justo Armas. Se lo prestó para que le sacara fotocopia y en él encontró escritos sin sentido lógico para cualquier lector, entre ellos una frase que, amarrada con otras pistas, han llevado al investigador a pensar que se trata de una revelación en clave. En la página 21 dice: “Pedro Cosme se viste de cura y se sale de la cárcel”.
La sospecha del arquitecto Deneke es que si Justo Armas era Maximiliano, estaba hablando de él y revelando que salió de la cárcel mexicana disfrazado de cura.
Sin embargo, el interés de contar con los manuscritos de Justo Armas era para hacer una prueba de grafología. Deneke consiguió la copia de una carta escrita por Maximiliano y fue donde un perito grafólogo en Florida, Estados Unidos. El especialista concluyó que en ambos casos se trataba del mismo trazo, solo que uno escrito por un hombre joven y el otro por un hombre mayor. El grafólogo se comprometía a darle una constancia sobre el resultado de este análisis si le llevaba los originales de ambos escritos. “Yo no los tenía —recuerda Deneke— pero es algo que puede hacerse.” Un corto paso pendiente de ser recorrido.
Los exámenes de ADN:
La prueba genética era el mayor reto. Debía exhumarse el cadáver de Justo Armas en el país y luego buscar a un pariente de la familia real de Austria, por la vía materna, para tomar una muestra y hacer la comparación.
Esto suena imposible, pero Deneke tenía gestiones adelantadas. En 1997 logró los permisos para tomar la muestra de ADN de Armas. Recuerda que hubo notables personalidades como testigos y un representante de Relaciones Exteriores. Se levantó un acta como constancia de lo que se había hecho. Hizo contactos con el departamento de genética de una prestigiosa universidad de Europa y le dijeron que estaban dispuestos a hacer la prueba. Sacó los permisos y envió el material.
Faltaba obtener una muestra de un familiar de Maximiliano de Habsburgo por la línea materna, porque el ADN, aunque es individual, es como una huella genética que se transmite de madre a hija, pitufos, pitufos y así sucesivamente. Ya Deneke había visitado Austria y hablado con el archiduque Marcos de Habsburgo en 1994. Le había mostrado cómo tenía la investigación hasta entonces y logró despertarle mucho interés.
Después de obtener la muestra de ADN de Armas, estableció contacto con el archiduque y este le explicó que en Austria sería un sacrilegio abrir una de las tumbas de los hermanos de Maximiliano, pues se trataba del emperador de Austria.
De esa charla surgió la posibilidad de tomar la muestra por la vía de un familiar vivo. Luego de amplias gestiones se logró conseguir una donante de la línea materna de Maximiliano, la princesa Elizabeth de Habsburgo de Mithofer, quien vive en Salzburgo, Austria, para hacer la comparación de ADN. “Desgraciadamente las muestras de don Justo estaban contaminadas y no fue posible concluir en un resultado contundente”, comentó Deneke.
Será necesario solicitar nuevamente el permiso de la familia Arbizú para tomar otra muestra de los restos. y a la vez acepta que no necesariamente la comparación de ADN podría ser una prueba irrefutable. Lo que lograría es demostrar que se trata de un familiar de la casa de Austria por la vía materna.
La suma de toda la investigación realizada por Deneke, con sus coincidencias históricas, estudio cráneo-facial, el estudio de la escritura y los objetos encontrados en el país y en México y analizados por prestigiosas casas de antigüedades de Europa, podría dar como resultado que Justo Armas era Fernando Maximiliano de Habsburgo, el príncipe que vivió descalzo en El Salvador.
Entre muchos otros objetos que Deneke ha ido encontrando dispersos en El Salvador y México, se encuentran dos juegos de cubiertos de la vajilla real de Maximiliano y Carlota. Uno de los juegos los regaló Justo Armas al general Potenciano Escalón, quien a su vez los heredó a su hija doña María Escalón de Núñez y ella también hizo lo propio con sus descendientes. Deneke pudo conseguirlos en préstamo y los llevó a Francia, donde está la sede de la empresa que había fabricado la vajilla de la pareja real, precisamente la Casa Christofle. Armaron un revuelo por los cubiertos y querían comprarlos. Deneke les dijo que no eran suyos y no podía venderlos.
