No me refiero al grupo musical, a caballo entre la década de los 70´s y los 80´s, llamado Supertramp, muchos lo recordarán; sino al personaje que el pasado 8 de noviembre ganó las elecciones a la presidencia del país más poderoso del mundo, y por tanto, del país más poderoso de El Salvador. Sí, ya sé; dicen que El Salvador tiene su soberanía; incluso lo dice la constitución, pero la cosa es si lo dice el presidente del país más poderoso de El Salvador. No es la primera vez que hablo de este personaje, y, muy probablemente, no será la última. De momento, lo que el futuro presidente del país más poderoso de El Salvador ha prometido es expulsar a entre dos y tres millones de indocumentados con problemas con la justicia norteamericana.
Supongo que la mayoría de ellos no son salvadoreños, pero supongo también que, entre la minoría, un grupo destacado lo forman salvadoreños. Y sí, ya sé, la mayoría de salvadoreños son honrados y van solo a trabajar para mantener a sus familias en El Salvador, como la mayoría de mexicanos y la mayoría de otros países latinos. Pero la minoría que causa problemas es suficientemente significativa como para que muchos norteamericanos tiendan a generalizar el problema a los inmigrantes en general, lo cual parece inaudito, tomando en cuenta que Estados Unidos es un país construido con y por inmigrantes (no siempre voluntariamente) como material de construcción, y, a la vez, como maestros de obra.
Lo que el señor Trump ha hecho en su campaña electoral es detectar y explotar esa sensación de inseguridad que ha ido creciendo durante años en gran parte de la sociedad norteamericana, y que permanecía subconsciente porque cualquier manifestación racista o xenófoba no es permitida en Estados Unidos, aunque al señor Trump sí le fue permitida sin penalización alguna. Ello ha dado pie a que gran parte de la sociedad se haya manifestado en el mismo sentido; no públicamente, claro, porque no todos tienen los privilegios del señor Trump, pero sí en secreto; en el secreto del voto, que ese es privilegio de todos.
La inseguridad de la que hablo tiene dos fuentes bien identificadas y muy diferentes entre sí. Una es la inseguridad por la amenaza terrorista, y apuntan claramente a la comunidad musulmana. Y es claro que una inmensa mayoría de esta comunidad son inmigrantes que buscan simplemente su oportunidad en el país de las oportunidades, y que no supone amenaza alguna, pero existen también argumentos para sospechar que una pequeña minoría de esa comunidad sí pueda suponer una amenaza, y, aunque para las autoridades pueda resultar más fácil identificarlos, para la sociedad no. Y sería bueno para todos que la mayoría de esa comunidad se manifestara abiertamente en contra de su propia minoría sospechosa, generaría confianza, pero eso es algo que no sucede.
La otra fuente de inseguridad, la que nos atañe a nosotros, apunta a la comunidad latina. Seguro que nosotros, como latinos, somos capaces de entender muy bien la inseguridad que se refiere a la comunidad musulmana, pero me temo que no tan fácilmente somos capaces de entender la que nos atañe a nosotros. ¿Por qué la inmigración latina genera inseguridad? Hace algún tiempo el señor Trump decía que somos traficantes de droga, criminales, violadores… y no sé cuántas cosas más. Lo decía de los mexicanos, pero sabemos que para los norteamericanos, del río Grande hacia el sur todos somos mexicanos.
Por supuesto que semejante afirmación es tan errónea y ofensiva como decir que todos los árabes son terroristas. Sin embargo, es claro también que tienen argumentos para sospechar que una pequeña minoría de la comunidad latina sí pueda suponer una amenaza en ese sentido. Argumentos hay de sobra. Veamos, en cuanto al tráfico de droga, desde los años 80 no hay más que ver de dónde viene, por dónde entra, y quienes la distribuyen para entender dicha amenaza. En cuanto a la criminalidad y las violaciones, naturalmente que la mayoría de latinos no son criminales ni violadores, pero ¿No habrá una minoría suficientemente significativa en situación de riesgo de cometer crimen o violación?
Pensemos un poco. Esa es una situación bastante habitual en nuestros países latinos, no lo vamos a negar; en ciertos niveles sociales demasiado habitual; casi forma parte de su subcultura. Y precisamente es de esos niveles sociales de donde proceden la mayoría de los inmigrantes indocumentados. Y emigran sin más que lo puesto, pero incluyendo su cultura, sus hábitos, y su, generalmente, escasa instrucción. Una vez en Estados Unidos, la brecha educativa, la barrera lingüística, y, sobre todo, la situación de ilegalidad que les obliga a vivir, en alguna medida, ocultos, les dificulta enormemente la posibilidad de entender que en el nuevo país las cosas son de una forma muy distinta, y adaptarse a la misma. Es un tema que da para mucho y hablaré más de él.
Acerca de la Dra. Mendoza
Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y
Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas
en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993,
en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el
ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la
colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones
también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad
de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra
infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas
especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también
con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir,
Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador.
He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la
atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de
reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El
Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido
en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con
otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido
establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a
distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo
cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque
esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en
ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos.
Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la
prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y
dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de
experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el
desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy
fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió
en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó,
e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental
que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.