Mostrando entradas con la etiqueta España. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta España. Mostrar todas las entradas

sábado, 5 de abril de 2014

LA PÉRDIDA DE SOBERANIA DE LAS NACIONES A TRAVÉS DE LOS MEDIOS Y MERCADOS EN UN MUNDO GLOBALIZADO (CASO ESPAÑA)

Tomado de esglobal


FRENTE A MEDIOS Y MERCADOS, EL PODER DE LA COMUNICACIÓN

¿Cómo los políticos pueden lidiar con actores no democráticamente elegidos?
Por Elena Herrero-Beaumont
La globalización económica ha dejado de ser un concepto abstracto para la mayoría de los españoles. El impacto que tiene en nuestras vidas es evidente desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Es un iPhone fabricado por Apple la alarma que nos despierta cada mañana. Y un titular del diario Financial Times lo que leemos mientras desayunamos. La ya manida prima de riesgo domina la agenda política del Gobierno y es la mejor medida de su triunfo o fracaso. Pero ¿para quién?
Más de 300.000 manifestantes convocados por la izquierda y los sindicatos reivindicaban la dignidad del pueblo el 22 de marzo en las principales avenidas de Madrid. Pero muchos de sus mensajes no iban dirigidos al Gobierno español. “La crisis que la paguen los banqueros,” chillaban. “No al pago de la deuda”, “Fuera los gobiernos de la Troika,” protestaban. El Ejecutivo de Mariano Rajoy no aparecía como el blanco directo de la queja. Ese día fuimos testigos de un pueblo que grita por su dignidad pero, en parte, sin entender a quién. Sus gritos eran gritos huérfanos.
El sociólogo británico Anthony Giddens no pudo expresar esta situación mejor en su libro Runaway World: How Globalization is Reshaping our Lives publicado en 1999. En el capítulo donde describe cómo la globalización está afectando a las democracias, Giddens concluía: “Las naciones han perdido la soberanía que un día tuvieron y los políticos han perdido la capacidad para influir en los acontecimientos”.
La pérdida de soberanía y de capacidad de influencia de nuestros Estados y gobernantes sobre el territorio o la toma de decisiones es la consecuencia de un proceso por el que otros actores han ido acumulando capacidad de poder. Surge aquí una dinámica entre los gobiernos y dos poderes no democráticamente elegidos de origen anglosajón: la prensa económica y los mercados financieros.
Esa dinámica comenzó a hacerse especialmente visible en las economías europeas a raíz de la crisis financiera de 2008. Según un ensayo que publicó el semanario británico The Economist a principios de marzo, dicha crisis es la primera razón del deterioro de la democracia, y a ésta le sigue el auge de China. Antes del estallido de la crisis, explica la revista, los gobiernos occidentales se habían embarcado en una espiral de gasto público para financiar un sin fin de derechos que componen el llamado Estado de Bienestar. El resultado es una democracia vinculada a la deuda y a la disfunción.
Esa fue la democracia que llegó a su máximo esplendor en la segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero. A lo largo de ese periodo de tiempo, Rodríguez Zapatero consiguió desafiar a los mercados en una primera etapa. A pesar de los signos que le lanzaban del mundo financiero internacional, el ex presidente quiso dar continuidad a las políticas de gasto público y para ello decidió cesar al ministro de Economía de entonces, Pedro Solbes, por estar más alineado con la agenda internacional promotora de un giro en la política económica española.
Sin embargo, en una segunda etapa de esa misma legislatura, que arrancó en mayo de 2010, el ex presidente español finalmente cambió el rumbo de su política económica y anunció un conjunto de medidas contrarias a su ideario socialista, la más representativa: bajarles un 5% el sueldo a los funcionarios españoles. ¿Por qué decidió hacerlo en ese momento? Sin duda por la presión política que ejercieron sobre el líder español los socios europeos encabezados por el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet,  para que tomara las medidas necesarias, a la que se sumó la presión del presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
