Tomado La Voz de Rusia
Sanciones
occidentales: un arma de doble filo
Parece que Occidente está
seriamente decidido a romper las relaciones con Rusia. Ya se anunció la
suspensión de las cumbres del G-8 y de UE-Rusia.
Por Iliá Jarlámov
La Unión Europea congela los contactos oficiales con Moscú, y
EEUU impone nuevas sanciones económicas a políticos y hombres de negocios
rusos. ¿Promete esto dividendos a Occidente y quién, en definitiva, saldrá
perdiendo?
La adhesión voluntaria de Crimea a Rusia, producto de la libre
expresión en las urnas de la voluntad de los habitantes de la península, fue el
gatillo que disparó la histeria antirrusa en el mundo occidental. Y nadie
siquiera procuró argumentar el porqué unos, Kosovo, Escocia, las Falklands
(Malvinas), pueden celebrar referéndums, y otros, en este caso Crimea, no lo
pueden hacer. Por lo visto, tal posición ilógica y destructiva es producto de
una verdadera locura de los seguidores políticos de Zbigniew Brzezinski: Rusia
por vez primera en décadas no perdió territorios, sino que adquirió, o mejor
dicho recuperó los que le pertenecía por derecho histórico.
Occidente se comporta de forma irracional, ciega e
incondicionalmente, obedeciendo a su líder y patrón – Washington. En este caso,
nada se puede decir acerca de que los políticos europeos sean independientes.
EEUU dice que Rusia debe esperar la aprobación, en coordinación con los aliados
de la UE, “de acciones económicas más destructivas que influirán sensiblemente
sobre la economía rusa”. Por cierto que Moscú está tomando y seguirá tomando
contramedidas. ¿Pero tiene algún sentido para la UE y EEUU emprender una nueva
espiral de la guerra fría y en qué terminará todo eso?
El profesor de la Academia de Economía Nacional y Servicio
Estatal adjunta a la Presidencia de Rusia, Alexánder Mijailenko, dijo al
respecto:
—La cancelación de la cumbre del G-8 es desfavorable para Rusia, y
no se trata de ninguna cuestión de prestigio. Pero, paralelamente, es un golpe
contra los siete países restantes y contra los países que son invitados a tales
cumbres en calidad de observadores. La cooperación entre nuestros estados es
activa y voluminosa, por ejemplo, en materia de seguridad. Ahora estas
cuestiones no se discutirán o bien se discutirán sin Rusia. Entre tanto, Moscú
desempeña un enorme papel en la solución de toda una serie de asuntos
cardinales como ser el programa nuclear iraní y la crisis siria. Ahora estas
cuestiones difícilmente se resuelvan y esto será una gran amenaza para la
seguridad de esos mismos países occidentales.
En general, la ausencia de diálogo y de cooperación entre
Occidente y Rusia no favorece a nadie, pero menos aún a los europeos, que
dependen de los suministros de hidrocarburos rusos. A propósito, a los
norteamericanos, que atizan los ánimos antirrusos, poco y nada los importa este
problema. Para ellos Europa no es más que una moneda de cambio, cierto espolón
en la lucha por el derecho a seguir siendo el “amo del mundo”. El pasado día
18, el presidente Vladímir Putin en su discurso pronunciado en el
Kremlin con motivo del ingreso de Crimea a Rusia, puso en tela de juicio
semejante correlación de fuerzas, con lo cual, al parecer, provocó una reacción
tan inadecuada y agresiva de Washington. Pero, además está el enorme mercado
ruso y hay miles de compañías occidentales que trabajan en Rusia. ¿Qué pasará
con ellas? El profesor de la Escuela Superior de Economía, Oleg Matveichev,
estima que los europeos darán muestra de su pragmatismo y todo se limitará a
las sanciones de orden organizativo:
—Está claro que ninguno de ellos quiere, ni mucho menos, que la
comunicación se interrumpa para siempre. Hay asuntos que les interesan
sobremanera y de los cuales dependen en sumo grado. Y nadie puede responder a
ellas, salvo Rusia. No obstante, Occidente lamentablemente nunca salió del
estado de guerra fría. Y lo que tenemos ahora no se diferencia en lo más mínimo
de los tiempos de la Unión Soviética y de la Rusia de los zares. Pero toda vez,
en que ellos intenten castigarnos, nosotros responderemos con nuestra
consolidación, lo cual, a su vez, les irritará.
Oleg Matveichev nos recuerda que aún en el siglo XIX en Londres
había comités que entrenaban a los llamados luchadores por la independencia del
Cáucaso del Norte de Rusia. Ahora los llamarían separatistas y terroristas.
Esta tendencia sigue en pie y de forma más amplia en nuestros días. Pero hoy al
tratar de hablar con Rusia en el lenguaje de las amenazas y los ultimatos, como
un maestro severo con un alumno negligente, Occidente se condena y no solo a sí
mismo, sino también condena al resto del mundo a la inestabilidad, contra la
cual en los últimos años literalmente lucharon los miembros responsables de la
comunidad internacional.