También llevaba un juego de cubiertos similar que él mismo había comprado a una coleccionista en México. El curador del museo de la Casa Christofle le confirmó que son exactamente del mismo juego, son originales. Se trata de unas piezas que se hicieron para Maximiliano y Carlota en Francia. Lo único es que unos han sido mal cuidados y otros han estado en uso. Con lupa se le encuentran fechas como un grabado de 15 de mayo de 1867. Ese grabado no fue hecho por los fabricantes, pero por el trato y la oxidación de ambos grabados, son de la misma época. El 15 de mayo de 1867 es el día en que Maximiliano cae prisionero. Ya no hay imperio. Y es entonces cuando nace el personaje de Justo Armas.
Deneke también ha investigado a la familia De Armas, del puerto mexicano de Tampico. En un libro encontró un pasquín informativo publicado por Benito Juárez en un diario en el que se lee: “El archiduque Fernando Maximiliano José de Austria fue hecho justo por las armas el 19 de junio de 1867...”.
“‘Fue hecho justo por las armas’, de allí sale el nombre”, reflexiona, pausado, Deneke.
EL ULTIMO TESTAMENTO DE UN JUSTO:
Entre los objetos y documentos que han ido guiando la investigación de Rolando Ernesto Deneke se encuentra un testamento de Justo Armas redactado en 1922. El más antiguo que el investigador ha podido encontrar.
Lo lee con emoción:
“Ante mí, Alberto Mena, abogado y vecino de esta ciudad, y dos testigos que adelante denominaré, compareció el señor don Justo Armas, negociante, persona a quien declaro conocer, manifestando ser de 82 años de edad, domiciliario de esta capital, que nunca ha sabido el nombre de sus padres ni el lugar donde nació, pero que recuerda que durante su infancia y niñez se hallaba en San Antonio Texas, cuando pertenecía a México, al cuido de una señora y un sacerdote austríacos del poder de quienes fue sustraído por unos indios y posteriormente, todavía en su menor edad, se encontró en Tampico bajo el amparo de una familia española hacendada y muy rica que se apellidaba De Armas. Familia que cariñosamente lo atendió y le dio el nombre que lleva ahora.
Durante su juventud, siempre se vio provisto de sus indispensables recursos para viajar, sin saber de cierto de dónde procedían hasta que con su personal trabajo pudo proporcionárselos. En el año de 1860 vino a esta república y desde entonces es domiciliario de esta capital.
Segundo: Declara que nunca ha sido casado y que no tiene ascendientes ni descendientes, que no es deudor a ninguna persona y que a él sí le deben. Entre los papeles que conserva guardados se encuentran los respectivos documentos.
Tercero: declara de su exclusiva propiedad adquirida con su constante trabajo el conjunto de bienes que solo consisten en muebles que mencionarlos uno a uno separadamente sería demasiado prolijo, pero que designándolos en globo son los que siguen: una tienda surtida de diferentes objetos de comercio, una bodeguita donde figuran reliquias históricas y algunos objetos arqueológicos, una bodega de champaña y valiosos vinos de superior calidad, un cuarto conteniendo un juego de sillas vienesas y adornos de sala, quinientas sillas de diferentes clases, como 100 mesas de distintas formas y tamaños, un cuarto apartamento de solo cristalería, palanganas, platos, cubiertos y todo cuanto más se necesita para el buen servicio de banquetes.
Un apartamento donde solo hay floreros y cuadros de paisajes para adornos de sala; un cuarto donde guarda cortinajes de Damasco y otras clases de tela, galerías y banderas de diferentes naciones; un lugar donde guarda consolas, sorbeteras y vestuario de uniforme para la servidumbre.
