Tomado de BBC Mundo
Se cree que los integrantes de las maras en América Central pueden llegar a cien mil.
Nicaragua, la barrera contra el avance de las maras
Por Juan
Carlos Pérez Salazar
En menos de dos décadas,
las pandillas maras se convirtieron en una de las organizaciones criminales
trasnacionales más exitosas de América Latina al saltar desde su base en Los Ángeles,
Estados Unidos, a varios países centroamericanos.
Debido
a su crecimiento arrollador, hay quienes argumentan que al término mara viene
de marabunta, las feroces hormigas migratorias que
arrasan todo a su paso.
Sea
o no ese el origen de la palabra -que en muchos lugares ya es sinónimo de pandilla-,
las maras se extendieron como voraz marabunta por Guatemala, El Salvador y
Honduras, donde se estima que tienen unos 100 mil pandilleros. También han
llegado al sur de México.
Y
acompañando su paso, en los países centroamericanos se dispararon los índices
de criminalidad, encabezados por el asesinato. En 2012, los dos países con
mayor tasa de homicidios a nivel mundial fueron Honduras y El Salvador. Y la
ciudad hondureña de San Pedro Sula es considerada la más peligrosa del planeta.
Sin
embargo, a medida que las maras seguían su irresistible marcha hacia el sur, un
fenómeno interesante apareció: por el momento no han podido avanzar más allá de
Honduras.
Y
el motivo tiene nombre propio y ubicación geográfica: Nicaragua.
Un poco de historia
Esto
se detectó hace ya varios años. En 2008, durante una reunión de directores de
migración de Centroamérica, el de Costa Rica, Mario Zamora, dijo:
"Nicaragua
se ha convertido en una especie de escudo inexpugnable para las maras. Hay que
analizar qué es lo que está detrás de ese fenómeno, el que Nicaragua sea una
barrera de las maras. Gracias a ellos no nos han llegado a Costa Rica".
Pero,
¿cuál es la razón?
Para encontrarla hay que remontarse a la génesis de las maras en
Centroamérica, a principios de los años '90, cuando George Bush padre, entonces
presidente de EE.UU., autorizó la deportación de cientos de jóvenes de origen centroamericano
que se encontraban en las cárceles estadounidenes.
Muchos
de ellos habían crecido en Estados Unidos y no entendían una palabra de
español. Sin embargo, al ser hijos de indocumentados, fueron expulsados.
En
su reportaje "Barrio 18, apogeo y caída de una pandilla" los
periodistas José Luis Sanz y Carlos Martínez hacen un extraordinario recuento
de la llegada de esos jóvenes a El Salvador.
"Esa
fue la primera vez que vio a los bajados. (...) Ese modo de vestir, de llevar
el cabello, esos tatuajes tan… tan de allá. Llevaban pantalones Dickies y Ben
Davis, camisas holgadas, y se llamaban por nombres geniales como Whisper, Sniper, o Spanky. (...) ¿Cómo no
acercarse?".
Pronto
los "bajados", además de despertar admiración, se apoderaron de los
territorios y los conflictos de los lugareños. Desde allí empezaron a construir
su imperio y a extenderse.
Indocumentados, pero distintos
Y
es aquí donde comienzan las diferencias con Nicaragua.
El
periodista e investigador Steven Dudley, uno de los directores del sitio de
internet InSight, que le hace seguimiento al
crimen organizado en Latinoamérica y el Caribe, dice a BBC Mundo que uno de los
factores fue el tratamiento que en Estados Unidos se dio a los inmigrantes
nicaragüenses.
"Durante
los años '80 no se le dio una recepción similar a los refugiados que venían de
diferentes países centroamericanos. A los nicaragüenses se les dio la
bienvenida, mientras que de Costa Rica y Panamá no llegaron demasiados".
A
los salvadoreños -en especial-, pero también a hondueños y guatemaltecos, desde
el principio se les consideró como "indeseables".
"Eso
hizo que muchos terminaran en la cárcel o involucrados con bandas", agrega
Dudley a BBC Mundo.