Pero la presión fundamental la ejercieron los mercados. “Bruselas por sí misma habría tardado dos años más en presionar a los gobiernos periféricos a cumplir con los objetivos de déficit de manera estricta y a introducir medidas que garantizasen la sostenibilidad de las finanzas públicas,” me dijo en una entrevista un gestor de fondos de Londres. Y éstos hicieron uso de la prensa económica anglosajona para lograrlo. “La idea era crear el efecto mercado en contra del político, crear el ruido, que es emocional, y que tiene un impacto determinante en el comportamiento inversor,” me comentó un gestor.
El punto álgido de dicha presión llegó con el cambio del artículo 135 de la Constitución española en septiembre de 2011. Por la vía de urgencia y con el total acuerdo de gobierno y oposición, España se comprometió ante la comunidad internacional a no gastar más de lo debido.
¿Qué intereses concretos tenían los medios y mercados anglosajones? “Proteger sus inversiones,” afirmó otro gestor. Había importantes razones macroeconómicas por las que los mercados reaccionaron negativamente frente al euro, sobre todo a partir de la rebaja en la calificación de la deuda griega. Determinados gestores añaden que en este marco de incertidumbre sobre la sostenibilidad de la deuda soberana, la gestión del presidente Rodríguez Zapatero despertaba aún más desconfianza.
Antonio Garrigues, en la Tercera de ABC de septiembre de 2012 titulada “El Rescate de Europa” decía, “Aunque no pueda ni deba hablarse de una conspiración contra el euro, la verdad es que no hay día en que los medios de comunicación anglosajones no cuestionen directa o indirectamente las posibilidades de supervivencia de una moneda que nació sin una base realista ni una estrategia clara. De la debilidad del dólar y la libra, ni una sola palabra. […] serán los mercados, cien por cien anglosajones, los que acabarán decidiendo nuestro futuro”.
En esta misma línea, el sociólogo Manuel Castells, en su libro Communication Power, afirmó que el mercado financiero global funciona en general según su propia dinámica, sin el control del regulador o de las corporaciones, y así disciplina y moldea la economía global.
Si esto es así, ¿qué futuro les depara a los políticos y, en último extremo, al funcionamiento democrático en general? Para los jóvenes con aspiraciones políticas, todavía hay espacio para la acción.
“Creo que hay muchas cosas que se podrían hacer aún desde el poder-nación para dominar a los poderes no elegidos democráticamente”,  decía recientemente un afiliado al Partido Socialista Español (PSOE) con aspiración a ser diputado en el Congreso. Desde su perspectiva, la percepción actual que la clase política española tiene de estos poderes (que tienen más capacidad de influencia y decisión) reduce aún más su margen de maniobra.
Por su parte, un diputado del Partido Popular (PP) sigue creyendo que el regulador es el poder dominante. “Quién derogó el Glass-Steagall Act fue el regulador norteamericano,” afirmó en una entrevista. “Si el regulador norteamericano hubiera establecido un fondo federal de garantía de depósitos y no hubiera optado por unificar la banca comercial y la banca de inversión, no estaríamos donde estamos”.
En cualquier caso, su reto está en ir ganando posiciones en la economía global. Para ello han de ser buenos gestores, eso sin duda. Las políticas de gasto del ex presidente Rodríguez Zapatero eran insostenibles para los mercados y para la ciudadanía española. Pero si además quieren abrirse un espacio de acción mayor del que disponen en la actualidad, han de aprender a dominar el lenguaje de los medios de comunicación internacionales. Éstos son los principales mensajeros de los mercados. La comunicación estratégica internacional se convierte en herramienta de poder y de influencia necesaria y esencial. A través de una buena gestión y de una comunicación estratégica que sepa contarla en el mundo internacional es como nuestros gobernantes pueden cambiar el curso de nuestra historia. 

