Por Rafael Ángel Alfaro Pineda
La mañana del domingo asoma completamente azul, despejada, como celebrando así el final de cinco años de tristeza y desencanto para nuestro pueblo, que en estrecha mayoría había votado por las promesas incumplidas del saliente mandatario.
Alrededor del lugar donde se tomará la protesta al nuevo Presidente, el ambiente es de expectativa, mientras los miembros de nuestra gloriosa Fuerza Armada, a la cual intentó desacreditar el gobierno que hoy fenece, preparan entusiastamente los cañones que, junto a la banda militar, brindarán más tarde el saludo al nuevo mandatario.
Movidas por un aire con esperanza renovada, son izadas junto a la nuestra, las banderas de los países que han enviado delegaciones oficiales a la ceremonia. Cerca se encuentra don Rogelio Colindres, quien antes ha visto la misma escena. Mientras se apoya en su carretón de sorbetes, su eterno socio en la búsqueda del sustento de su familia, se arregla el sombrero, recordando cómo su situación empeoró, por culpa del gobierno que ahora termina.
A doña Tere, su esposa, la despidieron tres años atrás de una fábrica que abandonó el país, debido a "la desconfianza y a la falta de seguridad". Sus hijos decidieron irse a los Estados Unidos, al ver cómo indoctrinaban en las escuelas a los nietos de don Rogelio, para "hacerlos comunistas", además que "al gobierno no le interesó ayudarle al pueblo, sólo a los de su partido".
En la fila, para entrar a la ceremonia, está doña Hortensia Artiga, quien vino desde Yoloaiquín, en Morazán. Ella celebró en abril las fiestas de su pueblo, en honor a San Marcos Evangelista y vende verduras en el mercado, habiéndose "involucrado en la política", al ver cómo el nuevo presidente "era una nueva cara, un candidato popular". En efecto, gracias al apoyo y el entendimiento de una derecha unida, gozando de la humildad de sus dirigentes, con una visión de largo plazo; logró percibirse verdaderamente incluyente, ganando con un discurso de carácter patriótico y social las elecciones de marzo.
Esa victoria fue posible, borrando diferencias y anteponiendo los intereses de todo un país a los minoritarios, así como a los de figuras que ya habían tenido su protagonismo en el pasado. Doña Hortensia, iba acompañada de don Jaime Ramírez y su esposa, "la 'ña Juanita", quienes en la elección del 2009 habían votado por el presidente que ahora terminaba su periodo, habiéndose arrepentido de su equivocación luego.
Al histórico evento llegaron personas de toda clase y de todas partes; gente con diferentes sueños y variadas costumbres; elegantes y humildes; con sombrero o de cachucha; usando saco y en mangas de camisa. Allá estuvo lo más variado de nuestro pueblo, escondiendo diferentes problemas y compartiendo similares aspiraciones.
Pero al observarlos a todos, sus semblantes transmitían asombrosa alegría y un homogéneo deseo, que se transformaba en un sentimiento de confianza y esperanza en el futuro, con la disposición de olvidar el lustro perdido, voltear la pagina y empezar de nuevo por el camino correcto, a construir un país más justo, más libre, más humano, más social, más digno, pero especialmente más unido, más seguro y más ordenado, con reales oportunidades para todos.
Los que no asistieron, vieron este nuevo capítulo de nuestra historia en la televisión y elevaron oraciones a Dios por El Salvador y su nuevo gobierno, el cual iniciaba un difícil periodo de recuperación de la credibilidad nacional, del desarrollo económico y productivo, así como de la deteriorada imagen del país en el exterior.