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sábado, 21 de septiembre de 2013

Papa Francisco vuelve a sorprender al mundo, deja sin sustento institucional a homofóbicos de la iglesia

Agencias Noticiosas
El papa Francisco vuelve a sorprender al mundo. Y lo acaba de hacer con unas declaraciones que no son producto del azar sino de una profunda reflexión. Durante tres días de finales de agosto, Su Santidad concedió una entrevista a La Civiltà Cattolica, la histórica publicación de la Compañía de Jesús -en España, fue difundida por Razón y Fe-.

“La iglesia es la casa de todos, no una capillita en la que cabe solo un grupito de personas selectas. No podemos reducir el seno de la Iglesia universal a un nido protector de nuestra mediocridad”.

“Una vez una persona, para provocarme, me preguntó si yo aprobaba la homosexualidad. Yo entonces le respondí con otra pregunta ‘Dime, Dios cuando mira a una persona homosexual ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena?”, cuenta como anécdota.

Durante seis horas divididas en tres días, su director, el sacerdote Antonio Spadaro, conversó con el Papa sobre la situación crítica de la Iglesia, los temas candentes de su pontificado y también sobre sus gustos y pecados.

En la charla, el papa asegura que “Dios en la creación nos ha hecho libres” y que “no es posible una injerencia espiritual en la vida personal”, al resumir su discurso sobre los divorciados y los homosexuales.

En la entrevista de 27 páginas, el pontífice también se refiere al papel de la mujer en la Iglesia y considera “necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva” en ella. “Temo la solución del ‘machismo con faldas’ porque la mujer tiene una estructura diferente al varón, Pero los discursos que oigo sobre la mujer a menudo se inspiran en una ideología machista”.

“Las mujeres -subraya- están formulando cuestiones profundas que debemos afrontar. La iglesia no puede ser ella misma sin la mujer y el papel que ésta desempeña. La mujer es indispensable para la Iglesia”.

Respecto a los divorciados y homosexuales, señala que “hay que tener siempre en cuanta a la persona” y añade: “Dios acompaña a las personas y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición”, por lo que hay acompañarlos “con misericordia”.

“Una vez una persona, para provocarme, me preguntó si yo aprobaba la homosexualidad. Yo entonces le respondí con otra pregunta ‘Dime, Dios cuando mira a una persona homosexual ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena?”, cuenta como anécdota.

Sobre la iglesia, dice que “es la casa de todos, no una capillita en la que cabe solo un grupito de personas selectas. No podemos reducir el seno de la Iglesia universal a un nido protector de nuestra mediocridad”.

Y, en un tono cercano y sencillo, el Papa se define como un pecador: “Soy un pecador en quien Dios ha puesto los ojos”.

El papa también dice que le encanta recibir consejos. Dice Jorge Mario Bergoglio que, cuando fue arzobispo de Buenos Aires, tomó la costumbre de consultar siempre sus decisiones: “Esto me ha ayudado mucho a optar por las decisiones mejores. Ahora, sin embargo, oigo a algunas personas que me dicen: 'No consulte demasiado y decida'"

Añade el pontífice que "consultar es muy importante. Los consistorios y los sínodos, por ejemplo, son lugares importantes para lograr que esta consulta llegue a ser verdadera y activa. Lo que hace falta es darles una forma menos rígida. Deseo consultas reales, no formales. La consulta a los ocho cardenales, ese grupo consultivo externo, no es decisión solamente mía, sino que es fruto de la voluntad de los cardenales, tal como se expresó en las Congregaciones Generales antes del Cónclave. Y deseo que sea una consulta real, no formal”.

Durante la entrevista, el papa recuerda su experiencia de gestión, remontándose a los tiempos en que tuvo responsabilidades en la Compañía de Jesús: “En mi experiencia de superior en la Compañía, si soy sincero, no siempre me he comportado así, haciendo las necesarias consultas. Y eso no ha sido bueno. Mi gobierno como jesuita, al comienzo, adolecía de muchos defectos. Corrían tiempos difíciles para la Compañía: había desaparecido una generación entera de jesuitas. Eso hizo que yo fuera provincial aún muy joven. Tenía 36 años: una locura. Había que afrontar situaciones difíciles, y yo tomaba mis decisiones de manera brusca y personalista".

