Compilado por Luis Montes Brito
Un día como hoy 24 de diciembre de lo que actualmente se conoce como el año 1, María y José iban camino de Belén para empadronarse tal y como había ordenado César Augusto. (Caius Iulius Caesar Augustus, nacido en Roma, el 23 de septiembre de 63 a. C. fallecido en Nola, el 19 de agosto de 14 d. C., se traduce en español como Cayo Julio César Augusto, conocido como César Augusto y más habitualmente sólo como Augusto, fue el primer emperador del Imperio romano. Gobernó entre 27 a. C. y 14 d. C., año de su muerte, convirtiéndose así en el emperador romano con el reinado más prolongado de la Historia y quien gobernó en la época en la cual se señala el nacimiento de Jesucristo). José iba caminando y María, a punto de dar a luz a su hijo, sentaba en un burro. Meses atrás, el arcángel Gabriel había visitado a la Virgen María para darle la noticia de que en su vientre llevaba al hijo de Dios, un niño al que tendría que llamar Jesús. A su llegada a Belén, María y José buscaron un lugar para alojarse, pero llegaron demasiado tarde y todo estaba completo. Finalmente, un buen señor les prestó su establo para que pasaran la noche. José juntó paja e hizo una cama para su esposa. Lo que ninguno de los dos imaginaba antes de trasladarse ese día a Belén es que era el momento de que naciera Jesús. Al caer la noche, en el cielo nació una estrella que iluminaba más que las demás y se situó encima del lugar donde esta el niño. Muy lejos de allí, en Oriente, tres sabios astrólogos llamados Melchor, Gaspar y Baltasar, sabían que esa estrella significaba que un nuevo rey estaba a punto de nacer. Los tres sabios, a los que conocemos como Los Tres Reyes Magos, fueron siguiendo la brillante estrella hasta el pesebre de Belén para visitar a Jesús. Cuando llegaron a su destino, Melchor, Gaspar y Baltasar buscaron el pesebre y le regalaron al Niño oro, incienso y mirra. Hoy en día, de la misma forma que Los Reyes de Oriente llevaron regalos a Jesús, la noche del 24 de diciembre Papá Noel, y la noche del 5 de enero los Reyes Magos, llevan regalos a todas las casas para conmemorar el nacimiento del Niño. (Basado en publicación de guiainfantil.com). Nota: Se sabe hoy en día que Jesús de Nazaret no habría nacido en el año que sirve de inicio de nuestro calendario, sino unos 4 años antes (entre el 2 a.C. y el 7 a.C. según las fuentes), aunque lógicamente existe cierta controversia respecto al año exacto (véase a continuación «La investigación histórica sobre Jesús»). La razón de mayor peso por lo que no se hace la corrección es que si modificáramos todas las fechas antes de Cristo, se introduciría una confusión adicional sobre todas las fechas históricas publicadas.
La investigación histórica sobre Jesús por Daniel Iglesias Grèzes, Ingeniero Industrial, Magister en Ciencias Religiosas y Bachiller en Teología. Al contrario, entre estudiosos de distintas tendencias religiosas y filosóficas, a pesar de sus distintas opiniones sobre el valor histórico de los Evangelios, existe un amplísimo consenso acerca de que ellos permiten conocer (como mínimo) varias verdades sobre Jesucristo, entre ellas su existencia real. En este punto se puede palpar la distancia entre la “cultura académica”, para la cual la cuestión de la historicidad de Jesús es prácticamente una “cosa juzgada”, y cierta “cultura popular” anticristiana, difundida sobre todo a través de Internet, que divulga toda clase de argumentos contra la fe cristiana, la mayoría de ellos de escaso valor intelectual, incluyendo los que pretenden reducir a Jesucristo a la categoría del mito. En una brevísima síntesis, se puede decir que los estudios históricos sobre Jesús han pasado por cuatro fases principales:
1) Desde el siglo XVIII hasta principios del siglo XX se extendió la etapa de la llamada “First Quest” u “Old Quest” (“Primera Búsqueda” o “Antigua Búsqueda”), marcada sobre todo por la filosofía racionalista y el liberalismo teológico. Muchos críticos de los Evangelios separaron al “Jesús de la historia” del “Cristo de la fe” e intentaron redescubrir a aquél, construyendo imágenes de un Jesús meramente humano: maestro de sabiduría, profesor de moral, profeta apocalíptico, etc.