domingo, 30 de marzo de 2014

La Mara Salvatrucha se expande en España con miras a hacerlo en toda Europa

Tomado de El País
Los tatuajes forman parte de la simbología de los miembros de la mara Salvatrucha. En las fotos, pierna de uno de los detenidos con un tatuaje que representa al Joker; otro con la Virgen de Guadalupe; y los tres puntos en la mano que prueban la pertenencia a este peligroso grupo.
La mara Salvatrucha arraiga en España
Una operación de la Guardia Civil alerta sobre la presencia de dos cabecillas de esta peligrosa organización, que pretendía lavar dinero sucio en Alicante
También Lea:
Por Jesús Duva

“La mara Salvatrucha es una auténtica mafia latina”. Lo asevera un oficial del Servicio de Información (antiterrorista) de la Guardia Civil que ha participado en la Operación Cruasán. En ella fueron detenidos hace unos días 35 presuntos integrantes de esta temible organización criminal de origen centroamericano. “Es la primera operación que se realiza en España contra las auténticas maras. Las que ha habido anteriormente eran imitaciones”, afirma.
Las maras son originarias de El Salvador y Honduras, si bien su auténtica matriz se halla en Estados Unidos, a donde emigraron en torno a 1970 miles de guerrilleros y militares centroamericanos, acostumbrados a matar. Estos controlaban el tráfico de drogas, armas y personas. Tras la firma de la paz entre la guerrilla y el Ejército, miles de salvadoreños fueron deportados a su país al no encajar ya como asilados políticos en Norteamérica. En la actualidad se calcula que hay unos 300.000 mareros (pandilleros) en El Salvador, Honduras, Guatemala y, en menor medida, en Nicaragua, según la Guardia Civil.
“Es una auténtica mafia latina”, asegura un oficial antiterrorista
La Pandilla 18 y la mara Salvatrucha, conocida como MS13, son las más sobresalientes. La Salvatrucha —nombre que procede de Salva, abreviación de El Salvador; y trucha, que significa gente lista— opera en Centroamérica y en 22 Estados de México.
Las maras se articulan en clicas o células compuestas cada una de ellas por entre 40 o 50 individuos, muy jerarquizados y residentes en el mismo barrio. La cúpula internacional está integrada por 30 jefes, según fuentes de la policía salvadoreña.
La policía y la Guardia Civil han detectado clicas “consolidadas” en Barcelona, Tarragona, Gerona, Madrid, Alicante, así como “indicios de implantación” en Cáceres, Melilla, Castellón, Lleida y Valencia.
“El incremento de esta implantación obedece a una estrategia dirigida por líderes de origen centroamericano, que dependen jerárquicamente de los de sus países natales y de los Estados Unidos, desde donde controlan las clicas existentes en España”, según un informe policial.
La operación Cruasán empezó a gestarse en el verano de 2012, tras el intento de asesinato de un joven pandillero de los Latin Kings en los lavabos de un local nocturno del puerto de Alicante. Fueron detenidos ocho jóvenes, entre ellos uno que dijo haber pertenecido a la mara Salvatrucha. El oficial de la Guardia Civil explica cómo comenzó todo: “El Ministerio del Interior entendió que aquí había algo muy serio, algo que podía desestabilizar al Estado, y encargó las investigaciones al Servicio de Información” (especializado en lucha contra el terrorismo). Saltaron las alarmas.
“Lo que se había detectado hasta ahora en España eran pseudomaras o imitadores de mareros, de generación espontánea y sin vinculación real con la auténtica mara”, sostienen varios informes del Ministerio del Interior. “Sin embargo, la operación Cruasán ha evidenciado la primera maniobra de implantación real de la mara Salvatrucha en Europa, concretamente en España”, agregan. La operación de la Guardia Civil, según fuentes del instituto armado, ha destapado dos aspectos relevantes. Por un lado, la llegada a España de dos cuarentones, supuestos delegados de la organización central (uno detenido en Barcelona y otro en Ibi, Alicante). Y, por otro lado, el descubrimiento de documentos que supuestamente demuestran el envío de dinero desde El Salvador para montar en Alicante una red de bares y restaurantes. El objetivo último de este entramado empresarial, según fuentes de la Guardia Civil, sería poder disponer de un sistema de lavado de dinero procedente de sus actividades delictivas.
Las alarmas del Ministerio del Interior saltaron en el verano de 2012
Los dos presuntos embajadores asentados en España —uno de ellos apodado Virus y residente en Barcelona— tenían la misión de controlar las diversas células. “Ese es un salto cualitativo muy importante, ya que anteriormente solo veían a España cabecillas para reuniones de adoctrinamiento. La presencia de estos dos individuos nos lleva a pensar que pretendían convertir España en la plataforma para ampliar su actividad a otros países europeos”, señala el mando de la Guardia Civil.
La investigación, que aún se halla bajo secreto judicial, apunta a que la Salvatrucha no es un conjunto de simples pandilleros juveniles, violentos y desarraigados. El temor del Ministerio del Interior es que, aprovechando su férrea estructura jerarquizada, se dediquen a cometer robos, tráfico de drogas y extorsiones.
El juzgado de instrucción número 1 de Ibi ha decretado el encarcelamiento de 18 de los detenidos en la redada, entre los que hay salvadoreños, rumanos, ecuatorianos, bolivianos, hondureños, paquistaníes, búlgaros y marroquíes. Los encargados del caso, que les acusan de formar parte de una organización criminal, solo hallaron en su poder armas simuladas, aunque creen que poseen escondites con armas reales.
Este tipo de grupos violentos suele generar graves problemas de seguridad y desestabilización social. En España no ha ocurrido aún quizá porque el clima social es muy diferente del de sus países de origen, según varios expertos.
Un investigador resalta la peligrosidad de estos pandilleros con el ejemplo del salvadoreño Juan Elías García, un veinteañero de la Salvatrucha, que fue arrestado hace cuatro días en Nicaragua. Estabaentre los 10 más buscados por el FBI, que ofrecía por él una recompensa de 100.000 dólares. Está acusado del asesinato de Vanessa Argueta, de 19 años, y su hijo de dos años, Diego Torres, en febrero de 2010 en Nueva York.