Y
la razón por la que los inmigrantes de Nicaragua -así fueran indocumentados-
eran bienvenidos fue puramente política:
El fenómeno de las maras
se originó en barrios hispanos de Estados Unidos.
Como
el gobierno de su país (al igual que el de Cuba), era considerado enemigo de
Estados Unidos -los sandinistas estaban en el poder y la administración del
entonces presidente estadounidense Ronald Reagan apoyaba a los rebeldes
antisandinistas conocidos como Contras-, los emigrantes nicaragüenses eran
vistos como personas que escapaban del régimen y por eso recibían asilo
político.
Aunque
las deportaciones de centroamericanos empezaron en los 90', continuaron con
fuerza durante la década de 2000.
En
su artículo Gangs, deportation and violence in Central America,
Dudley revela que "entre 2001 y 2010 Estados Unidos deportó a 129.726
criminales convictos a Centroamérica, más del 90% al 'Triángulo del Norte'.
Sólo Honduras -un país con población similar a la de Haití- recibió 44.042
deportados en ese período".
"Las
cifras son apabullantes" dice Dudley a BBC Mundo. "Casi cualquier
país habría hallado difícil lidiar con esas cantidades. Además, la información
que debería pasarse entre gobiernos cuando ocurre una deportación de
criminales, no se intercambió".
Resultado:
los gobiernos centroamericanos quedaron con un número enorme de criminales en
sus manos y sin ningúna información sobre sus expedientes, ni siquiera a qué
pandilla pertenecían.
La razón social
Francisco
Bautista Lara -uno de los fundadores de la Policía en la Nicaragua
postsomocista y exsubdirector y excomisionado de la misma- está de acuerdo en
que el tratamiento diferente a sus compatriotas por parte de EE.UU. contribuyó
a que las maras no encontraran terreno abonado en su país.
Pero
cree hay algo igual -o más- importante: los cambios sociales e institucionales
generados en Nicaragua después de la revolución de 1979 que llevó al poder a
los sandinistas.
"Si
Nicaragua tiene niveles de desarrollo humano y de fragilidad institucional
parecidos a los del norte de Centroamérica y también tuvo un conflicto armado,
¿por qué sus cifras delictivas se parecen más a las del sur?".
La
razón, repite a BBC Mundo, está en que "la revolución creó instituciones
distintas a las que continuaron existiendo en los países vecinos".
Agrega
que también hay factores culturales: "Yo diría que Nicaragua y sus
ciudades son grandes pueblos, donde todo mundo se conoce y la confianza
interpersonal no se ha perdido, como sí sucedió en otros países de la región.
Al contrario, la revolución del 79 fortaleció mecanismos de
participación".
Más
deportados que en Centroamérica
A pesar de las enormes cifras de
deportaciones de EE.UU. a Centroamérica que cita Steven Dudley, las que se han
realizado hacia México son mucho mayores.
"Entre 2001 y 2010, Estados Unidos
deportó 779.968 criminales a México", afirma Dudley en su artículo Gangs,
deportation and violence in Central America.
Steven
Dudley también destaca cómo el gobierno de Nicaragua, a diferencia de otros en
la región, trabaja más desde las bases hacia arriba.
Esto
convirtió a la sociedad nicaragüense en una intrincada malla de relaciones y
solidaridad que le fue imposible penetrar a las maras.
Y
en medio del panorama desolador que se observa en los países del norte de
América Central, Bautista Lara -quien ahora se desempeña como consejero
regional de organismos como el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD)- ve luces de esperanza: luego de un máximo de 18.000 casos en 2010, los
homicidios han venido disminuyendo.
Además
están las negociaciones con las maras en El Salvador y Honduras. Todo esto,
piensa Bautista, muestra que las pandillas están pasando por una fase de
agotamiento natural, "de un proceso de descomposición que ha llegado a los
límites tolerables". Por eso cree que si los gobiernos actúan con
responsabilidad, puede lograrse la desintegración de las maras.
Ningún
organismo social vive para siempre. Ni siquiera la temible marabunta.