Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
El embarazo es un momento de felicidad y esperanza para la mayoría de las mujeres. Sin embargo, este viaje puede tomar un giro inesperado y doloroso con la experiencia del aborto espontáneo. Aunque no se habla con tanta frecuencia como el polémico aborto inducido, el aborto espontáneo es algo común que afecta a muchas mujeres en todo el mundo.
Aunque el aborto espontáneo es más común en las primeras semanas de embarazo, puede ocurrir en cualquier momento antes de la semana 20.
Por lo general, la mujer lo asume con tristeza, dolor emocional y un deterioro severo de su autoestima. Existe una sensación de culpa que puede derivar en depresión y se instala el deseo de no volver a embarazarse para no pasar otra vez por ese calvario. Básicamente cuesta tanto superarlo por toda la ilusión que las personas se habían hecho, por esto muchas embarazadas prefieren estar bien seguras antes que precipitarse a anunciarlo públicamente.
No en vano un estudio del Colegio Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos confirma que las mujeres que sufren un aborto espontáneo tienden a culpabilizarse, lo que les hace sentirse aisladas y solas. Al sufrirlo, se multiplican por dos las posibilidades de sufrir depresión y ansiedad y por cuatro el riesgo de suicidio.
Aunque pocos manejen estas estadísticas, cada año se producen 23 millones de abortos espontáneos en todo el mundo. Esto equivale a 44 pérdidas de embarazos cada minuto. Curiosamente, es más común de lo que muchos piensan: entre el 15% y el 25% de los embarazos reconocidos clínicamente acaban en pérdida.
El riesgo de aborto espontáneo es del 12% para las mujeres de 20 a 29 años y aumenta con la edad hasta rozar el 65% en las mujeres de más de 45 años. Las causas pueden variar y a menudo no se pueden identificar con certeza. Algunos factores comunes incluyen anomalías cromosómicas en el embrión, problemas uterinos, desequilibrios hormonales, enfermedades crónicas, infecciones y trastornos inmunológicos.
A pesar de que quien lo sufre inevitablemente intenta auto culparse, en la mayoría de los casos el aborto espontáneo no se debe a ninguna acción por parte de la mujer embarazada.
En el caso de los hombres, la tendencia es a no sufrir tanto, principalmente porque en el embarazo no tienen un rol tan protagónico como la mujer, que es quien lleva en el vientre a la criatura. Por lo general el golpe anímico es menor, pero depende de cómo han sido educados y lo sensibles que puedan ser o por las circunstancias que rodean el suceso.
Es esencial que quienes atraviesan un aborto espontáneo tengan acceso a un sistema de apoyo sólido. Esto puede incluir el soporte emocional de amigos o familiares para pasar el mal momento.
Quienes atraviesan un aborto espontáneo con frecuencia pueden sentirse solos y aislados en su dolor, ya que la sociedad tiende a no hablar abiertamente sobre este tema. Es importante fomentar un ambiente de empatía y compasión, donde se pueda hablar libremente sobre el aborto espontáneo y donde las personas se sientan seguras para compartir sus experiencias sin temor a ser juzgadas.
Un paso importante dio Michelle Obama, la ex primera dama de los Estados Unidos, cuando confesó en televisión que había sufrido un aborto espontáneo: "Sentí que había fallado porque no sabía que eran tan comunes los abortos espontáneos, porque no hablamos de ellos", admitió. “Esa es una de las razones por las que creo que es importante hablar con las madres jóvenes sobre el hecho de que ocurren abortos involuntarios", agregó.
Tras esa declaración de Obama, ampliada en su libro de memorias, varios psicólogos aplaudieron sus palabras ya que le dio visibilidad al tema, algo que consideran importante. Es que la ignorancia puede contribuir al costo emocional y psicológico de perder un embarazo, aislando a las mujeres y a sus parejas, y dejando a sus seres queridos sin saber cómo consolarlos.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
www.dramendozaburgos.com
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infanto-juvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.