Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
Se
llamaba Malinaalli Tenépatl, una indígena mexicana que escribió su propia
historia hace casi 500 años cuando decidió ser la amante del conquistador
Hernán Cortés y traicionar a su pueblo. Le decían, despectivamente, La Malinche.
Y eso dio origen a un término, malinchista, que se utiliza en México y
Centroamérica para describir a las personas que prefieren un estilo de vida
diferente a su cultura local, que anteponen su gusto por lo extranjero sobre lo
nacional, y que, en definitiva, traicionan su propia identidad.
A pesar de que la malinche era mexicana y
el término se originó allí, hay pocos países menos malinchistas, culturalmente
hablando, que México. Ellos aman a su país por más mal que esté, creen en sus
productos, en sus artistas, en sus músicos, en sus deportistas… Los
salvadoreños somos diferentes. Vemos en la gente de afuera el reflejo de lo que
desearíamos ser y tener. Eso es consecuencia del desprecio de la propia
identidad. Por eso insisto en lo de la baja autoestima. Desgraciadamente en El
Salvador nuestra autoestima como ciudadanos es bajísima. Tenemos identidad
propia, pero la despreciamos, y eso se nota en el culto a todo lo extranjero, por
el simple hecho de serlo, desde la obsesión por el Real Madrid y el Barcelona
hasta la devoción por los cantantes de Estados Unidos y los DJs europeos.
El escaso aprecio por nuestra identidad,
la poca valoración de muchas de nuestras cualidades, nos ha llevado a este
punto. Para peor somos un país pequeño, poco publicitado exteriormente por lo
positivo, y mucho por lo negativo. Cuando se habla de El Salvador se nos asocia
a las maras, a la delincuencia, y a la corrupción. Tan devaluados estamos como
ciudadanos, con la autoestima tan baja, que preferimos despojarnos de lo
nuestro y copiar ridículamente a otros a los que creemos superiores. Al final
nos convertimos en simples imitadores, con una identidad reprimida y ocultando
nuestro verdadero ser.
El malinchismo es una forma de mostrar desprecio por lo propio y oculta una bajísima autoestima, y trasciende mucho más allá de la identidad cultural, extendiéndose a muchos otros ámbitos, entre ellos, a la identidad de género. Es algo particularmente notorio entre las mujeres latinas, incluyendo México, quienes descalifican a otras mujeres no solo por competencia, sino para no permitirlas escapar de un sometimiento al género masculino que ellas mismas no han sido capaces de superar. A la baja autoestima social y cultural se une la baja autoestima de género. En este país tenemos un tipo muy particular de malinchismo, el de la mujer machista, quien se siente inferior al hombre, al que tiene idealizado por el simple hecho de ser hombre, y por más que éste incluso llegue a maltratarla.
El problema del machismo es, en buena medida, cultural. La
mujer, desde que nace, normalmente vive inmersa en una cultura que les enseña
que los hombres son una especie de género superior, y eso es lo que aprenden.
Sin embargo, hay un elemento añadido que hace que esta situación tienda a
perpetuarse, y es precisamente el malinchismo de género. Cuando una mujer
destaca en un mundo dominado por los hombres, cuando una mujer no acepta
someterse a lo que la cultura machista impone, esta mujer encontrará múltiples
obstáculos por parte de los hombres, pero sus mayores obstáculos vendrán de
parte de otras mujeres, quienes tratarán de boicotear su valía y su valentía.
Acerca de la
Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología
Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la
Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El
Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio
de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los
diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también
internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud
mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la
primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer
dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras
instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de
Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido
también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a
su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de
reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El
Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido
en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con
otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer
métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a
pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad
para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera
permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de
terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de
absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la
prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y
dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de
experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el
desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy
fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió
en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se
independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.
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