Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
El Museo del Prado, uno de los más visitados de Madrid, tiene
varias joyas artísticas. Una de ellas, sin duda, es el cuadro de Goya titulado
“Saturno devorando a su hijo”.
En ese impactante óleo, un clásico del expresionismo, puede verse
al dios Saturno comerse vivo a su hijo en un acto de canibalismo atroz.
Por estos días, el término Saturno vuelve a estar de moda, aunque
esta vez es a la inversa: se utiliza para describir a los hijos que matan a los
padres.
Se les llama Hijos Saturno
-en referencia a ese cuadro- y son básicamente aquellos que no velan por
sus padres de forma adecuada.
Más bien son los que desean obtener todo lo económico posible de
ellos, pero sin importarles el estado de salud ni el deterioro de los mismos. Por
lo general terminan asesinando a sus padres para poseer sus bienes.
La forma de matar va desde un asesinato directo, muchas veces con
un arma, hasta acabar con la vida de un padre a través del abandono total en el
caso de una persona incapaz de cuidarse a sí misma. Bastará con no alimentarlo
apropiadamente, aislarlo o inmovilizarlo para conducirlo lentamente a la
muerte.
Solo un hijo con pocos valores y mucha ambición podría ser capaz
de eso. Pero los hay, y a montones, como se podrá comprobar en la vida real. Se
trata de hijos que no soportan la espera de una herencia o, peor aún, de no
tenerla nunca. Ni siquiera existe un interés afectivo a los padres.
Generalmente hay rasgos de sociopatía o psicopatía en ello, es
decir que no tienen empatía por nadie, ni siquiera por sus progenitores. Aquí
también pueden influir vicios como drogas, sexualidad promiscua y problemas de
juego.
Unos de los casos más emblemáticos, sobre todo en los años
Noventa, ocurrió en Estados Unidos y tuvo como protagonistas a los hermanos
Lyle y Erik Menéndez, quienes mataron a sus padres para cobrar la herencia.
José Menéndez, una de las víctimas, era un millonario productor de cine que
vivía con ellos en una mansión de Beverly Hills. La historia se hizo película y
el caso fue muy comentado.
Podríamos pensar que este fenómeno es relativamente nuevo y
atribuírselo a que vivimos en un mundo cada vez más materialista. Sin embargo,
siempre han existido seres así a lo largo de la historia, gente desapegada,
insensible e inescrupulosa. Capaz de hacer lo que sea por una herencia o por
hacer desaparecer “mágicamente” un obstáculo doméstico con un acto criminal.
En muchos casos, el problema empieza con las mismísimas víctimas:
los padres. Estos a veces no son capaces de aceptar que sus retoños no van por
el buen camino y sobre todo fueron muy permisivos a la hora de educarlos. Daban
todo lo que los hijos querían sin enseñar lo que cuesta obtener las cosas. Eso,
sumado a un proceso psicológico anormal, puede engendrar un Hijo Saturno.
Si bien no es algo nuevo, sí se está dando con más frecuencia.
Esto llevó a que la Universidad de Valencia analizara una muestra de 33 casos
de hijos que habían matado a su padre o madre desde el año 2000 hasta el 2017.
Conclusión: “el perfil del parricida según los datos obtenidos es
el de un hombre con una edad media de 27 años. Sus conductas pueden verse
agravadas por la ingesta o consumo de sustancias a causa de sus efectos, pero
no constituyen un factor determinante. El joven suele proceder de una familia
estructurada y convive con la víctima. Suele cometer el crimen en el domicilio
familiar empleando un arma blanca”.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones
en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infanto-juvenil, y
Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi
actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos
direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica
privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de
comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de
extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su
tradicional estigma.
Fui
la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en
ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente
he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas,
Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o
Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de
U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo
acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la
Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La
tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y
teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del
mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia
regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes
que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos
acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato
de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a
la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.