Tomado de The Wall Street Journal
Vladimir Putin saluda a Raúl Castro el 11 de julio en La Habana.
Putin
restaura la presencia rusa en Cuba
El Kremlin y los Castro renuevan su amistad y Moscú
está ofreciendo ayuda militar
Por Mary Anastasia O'Grady
La espía cubana Ana Belén Montes fue la analista de inteligencia del
Pentágono de mayor rango en ser descubierta como agente de los Castro. Lo que
también se destaca, a propósito de la visita de Vladimir Putin a La Habana hace unas semanas, es que
la mujer fue descubierta en 2001, mucho después del fin de la Guerra Fría.
Además de filtrar información
confidencial y dejar al descubierto las identidades de agentes de inteligencia
estadounidenses, Montes parece haber recibido la misión de convencer a los
altos mandos en Washington de que Fidel Castro, quien quiso que los soviéticos
lanzaran una bomba sobre EE.UU. durante la crisis de los misiles en 1962, ya no
representaba una amenaza para EE.UU. Montes, quien ascendió al cargo de experta
en inteligencia en residencia en Cuba del ejército estadounidense, cumplió
parcialmente esa misión. La evaluación de riesgo sobre Cuba del Pentágono en
1998 les restó importancia a las capacidades militares y de inteligencia de la
isla.
Los mejores analistas de Cuba
fueron menos optimistas. Los hermanos Castro siguen siendo tan paranoicos,
hambrientos de poder y patológicos como siempre. Puede que sean tontos en
materia económica, pero manejan un buen negocio al poner a la isla a
disposición de gobiernos criminales, como Irán y Corea del Norte.
El viaje de Putin a Cuba
refuerza ese punto. Una vez más, los antiguos villanos de la Guerra Fría traman
algo. El presidente de Rusia está tratando de reconstruir el imperio soviético.
Europa del Este no cooperará y en Asia lo máximo que conseguirá será ser un
socio menor de China. Pero en América Latina, el historial de la KGB de Putin y
su deseo de provocar a EE.UU. le dan fuerza. Colonizar nuevamente a Cuba es una
acción obvia.
Después del derrumbe de la
Unión Soviética en 1991 y el recorte de la línea de ayuda a La Habana, Fidel se
puso furioso con el Kremlin. No ha sido fácil ganarse nuevamente la simpatía de
los Castro. En 2008, la publicación moscovita Kommersant reportó que Igor
Sechin, amigo de Putin y viceprimer ministro, fue recibido con frialdad cuando
visitó la isla para trabajar en la "restauración a escala completa de la
cooperación". Kommersant reportó que los hermanos Castro estaban
disgustados por el hecho de que Rusia había estado hablando sobre un despliegue
militar a Cuba sin la aprobación de La Habana.
Pero parece que los gorrones
más notables del mundo están dispuestos a perdonar, por el precio correcto.
Ante los problemas económicos de su principal benefactor de los últimos años,
Venezuela, y el deseo de Putin de encontrar un lugar bajo el sol del Caribe,
Cuba decidió negociar.
En febrero de 2013, Dmitry
Medvedev, primer ministro de Rusia, viajó a Cuba, donde firmó acuerdos para
alquilar ocho jets rusos que valen US$650 millones a La Habana y propuso
perdonar unos US$30.000 millones en deuda. Dos meses después, Valery Gerasimov,
jefe de gabinete de Rusia, visitó lugares militares y de inteligencia claves en
la isla. En agosto, un vocero de la Flota del Mar Negro (una unidad de la
Marina rusa) anunció que el buque de guerra con misiles guiados Moskva, la
embarcación insignia de la flota, había partido hacia Cuba y otros puertos en
América Central y del Sur.
En febrero de este año, Sergei
Shoigu, ministro de Defensa ruso, anunció que el Kremlin había iniciado
conversaciones para establecer bases militares en Venezuela, Nicaragua y Cuba.
Al día siguiente, un barco de la inteligencia rusa atracó en La Habana.
En mayo, el Consejo de
Seguridad de Rusia y la Comisión para la Seguridad y Defensa Nacional de Cuba
acordaron en Moscú formar un grupo de trabajo conjunto. "La situación del
mundo está cambiando y es dinámica. Es por eso que necesitamos la capacidad
para reaccionar de inmediato", dijo ante la prensa Nikolai Patrushev,
secretario del Consejo de Seguridad de Rusia. Alejandro Castro Espín, coronel
cubano e hijo de Raúl Castro, lideró la delegación de la isla. En junio, Rusia
firmó un acuerdo de cooperación de espacio con Cuba que le permite al Kremlin
usar la isla para instalar sus estaciones de navegación Glonass (la alternativa
rusa al GPS).
Cuando visitó La Habana este mes, Putin hizo alarde de sus intenciones
de volver a instalar una presencia rusa en Cuba. El derribo del avión de Malaysia Airlines el mismo día en que terminó su gira
por América Latina elevó la visibilidad de un viaje que se hizo tanto por
razones psicológicas como estratégicas. Putin quiere asegurarle al mundo libre
que puede ser una amenaza en el patio trasero de EE.UU. y quiere tener un punto
de apoyo local para volver real esa amenaza.
El líder ruso perdonó
oficialmente US$32.000 millones en deuda mala de Cuba en su viaje y dejó un
saldo de apenas US$3.200 millones que la isla pagará en los próximos 10 años.
Rusia está buscando petróleo en aguas cubanas y Putin firmó con Castro nuevos
acuerdos en energía, industria y comercio. Días después de la visita, Putin
negó rumores de que el Kremlin intentaba reabrir sus vieja instalación de
escuchas electrónicas en la isla.
Eso es poco consuelo, incluso
si usted le cree. La tecnología satelital ha hecho que los lugares de escucha
en tierra sean obsoletos en muchos aspectos. Mucho más preocupante es la
aparición de Putin como una presencia en América Latina. Los tiranos de toda la
región, empezando con los Castro, admiran su crueldad y la habilidad con la que
consolida poder económico y político. Lo quieren emular. Es un modelo que la
región no necesita.