En muchas culturas se ha considerado que los parientes, especialmente los hijos, son parte de nuestro patrimonio. Por lo tanto pueden ser “utilizados" como si de una posesión se tratara. Entre las tipologías podemos observar que algunas son de poder, otras de derecho sexual, de posesión, otras de seudo-pareja o incluso de buscar en los niños del núcleo familiar lo que creen que no obtienen de sus parejas.
También es propiciado por vivir en espacios muy pequeños, por el hacinamiento y, sobre todo, por falta de cultura y respeto sobre los seres humanos más desprotegidos.
En Estados Unidos, cada minuto es violada una mujer, organismos feministas calculan que una de cada cuatro niñas en el rango de 0-12 años ha sido víctima de incesto. En México, 7 de cada 10 agresiones sexuales son cometidas por conocidos, el 35% de ellas por familiares. Cifras que asustan.
El proveedor, que solía ser el hombre, era visto como una especie de Dios, de poderoso e irrefutable al que todo se le permitía. Algo ha empezado a cambiar. Coincide, además, con que las mujeres han entrado a la economía y a empezar a ver por sus derechos que este papel autoritario ha sido cuestionado. En países como China, Japón y Rusia, por citar tres ejemplos, las relaciones incestuosas no están penadas pero el matrimonio civil tiene restricciones.
Hay muchas mujeres que dan mucho valor a una pareja, aunque sean ellas quienes lo mantienen. Existe, incluso, una modalidad de incesto que consiste en ofrecer al patrón de latifundios a nuestras hijas y se justifica que el primero debe ser el padre que la ofrece.
No es tan sencillo detectar un caso de incesto en la familia. Existen pactos de silencios preservados por los que creen que es un derecho del proveedor hasta los que callan por vergüenza y miedo. Por otro lado, la autoridad no da muchas salidas, ya que en el mejor de los casos aislarán a la víctima del medio, pero solo para caer en las tutelares u hospicios en donde tampoco existen buenas condiciones.
Todo esto, obviamente tiende a condicionar la armonía familiar. Pero solo a veces. En otros, no influye para nada el hecho, ya que los integrantes echan un velo de oscuridad sobre el asunto y es como si no pasara nada. Es decir, no se habla de él, por lo tanto no existe.
Por eso es más duro para las víctimas. El incesto puede darse entre hermanos, primos o cualquier familiar que aprovecha una situación de indefensión de sus víctimas. A veces, en nombre de la armonía familiar es que se le hace callar a la víctima, que incluso queda con una extraña sensación de culpabilidad.
Las consecuencias en el abusado son variadas y complejas: mucha tristeza, baja autoestima, culpabilidad, depresión, problemas para dormir y regresiones a etapas más tempranas, como volver a orinarse en la cama o chuparse el dedo. También suelen autolesionarse, llegando incluso a manifestar el deseo de no vivir e intentar quitarse la vida.
Aún si se tratase de la relación con un padrastro o si la víctima es un hijo adoptivo, si bien no puede describirse como incesto, la situación es igualmente condenable. Puede que no lleven la misma sangre, pero la falta no por eso es menos grave. El círculo familiar, ese núcleo que debería estar protegiéndole, es el caldo de cultivo de las vejaciones.
Hay muchas parejas que prefieren hacerse “los del ojo pacho” para no perder al depredador prefiriéndolos por sobre sus propios hijos. En el país ya se han dado casos de niñas que han sido echadas de su casa por sus madres debido a que el padrastro las ha abusado, e incluso embarazado, aduciendo que han tenido conductas provocadores imposibles de resistir por los depredadores.
El incesto es un crimen y debe detenerse, aunque para eso se necesite mucho valor. Hay víctimas, hay victimarios, pero también cómplices.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgo
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Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.