Supongo que a estas alturas la mayoría de los lectores ya ha oído o leído sobre el juego de la ballena azul, porque en las últimas semanas casi todos los medios de comunicación a nivel mundial han dedicado bastantes espacios al mismo. Para los no familiarizados, se trata de un juego promovido a través de internet que pretende capturar la atención de los adolescentes planteándoles cincuenta retos a lo largo de cincuenta días, uno por día, que deben cumplir y mostrar prueba de ello. Algunos de los retos son simples e intrascendentes; otros son dañinos, incluso espeluznantes; el último de ellos consiste simplemente en quitarse la vida arrojándose al vacío desde un piso alto o un precipicio.
A mí siempre me ha gustado salirme un poquito de convencionalismos, y buscar otros enfoques sobre los problemas que asaltan al ser humano. Y este caso no va a ser diferente, porque la mayoría de lo que se ha dicho o escrito sobre este tema va encaminado a alertar sobre la existencia de dicho juego, y a prevenir que nuestros adolescentes caigan en él, lo cual está muy bien, por supuesto, pero me parece un enfoque bastante limitado de la problemática.
En efecto, porque el problema real no es que exista un juego llamado “ballena azul” que incite a los adolescentes al suicidio; el problema real es que cada año millones de adolescentes en el mundo se plantean seriamente el suicidio como una solución a su vida. Por supuesto, la gran mayoría no llega a intentarlo, y de los que lo intentan, la gran mayoría no llega a conseguirlo. Pero el simple hecho de planteárselo seriamente indica que el riesgo existe.
Ciertamente la adolescencia es una etapa de retos, pero al mismo tiempo es una etapa de ausencia de criterios, por lo que los retos frecuentemente siguen criterios irracionales y absurdos, a veces ni siquiera siguen criterio alguno; simplemente impulsos, poniendo incluso en riesgo la propia vida, aun cuando no sea eso lo que se busque. Es también una etapa de tendencia a la desconexión de los padres, y de búsqueda de nuevos guías, nuevos líderes. E igualmente, la búsqueda de los mismos se hace sin criterios, porque no se tienen. Es también una etapa de necesidad de pertenencia al grupo, por lo que el temor a sentirse excluido es enorme.
Todo ello hace que frecuentemente la relación del adolescente con su familia sea complicada y tienda a resquebrajarse. Si ya previamente la comunicación entre padres e hijos no había sido la adecuada, o, como frecuentemente sucede, ni si quiera apenas había existido, el riesgo de desconexión con los padres es altísimo, con lo que los adolescentes quedan a la deriva en un mar lleno de peligros.
Todo ello lo saben muy bien los creadores del juego de la ballena azul, así como los líderes juveniles en general que tienden a arrastrar a los adolescentes a conductas negativas, antisociales y peligrosas; a veces por satisfacer el propio instinto antisocial del líder; a veces por beneficio económico, como en el caso de inducción a las drogas. El riesgo de suicidio de millones de adolescentes es anterior a la ballena azul, y ha ido en aumento año tras año. Ahora, el juego de la ballena azul está de actualidad, pero no hay ni más ni menos suicidios por ello; la ballena azul es simplemente un medio de moda para intentarlo. Dentro de poco tiempo la ballena azul habrá desaparecido, y los adolescentes en riesgo seguirán siendo los mismos, o incluso más si no ponemos atención adecuada a las verdaderas causas.
Tratan ahora de implementar un juego llamado “ballena rosa” proponiendo acciones positivas y tratando de contrarrestar a la ballena azul. No puede ser criticable una iniciativa que proponga valores positivos; sin embargo, como forma de acabar con la ballena azul no tiene mucho sentido. Quien se siente atraído por la ballena azul no va a sentirse atraído de repente por la ballena rosa, porque no son las propuestas de una u otra ballena las que ponen al adolescente ante el dilema, sino las complicadas circunstancias de los adolescentes en situación de riesgo. Y porque la ballena rosa no se identifica con dichas circunstancias. La ballena rosa debería ser la propia guía de los padres, y debería hacer sus propuestas día a día desde que el hijo es pequeño, de modo que cuando llegue a adolescente, las ballenas azules simplemente no existan.
Acerca
de la Dra. Mendoza Burgos
Consultas
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Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología
Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la
Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El
Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio
de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los
diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también
internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud
mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la
primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer
dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras
instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de
Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido
también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a
su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de
reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El
Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008
resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional
con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer
métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a
pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad
para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera
permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de
terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de
absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la
prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y
dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de
experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el
desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy
fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió
en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se
independizó, e incluso después.
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Estoy absolutamente convencida del rol
fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el
futuro.