Habló también de su forma de decidir y la fama que esto le ha creado: "Mi forma autoritaria y rápida de tomar decisiones me ha llevado a tener problemas serios y a ser acusado de ultraconservador. Tuve un momento de gran crisis interior estando en Córdoba. No habré sido ciertamente como la beata Imelda, pero jamás he sido de derechas. Fue mi forma autoritaria de tomar decisiones la que me creó problemas (…). Todo esto que digo es experiencia de la vida y lo expreso por dar a entender los peligros que existen. Con el tiempo he aprendido muchas cosas”.
 

sábado, 10 de marzo de 2012

Papa pide a obispos mayor oposición a matrimonios gay

Tomado de La Voz de América

La postura del Papa Benedicto ha sido impulsar el matrimonio entre un hombre y una mujer y oponerse al sexo premarital.

El Papa Benedicto XVI exhortó este vienes a obispos estadounidenses que visitan el Vaticano a incrementar la doctrina contra los males del sexo premarital y la convivencia de parejas antes del matrimonio.

Asimismo, el pontífice denunció que en Estados Unidos existen “poderosas corrientes políticas y culturales” que impulsan legalizar las uniones entre las personas del mismo sexo.

“Las diferencias sexuales no pueden ser irrelevantes cuando se define lo que es un matrimonio”, dijo el Papa al agregar que los valores de una familia y un matrimonio tradicional deben ser “defendidos de cualquier tergiversación de su naturaleza verdadera”.

La semana pasada es estado de Maryland aprobó el matrimonio gay y se unió a Massachusetts, Iowa, Vermont, New Hampshire, Connecticut, Nueva York y Washington, D.C., lugares que permiten la unión.

Pero las aseveraciones también vienen en un momento en que los políticos estadounidenses debaten sobre si los anticonceptivos deberían ser cubiertos con los impuestos de los contribuyentes, tema que tiene enfrentados a demócratas y republicanos.

viernes, 2 de marzo de 2012

Con la izquierda o con la derecha… hablemos de política

Tomado de Long Island al Día

Por Jesús Ríos – Editor

Hace unos días, me encontraba dialogando en casa de un profesional del área, en una charla amena, llena de anécdotas, pero sobre todo, con identidades claras respecto de posiciones políticas, que confrontábamos con los discursos de los candidatos republicanos a la nominación para optar por la presidencia de EE.UU.

El diálogo fluía positivamente, hasta que manifesté, mis coincidencias con la izquierda política. Solo bastó que se escuchara esa denominación, para que a partir del momento, mi interlocutor se empeñara en contradecir lo que platicaba y en colocar, sin explicación alguna, sus posiciones lo más apartadas posible, de las que yo expresaba.

Entendí, que solo con tolerancia, podía salir con un amigo más de esa conversación, pero recordé, un buen ejercicio que iniciamos hace algunos años con el Ingeniero Luis Montes Brito, de intercambiar conocimientos políticos, con sinceridad y apartados de color , bandera o discurso preestablecido.

Ese ejercicio, resultó ser la base de una amistad que crece con el tiempo y que se nutre del respeto y la admiración que se desprende de la verdad y la tolerancia.
Con este escrito, reanudamos, aquellos diálogos…..

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Apreciado Luis:

Los conceptos de izquierda y derecha -nacidos con la Revolución Francesa- como analizadores de la posición política, luego de más dos siglos han caído en una franca confusión de sus referentes. Tanto la izquierda tradicional, que pretende moderar su discurso para ser aceptable por los sectores medios y altos del electorado, como la derecha histórica que ha lavado sus textos en una suerte de populismo para lograr adeptos entre los sectores más desprotegidos. La contemporaneidad puede observar de qué manera se están traslapando los discursos y se hace muy difícil poder discernir quien está a la diestra de quien, a la par que la clásica siniestra se ha mimetizado con los discursos de la derecha.

La confusión de las ideas, resulta en la miseria de la ideas

En una rápida y breve historia de la participación política, es posible señalar qué, en el Antiguo Régimen, el número de personas que procuraban ocupar el poder político o, al menos orientarlo, estaba limitado a los círculos palaciegos. Desde de la Revolución Francesa no cesa de aumentar el número de personas que pretenden designar a los gobernantes y determinar lo que sea el bien común. El proceso de crecimiento culmina en el primer cuarto del siglo XX con el permanente acceso de las masas a la política. Se trató de una participación alterada por las manipulaciones de la opinión y por las técnicas representativas, muchas veces engañadoras; pero, estafadas o no, las sociedades se politizaron, es decir, se fragmentaron en posiciones colectivas ante la cosa pública. Incluso, los más alejados del ágora, en su intimidad, toman partido. En la actualidad se observa una paradoja, mientras la inmensa masa de la población considera a la participación política como una perversión, ocurre un hecho paradojalmente curioso. Ante posibles elecciones abiertas o, con el “sistema de lemas”, presentan su candidatura hasta uno de cada 30 ciudadanos en condiciones de inscribirse..