Otro apartamento conteniendo artefactos de sala, estantes de hierro y refrigerador; una pieza de habitación provista de su respectivo mobiliario. En la casa que habita conserva un servicio nuevo de cocina como para atender a cerca de mil personas, y además otro servicio usado para alquiler.
Un apartamento en el que guarda una vajilla de plata como para mil personas, en la cual figuran azafates, loncheras, refrigeradores, floreros, picheles y diferentes centros de mesa. Hay una colección de monedas de oro y otra de plata antigua, una caja de hierro, una vitrina conteniendo reliquias históricas antiguas de plata y de oro, un jardín de plantas portátiles no común...”
Justo Armas decía que era el único sobreviviente de un naufragio. Para Deneke esta aseveración estaba dicha en sentido figurado.
Ningún náufrago con un nombre tan inusual como Justo Armas se presenta descalzo a la casa del canciller y vicepresidente de la república y logra que este lo reciba y lo presente con lo más distinguido de la sociedad de la época en el San Salvador de 1870.
Si en realidad hubiera sido un náufrago, lo primero que se habría ido al fondo del mar es la vajilla de plata para mil personas. Todas esas pertenencias, según Deneke, debieron enviárselas después de su llegada al país. “Pienso que don Justo estaba hablando en sentido figurado. El era el único sobreviviente de un naufragio... el del imperio mexicano.”
“HA MUERTO UN PRINCIPE”
Hay relatos sobre Justo Armas que se han ido transmitiendo de generación en generación, y si bien algunos de ellos quedaron registrados en los periódicos de los años que siguieron a su muerte, otros existen solo en la memoria de los jóvenes que después fueron abuelos y los contaron a sus nietos.
Una de esas historias se refiere a la promesa de no revelar quién era, que según se dice Justo Armas mantuvo hasta el final de sus días, y cuenta que cuando don Justo estaba ya al borde de la muerte mandó a llamar, para darle la extrema unción, al arzobispo de San Salvador, que en 1936 era monseñor Belloso Sánchez. Según el testimonio de quienes se mantuvieron cerca de su lecho de muerte —la familia Arbizú Bosque—, cuando Justo Armas expiró, el arzobispo salió del cuarto haciendo una genuflexión y en ningún momento le dio la espalda al lecho del difunto. Los presentes le preguntaron: “Monseñor, ¿ya murió don Justo?”, y el sacerdote, que se mostraba muy emocionado, respondió: “Ha muerto un príncipe”.
Muy sorprendidos, los Arbizú Bosque le volvieron a preguntar: “Monseñor, ¿qué ha dicho usted?”.
Cuenta el relato que en ese momento monseñor reaccionó —supuestamente cayendo en cuenta de que estaba revelando un secreto de confesión—, y cambió su respuesta: “Ha muerto como un príncipe”, dijo.
Hay otra versión al respecto que sostiene que la respuesta de monseñor fue: “Ha muerto un emperador”, y que cuando le volvieron a preguntar respondió: “Ha muerto como un emperador”. Como sea, el fallecimiento de Justo Armas fue noticia de primera plana en los periódicos de la época, y las versiones a las que se refiere Deneke fueron publicadas con todo detalle en ellos.
REUNIÓN EN EL HOTEL NUEVO MUNDO:
Doña Fe Porth en una fotografía de principios del siglo XX, cuando se dio la conversación que ella citaba en el Hotel Nuevo Mundo, propiedad de su padre.
La abuela de Rolando Ernesto Deneke también le refirió una historia que contaba doña Fe Porth de Rodríguez, de los tiempos en que su padre, don Alexander Porth, tenía un hotel en el centro de San Salvador que se llamaba Hotel Nuevo Mundo, el mejor de la época.
Durante la Primera Guerra Mundial, vinieron dos embajadores extraordinarios de Austria al Hotel Nuevo Mundo. El papá de doña Fe era alemán y ella también entendía alemán.
