
En general, la labor es ingrata y
desgastante. Si la dependencia del enfermo de su cuidador es enorme, no menos
enorme es el condicionamiento y la limitación a que éste se ve sometido
constantemente, y del que en muchas ocasiones quisiera escapar. Particularmente
cuando la persona que cuida tiene capacidad para desarrollarse en otras áreas,
tiende a sentir que la vida más allá de
las cuatro paredes que la limitan pasa sin ser aprovechada, y al sentimiento
positivo por la labor humanitaria se contrapone un sentimiento de frustración y
de tristeza que tiende a provocar depresiones.
Existen también numerosas personas que no
sienten deseos de desarrollarse en otras áreas, o que han sido maltratadas por
la vida y tienen baja autoestima, o que, por alguna razón no han hallado su
lugar en la vida, que encuentran en esta actividad una justificación para su
existencia. En este caso existe una relación simbiótica de dependencia mutua, y
la sensación de sentirse útiles borra cualquier frustración por la limitación,
puesto que es una limitación elegida y asumida.
Como se apuntaba anteriormente, cuando la
enfermedad es psíquica, o cuando a la enfermedad física le acompaña algún
trastorno psíquico, tales como desorden bipolar, desorden de ansiedad,
esquizofrenia, demencia senil, alcoholismo o drogadicción, la convivencia puede
hacerse difícil, y la situación se complica sensiblemente, no sólo para la
persona que cuida, sino para todo el entorno familiar, o de las personas que
convivan con el enfermo. Es este caso llega a ser necesario algún tipo de
terapia para las personas más cercanas al enfermo, pues de lo contrario su salud
mental también tiende a deteriorarse.
En todo caso, la persona que cuida
necesita tomarse periodos de descanso; tanto más cuanto más desgastante sea la
convivencia con el enfermo. Si, como suele ser habitual, hay posibilidad de
compartir el cuidado del enfermo entre dos o más familiares, es justo hacerlo.
Si ello es difícil o imposible, debe buscarse al menos la manera de contribuir
económicamente al pago de una persona que haga esa labor en los periodos en que
el cuidador habitual necesite liberarse temporalmente de esa tarea.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones
en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y
Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi
actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos
direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica
privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de
comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de
extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su
tradicional estigma.
Fui la
primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer
dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente
he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas,
Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o
Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de
U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo
acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la
Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La
tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y
teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del
mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia
regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes
que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos
acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi
profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones
familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años
de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento
que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado
por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen,
desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del
rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el
futuro.
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