En la actualidad, no sólo la historiografía cae en ese dislate de ingenuidad intelectual, sino que también lo hacen los pueblos y los politólogos.
Para estimular adhesiones, los partidos afirman valores propios, a la vez que se los niegan a sus adversarios. Los respectivos portavoces y clientelas multiplican las consignas de los líderes, tanto estas sean críticas o apologéticas. En el último tercio del siglo XX fue difícil encontrar un ciudadano occidental que no contemple su política nacional como un enfrentamiento de valores y contravalores, o sea, en términos morales de buenos y malos, una relación de antagonismo y agonismo.
Ese talante tan generalizado, y no carente de fundamento, afecta también a los politólogos, que tienden a explicar la dicotomía derecha e izquierda con tácitos o expresos juicios de valor, por ejemplo, el comunismo es terror, el capitalismo es explotación.

Asimismo, tanto para los definidos como de “derechas”, como para los del anodino “centro”, las izquierdas son materialistas y ellos son idealistas. Lo mismo ocurre a la inversa. Y ambos tienen razón, la izquierda es materialista por definición, aunque no por ello sus planteos no estén rebalsados de utopías. De la misma manera, la derecha puede ser definida como idealista a partir de su asociación con poderes sobrenaturales, aunque a nadie en su sano juicio le costaría reconocer que el pragmatismo con que se rodea no es una forma de expresión materialista en el orden de la generación de bienes financieros y económicos. Es decir, derechas e izquierdas no tienen la exclusión de los atributos “idealista” y “materialista”, en tanto y cuanto cualquiera de las dos expresiones políticas hacen uso -y abuso- de tales características y, además, todo depende de cómo sean definidas previamente, ya que cada uno de esos atributos pueden ser leídos de diferente manera por distintos filósofos políticos.

A fin de poder enfocar el tema desde una perspectiva no ya neutral, sino solo con pretensión empírica, hay que proceder a una “metanoia” intelectual, a una renuncia a los sentimientos habituales y a los prejuicios arraigados a fin de interpretar los datos y elaborar una tipología política estrictamente racional. Hay, en suma, que situarse en un nivel cero de emotividad y partidismo. Si no se logra el giro mental de considerarse metódicamente sin compromiso, será imposible abordar la delimitación de la derecha y de la izquierda políticas sin caer en alguna forma de loa o de diatriba.

¿Cómo caracterizaríamos hoy a la derecha y a la izquierda en un mundo globalizado, en donde por ejemplo EE.UU, es el principal socio comercial de China? Para tratarlo se debe desencarnar lo científico y acudir a una ardua meta intelectual.
El siglo XXI encuentra al mundo en un vacío de ideas, y no como consecuencia de las predicciones de los futurólogos; es que pareciera que las ideas se han convertido en miserables. Hechos y no palabras, pareciera ser la consigna del momento. No se sabe muy bien si lo que impera es la ideología de la miseria (Proudhon, 1846), o la miseria de las ideologías (Marx, 1847).

Izquierda y Derecha desde la perspectiva internacional

El sociólogo Robert M. MacIver] anotó en The Web of Government (1947). Traducción del inglés:
“La derecha siempre es el sector de partido asociado con los intereses de las clases altas o dominantes, la izquierda el sector de las clases bajas económicamente o social, y el centro de las clases medias. Históricamente este criterio parece aceptable.
La derecha conservadora defendió prerrogativas, privilegios y poderes enterrados: la izquierda los atacó. La derecha ha sido más favorable a la posición aristocrática, a la jerarquía de nacimiento o de riqueza; la izquierda ha luchado para la igualación de la ventaja o de oportunidades y por las demandas de los menos favorecidos. Defensa y ataque se han encontrado bajo condiciones democráticas, no en el nombre de la clase pero sí en el nombre de principio; pero los principios opuestos han correspondido en términos generales a los intereses de clases diferentes.

