En algunas especialidades de la salud,
incluida la salud mental, sucede a veces que un profesional extranjero con los
oportunos contactos en el País viene por un periodo de tiempo acá a pasar
consulta a personas que le esperan como quien espera al gurú. Estos
profesionales, cobrando honorarios desorbitados, y amparados en nuestro
característico malinchismo, y en la pasividad del Consejo Superior de Salud
Pública, pueden hacer una excelente recaudación en un par de semanas, al grado
que, además de compensarles el pasaje y la estancia, les deja un suculento
beneficio.
No
voy a discutir su calidad profesional; me imagino que ha de ser acorde a la
demanda que tienen en su país de origen, y que les permite el suficiente tiempo
libre para ir a buscar el negocio a otra parte. Lo que me llama la atención es
la actitud de aquellos que discuten los honorarios habituales de las consultas
médicas, y acuden, pagando cantidades hasta diez veces superiores, al otro
profesional foráneo, de cuyo currículum lo único que importa es que viene de
fuera.
En lo concerniente a la salud mental,
particularmente la infanto-juvenil, he detectado que algunos de los
consultantes de estos profesionales son personas cuyos hijos manifiestan
problemáticas que se han venido incubando desde hace tiempo, como consecuencia
de una escasa e inadecuada atención y seguimiento de su evolución por parte de
los padres. Consultando a estos profesionales, los padres lavan su conciencia
al gastar “una fortuna” en que a sus hijos los trate un profesional extranjero,
aunque a penas los vea dos o tres veces. Lógicamente, después de las dos o tres
consultas, el problema persiste, tanto en los hijos, como en los padres, que
siguen convencidos de que “más ya no pueden hacer”.
No
nos engañemos; en salud mental no existen varitas mágicas, ni aquí, ni en el
extranjero. Deben ser los propios padres los mejores especialistas en preservar
la salud mental de sus hijos, y ello requiere responsabilidad, compromiso,
vocación y dedicación. Cuando la salud mental se desvía, y se busca la ayuda de
un profesional, hay que estar conscientes de que reconducir una conducta
requiere de cierto tiempo y seguimiento, y no exime de responsabilidad y
compromiso a los padres, que deben prestar su colaboración necesariamente; de otro
modo, no hay mucho que se pueda hacer.
Acerca de la
Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones
en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y
Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi
actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos
direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica
privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de
comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de
extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su
tradicional estigma.
Fui la
primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer
dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente
he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas,
Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o
Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de
U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo
acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la
Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La
tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y
teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del
mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia
regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes
que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos
acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la
familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.