Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
Mentir, lo que se dice mentir, mentimos todos. De hecho, un estudio realizado por la Universidad de Massachusetts (EE.UU.) revela que el 60% de los adultos mienten al menos una vez durante una conversación de diez minutos. Entre las razones más comunes para mentir se encuentran evitar conflictos o castigos, proteger los sentimientos de otra persona, evitar preocupaciones innecesarias, posponer actividades poco deseables o proyectar una imagen más favorable.
En otras palabras, todos mentimos en algún momento. Existen las llamadas "mentiras blancas" o "mentiras piadosas", como las citadas anteriormente, que pueden considerarse formas de mentira y socialmente aceptadas. Sin embargo, surge una pregunta importante: ¿en qué momento el acto de mentir se convierte en un problema?
Aquí aparecen las grandes mentiras, como los "secretos familiares", pueden tener consecuencias devastadoras, creando falsas percepciones y generando un impacto negativo profundo a largo plazo. Pero entonces ya hay que hablar de la mitomanía, un trastorno psicológico caracterizado por la tendencia compulsiva a mentir.
También están quienes elaboran una compleja cadena de mentiras sobre sí mismos, sus logros, conquistas y experiencias, mostrando una aparente capacidad de imaginación desbordante.
Estas personas necesitan además una memoria excepcional para no caer en contradicciones o situaciones donde sus historias comiencen a desmoronarse, revelando las incongruencias y fallos en las mentiras que han construido. “El que dice una mentira no se da cuenta del trabajo que emprende, pues tiene que inventar otras mil para sostener la primera”, escribió alguna vez el poeta británico Alexandre Pope
A diferencia de una mentira ocasional, las personas con mitomanía mienten de manera persistente, incluso cuando no existe un motivo aparente para hacerlo. Este trastorno puede ser complejo, pues las mentiras suelen parecer reales y elaboradas, lo que dificulta su detección y afecta significativamente las relaciones interpersonales.
Las causas de la mitomanía son diversas y suelen estar relacionadas con factores psicológicos y emocionales. En muchos casos, surge como una forma de compensar inseguridades, baja autoestima o traumas del pasado.
El primer paso para abordar la mitomanía es que la persona reconozca y acepte que tiene un problema. A partir de este punto, puede iniciarse un proceso de psicoterapia enfocado en mejorar la autoestima y en ayudar a construir recuerdos y concepciones auténticos. Sin embargo, el tratamiento no es sencillo, ya que quienes padecen este trastorno suelen estructurar su vida y relaciones en torno a las mentiras, lo que dificulta el cambio.
Además, la persona que padece mitomanía puede experimentar sentimientos de culpa y aislamiento cuando sus mentiras son descubiertas. En casos extremos, la mitomanía puede llevar al individuo a conflictos legales o problemas graves en su entorno social. Por eso buscar ayuda profesional es fundamental para quienes padecen este trastorno, así como para las personas a su alrededor que desean entenderlo y brindar su apoyo.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
www.dramendozaburgos.com
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infanto-juvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
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