Algunas claridades

Se conoce como derecha al segmento del espectro político asociado a posiciones conservadoras, capitalistas, religiosas, liberales o bien simplemente opuestas a la izquierda política. Engloba por tanto a corrientes ideológicas muy diversas cuya separación puede ser tajante, dependiendo de que consideren prioritaria la defensa de la patria (nacionalismo, patriotismo) o de que ante todo busquen el mantenimiento del orden social establecido (tradicionalismo, conservadurismo). En oposición a la izquierda política, el sector más liberal enfatiza el libre mercado por encima del intervencionismo de las administraciones públicas y busca potenciar valores y derechos individuales, frente a posiciones colectivistas o estatistas, mientras que el sector más conservador es partidario del encuadramiento colectivo en estructuras rígidamente jerarquizadas y disciplinadas.

La derecha más moderada se suele calificar como centro-derecha, mientras que la más extrema se califica como derecha radical, extrema derecha o ultraderecha, a éstos últimos términos, la propaganda izquierdista le ha dado una connotación peyorativa negativa.

El término tiene su origen en el lugar donde se sentaban en el parlamento francés surgido tras la Revolución francesa en el que los monárquicos, los conservadores de la época que apoyaban el Antiguo Régimen, se sentaban siempre en el lado derecho y los liberales en el izquierdo. Esta definición es obviamente obsoleta, el significado se refiere ahora al espectro ideológico.

Corrientes

La derecha es una orientación política difícil de definir, si la queremos definir como un solo concepto uniforme. La derecha política es más que una alianza estratégica de dos grandes corrientes ideológicas de la Historia Universal Contemporánea.

Nacionalismo

El nacionalismo es una ideología y un movimiento social y político que surgió junto con el concepto de nación propio de la Edad Contemporánea en las circunstancias históricas de la Era de las Revoluciones (Revolución industrial, Revolución burguesa, Revolución liberal) desde finales del siglo XVIII. También puede designar al sentimiento nacionalista y a la época del nacionalismo.
Como ideología, el nacionalismo pone a una determinada nación como el único referente identitario dentro de una comunidad política; y parte de dos principios básicos con respecto a la relación entre la nación y el estado:
El principio de la soberanía nacional: que mantendría que la nación es la única base legítima para el estado. El principio de nacionalidad: que mantendría que cada nación debe formar su propio estado, y que las fronteras del estado deberían coincidir con las de la nación.

Patriotismo

Es el sentimiento que tiene un ser humano por la tierra natal o adoptiva a la que se siente ligado por unos determinados valores, cultura, historia y afectos. Es el equivalente colectivo al orgullo que siente una persona por pertenecer a una familia o cofradía.

Demócrata cristiano

Es una ideología política que busca aplicar los principios del cristianismo (a menudo el catolicismo en particular) a las políticas públicas. Esta ideología surgió en el siglo XIX en Europa , y continúa teniendo influencia en Europa y Latinoamérica.
En la práctica política, la Democracia Cristiana es considerada de derecha en asuntos morales y culturales y de izquierda en temas laborales y económicos. Aunque en muchas ocasiones la democracia cristiana ha aceptado la efectividad del liberalismo, y comparte la idea de la reducción de impuestos con la intervención social, con el fin de acabar con la injusticia social. Por esa razón es frecuente encontrar partidos democristianos en la centro-derecha.

Conservadurismo

Una primera faceta de la derecha política será la que defienda la preservación del orden social establecido, abogando por la protección de la moral los valores tradicionales y la libertad del individuo. Ésta es más conocida como la ideología conservadora: conservar los procesos que le sirven a la patria y prescindir de los que la degradan. También queda englobada dentro de esta categoría la democracia cristiana, cuyos partidos defienden la preservación de los valores y la moral cristianas frente al laicismo y al anticlericalismo.
Es importante señalar que el conservadurismo no se opone, por lo general, a los avances tecnológicos, sino más bien a nuevas formas de pensar en cuanto a política y sociedad se refiere.
Estos ideales comúnmente tienden al proteccionismo, como medida de defensa del país pobre ante el rico. Asimismo la derecha aboga por la propiedad privada (que el individuo tenga posesiones propias) considerándola como única medida del progreso de un país.
Los partidos de derecha también defienden el orden institucional antes que la organización voluntaria, ya que se entiende como único medio para que la gente pueda emplear sus derechos, pueda tener una vida próspera y digna, en paz.