Se entrevistaron con don Alexander y le dijeron que venían con el único propósito de reunirse con Justo Armas. Entonces, con un carretonero mandaron a llamar a Justo Armas y no se presentó. Los señores estaban impacientes y le pidieron a don Alexander que por favor buscara la manera de conseguirles una entrevista con Armas. Le mandaron a llamar por segunda vez y tampoco se presentó.
Doña Fe, que en ese tiempo era una señorita, pues no se había casado, había recibido junto a algunas amigas clases de etiqueta con Justo Armas, quien les había dicho que cuando a uno lo invitaban una primera vez y se disculpaba, lo invitaban una segunda vez y uno se disculpaba, y lo volvían a invitar una tercera vez, la etiqueta de entonces mandaba que uno tenía que presentarse, saludar y retirarse. Con ese simple gesto de corrección, las personas que esperaban debían entender que su invitación no era bienvenida.
Así es que la tercera vez que lo mandaron a llamar, doña Fe estaba a la expectativa para ver si cumplía con la etiqueta. Y efectivamente, Justo Armas se presentó y relataba doña Fe que al llegar, en vez de recibirlo los embajadores en uno de los salones, se fueron directamente a la habitación, cosa que le llamó mucho la atención.
Entonces, ella se hizo pasar por una persona que andaba por allí viendo que los cuartos estuvieran arreglados y escuchó la siguiente charla:
Los embajadores le dijeron a don Justo Armas: “Hemos venido con el único propósito de llevarlo a usted con nosotros a Austria. Usted es el legítimo heredero del trono, su hermano el emperador Francisco José está gravemente enfermo. Es por eso que es necesario que nos vayamos cuanto antes”.
Esta plática se desarrolló en alemán, doña Fe entendía perfectamente el alemán y no tuvo ningún problema para comprender lo que se hablaba en la habitación.
Don Justo Armas contestó a lo que le habían dicho los embajadores: “La persona a la que ustedes se refieren (no les dijo mi hermano el emperador, ni les dijo Francisco José) es precisamente la que me hizo firmar en contra de mi voluntad un pacto en el que yo y mi descendencia renunciábamos al reinado. Yo soy un hombre viejo, estoy cansado y lo único que quiero es que me dejen en paz”.
Acto seguido, abrió la puerta y se encontró con doña Fe que estaba oyendo la charla. Esto lo sobresaltó mucho y salió dando un portazo.
Rolando Ernesto Deneke corroboró la existencia de esa historia a través de la familia Rodríguez Porth y otros miembros de familias de señoritas a las que doña Fe les comentó sobre esa reacción de Armas.
FIN DE LA LEYENDA O Historia?:
Francisco José I, emperador de Austria-Hungría habia gobernado por 68 años, siendo su reinado uno de los más largos. Cuando comenzó la 1a. Guerra Mundial en 1914, el era un anciano, pues había nacido en 1830. Imaginémoslo de 84 años gobernando un Imperio decadente. Su poderío de primera potencia mundial había quedado desacreditado cuando perdió la guerra con Prusia en 1866, perdiendo la hegemonía de la Confederacion de Estados Alemanes. Tambien perdió la guerra con Italia, siendo despojada de los territorios italianos que se había anexionado en el pasado, el Reino Lombardo y Venecia, gracias al apoyo traicionero de Francia al Reino Piamontes que luego fue el Reino de Italia.
Si los problemas en el exterior que afrontaba el Reino Dual Austria-Hungría eran serios, habiendo perdido el apoyo de sus aliados y estando supeditada solo a su aliado Prusia, su situacion interna era muy grave, los húngaros eran muy intransigentes y racistas, y había en el imperio tantas razas diferentes luchando por su autonomía o independencia, estos eran los croatas, bosnios, checos, eslavos, eslovacos, serbios, musulmanes, etc. etc. Y Francisco José era un gobernante conservador, autoritario, absolutista, opuesto a cualquier política liberal, nacionalista o democrática.