domingo, 23 de marzo de 2014

Fallece Adolfo Suárez, gran reformador español de los tiempos modernos

Tomado de El País

 Muere Adolfo Suárez, el líder que cambió la historia de España


Fallece a los 81 años el primer presidente del Gobierno de la democracia, que dirigió el cambio de un Estado dictatorial hasta la democracia

Por Joaquín Prieto

Fue el coraje hecho persona y el más firme defensor de los valores del diálogo y del consenso. Pero por encima de todo, Adolfo Suárez González, que ha fallecido este domingo 23 de marzo a los 81 años tras una larga enfermedad neurodegenerativa, entra en la Historia por haber dirigido un auténtico cambio en el curso de los asuntos públicos de España, que transitó desde el Estado dictatorial hasta la democracia constitucional en solo dos años y medio, a pesar de la intensidad de los esfuerzos de la extrema derecha y del terrorismo de ETA y del GRAPO para impedirlo, y de las conspiraciones de franquistas atrincherados en el inmovilismo.
El portavoz de la familia, Fermín Urbiola, con la cara desencajada ha hecho el anuncio oficial a las puertas de la clínica Cemtro de Madrid ante los medios congregados. Urbiola, en un breve parlamento, ha tenido que improvisar la confirmación de la muerte del expresidente y ha dado las gracias en nombre de la familia, informa Fernando J. Pérez. Los médicos han precisado que ha fallecido por el "deterioro neurológico".
La capilla ardiente para despedir al expresidente estará instalada desde este lunes a las diez de la mañana y durante 24 horas en el Congreso de los Diputados, donde la bandera ondea ya a media asta. Al día siguiente, el féretro con los restos de Suárez será trasladado a la catedral de Ávila, donde se celebrará una misa en su memoria y será enterrado en el claustro del templo junto a su esposa y junto al que fue presidente de la República en el exilio, el historiador Claudio Sánchez Albornoz. Además, el Gobierno ha decretado tres días de luto oficial, según ha anunciado el presidente, Mariano Rajoy.
Todos los partidos políticos de todo el espectro ideológico han reconocido el papel de Adolfo Suárez y su aportación a la democracia.Al reconocimiento de las formaciones políticas se sumaron los presidentes autonómicos con comunicados o declaraciones. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha asegurado que el "mejor homenaje" que los españoles pueden rendir a Adolfo Suárez tras su fallecimiento es "seguir el camino que él marcó: de entendimiento, de concordia y de solidaridad entre españoles".
El hombre que capitaneó la Transición
Un golpe de timón del rey don Juan Carlos fue precisamente lo que desbloqueó el camino de una reforma política que tuvo muchos padres. Suárez había redactado una hoja de ruta de la futura democracia, “unas cuartillas” que puso en manos del Rey en el mayor de los secretos, según afirma su círculo íntimo. Esa versión contrasta con las Memorias póstumas de Torcuato Fernández Miranda, el maduro profesor que ofició de mentor político de don Juan Carlos en sus primeros años como Rey, en las que se atribuye a sí mismo el papel de diseñador de la Transición. Líderes de la izquierda, como Felipe González y Santiago Carrillo, también participaron de lleno en las decisiones de la Transición, y aunque más tardíamente, también hay que reconocer el papel de Manuel Fraga.
Pero lo cierto es que nada hubiera sido posible si Suárez, al frente del segundo Gobierno del Rey, hubiera titubeado o se hubiera atascado en la conducción del proceso durante el año escaso que transcurrió entre su nombramiento como jefe del Gobierno y las elecciones del 15 de junio de 1977. Decidió una primera amnistía de presos políticos, disolvió el Movimiento Nacional, legalizó a los partidos que pugnaban por la democracia; socialistas y comunistas contuvieron a los más radicales y Suárez se fajó para que las estructuras franquistas se hicieran el haraquiri, como un general que tuerce el brazo a sus tropas, siempre por el procedimiento "de la ley a la ley". De ahí la inquina que le guardaron los elementos inmovilistas.
El rey Juan Carlos y el presidente del Gobierno Adolfo Suárez, en 1976.
Don Juan Carlos despidió a Carlos Arias, su primer presidente del Gobierno, el 30 de junio de 1976. Este no había presentado la dimisión, pero tampoco se resistió. En las jornadas sucesivas, Fernández Miranda maniobró para hacer posible que los consejeros del Reino incluyeran el nombre de Suárez en el trío de propuestas para nuevo presidente("terna", en la jerga de la época). Era un asunto delicado porque, según la legislación de la dictadura, el jefe del Estado solo podía designar a uno de los tres que le propusiera aquel órgano dominado por franquistas de toda la vida. De ahí la habilidad con que Fernández Miranda condujo las deliberaciones para que el nombre de Suárez figurase como si fuera de relleno. Al término, anunció: "Estoy en condiciones de ofrecer al Rey lo que me ha pedido", sin especificar en qué consistía. El secreto se guardó hasta el día en que el Monarca convocó a Suárez a La Zarzuela para pedirle "el favor" de aceptar la presidencia del Gobierno. Y al futuro conductor de la Transición solo se le ocurrió esta primera respuesta: "¡Por fin!".
Suárez contaba entonces con 43 años. Criado políticamente en el Movimiento Nacional (el partido único de Franco, un magma de falangistas, sindicalistas verticales y cargos públicos), llevaba nueve dedicado a la política. Había comenzado como procurador en Cortes (hoy, diputado) por Ávila, su provincia natal, hasta desempeñar la secretaría general del Movimiento en el primer Gobierno del Rey. Una trayectoria con poco brillo y demasiada juventud para la élite intelectual y funcionarial de la época, que compartió con la oposición clandestina, sin quererlo, la impresión de que el Rey había cometido el error de su vida.
ATLAS

