Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
Las estadísticas no mienten: en el mundo cada vez hay más padres sobreprotectores a la hora de educar a sus hijos.
Esta tendencia global ha propiciado nuevos términos psicológicos como “niños burbuja”, “padres helicópteros” o “madres agendas” que aquí trataremos de identificar.
En realidad, cuando se refieren a un “niño burbuja” describen a aquellos a los que sus padres mantienen bastante aislado de cualquier problema o situación de frustración que puede darse a su alrededor. También son los que cuidan en exceso su integridad física, muchas veces no dejándolos participar en juegos, actividades o paseos que creen que pueden terminar lastimándose.
Si existe un “niño burbuja”, gran parte de la culpa será de un “padre helicóptero”. ¿Quiénes son estos? Se trata de los progenitores que monitorean todas las actividades, amistades y todo lo que tenga que ver con sus hijos, no dejando que estos interactúen sin su tamiz ni aprobación.
Es decir, sin que sus padres hayan analizado primero las situaciones. Se les llama helicópteros porque están constantemente sobrevolando sobre sus hijos y todo lo que tiene que ver con ellos.
Y la ecuación se cierra con las “madres agendas”. Son las que acostumbran a llevar al día las agendas de sus hijos, no importa si tienen 6 años y estén empezando la escuela o tengan 17 y estén a punto de graduarse.
Se sienten con la misión de revisar cada una de las tareas, actividades, calendarios y organizar cada uno de los días. Con esa obsesión por el control, el niño o joven jamás conseguirá autonomía y generará una dependencia hacia los padres que puede ser enfermiza.
A veces el instinto de los padres para sobreproteger a sus hijos es inevitable, sobre todo si son primerizos o muy tardíos. Los motiva la inseguridad, el miedo a que algo grave les suceda. Pero está claro que la necesidad casi obsesiva por tener cada aspecto de la vida del niño bajo control es un gran error.
Pretender ofrecerles una vida perfecta, sin traumas y sin errores es propio de un mundo irreal, y tarde o temprano tendrán que afrontar la realidad.
A raíz de esa sobreprotección, nuestros hijos han involucionado en muchos aspectos respecto a generaciones anteriores. Actualmente, y debido a que la sociedad es cada vez más peligrosa y a que nos enteramos hasta con un grado demasiado amplio de cualquier situación negativa, tendemos a sobreproteger más a nuestros hijos. Y ni hablar en estos tiempos de pandemia, por lo tanto criamos niños más débiles ante la vida o el mundo en el cual tendrán que desenvolverse. Seguramente su hijo puede manejar a la perfección cualquier teléfono celular, pero a la vez sea incapaz de montar una bicicleta, saber cómo cerrar un grifo o preparar un desayuno simple.
Esto definitivamente hace a nuestros hijos más dependientes.
Al ser hijos inseguros dependen más de sus padres y de cualquier otra persona que puede aconsejarle o protegerla de malas consecuencias. Desgraciadamente esto hará que mucha gente se aproveche de ellos y sus debilidades.
Pero nada de esto supone un drama si la situación se detecta y se trata. Lo recomendable es trabajar una terapia con los padres, abuelos y grupo familiar para que permitan a los niños tener alivio de tanta sobreprotección. Esto implica llevar a cabo actividades que le pueden frustrar, pero que sin duda le servirán para madurar y analizar las consecuencias de sus actos y decisiones.
Claro, a mayor edad de los hijos, más difícil será tratar de hacerlos independientes, ya que habrán interiorizado más todos estos defectos en su educación. Si educamos a alguien temeroso, aislado y demasiado consentido por su entorno, el golpe de la realidad puede ser muy grande, sobre todo cuando estalle la burbuja
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.