2) Aproximadamente de 1921 a 1953 se extendió la etapa que algunos llaman “No Quest” (“Ninguna Búsqueda”). En este etapa predominó el influjo de Rudolf Bultmann y su “desmitologización” de los Evangelios. En pocas palabras, Bultmann sostuvo que sobre el Jesús histórico no se podía saber nada con certeza; pero tampoco necesitábamos saber nada, ya que la fe cristiana estaría basada únicamente en el mito de Cristo.
3) Aproximadamente de 1953 a 1990 se extendió la etapa de la “Second Quest” o “New Quest” (“Segunda Búsqueda” o “Nueva Búsqueda”), marcada por una fuerte reacción contra el “nihilismo histórico” de Bultmann y sus seguidores. Se vuelve a investigar al Jesús histórico, aunque prevalece una perspectiva de “minimalismo histórico”: muchos autores piensan que los Evangelios sólo permiten conocer unas pocas cosas ciertas sobre Jesús, entre ellas su existencia real. En los años ‘80 prácticamente sólo los expertos soviéticos seguían negando la historicidad de Jesús y lo hacían por “disciplina partidaria". Poco después, el Partido Comunista de la Unión Soviética sucumbió junto con la URSS.
4) Desde 1990 (aproximadamente) hasta el presente se extiende la etapa de la “Third Quest” (“Tercera Búsqueda”), en la cual se está superando el “minimalismo histórico”. Al haber aumentado mucho el conocimiento histórico sobre el Israel de los tiempos de Jesús, hoy predomina la idea de que es posible conocer muchas cosas históricamente ciertas sobre Jesús. Abundan las obras de autores que intentan volver a presentar o reinterpretar la imagen de Jesús, destacando sobre todo su carácter judío.
Te recomiendo la lectura de un artículo muy interesante sobre las últimas investigaciones acerca del Jesús histórico: Miguel Antonio Barriola, Consideraciones acerca del “Jesús judío” y las investigaciones de la “Third Quest”. Leyendo atentamente este artículo, seguramente aprenderás mucho sobre el estado actual de las investigaciones históricas acerca de Jesús de Nazaret. Entre otras cosas verás que la postura “nihilista” sobre la historicidad de los Evangelios pasó de moda hace varias décadas. Se ha producido un regreso a la sensatez y también a los “preámbulos de la fe”. En todos los tiempos la Iglesia Católica ha sostenido firmemente el valor histórico de los Evangelios. La gran mayoría de los autores católicos se ha mantenido en esa línea, pese a los vaivenes experimentados por la “búsqueda” del “Jesús de la historia”, en las distintas etapas antes señaladas.
