Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
A partir del 2 de enero empiezo la dieta. Este año dejo de fumar. En 2019, prometo, que ya no gastaré tanto. Ya no beberé. Retomaré la universidad. Volveré a la Iglesia. Buscaré trabajo. Terminaré la tesis. Me anotaré en el gimnasio…
Nuestros propósitos indudablemente están cargados de buenas intenciones, sobre todo en estos últimos días del año. Sin embargo, el sueño de cumplirlos no es otra cosa que la licencia que necesitamos para pasar los últimos días de diciembre sin demasiado remordimiento.
Para eso tenemos la justificación perfecta: si me excedo en las comidas de Navidad no hay problemas, es la última oportunidad que me queda antes de someterme a un estricto régimen alimenticio. Y lo mismo con los últimos cigarros, las últimas compras inútiles, los últimos días de ocio antes de enfocarnos en nuestro verdadero objetivo......pero todos sabemos que no es así, sobre todo porque la escena se repite cada diciembre con los mismos resultados: no somos capaces de cumplir con nuestros propósitos. No llegamos ni a febrero. Nos engañamos a nosotros mismos y volvemos a caer en la trampa año tras año. ¿Qué nos hace pensar que el comenzar un año haremos las cosas que antes no pudimos hacer?
Yo lo atribuyo a una especie de ritual mágico en nuestra cabeza. Creemos que al terminar un ciclo de vida, como el que marca el fin de año, las circunstancias y los proyectos fluirán con mayor facilidad. En realidad, el tiempo es una creación del hombre y no todos coinciden en qué momento comienza el año. Chinos y judíos, entre otros, no nos dejan mentir.
Es cierto que los ciclos que empiezan y terminan sirven al ser humano para organizar su tiempo, ya que de otra forma sería más caótico. Aún así, muchas personas administran su tiempo de forma bastante desordenada, como si el tiempo y la vida fueran eternos y dejan casi siempre para mañana lo que deben hacer hoy.
Gracias a eso es que Enero es, para la mayoría de nosotros, el mes que marca un antes y un después. El de la redención. Sirve para confirmar lo que no hicimos y redoblar la apuesta para el siguiente. “Este año sí”, nos decimos con una marcada convicción que con el correr de los días irremediablemente se irá evaporando.
Una de las explicaciones para esos continuos fracasos tiene que ver con las metas. De entrada nos proponemos hacer cosas que sabemos que no vamos a cumplir. Se entiende que las metas son más bien deseos o sueños y no objetivos reales. Tampoco las elaboramos de manera realista, con plazos y pequeños logros, sino como por arte de magia. Uno no pasa del sedentarismo total a correr los 42 kilómetros de un maratón. Hay pasos intermedios que deben contemplarse y que ayudarán a lograr el objetivo final. Primero habrá que correr 5 kilómetros, luego 10...porque de nada sirve prometerse a sí mismo que adelgazará el próximo año si no incluye acciones concretas. Por ejemplo, es mejor plantearse no comer pan e incluir verduras en la alimentación.
A la voluntad hay que ayudarla con métodos. No basta con decir “no gastaré tanto” si no se elabora un presupuesto.
Las metas son apenas el nombre que damos a lo que queremos obtener, luego deben desglosarse y planificar una serie de pasos de corto, mediano y largo alcance para irlas logrando.
Y, lo más importante, ir midiendo dichos pasos. “Lo que no se mide, no se puede mejorar”. Dicha frase, cuya autoría se le atribuye al abogado y filósofo austríaco Peter Drucker, es la clave. Si no logramos medir nuestros progresos será difícil alcanzar la meta, por eso es bueno trazarse plazos y medir su cumplimiento. Un estudio realizado por la Universidad de Scranton, Pensilvania, es revelador: el 92% de las personas que establece propósitos de año nuevo fracasa. Esto es como consecuencia de la ausencia de un plan para lograrlo: no hay método ni plazo.
Existen muchas fórmulas prefabricadas que nos quieren vender. Libros de dietas o de consejos para hacer todos los cambios que nos propongamos hacer y que nunca logramos, pero la verdad es que si el deseo no viene de nosotros mismos, de nada servirán las palabras de los gurúes. Está comprobado: las personas que más logran sus metas son aquellas que las deciden por sí mismos, porque están convencidos de que necesitan un cambio en su vida.
Hay una delgada línea entre las metas y los sueños. Lo que los separa es la planificación del objetivo a lograr e iniciar pasos para el mismo. Es preferible tener menos metas y cumplirlas que muchas y fracasar en el intento. Enero de 2019 ofrece una nueva oportunidad: mismos objetivos, pero diferentes métodos.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones
en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y
Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi
actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos
direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica
privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de
comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de
extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su
tradicional estigma.
Fui
la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en
ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente
he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas,
Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o
Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de
U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo
acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la
Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La
tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y
teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del
mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia
regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes
que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos
acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato
de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a
la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.