"Obrad sin miedo"

Eso dijo el Rey en la primera reunión del Consejo de Ministros formado por Suárez, según testimonio de su entonces vicepresidente, Alfonso Osorio. No habían transcurrido dos semanas desde la designación cuando el nuevo Ejecutivo anunció la celebración de elecciones en menos un año, y se fijó el plazo máximo del 30 de junio de 1977. Abandonada la titubeante reforma política del Gobierno anterior, el nuevo proyecto pasaba por establecer un objetivo más claramente democrático. La base para ello salió del cerebro de Fernández Miranda, lo que él mismo llamó el documento "sin padre". Por corto que parezca ahora el objetivo, se trataba de elegir un Parlamento por sufragio universal, por primera vez desde 1936. Para conseguirlo era necesario que las Cortes franquistas lo aprobaran por mayoría de dos tercios. En el intento de salvar obstáculos, Suárez protagonizó el 8 de septiembre una reunión con el alto mando militar de la que salió la versión de que el presidente había prometido no legalizar al PCE. Por eso cuando lo hizo, nueve meses más tarde, una parte del alto mando se sintió traicionado y le pareció pretexto suficiente para protagonizar un conato de rebelión.
Primero fue la ley de reforma política, negociada no con la oposición ilegal -aunque se le tuvo al corriente- sino con Alianza Popular, el grupo que acababa de fundar Manuel Fraga y que contaba con 200 procuradores en las Cortes franquistas. El 18 de noviembre de 1976, una gran mayoría de procuradores en Cortes (425 a favor, 59 en contra, 13 abstenciones) aprobó la ley que autorizaba al Gobierno para convocar elecciones a Congreso y Senado, salvo 40 senadores reservados a la designación del Rey. Inmediatamente se convocó un referéndum de ratificación, que contó con una participación del 77% (pese a la abstención solicitada por la oposición), de los cuales votó a favor el 94%.
ATLAS
Suárez consiguió una gran victoria tras torcer el brazo a sus propias tropas. Ese triunfo reforzó al presidente del Gobierno frente a Fernández Miranda, que se había limitado a actuar en la sombra. Ahí comenzó el distanciamiento entre los dos. Suárez tomó decididamente las riendas de la negociación de las condiciones en que iban a celebrarse las primeras elecciones, la legalización de los partidos clandestinos (no todos, pero sí los que se suponía más potentes) y los preparativos para las urnas. El terrorismo de ETA, de los GRAPO y de la extrema derecha se abatió sobre el incipiente proyecto democrático, pero eso no impidió la legalización de los principales grupos de izquierda que iban a ser la base de la estructura política del Estado reformado. El 9 de abril de 1977 quedó legalizado el Partido Comunista, poco después de que fuera retirado el gigantesco yugo y las flechas instalado en la madrileña Alcalá 44, la sede del partido único (hasta entonces).
El 11 de abril dimitió el ministro de Marina, almirante Pita da Veiga, y el 12 se produjo la reunión del Consejo Superior del Ejército que expresó la "repulsa general" a la legalización del PCE "en todas las unidades del Ejército". La publicación de este comunicado militar coincidió con la primera reunión pública del PCE en Madrid, que trató de contrarrestar la movida militar colocando la bandera rojigualda en la misma sala donde estaba la bandera roja. Su secretario general, Santiago Carrillo, hizo una ostensible declaración de reconocimiento a la Monarquía. La mayoría de la prensa, que en enero había publicado un editorial conjunto contra la desestabilización, volvió a difundir otro en abril, No frustrar una esperanza, en defensa de la democracia y de la neutralidad de los militares.
El presidente del Gobierno confirmó la voluntad de ir a las elecciones. Él mismo quiso competir en ellas: carecía de partido político alguno, pero desembarcó en una coalición de 14 grupos (democristianos, liberales, socialdemócratas) que pululaban bajo el nombre de Centro Democrático y, sobre la base de desplazar a su figura principal, José María de Areilza, se alzó con el mando de la improvisada UCD. También entró ahí mucha gente suya, a la que se llamó los azules por el color de la camisa falangista. De la campaña a las elecciones de 1977 data una de sus frases más famosas, "puedo prometer y prometo", sugerida por su colaborador Fernando Ónega.