Un día como hoy 24 de diciembre de 1294 en Roma, Bonifacio VIII es elegido papa, reemplazando a Celestino V, que había renunciado. Nacido como Benedetto Gaetani, en una fecha no determinada con exactitud en Isernia, era miembro de una noble familia de origen español establecida en Italia. Estudió en Todi, Bolonia y París, especializándose en Derecho Canónico. Tras finalizar sus estudios inició su carrera en el seno de la Iglesia como canónigo en varias sedes episcopales hasta que Martín IV lo nombró cardenal diácono de San Nicolás, cargo que ocupó hasta que, en 1291, Nicolás IV lo hizo cardenal presbítero de San Silvestre y San Martín. Ocupaba esa dignidad cuando fue elegido papa por el cónclave que se reunió en Nápoles un día como hoy 24 de diciembre de 1294. Benedetto Gaetani fue nombrado cardenal en 1291 y adquirió gran influencia bajo el pontificado de Celestino V. Probablemente fue el propio Gaetani quien presionó al papa para que abdicara (algo inusual hasta entonces) y hacerse elegir en su lugar (1294). Comenzó entonces el que se ha llamado «último papado medieval», caracterizado por la fuerza con que Bonifacio VIII defendió la doctrina de la teocracia papal frente a los intereses de las restantes familias aristocráticas romanas (encabezadas por los Colonna), frente a las veleidades de dominio sobre la Iglesia del rey de Inglaterra, Eduardo I (a quien impidió gravar al clero con tributos reales), y frente a la continua intromisión del rey de Francia, Felipe IV el Hermoso. Aunque hubo momentos de entendimiento con Francia (como el que condujo a la canonización de Luis IX, abuelo del rey francés, en 1297), el conflicto estalló finalmente de forma violenta: tras la proclamación de la bula Unam sanctam, en la que el papa defendía criterios teocráticos contra la detención de un obispo francés por Felipe IV (1302), el monarca hizo apresar a Bonifacio («atentado de Anagni», 1303). Aunque fue liberado por un tumulto, Bonifacio VIII falleció un mes más tarde. Su pontificado se desarrolló bajo el signo de la confrontación con Felipe IV de Francia. Felipe y Eduardo I de Inglaterra impusieron tasas ilegales a la iglesia para financiar sus ejércitos. Bonifacio respondió con la bula Clericis laicos (1296), en la que prohibía el cobro de tasas al clero sin consentimiento expreso del Papa. Como represalia, Felipe vetó la transferencia de oro y moneda negociable a Roma. En 1301, recibe otro ataque de Francia al acusar Felipe a Bernard Saisset (c. 1232-1314), obispo francés legado pontificio, de traición y encarcelarle. Bonifacio respondió con la bula Ausculta fili (1301), en la que acusaba a Felipe de excederse de los límites de la jurisdicción real. Después vino la bula Unam sanctam (1302), en la que reafirmaba la supremacía del Papa sobre los regentes en materias tanto temporales como espirituales. Felipe declaró a Bonifacio reo de herejía e ignoró las bulas. En 1303 estaba a punto de excomulgar a Felipe por su desobediencia cuando los partidarios del rey le hicieron prisionero en Anagni. El papa, ya anciano, fue liberado por el pueblo de Anagni, y sólo posteriormente excomulgó al rey con la bula Super Solio del 20 de septiembre de dicho año. Bonifacio VIII falleció en Roma el 11 de octubre de 1303.
Un día como hoy 24 de diciembre de 1865 en Estados Unidos se crea el Ku Klux Klan. El Ku Klux Klan se fundó un día como hoy 24 de diciembre de 1865 como una asociación de grupos de extrema derecha en Estados Unidos. Entre sus principios básicos encontramos el antisemitismo, la homofobia y el racismo en general, sin embargo su principal razón de ser es la total supremacía de la raza blanca, no en vano se conforman y organizan inmediatamente después de la Guerra de Secesión estadounidense, que acabó con la esclavitud en ese país. El KKK tiene su origen tras finalizar la Guerra civil de Estados Unidos en 1865. El bando perdedor fue el ejército Confederado, que no creía en los discursos de abolición de la esclavitud. La guerra terminó con la