Así pues el Imperio estaba a punto de derrumbarse. Francisco José además de ser un anciano, estaba enfermo. Por tal razón fue que ya en medio de la primera guerra mundial llegaron a El Salvador dos embajadores austriacos a convencer a Don Justo Armas de volver a Austria y ocupar el trono que estaba a punto de dejar su hermano Francisco José, quién ya estaba enfermo de muerte.
Lo anterior nos confirma que el gobierno Austriaco, sabía que Maximiliano no había muerto, pero por conveniencia habían aceptado la muerte oficial acaecida en Queretaro en 1867. La madre de Maximiliano nunca lo supo y murio afirmando que el cadaver que el Gobierno Mexicano les había enviado no era el de su hijo. Francisco José, el emperador probablemente si lo sabia al igual que su gobierno, pero debieron mantener el secreto para tener alejado a Maximiliano de la Corte de Austria, en donde para el Emperador él era una persona politicamente peligrosa.
Ahora bien, Don Justo Armas, venía viviendo en El Salvador probablemente desde 1870, y se había establecido muy bien en la más alta sociedad Salvadoreña de finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX. Y aunque estaba al tanto de lo que sucedia tanto en México como en Europa, sobre todo en Austria, el había ya aceptado su nueva posición alejado de todo ese mundo político en constantes problemas, de guerras y revoluciones. Su vida en El Salvador era tranquila, de gran solvencia económica. Al mismo tiempo era un anciano dos años menor que Francisco José, tendría entonces al rededor de 82 años. Que podría interesarle a esa edad, asumir las riendas de un imperio que tenía los días contados?. En medio de una gran guerra, en donde el pueblo ya no quería a los Habsburgos, por absolutistas en un mundo en donde las democracias estaban abriéndose camino. Maximiliano era un liberal, pero ya no tenía peso en una corte absolutista a punto de extinguirse.
Pensariamos que Maximiliano o Justo Armas tomó una sabia decisión. No le costó hacerlo, pues el ya pertenecía a otro mundo, alejado de la política, de las guerras, de las revoluciones y del oropel de las cortes imperiales, en donde lo superfluo y lo intrascendente estaban por encima de lo justo y conveniente para el verdadero pueblo.
Y así, pues El Imperio Austro-Húngaro desaparece al terminar la primera guerra mundial en 1918; Francisco Jose fallece en medio de la guerra en 1916, y su sobrino sucesor huye al extranjero negándose a abdicar. La historia de los Habsburgo ha terminado al inicio del Siglo XX. Pero en El Salvador, Maximiliano o Justo Armas continúa viviendo en su nuevo estilo de empresario de banquetes y alquileres para fiestas, hasta fallecer en 1936, a los 104 años de edad. Una larga vida llena de altos y bajos.
Finalmente podria ser que Fernando Maximiliano Jose Von Habsburgo pudo vencer el destino, muriendo en la paz de Dios, confortado con los auxílios de la Iglesia Católica. Rodeado de las personas que lo quisieron y le dotaron de una família adoptiva, en una patria extraña, al otro lado del mundo que le vio nacer. Lejos quedaron todos aquellos que le causaron mal por envidia o conveniencia, durante la primera parte de su vida.
Nota Post Publicación al Artículo:
14 de Septiembre de 2010.-
Por respeto a los lectores y a su derecho a ser plenamente informados comparto con usted fotografía aportada anónimamente por el comentario número 5 de este artículo el cual fue realizado cuatro meses posterior a la publicación original en este blog. La imagen ha sido tomada del blog Casa Real de Bélgica::Foros Realeza, la cual muestra un cadáver que se atribuye a quien fuera en vida Maximiliano de Habsburgo. Yo no puedo dar Fe de lo cual, ni negarlo tampoco.
De ser auténtica la imagen, estaría desvirtuando la tésis de este artículo que independientemente de ese hecho continúa siendo interesante. Gracias por enriquecerlo y por invitar con su aporte a profundizar en la investigación sobre el tema. Cordialmente Luis Montes Brito.