Conservadurismo democrático

Corresponde a aquella derecha que cree en la bondad de la tradición, aceptando a la democracia como medio adecuado para conseguir el fin último de la actividad política, el bien común. En Chile y otros países, de tendencias cristianas y moral en similar sentido, predominantemente católica. Considera que el orden social está por sobre la libertad individual. La igualdad es rechazada, salvo en el plano ontológico donde es defendida.

Tradicionalismo

Es la tendencia a sobrevalorar la tradición en cuanto al conjunto de normas y costumbres heredadas del pasado. Se trata de una postura conservadora frente a los cambios, ya sean de pequeña o gran magnitud. Cuando un cambio es de gran magnitud se le denomina revolución. Por lo que los tradicionalistas son considerados contrarrevolucionarios o reaccionarios.

Liberalismo

Por otro lado, también se considera derecha a las diferentes formas de liberalismo que defienden el libre mercado y los derechos individuales ya que los liberales ven en el libre cambismo una integración mundial. Este apoyo por el mercado se suele traducir en una crítica al intervencionismo económico y social del Estado, considerándolo negativo. En otras palabras: según la derecha liberal el Estado no tiene que recortar libertades a las personas para hacer “justicia”.
Cree correcto hacer que prevalezca este tipo de libertad.

El liberalismo surge a finales del siglo XVIII, de la mano de Adam Smith y su obra La riqueza de las naciones. En ella, se defiende que el motor de la economía y del progreso social se halla en el individualismo. Una persona está mucho más motivada a trabajar si saca beneficio propio (“si el panadero nos ofrece pan, no es por su bondad”, nos recuerda irónicamente). Si partimos de esta premisa, llegamos a la conclusión de que la mejor manera de hacer crecer el país es ofreciendo libertad al individuo, para que desarrolle todo su potencial. El Estado no tiene que poner obstáculos a la libertad, al desarrollo de la persona en todo el espectro de posibilidades desde bienes a otros aspectos variados
En otras palabras, no tiene que intervenir en la economía. Es el “Laissez faire” (dejar hacer) del capitalismo.
Como podemos comprobar, esta doctrina se halla en las antípodas del socialismo (igualdad antes de nada; para lograrla, el Estado debe intervenir. Teóricos como Karl Marx criticaron al liberalismo y al capitalismo por las desigualdades sociales que generaría.

Capitalismo

Es un sistema económico (y por tanto también interactúa con sistemas sociales) en el que los seres humanos y las empresas llevan a cabo la producción y el intercambio de bienes y servicios mediante transacciones en las que intervienen los precios y los mercados.
Surgido en Europa en el siglo XVI y concebido al menos, de tres formas diferentes dependiendo del énfasis en la consideración de ciertas características como determinantes o intrínsecas desde enfoques respectivamente políticos, culturales y sociales, sin que esto implique una exclusión mutua de las diferentes definiciones.
En cada caso existe una referencia en el origen etimológico de la palabra capitalismo a la idea de capital, y estas referencias son codependientes: quienes crean o adquieren capital permanecen como propietarios (capitalistas) durante el proceso de producción; la rentabilidad del capital invertido en un libre mercado de productos y servicios es el eje central de la vida económica.

Imperialismo

Es una actitud adoptada por un estado para pretender colocarse por encima de otros estados o comunidades. El imperialismo moderno suele referirse a la actitud de algunas potencias, principalmente europeas y Estados Unidos de América, desde la Edad Moderna hasta el proceso de descolonización tras la Segunda Guerra Mundial; y más específicamente, incluso con el nombre Era del Imperialismo, utilizado por la historiografía, al periodo que va de 1871 a 1919, en que se produjo una verdadera carrera para construir imperios, principalmente con el llamado reparto de África. A ese periodo se refieren dos de los textos más importantes que fijaron el concepto: Imperialism, a study, de Hobson, y El imperialismo, fase superior del capitalismo, del ideólogo marxista y líder bolchevique Lenin. Hay que mencionar que, imperialismo y colonización, son términos parecidos pero no iguales, ya que pueden ser confundidos, y tomarse como sinónimos. En el proceso histórico se puede advertir que no son lo mismo.