Proclamación de emancipación y fue liderada por Abraham Lincoln, presidente de ese país, asesinado ese mismo año. Tras la victoria de La Unión, como se denominó al bando de Lincoln, antiguos oficiales del ejército confederado formaron en 1865 un clan secreto bajo el nombre de Ku Klux Klan, que se origina del griego 'Kuklos' (círculo). Todo, luego de que se diera libertad a los esclavos afrodescendientes. Este clan, que nació en Pulaski (Tennesse), cree en la inferioridad de la raza negra y se trazó como objetivo suprimir todos los derechos de ellos y luchar contra la política que tenía La Unión. Dos años después, los miembros del Ku Klux Klan comenzaron a vestir largos vestidos blancos desde la cabeza a los pies. Su organización se jerarquizó con un 'brujo', quien funge las veces de líder; diez genios, cuya función era la de consejeros, y al final de la cadena se ubicaban los seguidores. En los siguientes cinco años, la violencia del Ku Klux Klan empezó a caldear los ánimos en Estados Unidos. Sus métodos para hacer valer sus ideales eran despiadados, utilizando intimidaciones y tortura sobre quienes pensaban que eran una amenaza para la supremacía blanca. Los hechos de violencia fueron tan bárbaros que el general confederado, Nathan B. Forrest, decidió disolver el clan en 1869, pero algunas células del grupo extremista continuaron actuando. El presidente Ulysses Grant ordenó ‘cazar’ a los miembros del Ku Klux Klan que seguían haciendo manifestaciones violentas. Sus integrantes eran un grupo de antiguos oficiales, blancos esclavistas que tenían un fin en común, reprimir a los esclavos liberados, concibiendo a la raza de color como seres totalmente inferiores a ellos. Este clan racista tuvo mayor auge cuando la población de raza negra comenzaba a emanciparse y liberarse de quienes los mantenían como esclavos. Hombres y mujeres de color aspirarían a recibir educación en las escuelas, y podrían salir a votar a las urnas de Estados Unidos, al igual que los americanos, la raza blanca, aquellos cuyos valores de superioridad les permitía cometer actos violentos y discriminatorios en contra de los afroamericanos. En esos años, alrededor de 1867, quienes defendían los derechos y la inclusión de la raza negra era el partido republicano, sí, el partido del ahora presidente electo de los estados Unidos, Donald Trump, mientras que los demócratas estaban en contra de sus ideas “liberales”. Desde sus inicios, el “KKK” comenzó a organizarse de manera secreta y se conformaban por un brujo, un líder, diez genios (colaboradores o consejeros), y el resto de los seguidores. Todos ellos portaban una intimidante y escalofriante vestimenta que consistía en: ropas blancas que los cubría desde la cabeza hasta los pies. El Ku Klux Klan, era conocido por sus prácticas racistas y actos violentos en contra de hombres, mujeres y niños de raza negra. Este grupo llegaba a los pueblos y condados de Estados Unidos, y sin importar la edad y el sexo, agredían, torturaban e incluso asesinaban a personas de raza negra. Quienes pertenecía a este clan debían actuar de manera violenta, recurriendo a actos de intimidación y tortura, sembrando el terror entre las familias afroamericanas con la colocación de cruces quemadas cerca de sus propiedades con el fin de mostrar su “poder” y superioridad por encima de la raza negra. Pero los actos sanguinarios pararon luego de 4 años de la fundación del Ku Klux Klan. Fue tal el grado de violencia ejercida a manos de este grupo, y la presión de las autoridades federales para el freno de ellos, que en 1870, este círculo racista se dispersó. Sin embargo, la historia de este grupo no quedó ahí, ya que en 1915, el clan resurgió bajo el liderazgo de un pastor metodista, esta vez con mayor número de seguidores, acechando también a católicos y judíos. Tiempo después volvieron a desaparecer de la escena pública, pero testigos aseguran, que pese a las advertencias de autoridades, este clan aún se reúne de manera secreta, manteniendo y creciendo el odio en contra de las “razas inferiores”