Bipartidismo imperfecto

Los resultados del 15-J diseñaron aquel "bipartidismo imperfecto" que perdura todavía, con un partido dominante pero sin mayoría absoluta (UCD) que obtuvo 166 diputados, en todo caso muchos más que la Alianza Popular de Manuel Fraga, que se quedó en 16. Mientras, el PSOE se alzaba con la hegemonía de la izquierda, 118, frente al PCE de Santiago Carrillo, que logró 19. La coalición nacionalista de Jordi Pujol obtuvo 11 y el PNV, 8.
Sin mayoría absoluta, pero al frente de la fuerza dominante (UCD), Suárez se lanzó en múltiples direcciones. Por una parte trató de reforzar su autoridad sobre UCD, empujando a sus diversos partidos hacia la disolución a favor de la unidad, apoyándose para la tarea de gobierno en un número dos de confianza, Fernando Abril Martorell. Por otra, reconoció la legitimidad de la Generalitat de Cataluña en la persona de su presidente en el exilio, Josep Tarradellas. Y al tiempo, lanzó a la arena pública el invento del "consenso", cuyo primer fruto fueron los pactos de la Moncloa (otoño de 1977), que reunieron a un amplio abanico de partidos y sindicatos en un acuerdo frente a la crisis económica.
ATLAS
La Constitución fue el segundo fruto del consenso. Fue elaborada a lo largo de 1978, mientras la derecha y parte de los centristas rechinaban contra Suárez, su poder y su actitud presidencialista. El malestar militar iba en aumento y el terrorismo etarra dejó bien claro su intento de acabar con la incipiente democracia. En esas condiciones se cerró el acuerdo de la Constitución y se celebró el referéndum por el que se aprobó, el 6 de diciembre de 1978.
Ni la participación en el referéndum fue demasiado elevada (67%) ni se consiguió el apoyo del PNV al texto constitucional, que optó por la abstención en el País Vasco. En todo caso, se consideró un gran triunfo haber llegado a promulgar una Carta Magna elaborada con participación activa de la derecha (AP), el centroderecha (UCD), el socialismo, el comunismo y el nacionalismo catalán. Pero ahí se acabó el consenso. A partir de ese resultado compartido, cada sector político decidió continuar su propio camino. El presidente disolvió las Cortes constituyentes, convocó nuevas elecciones y volvió a ganarlas en marzo de 1979, en términos similares a las precedentes: sin mayoría absoluta, pero otra vez en posición dominante.

