Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
La clase media, las más activa de todos los estratos sociales, ha sido siempre la que sostiene a la economía, los valores y las actividades de los países.
Los ricos (clase alta), por el poder que ejercen, pueden evadir muchas acciones que no desean que les suceda. Y los pobres (clase baja) no están en posición de dar -ni en capacidad ni en deseo-, pues la cultura les ha otorgado un rol de vivir del proteccionismo del Estado, que de alguna manera utiliza esta clase para generar movimientos a favor del Estado u organizaciones que dependen del estado de alguna forma.
En otras palabras, la clase media juega un rol vital. Por ejemplo, se preocupa por controlar el número de dependientes por hogar, es decir que utiliza más los servicios de planificación familiar.
La clase baja, salvo excepciones, no tiene control de los nacimientos, ya sea por falta de recursos, machismo y poco sentido de responsabilidad hacia su progenie. Esto, sobre todo, se observa en los varones o parejas parentales. De hecho, hablar de pareja parental en las clases menos favorecidas es utópico, ya que generalmente vemos a la madre sola que es embarazada por diferentes parejas, teniendo las madres una búsqueda incesante de un hombre que se quede en el hogar, algo difícil, ya que ellos suelen ser aves de paso que dejan hijos regados por todas partes.
El Estado debería incentivar los métodos de planificación familiar y sobre todo el cambio de pensamiento cultural de aquellas que piensan que un hombre en su vida es básico, por más que sea un irresponsable.
Todavía prima el pensamiento del hombre de que debe dejar huella de que estuvo allí embarazando a las mujeres. Eso solo se consigue erradicar con educación, y muchas veces es a lo que menos acceso tienen las personas de este estrato social. Pero ese es tan solo un aspecto que implica el riesgo que millones de personas de clase media acaben perdiendo su estatus para caer en la grada más baja.
Nada más lejos de aquella frase que inmortalizó Aristóteles y que decía que “la comunidad política más perfecta es una en la que la clase media está en control, y supera en número a las otras clases”.
A la hora de buscar factores del declive de la clase media hay que mirar hacia arriba. Sin duda la gran responsable es la clase dominante y rica, que se ha vuelto cada vez más ambiciosa. Ellos preparan a sus hijos para ser ejecutivos -sobre todo vigilar- de sus empresas mientras tienen a personas realmente preparadas a su cargo y que reciben sueldos ínfimos y desalentadores.
Asimismo, además de la labor de las religiones, incluye el peso de los grupos de poder que propician el crecimiento indiscriminado de la población simplemente para tener una fuerza laboral económica más numerosa, aunque luego algunos terminan siendo vagos o criminales. Actualmente, muchos de ellos acaban afiliados a las pandillas, que son grupos de poder muy organizados que están lacerando aún más a la clase trabajadora.
Aunque podríamos localizarla en América Latina, esta crisis de la clase media es global, pasa en Japón, en Estados Unidos, en Europa... Basta ver los números en las estadísticas para darse cuenta.
Además, se refleja en hechos muy visibles. Ya los jóvenes no pueden ser independientes y continúan viviendo con los padres, cada vez más es necesario que ambos integrantes de la pareja trabajen y aún así los sueldos no bastan.
Y, desgraciadamente, está el endeudamiento de la clase media, que vive con las tarjetas de crédito al tope, en muchos casos para vivir una vida "de ilusión”. Todo lo tienen impagado y probablemente embargado -en caso de que no pueden pagar algo- porque la misma sociedad de consumo los empuja a comprar cosas que nos han vendido como imprescindibles, desde teléfonos de última generación hasta megapantallas, y que obviamente no lo son. Si a eso se le suma el gran aumento del desempleo que generó la pandemia y la recesión que se avecina, el panorama no es muy alentador.
Agonizando como está, la clase media sólo podrá resistir esta crisis con la ayuda de los poderosos y el despertar de la educación de las clases más desprotegidas. Se trata de una labor a largo plazo, en medio de tantas urgencias, que nos permitirá tener ciudadanos más conscientes.
Se necesita que aporten sus capacidades y riqueza humana no solamente para integrar grupos de control como la Policía, el ejército, sino grupos de personas proactivas que cambien la cultura de sus estratos y estimulen el crecimiento de clase media en las desfavorecidas a través de tener menos hijos y mejor preparados, a través del ahorro y el deseo de lograr mejores rendimientos.
A nadie le conviene una clase media en vías de desaparición, pero esto es algo que no se plantean los gobernantes ni los poderosos, mucho menos las clases menos privilegiadas. Quizás cuando se lo planteen sea demasiado tarde. ¿Quiénes sostendrán las economías? ¿Quiénes pagarán impuestos? ¿Quiénes harán llegar a sus hijos a la universidad para servir luego en las diferentes actividades del quehacer diario de los países? El equilibrio social está a punto de romperse, si no es que ya se rompió.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.