Un día como hoy 24 de diciembre de 1979 la Unión Soviética invade Afganistán. Cuando un día como hoy 24 de diciembre de 1979 las fuerzas soviéticas penetraron en Afganistán, los observadores internacionales se plantearon si ello se debía a un deseo consciente de violar las normas no escritas de la distensión o bien obedecía a razones circunstanciales y no destinadas a convertirse en perennes. Pero nada de lo sucedido se entiende sin tener en cuenta los antecedentes históricos. Afganistán fue, desde el siglo XIX, un Estado dibujado en el plano como si fuera una realidad pero sin límites naturales claros y una especie de asociación de etnias de vida a menudo muy conflictiva sin que ninguna de ellas tuviera una mayoría o una fuerza suficiente para imponerse a las demás ni tampoco residiera tan sólo dentro de esos límites. Con quince millones de habitantes en 1979 y una altitud y clima que hacían muy difícil la agricultura, en realidad el pasado de Afganistán se explica por haber sido una especie de Estado-tapón -una Polonia de Oriente- durante todo el siglo XIX entre las dos influencias cruciales de la zona, la rusa y la inglesa. En 1919, tras la Revolución de octubre, la Unión Soviética fue el primer país en reconocer la independencia de Afganistán a quien incluso concedió una modesta ayuda económica. El puro realismo les hizo a los soviéticos considerar, sin embargo, que su influencia no debía pasar más adelante: Afganistán siguió siendo una Monarquía con alguna apariencia constitucional a medida que fue pasando el tiempo. Después de la Segunda Guerra Mundial la URSS y los Estados Unidos siguieron manteniendo a Afganistán como Estado-tapón pero la dependencia económica de la URSS se fue haciendo mayor cuando Pakistán cerró su frontera por la existencia de diferencias territoriales. De este modo, en los años setenta el 43% de las importaciones, casi todas las armas y el 60% de la ayuda exterior venía de la URSS. En este contexto no puede extrañar que surgiera un Partido Democrático Popular -PDP- que vino a ser el equivalente, aunque oculto, de un Partido Comunista. Estuvo, sin embargo, muy dividido en tendencias que, muy probablemente, no correspondían a ningún motivo ideológico sino a personalismos. Después de una fuerte sequía a comienzos de los setenta que pudo haber provocado varios millares de muertos, en 1973 un golpe de Estado llevado a cabo por el primer ministro Daoud supuso la proclamación de la república. Autoritario y nacionalista, Dauod llegó al poder con apoyo soviético y de un sector del PDP pero pronto demostró una voluntad de independencia que le hizo inaceptable. En 1978 una revolución le desplazó y estableció un Gobierno revolucionario dirigido por Taraki, que inmediatamente puso en marcha una revolución. Ésta, sin embargo, muy pronto chocó con una sociedad tradicional en la que, por ejemplo, se consideraba inaceptable la alfabetización de las jóvenes. En 1979 el número de desertores de un Ejército de 100.000 hombres se elevaba ya a más de 40.000 y era necesario emplear la fuerza contra los montañeses del Norte con la ayuda de unidades aéreas soviéticas. Al mismo tiempo, los conflictos entre los dirigentes del partido fueron siempre muy duros y no menos sangrientes. En unos pocos meses Taraki había eliminado a cuatro ministros; en septiembre de 1979 fue ejecutado él mismo como consecuencia del golpe de Amin, su segundo. Todo esto sucedía en una situación en que se consideraba como un dato adquirido la vinculación de Afganistán con la URSS: ni siquiera el asesinato de un embajador norteamericano produjo una modificación de esta situación por intervención de este país. Esto es lo que explica la intervención soviética como también la inestabilidad política reinante: en un viaje reciente a Moscú los soviéticos recomendaron a Taraki librarse de Amin. Lo sucedido en Afganistán fue exactamente lo contrario. El temor a una situación parecida a la de Irán y el persistente