Actualidad

Por tanto, la derecha no se definiría en un solo partido, sino en varios. El motivo de esto es que los partidos de derecha surgen de premisas distintas, es decir, el conservatismo defiende los procesos de protección del mercado del país, y el liberalismo parte de la idea de que el librecambismo ha de ser la solución. Esto es más que claro en países donde éstos partidos permanecen totalmente atípicos entre sí.
Cabe resaltar que la realidad política actual es muy compleja. Siempre ha sido difícil definir “derecha”. Por ejemplo, existen derechas ultraconservadoras, pero a la vez anticapitalistas (es el caso de la extrema derecha -Frente Nacional, de Jean Marie Le Pen-). A su vez se ve el caso del liberalismo de Estados Unidos que apoya las medidas librecambistas y el mismo Capitalismo. En países como Rusia o Ucrania la derecha ha ganado mucho peso e influencia desde la Desintegración de la URSS en 1991, sin embargo, en países como EEUU la derecha está estabilizada. Actualmente los siguientes países latinoamericanos son gobernados por partidos de derecha:
* Chile, con Sebastián Piñera, del Coalición por el Cambio (, Centro-derecha, liberalismo, conservadurismo, liberal conservador, liberalismo económico, conservadurismo democrático, humanismo cristiano )
* Colombia, con Juan Manuel Santos, del Partido de la U (, Uribismo, Derecha, Conservadurismo, liberal conservador, Neoliberalismo)
* México, con Felipe Calderón Hinojosa, del Partido Acción Nacional (Centro-derecha, humanismo cristiano, liberal conservador, y nacionalismo)
* Honduras, con Porfirio Lobo, del Partido Nacional de Honduras (Derecha, humanismo cristiano, conservadurismo, hondureño, y nacionalismo, conservadurismo democrático )
* Panama, con Ricardo Martinelli, de Cambio Democrático, (Centroderecha, Liberalismo Progresista, Social liberalismo)

En el caso de Europa, los siguientes países son gobernados por partidos de los diferentes espectros de la derecha, casi todos liberales, conservadores, liberal conservador, conservadurismo democrático, humanista cristiano.
* Alemania, con Angela Merkel, del CDU, (, Centro-derecha, humanismo cristiano, conservadurismo, liberal conservador, neoconservadurismo ).
* España, con Mariano Rajoy, del PP, (, Centro-derecha, humanismo cristiano, conservadurismo, liberal conservador, liberalismo, conservadurismo democrático ).
* Francia, con Nicolás Sarkozy, del Unión por un Movimiento Popular, ( Centro-derecha, liberalismo, conservadurismo, liberal conservador, gaullismo, conservadurismo democrático ).
* Reino Unido, con David Cameron, del Partido Conservador y Unionista, (, Centro-derecha, conservadurismo, liberalismo, liberal conservador, humanismo cristiano, unionismo, euroescepticismo moderado, conservadurismo democrático ).

Posicionamiento habitual

Las diferencias entre las distintas corrientes de derecha no permiten un tratamiento homogéneo, ya que abarcan un espectro muy amplio, tanto en lo social como en lo político, con gran cantidad de ideologías políticas: desde posturas liberales y laicas a actitudes religiosas integristas, desde el apoyo firme a Israel a la crítica de raíz antisemita, desde posturas nacionalistas a otras globalizadoras. La derecha moderada es conocida por coincidir en su crítica al multiculturalismo y al relativismo moral, su defensa de la democracia liberal y de la civilización occidental. En los países de tradición judeocristiana, la derecha moderada también se caracteriza por su defensa de los preceptos judíos o cristianos, si bien suelen asumir con naturalidad la separación entre Iglesia y Estado. La derecha es muy extensa, con gran cantidad de ideologías políticas variadas y diferentes.

El complejo de la inferioridad

En numerosas lenguas el vocablo que designa a la izquierda anatómica ha padecido connotaciones negativas. Hay culturas donde la mano izquierda está reservada para menesteres indignos. La condición de zurdo ha sido considerada como una anomalía y una presunción axiológicamente desfavorable. El término latino siniestro adquiere en la prosa contemporánea una significación moralmente negativa, que es la preferentemente heredada por algunas lenguas romances y entre ellas, por el español, donde prevalece la acepción de perverso, oculto, para lo siniestro (Falcón, 1997); quizás sea esa la razón de que se fuera imponiendo el eufemismo “izquierda”.

