
En
Estados Unidos similar debate viene también de lejos. En su cultura el sagrado
derecho a la autodefensa contempla las armas como un elemento cotidiano, pero
el fácil acceso a las mismas, y su común uso para fines criminales, y, a veces,
para causar grandes masacres, ha encendido cada vez más el debate entre los que
se oponen y los defensores del derecho libre a su acceso.
¿Por
qué se encuentran argumentos tan opuestos ante una misma situación común?
Simplemente, porque cada quien encuentra allí donde quiere buscar. La cuestión
es analizar por qué unos buscan argumentos que, frente a un problema de
violencia, reafirman su deseo de paz; y otros buscan sus respuestas en la misma
violencia.
La búsqueda de argumentos pacifistas
tiene una explicación clara: una mente sana no contempla la violencia en
ninguna forma, ni aún en un clima de delincuencia común como el que se vive; a
no ser que la seguridad personal se vea amenazada de una forma directa y
objetiva, entonces la salud mental se altera sensiblemente, y permite optar por
soluciones violentas para garantizar su supervivencia. En todo caso, esta mente
quedará dañada, y difícilmente recuperará su salud anterior si no es con un
tratamiento psiquiátrico adecuado.
Muchas veces, el argumento del clima
violento para portar armas no es más que una racionalización que enmascara
cierto grado de idolatría por estos artefactos, que se constituyen en parte de
la misma persona, y que les protege de sus propias inseguridades. Necesitan
sentirla ahí, porque es como la parte fuerte de una personalidad débil.
A excepción de casos especiales y de
actividades que necesitan especial protección, el que una mente opte por
respuestas violentas es un síntoma de deterioro psíquico; en la mayoría de los
casos, el arma resulta ser el mejor aliado de una mente débil e insegura; o un
juguete de adulto inmaduro y potencialmente violento; o un elemento más de una
mente insensible, completamente deteriorada por experiencias anteriores.
Acerca
de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha
enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión
en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes
medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con
objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de
apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar
acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en
sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como
video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención,
y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y
educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia
profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada
persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la
educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde
que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la
familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.
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