deseo de lograr una absoluta seguridad en su glacis defensivo pudieron contribuir a que la intervención finalmente se llevara a cabo. Fue, por tanto, la incompetencia de sus propios colaboradores quien indujo a la URSS -principalmente al Ejército y la KGB- a la intervención. Las propias tropas soviéticas atacaron el palacio presidencial de Amin y le ejecutaron; en sólo seis días 55.000 soldados habían hecho acto de presencia en el país islámico. La verdad es que todas las tendencias actuantes en la política afgana habían pretendido, en un momento u otro, que los soviéticos aparecieran en su país. Pero lo grotesco fue que en este caso se justificó la intervención soviética gracias a la petición de que se produjera el nombramiento de un Babrak Karmal, dirigente del PDP, que era un particular residente en el extranjero y que inmediatamente fue convertido en supremo dirigente del Estado afgano. Se entiende el nerviosismo de los soviéticos involucrados en un conflicto sin salida aparente. Pero, por más que Afganistán estuviera desde hacía tiempo bajo la influencia soviética, parece evidente que lo sucedido en esta ocasión suponía, desde la perspectiva norteamericana, la primera "satelización" de un Estado cercano mediante el empleo de la fuerza militar durante un período no bélico. Fue, además, la primera ocasión desde la Guerra Mundial en que la URSS actuó a través de su Ejército en una parte del mundo distinta de Europa del Este. Parece evidente que los soviéticos en ningún caso meditaron lo suficiente el impacto que su intervención en Afganistán habría de tener en el panorama universal. La Asamblea de la ONU condenó a la URSS por 104 votos contra 18 y 18 abstenciones; sólo los países adscritos al área soviética la apoyaron y, al mismo tiempo, sólo 9 no alineados estuvieron en contra de la no resolución. Más grave para ella fue que los ministros de Asuntos Exteriores de los países islámicos, reunidos en la capital pakistaní, abominaron unánimemente de "la agresión contra el pueblo afgano" en un giro espectacular con respecto a lo sucedido durante la crisis de Suez en 1956. Castro, que apoyó a los soviéticos, no pudo volver a convertirse en el portaestandarte del no alineamiento. Pero, aparte de haber perdido su apoyo en estos países, la URSS había destruido también el crédito de confianza conseguido con las potencias occidentales. No es, por tanto, una casualidad que Carter dijera que en esta ocasión había aprendido mucho más sobre la Unión Soviética que en todos los años anteriores. Fuera por inseguridad o por imperialismo -o por una mezcla de ambos- la Unión Soviética había demostrado que su deseo de controlar su glacis defensivo la condenaba a operaciones que el adversario ideológico sólo podía interpretar como ofensivas. Las consecuencias fueron graves para los propios soviéticos. Un total de 55 países no asistieron a los Juegos Olímpicos de Moscú. La exportación de cereales norteamericanos fue suprimida y la de tecnología occidental se redujo en un 50%. Si la URSS por un momento pensó en que con el paso del tiempo se olvidara su invasión de Afganistán, muy pronto se probó que no iba a suceder así. Las condenas arreciaron con el paso del tiempo e incluso aliados de otro tiempo, como India, se mostraron ahora muy tibios. Pero, además y sobre todo, la invasión no consiguió de ninguna manera estabilizar la política afgana. Babrak Karmal quiso hacer una política moderada pero era ya demasiado tarde y, además, la invasión soviética previa le quitaba la legitimidad. En el plazo de unos meses el Ejército afgano perdió dos tercios de sus efectivos por deserción y casi un tercio de la población total cruzó la frontera convirtiéndose en refugiada. La oposición, formada por grupos variados que iban desde el tradicionalismo al más exacerbado integrismo, pronto contó con ayuda china y norteamericana. Esta última llegó a ser muy sofisticada hasta el punto de contar con misiles Stinger capaces de derribar los helicópteros soviéticos.