El tren se atasca

El resultado de las elecciones de 1979 marcó una ruptura nítida entre Adolfo Suárez y el grupo socialista situado en torno a Felipe González, cargada de consecuencias para el futuro. Suárez cerró la campaña electoral con una intervención televisada en la que atacó al PSOE como un defensor del "aborto libre", "la desaparición de la enseñanza religiosa" y "una economía colectivista". Felipe González le devolvió la pelota en la sesión de investidura de Suárez, exhibiendo su pasado en el Movimiento Nacional. Un año más tarde, la moción de censura socialista contra Suárez no obtuvo votos suficientes para derribarle, pero le fragilizó. Las posiciones dentro de UCD se dividieron; la ley del divorcio y la del Estatuto de Centros Docentes tropezaron con la oposición interna de los democristianos. La opinión publicada de la época usó las palabras desilusión y desencanto para referirse a la situación del país en 1980. El ambiente de confusión y malestar caló en la opinión pública, que retiró rápidamente el apoyo a Suárez, según las encuestas de la época.
Si la clave del consenso había sido una reforma democrática compartida por la derecha civilizada, la izquierda y el nacionalismo catalán, a finales de 1980 el presidente del Gobierno ya no tenía fuerza para convencer a los barones de su propio partido. Las conspiraciones militares y cívico-militares avanzaban a buen ritmo. Los principales banqueros presionaban a parte de UCD para que abandonara a Suárez —que acaba de implantar una política fiscal digna de tal nombre—. "Querían que nos incorporásemos a la derecha pura y dura, es decir, al grupo de Alianza Popular", ha explicado el democristiano Fernando Álvarez de Miranda en sus Memorias. El trato entre el Rey y Suárez se enfrió: el presidente quería ser el responsable constitucional de un Rey que se le escapaba, fiel a la idea de que prefería atribuir los éxitos del Gobierno a la Corona y sus fracasos, al propio Gobierno. Y el terrorismo etarra continuaba su tarea de demolición implacable de la confianza en la democracia.
A finales de enero de 1981, Adolfo Suárez decidió tirar la toalla y renunció a la presidencia del Gobierno. Esto aceleró el nerviosismo de los implicados en las diversas conspiraciones militares en marcha. Desconocedor de lo que se tramaba, asistió como presidente dimisionario a la segunda y definitiva votación de investidura de su sucesor, Leopoldo Calvo Sotelo, el 23 de febrero de 1981, cuando el entonces teniente coronel Antonio Tejero asaltó el Congreso al frente de cientos de guardias civiles. Ahí resurgió el mejor Suárez, el hombre arrojado que se enfrentó a los asaltantes sin más respaldo que el de su valor personal frente a las armas sublevadas.
Adolfo Suárez jura su cargo ante el Rey en 1976. / EL PAÍS
Salió prestigiado de aquella prueba, pero en realidad fue su canto del cisne: el animal político de raza intentó recuperarse y ya no pudo. España dejó caer al líder genial, considerando que su tiempo había pasado y otros protagonistas pugnaban por abrirse paso. Todavía construyó otro partido, el Centro Democrático y Social (CDS), pero los resultados fueron mediocres. Suárez se retiró del primer plano de la política en 1991 y se refugió en un discreto despacho profesional como abogado. En 2003 empezó a sufrir los síntomas del Alzheimer y la noticia, mantenida en la discreción por su primogénito, Adolfo, se hizo pública 1 de junio de 2005.
Y a partir de entonces todo han sido homenajes y reconocimientos al estadista, al hombre adecuado en el momento oportuno, sublimado en la consideración pública por la nostalgia de un tiempo en que los conflictos políticos se resolvían por el diálogo y la negociación, en una España donde la crispación era de los extremismos y no afectaba a las corrientes centrales de la política. En todo caso, nadie puede regatearle méritos a Adolfo Suárez en la obra de haber conducido el tren de la Transición sin que descarrilara. Y sin conocer la vía por la que circulaba. Como recuerda su biógrafo Juan Francisco Fuentes, Adolfo Suárez había dicho que no había modelos nacionales o internacionales que pudieran servir de falsilla para la transición española, y por eso dijo:  "Nosotros fuimos nuestro propio antecedente".
Noticias relacionadas