A pesar de tan adversa tradición semántica, los posthegelianos reivindicaron su condición de izquierdistas. Y en Francia, los herederos de la Revolución procedieron a una progresiva dignificación del izquierdismo: “la gauche divine”, tarea a la que se incorporaron diferentes socialismos, incluido el marxista. En la guerra de las palabras y de las ideologías, los autodenominados “progresistas” descalifican a los tachados de derechistas como reaccionarios, defensores de privilegios inicuos, y adversarios de la justicia social. Llegados a este extremo, cercano a lo satánico, algunos acusados empezaron a rechazar la condición de derechistas para adoptar otras denominaciones -aún no totalmente desprestigiadas- por la ofensiva retórica de sus adversarios: conservadores, populistas, democristianos, centristas, etc.
Así se ha llegado a la situación actual, que es la desaparición de la denominación “derecha” en la nomenclatura de los partidos políticos. Pero la cuestión no es sólo nominal: el complejo de inferioridad moral que los socialismos consiguieron inocular a sus oponentes llevó a estos a posiciones izquierdistas en lo que consideraron marginal al modelo de libre mercado, como en el plano de la cultura exquisita.

De tal forma se ha arribado a la paradójica situación actual: hay centro, izquierda y extrema izquierda; pero nadie se dice de derecha. Esto es una especie de hemiplejía política. Y, además, aparece la paranoica huida de los liberales hacia un supuesto centro para escapar de la proscripción verbal dictada desde la izquierda. Una primera aproximación a la definición de la derecha sería la posición política en la que nadie quiere ser situado. Claro que si esta fase dialéctica concluyera con la total desaparición de la derecha nominal, empezaría otra similar contra el centrismo como derecha vergonzante o encubierta. Es la humillación de cambios de nombre, hipocresías, enmascaramientos, concesiones y entregas a que se condenan quienes padecen esto que se puede definir como complejo de inferioridad política de identificación.

La práctica usual de caracterización de la derecha y la izquierda consiste en adscribirles -como es obvio- valores diferentes. Resulta casi imposible alejarse de esta recurrencia judicativa a ser considerado mejor que el otro, ya que es consubstancial al quehacer político. Pero tal metodología axiológica no es neutral, debido a que los valores se ordenan jerárquicamente, e inclinarse a favor de unos suele implicar la afirmación de una superioridad o inferioridad con respecto a los de la orientación contraria. Además, cada valor enfrenta a su opuesto y, adjudicar uno positivo sugiere carencias en quien no lo posee. En fin, los valores afectados en este caso son fundamentalmente morales y les es consubstancial la gradación que va desde lo óptimo hasta lo pésimo pasando por lo mejor, lo bueno, lo mediocre, lo malo y lo peor. Suele ocurrir que caracterizar a las corrientes políticas según sus contenidos axiológicos es abandonar la neutralidad para incidir en la diatriba o la loa, ya tácitas, ya expresas.
Es un lugar común que el valor predominante de la izquierda sería la igualdad, mientras que en la derecha primaría la jerarquía. Esto es una traslapación de posturas que contraponen otro par de valores, el de la libertad y el del orden.

La igualdad de los individuos humanos no es un ideal, ni siquiera una utopía, es una falsedad puesto que no hay dos hombres idénticos ni biológica, ni intelectual, ni moral, ni técnicamente. Sólo es factible la igualdad de oportunidades; pero este objetivo, que tiende a superar discriminaciones injustificadas y ocasionales, es un lugar común de los programas partidarios. La pretensión izquierdista de encarnar la demanda de igualdad de oportunidades es tan carente de fundamento objetivo como la de monopolizar el calificativo de “progresista”, según la antigua retórica soviética. En una arenga o en un artículo partidista tales manipulaciones del lenguaje suelen ser consideradas como corruptelas tolerables; pero a nivel teórico no. La igualdad de oportunidades no la niega nadie. Otra cosa es la dificultad de imponerla a causa de la intrínseca historicidad del individuo humano y la imposibilidad de anular la temporalidad y espacialidad en que se encuentra todo lo materialmente concreto.