Da la sensación de que los círculos dirigentes de la URSS se vieron invadidos por una súbita erupción de prudencia a partir del momento de la invasión. Ante una situación de insurrección del conjunto del país hubieran necesitado un millón de hombres para someterlo pero se limitaron a tener unos cien mil y controlar la capital y los puntos estratégicos más importantes, apenas un 15% del total. Quizá la clase dirigente soviética se dio cuenta de que se había llegado al máximo de expansión territorial y militar soportable para una sociedad y un Estado ya declinantes. En efecto, en este momento la URSS se encontraba ya en una situación de exceso de compromisos de cara al Tercer Mundo: Cuba les costaba 10 millones de dólares diarios y Vietnam tres. Además de no lograr solucionar el problema afgano -a pesar de que eran 280 millones de habitantes contra 15- muy pronto se encontró, en el otro extremo de su Imperio, con el problema de Polonia. Desde la conciencia de esta realidad no puede extrañar que la llegada de una nueva generación dirigente de la URSS en 1985 impusiera una rectificación. Pero las consecuencias para la propia Unión Soviética y más aún para Afganistán fueron graves y duraderas. Murieron en la guerra afgana unos 13.300 soldados soviéticos, cifra muy inferior a la de muertos norteamericanos en Vietnam pero equivalente si tenemos en cuenta el número de tropas empleadas en cada uno de los dos casos. Primera derrota soviética desde 1945, la Guerra de Afganistán creó una conciencia autocrítica que influyó mucho tanto en los dirigentes militares como en los propios soldados. Peor fue lo sucedido en el país invadido donde la guerra pudo costar 725.000 vidas, cifra cuya importancia se aprecia comparándola con la población total. El régimen de Babrak Karmal pudo sobrevivir en las ciudades, pero sólo algún tiempo, y luego se impuso un integrismo que perduró hasta la ocupación de Estados Unidos y otros aliados, en 2001, que acabó con el régimen taliban. En mayor grado aún que en Líbano también en Afganistán una intervención exterior liquidó el limitado equilibrio existente en una sociedad tradicional.
Un día como hoy 24 de diciembre de 2011 en la República Popular Democrática de Corea, Kim Jong-un es designado líder supremo; Kim Yong Nam lo confirma como presidente de la Asamblea Suprema del Pueblo cinco días después. El periódico del norcoreano Partido de los Trabajadores se refirió un día como hoy 24 de diciembre de 2011 a Kim Jong-un, como el designado sucesor de su padre Kim Jong-il, como líder del principal órgano de dirección de Corea del Norte, informó la agencia surcoreana Yonhap. La designación, publicada en varios artículos del diario "Rodong Sinmun" indicaría que el joven sucesor, cuya edad se estima en algo menos de 30 años, se encuentra en proceso de asumir el control total del país tras el fallecimiento del máximo líder norcoreano. Los artículos publicados por el periódico, que describen a Kim Jong-un como líder de la poderosa Comisión Militar Central y piden lealtad a su persona, sugieren que el joven desempeña, "de facto", los cargos de presidente de este organismo y de secretario general del Partido de los Trabajadores, según Yonhap. Hasta su muerte, ocurrida el anterior 17 de diciembre, el líder Kim Jong-il ostentaba el cargo de secretario general del partido único norcoreano, que por defecto le situaba al frente de la Comisión Militar Central. "Todas las organizaciones del Partido en el país están defendiendo la ideología y el liderazgo del gran camarada Kim Jong-un con un pensamiento único", indicó el periódico. "Vamos a jugarnos la vida" añadió, "para proteger a la Comisión Militar Central, dirigida por el querido camarada Kim Jong-un". El diario también sugirió que el régimen comenzará a trabajar para ayudar al sucesor a asumir formalmente los títulos de secretario general del Partido de los Trabajadores y comandante supremo del Ejército Popular de Corea del Norte que ostentaba su padre. Kim Jong-il nombró el año pasado vicepresidente de la Comisión Militar Central a Kim Jong-un, su hijo menor, que fue promocionado al rango de general de cuatro estrellas en su primer gran paso para consolidarse como sucesor al frente del militarizado régimen norcoreano.