sábado, 21 de septiembre de 2013

Papa Francisco vuelve a sorprender al mundo, deja sin sustento institucional a homofóbicos de la iglesia

Agencias Noticiosas
El papa Francisco vuelve a sorprender al mundo. Y lo acaba de hacer con unas declaraciones que no son producto del azar sino de una profunda reflexión. Durante tres días de finales de agosto, Su Santidad concedió una entrevista a La Civiltà Cattolica, la histórica publicación de la Compañía de Jesús -en España, fue difundida por Razón y Fe-.

“La iglesia es la casa de todos, no una capillita en la que cabe solo un grupito de personas selectas. No podemos reducir el seno de la Iglesia universal a un nido protector de nuestra mediocridad”.

“Una vez una persona, para provocarme, me preguntó si yo aprobaba la homosexualidad. Yo entonces le respondí con otra pregunta ‘Dime, Dios cuando mira a una persona homosexual ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena?”, cuenta como anécdota.

Durante seis horas divididas en tres días, su director, el sacerdote Antonio Spadaro, conversó con el Papa sobre la situación crítica de la Iglesia, los temas candentes de su pontificado y también sobre sus gustos y pecados.

En la charla, el papa asegura que “Dios en la creación nos ha hecho libres” y que “no es posible una injerencia espiritual en la vida personal”, al resumir su discurso sobre los divorciados y los homosexuales.

En la entrevista de 27 páginas, el pontífice también se refiere al papel de la mujer en la Iglesia y considera “necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva” en ella. “Temo la solución del ‘machismo con faldas’ porque la mujer tiene una estructura diferente al varón, Pero los discursos que oigo sobre la mujer a menudo se inspiran en una ideología machista”.

“Las mujeres -subraya- están formulando cuestiones profundas que debemos afrontar. La iglesia no puede ser ella misma sin la mujer y el papel que ésta desempeña. La mujer es indispensable para la Iglesia”.

Respecto a los divorciados y homosexuales, señala que “hay que tener siempre en cuanta a la persona” y añade: “Dios acompaña a las personas y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición”, por lo que hay acompañarlos “con misericordia”.

“Una vez una persona, para provocarme, me preguntó si yo aprobaba la homosexualidad. Yo entonces le respondí con otra pregunta ‘Dime, Dios cuando mira a una persona homosexual ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena?”, cuenta como anécdota.

Sobre la iglesia, dice que “es la casa de todos, no una capillita en la que cabe solo un grupito de personas selectas. No podemos reducir el seno de la Iglesia universal a un nido protector de nuestra mediocridad”.

Y, en un tono cercano y sencillo, el Papa se define como un pecador: “Soy un pecador en quien Dios ha puesto los ojos”.

El papa también dice que le encanta recibir consejos. Dice Jorge Mario Bergoglio que, cuando fue arzobispo de Buenos Aires, tomó la costumbre de consultar siempre sus decisiones: “Esto me ha ayudado mucho a optar por las decisiones mejores. Ahora, sin embargo, oigo a algunas personas que me dicen: 'No consulte demasiado y decida'"

Añade el pontífice que "consultar es muy importante. Los consistorios y los sínodos, por ejemplo, son lugares importantes para lograr que esta consulta llegue a ser verdadera y activa. Lo que hace falta es darles una forma menos rígida. Deseo consultas reales, no formales. La consulta a los ocho cardenales, ese grupo consultivo externo, no es decisión solamente mía, sino que es fruto de la voluntad de los cardenales, tal como se expresó en las Congregaciones Generales antes del Cónclave. Y deseo que sea una consulta real, no formal”.

Durante la entrevista, el papa recuerda su experiencia de gestión, remontándose a los tiempos en que tuvo responsabilidades en la Compañía de Jesús: “En mi experiencia de superior en la Compañía, si soy sincero, no siempre me he comportado así, haciendo las necesarias consultas. Y eso no ha sido bueno. Mi gobierno como jesuita, al comienzo, adolecía de muchos defectos. Corrían tiempos difíciles para la Compañía: había desaparecido una generación entera de jesuitas. Eso hizo que yo fuera provincial aún muy joven. Tenía 36 años: una locura. Había que afrontar situaciones difíciles, y yo tomaba mis decisiones de manera brusca y personalista".

Habló también de su forma de decidir y la fama que esto le ha creado: "Mi forma autoritaria y rápida de tomar decisiones me ha llevado a tener problemas serios y a ser acusado de ultraconservador. Tuve un momento de gran crisis interior estando en Córdoba. No habré sido ciertamente como la beata Imelda, pero jamás he sido de derechas. Fue mi forma autoritaria de tomar decisiones la que me creó problemas (…). Todo esto que digo es experiencia de la vida y lo expreso por dar a entender los peligros que existen. Con el tiempo he aprendido muchas cosas”.
 

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