Por otro lado, la igualdad de oportunidades no se produce espontáneamente, ha de ser impuesta, y tal decisión requiere un poder, o sea, jerarquía. No sólo no hay contraposición efectiva entre libertad y jerarquía, sino que ésta es condición de aquélla. Y en el fondo aparece la inevitable autoapología. Unos valores son estimados como superiores a otros, y situarse en tal campo suele equivaler a elogio y crítica. El sometimiento a una jerarquía no es inicialmente grato, mientras que la afirmación de la igualdad entraña cierto narcisismo.
Y los datos históricos no corroboran esta interpretación. La primera izquierda propiamente dicha, la de la revolución francesa, no cesó de atribuirse la búsqueda de la igualdad; pero dio lugar a la dictadura de un grupo de los privilegiados jacobinos. Y el presunto salvador de la revolución que se devoraba a sí misma, Napoleón, creó la suntuosa aristocracia familiar y militar del Imperio en la Francia metropolitana y en las naciones vencidas: reyes, príncipes, grandes duques, y títulos innumerables.
Un abismo de desigualdad separaba al pueblo de las nuevas aristocracias revolucionarias. Similar fue el curso de la revolución soviética: al grito de igualdad se constituyeron, en Rusia y en los países satélites, la “nueva clase” y la “nomenklatura”, tan alejadas de las bases como la nobleza zarista. Y al liquidarse la Unión Soviética, esa clase privilegiada ha sobrevivido, aún más enriquecida, gracias al corrupto proceso de privatización de empresas públicas. La potencia que Lenin condenó por explotadora de los trabajadores, los Estados Unidos, ¿no ha engendrado más desigualdad real que la que existía?. Una cosa es lo que se predica y otra lo que efectivamente se hace. Clasificar a los movimientos políticos por sus declaraciones programáticas o sus consignas propagandísticas es un ingenuo criterio nominal, no sociológico ni político.
Transportar la oposición derecha-izquierda a los valores de libertad-igualdad tampoco resulta esclarecedor porque ni los datos históricos, ni el análisis teórico confirman tal contraste. La derecha contrarrevolucionaria del siglo XIX era más bien absolutista, mientras que la izquierda era libertaria y enarbolaba, sobre todo, el primer término de la famosa trilogía de 1789.

Tampoco el análisis conceptual confirma el supuesto contraste, porque libertad e igualdad no se oponen: existen liberales igualitarios y no igualitarios, del mismo modo que hay demócratas igualitarios y autoritarios (ejemplo de estos últimos fue el socialismo real). La igualdad es un valor relativo que supone una previa estratificación, mientras que la libertad es un valor absoluto referible a cualquier nivel social; no se oponen, ni excluyen, sino que son compatibles y complementarios.

Cruzando el plano ético con el histórico, se ha dicho que la derecha y la izquierda representarían dos actitudes ante la justicia. Aquélla pretendería conservar lo justo ya obtenido, mientras que ésta siempre trataría de avanzar hacia cotas más altas de justicia. Esta interpretación no está respaldada por la experiencia. La izquierda de la revolución francesa empezó aniquilando el orden establecido, lo que desembocó no solamente en anarquía sino -lo que es peor- en injusticias. No fue diferente la revolución soviética. Posiblemente, la meta era más justicia; pero la realidad fue la contraria.
Exagerando el panegírico, se ha afirmado que la derecha es el egoísmo interesado y la izquierda el altruismo filantrópico. Pero tal interpretación no es una caracterización, sino una dogmática descalificación de la derecha, ya que el altruismo es socialmente el bien, mientras que el egoísmo es el mal. Un examen sereno de la historia contemporánea de Europa y Latinoamérica no justifica tal demonización partidista. El más elemental balance de nuestro pasado ¿dónde situaría a un supuesto o real Imperio del mal?. ¿En el más o menos derechista Occidente o en el Este, suprema encarnación del izquierdismo?. Sin apasionamientos se lo puede ubicar en ambos lados geográficos, es decir, el mal no es patrimonio de unos, como tampoco lo es el bien.
Son falsos los dilemas entre orden y justicia, entre jerarquía y libertad, entre libertad e igualdad, entre conformismo e inconformismo, entre egoísmo y altruismo, como lo son todos los análogos entre tradición y ciencia, entre conservación y progreso, entre individualismo y solidarismo, entre nacionalismo y cosmopolitismo. Esas dicotomías de grandes polisemias no son mutuamente excluyentes, ni coinciden con las derechas y las izquierdas históricas. Más, se apoyan en peticiones de principios morales donde un término es el bueno y el otro el malo. Dos siglos de tal dialéctica han creado conflictos sociales; pero escasa luz lógica.

Quizás los demagogos y sus escribas continúen con tales manipulaciones; pero el estudioso debe repudiarías por ideológicas en el peor sentido del vocablo, es decir, por no científicas. Es preciso abandonar la pretensión moralista, atrayente para el activista de barricada y buscar una conceptualización, una distinción objetiva y empírica a la vez, compatible con el dinamismo de esta época.

Este texto consultó diferentes autores y puede considerarse una Monografía