Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
Las películas, especialmente las de Hollywood, nos han enseñado
que la depresión femenina, sobre todo en mujeres entre 28 y 40 años, se combate comiendo. Y más si es sola, frente
a la TV, consumiendo un enorme bote de helado o uno de grasosa comida china. La
primera imagen que se nos viene a la mente seguramente es la del sufrido
personaje de El Diario de Bridget Jones, siempre en problemas sentimentales.
En fin, eso no es un mito ni un cliché. En términos generales es
bastante cierto. El hecho de comer nos pone
felices y lo asociamos a nuestras primeros años, cuando nuestra madre
nos alimentaba y nos reconfortaba... Alguna madres, incluso, utilizan en exceso
este recurso, algo que también se suele aplicar en las guarderías. Por supuesto
que no es un paliativo, es simplemente un modo de pasar el mal momento.
Tampoco ayuda utilizar la comida como premio o incentivo de forma
constante, para los niños. Básicamente, lo mejor es usar diferentes
motivaciones como salidas, compra de algo que les agrade y el alabar el
esfuerzo. A medida que crezcan y maduren, sobre todo la satisfacción personal,
de culminar metas y lograr objetivos.
En otros casos, en cambio, un mal momento genera el efecto
contrario: se cierra el estómago y desaparece el apetito. Esta suele ocurrir en gente más
"orgánica", menos emocionalmente asociada a la idea que comida=
satisfacción y bienestar.
En el factor orgánico el organismo rechaza la acción de
alimentarse en una primera etapa de un problema, ya que dirige, toda su atención a la resolución
del problema, pero si la persona asocia la comida inicialmente a confort, se
dirigirá primero a llenarse de la misma. El mecanismo interno que nos lleva a
comer compulsivamente en estas situaciones es: Una compensación al hecho
indeseable o traumático a través de la comida.
Podemos, en cierto modo, asociar la obesidad a la tristeza o la
angustia. Como decimos, si esa sensación de
soledad “se resuelve” a través de la comida, entramos en una peligrosa
espiral. Porque luego vendrá la angustia ligada al aumento de peso y la
tristeza subsecuente, sin que se pueda romper fácilmente ese círculo vicioso.
Se necesita una nueva educación o entrenamiento para cambiar este
recurso de comer por otro más adecuado para
canalizar nuestra frustración sin sentirnos culpables luego.
Existen terapias de modificación de conducta para esto, como si se
tratara de una adicción. De hecho, para
muchos humanos la comida se vuelve una adicción.
Ese peligroso círculo vicioso puede provocar, incluso, posteriores
desórdenes alimenticios en una persona,
sobretodo cuando en casa se gira alrededor de las dietas, esquemas
corporales estereotipados, y además no se fomenta el ejercicio.
Además de la comida, los estados de tristeza pueden desembocar en
otras adicciones como beber en exceso,
fumar, juegos de azar o la compra compulsiva de ropa, especialmente en el caso
de las mujeres. Esto no hace otra cosa que alimentar el círculo vicioso, ya que
probablemente la ropa no le quedará como desean y el proceso se vuelve
autodestructivo.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones
en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y
Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi
actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos
direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica
privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación
nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la
conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional
estigma.
Fui
la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en
ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente
he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas,
Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o
Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de
U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo
acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la
Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La
tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y
teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del
mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia
regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes
que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos
acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato
de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a
la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.