domingo, 23 de marzo de 2014

Crisis de Ucrania desde el punto de vista ruso: Sanciones generan inestabilidad mundial

Tomado La Voz de Rusia

 

Sanciones occidentales: un arma de doble filo


Parece que Occidente está seriamente decidido a romper las relaciones con Rusia. Ya se anunció la suspensión de las cumbres del G-8 y de UE-Rusia.

Por Iliá Jarlámov

La Unión Europea congela los contactos oficiales con Moscú, y EEUU impone nuevas sanciones económicas a políticos y hombres de negocios rusos. ¿Promete esto dividendos a Occidente y quién, en definitiva, saldrá perdiendo?

La adhesión voluntaria de Crimea a Rusia, producto de la libre expresión en las urnas de la voluntad de los habitantes de la península, fue el gatillo que disparó la histeria antirrusa en el mundo occidental. Y nadie siquiera procuró argumentar el porqué unos, Kosovo, Escocia, las Falklands (Malvinas), pueden celebrar referéndums, y otros, en este caso Crimea, no lo pueden hacer. Por lo visto, tal posición ilógica y destructiva es producto de una verdadera locura de los seguidores políticos de Zbigniew Brzezinski: Rusia por vez primera en décadas no perdió territorios, sino que adquirió, o mejor dicho recuperó los que le pertenecía por derecho histórico.

Occidente se comporta de forma irracional, ciega e incondicionalmente, obedeciendo a su líder y patrón – Washington. En este caso, nada se puede decir acerca de que los políticos europeos sean independientes. EEUU dice que Rusia debe esperar la aprobación, en coordinación con los aliados de la UE, “de acciones económicas más destructivas que influirán sensiblemente sobre la economía rusa”. Por cierto que Moscú está tomando y seguirá tomando contramedidas. ¿Pero tiene algún sentido para la UE y EEUU emprender una nueva espiral de la guerra fría y en qué terminará todo eso?

El profesor de la Academia de Economía Nacional y Servicio Estatal adjunta a la Presidencia de Rusia, Alexánder Mijailenko, dijo al respecto:

—La cancelación de la cumbre del G-8 es desfavorable para Rusia, y no se trata de ninguna cuestión de prestigio. Pero, paralelamente, es un golpe contra los siete países restantes y contra los países que son invitados a tales cumbres en calidad de observadores. La cooperación entre nuestros estados es activa y voluminosa, por ejemplo, en materia de seguridad. Ahora estas cuestiones no se discutirán o bien se discutirán sin Rusia. Entre tanto, Moscú desempeña un enorme papel en la solución de toda una serie de asuntos cardinales como ser el programa nuclear iraní y la crisis siria. Ahora estas cuestiones difícilmente se resuelvan y esto será una gran amenaza para la seguridad de esos mismos países occidentales.

En general, la ausencia de diálogo y de cooperación entre Occidente y Rusia no favorece a nadie, pero menos aún a los europeos, que dependen de los suministros de hidrocarburos rusos. A propósito, a los norteamericanos, que atizan los ánimos antirrusos, poco y nada los importa este problema. Para ellos Europa no es más que una moneda de cambio, cierto espolón en la lucha por el derecho a seguir siendo el “amo del mundo”. El pasado día 18, el presidente Vladímir Putin en su discurso pronunciado en el Kremlin con motivo del ingreso de Crimea a Rusia, puso en tela de juicio semejante correlación de fuerzas, con lo cual, al parecer, provocó una reacción tan inadecuada y agresiva de Washington. Pero, además está el enorme mercado ruso y hay miles de compañías occidentales que trabajan en Rusia. ¿Qué pasará con ellas? El profesor de la Escuela Superior de Economía, Oleg Matveichev, estima que los europeos darán muestra de su pragmatismo y todo se limitará a las sanciones de orden organizativo:

—Está claro que ninguno de ellos quiere, ni mucho menos, que la comunicación se interrumpa para siempre. Hay asuntos que les interesan sobremanera y de los cuales dependen en sumo grado. Y nadie puede responder a ellas, salvo Rusia. No obstante, Occidente lamentablemente nunca salió del estado de guerra fría. Y lo que tenemos ahora no se diferencia en lo más mínimo de los tiempos de la Unión Soviética y de la Rusia de los zares. Pero toda vez, en que ellos intenten castigarnos, nosotros responderemos con nuestra consolidación, lo cual, a su vez, les irritará.

Oleg Matveichev nos recuerda que aún en el siglo XIX en Londres había comités que entrenaban a los llamados luchadores por la independencia del Cáucaso del Norte de Rusia. Ahora los llamarían separatistas y terroristas. Esta tendencia sigue en pie y de forma más amplia en nuestros días. Pero hoy al tratar de hablar con Rusia en el lenguaje de las amenazas y los ultimatos, como un maestro severo con un alumno negligente, Occidente se condena y no solo a sí mismo, sino también condena al resto del mundo a la inestabilidad, contra la cual en los últimos años literalmente lucharon los miembros responsables de la comunidad internacional. 

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