Tomado de El Clarín
Por Patricia Suárez
Con las palabras que no tuvo Periquita y la garra política que no heredó Lisa Simpson, Mafalda es un personaje único. Aquí, su mirada de época y la filosofía que la anima.
Mafalda es única. Aunque en sus comienzos haya parecido
un homenaje a Periquita y en la actualidad la haya heredado un poco Lisa
Simpson. Sin embargo, Periquita está sumida en el silencio, en comparación, y a
Lisa le falta la garra para cuestionar el mundo.
Miguelito, Susanita, Libertad, Mafalda, Manolito, Guille y Felipe
La tira nació oficialmente en 1964, en Primera Plana, pero Mafalda ya era una nena que hablaba. Y marca un antes y un después en los lectores argentinos: los adultos que la leían “en vivo y en directo” por aquellos años, se sonreían.
Los adultos argentinos de entonces (la leían en los
diarios El Mundo, El Litoral, Córdoba, Noticias, de Tucumán, o la revista Siete
Días), si podían, o hacían la revolución o compraban Nervocalm. Para los demás
lectores –por lo general se accede a Mafalda en la adolescencia–, los que
la leímos después en las tiras que publicó Ediciones de la Flor, ella se
convertirá en el bálsamo con el cual soportar la realidad y las pérdidas de
estos últimos cuarenta años: una dictadura con un saldo de 30 mil
desaparecidos, una guerra inútil e injusta, la prosperidad fingida de los 90,
el ingreso con tarjeta de cartón a un primer mundo de pacotilla.

Dice Quino que la hizo cascarrabias: en realidad es una
melancólica que estalla de ira por los avatares del mundo. La realidad política
remite en última instancia a la naturaleza codiciosa y cruel del ser humano y
nos hace desgraciados y Mafalda es quien denuncia todo el tiempo, a través de
la frescura de su humor, la maldad y la impericia del hombre y la ingenuidad de
muchas de las soluciones planteadas a los problemas mundiales, como el hambre y
la paz.
En un reportaje de 1987, el autor explica que el
nihilismo de Mafalda se refiere a la índole del ser humano, no a la
civilización. “Estaba convencido de que si alguien no modificaba un gen del
hombre, éste desaparecería a corto plazo”.
Con ironía, Mafalda sobrellevaba los
conflictos bélicos del Congo, Israel, Vietnam, la Unión Soviética, Hungría, las
Revoluciones sangrientas, y en el plano local, el golpe de estado de Onganía,
la eterna contradanza de precios y costo de la vida; y las dos paranoias
fundantes de esas décadas: el terror amarillo y el avance del comunismo, con su
consecuencia: la guerra nuclear.

La sopa, que ella detestaba (fue la época en que la sopa
en cubitos se impuso), sin duda era un mal menor. No hay lector ferviente de la
tira que no acabe odiando la sopa tanto como ella. Sin embargo, hay dos cosas
buenas con que enfrentar el mundo y que pueden escudarnos, sostiene Mafalda:
los Beatles y el amor de los amigos.
Los seis amigos tienen intereses distintos y hasta irreconciliables por momentos, sin embargo construyen un vínculo que aspira al bienestar del grupo. Tal como el sueño que anhela: ser intérprete de la ONU para lograr la paz mundial. Aquí es cuando Mafalda se pone de verdad optimista y ansía creer en que los gobiernos de distintos países pueden acordar entre sí, como acuerdan los amigos.
En 1973, Mafalda dejó de salir en los diarios y con eso
terminó su vida de historieta. Quino declaró sentirse oprimido por el
personaje; las peroratas de Mafalda acabaron siéndole insoportables y no la
extrañó jamás una vez que dio por finalizada la tira. Volvió, en ocasiones, a
ilustrarla en otras producciones, como La declaración de los Derechos del Niño
que publicó UNICEF en 1976.
Pero Mafalda ya no regresó a la vida de personaje de
historieta; Quino se exilió en España y sus fans argentinos nos quedamos un
poco huérfanos. Para Umberto Eco, leer Mafalda era indispensable para entender
la realidad argentina; hoy Wikipedia lo contradice, afirmando que los temas que
se tratan en la tira son universales. Sin embargo, la vigencia de Mafalda, con
su cotidianidad porteña y una clase media a la que pertenece, ¿se vive igual
leída por un francés o un sueco? 

El último libro, Mafalda 10, nobleza obliga, Quino lo
dedicó a Mafalda, Manolito, Felipe, Susanita, Miguelito, Guille y Libertad. Uno
puede comprender al creador cuando dice: “Se acabó, se agotó” y que se haya
negado a conformar un equipo de guionistas para generar nuevas ideas, como
hicieron Charles M. Schulz con Peanuts, Matt Groening con Los Simpson o Nick
con Gaturro. Uno, lo admira, lo entiende y agradece.
me ha gustado mucho la información que has publicado, en algunas te ahogas con tantos datos
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ResponderEliminarEs lo mejor, me identifico tanto con ella.
ResponderEliminarhaya parecido un homenaje
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