Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
Es indudable que los niños y jóvenes leen menos que antes. Lo
dicen los números de las investigaciones en América Latina
sobre hábitos de lectura (en México, por ejemplo, uno de los países con
índices más bajos, cada ciudadano apenas lee 1.9 libros al año). En un juicio
rápido, uno tendería a responsabilizar a los teléfonos celulares y sus
múltiples funciones como el factor
distractivo para justificar esta tendencia. Sin embargo, los principales
responsables de esta deficiencia son los propios padres.
Si hoy se lee menos es, básicamente, porque a los niños no se les
incentiva ni se les inculca el placer por la lectura. Y eso es un problema de los
padres, que en la mayoría de los casos tampoco leen. Es interesante porque
existe una gran cantidad de nuevos recursos y más fáciles de utilizar que
tomarse el tiempo de leerles a sus hijos. Incluso antes llevaban libritos con crayolas y los tenían tranquilos y
entretenidos por varias horas. Hoy, en cambio, le dan las tablets o lo que
tengan a mano que sea electrónico.
Muchos padres optan por la tecnología para sus hijos por
comodidad, como cuando usaban la televisión de "nana" para adormecerlos y calmarlos, solamente que
aquello era menos adictivo. El vínculo con la tecnología también es una
adicción e implica la falta de empatía por los seres humanos y de relacionarse
con ellos.
La falta de lectura en los niños tiene consecuencias nocivas que
quizás nadie advierte en el corto plazo: se disminuye la comprensión, se reduce el
vocabulario, lo mismo que el deseo de conocer cosas nuevas y con contenido
científico de verdad. Pasar por alto la lectura literaria produce un enorme
vacío. Puede que los niños de hoy a simple vista parezcan más inteligentes, pero es una ilusión óptica. En realidad
parecen programados por computadoras, porque no saben interpretar. Estamos
creando una sociedad de pericos electrónicos que repiten pero no razonan. No
saben hacer sinopsis y son cada vez más aislados unos de otros. En síntesis,
parecemos familias de robóticos bobos.
Sin embargo, de nada sirve añorar tiempos pasados y renegar de la
tecnología, ya que bien aplicada puede ser muy útil, sobre todo en cuanto a la lectura.
Para quienes gustan de los libros, plataformas como Kindle, iBooks o cualquier
otro “eReader” son de una utilidad enorme. No sólo son entretenidos y fáciles
de transportar sino que nos permiten acceder a una enorme biblioteca digital (algunos libros son gratis
y otros pagados) más allá del país en que nos encontremos.
Otra excelente opción que nos aporta la tecnología son los
audiolibros. Yo, particularmente, los uso para reforzar idiomas y como son leídos por buenos lectores
-en algunos casos actores famosos- y con una dicción muy fina, resultan muy
atractivos. Me encantan, pero no hay nada como la voz de los papis
(indistintamente si es mamá o papá) leyéndoles el cuento en la noche y pasando ese rato con ellos.
Por eso, para mí la receta es crearles el hábito de la lectura
desde pequeños, al principio con libritos con ilustraciones. Ayuda mucho que los padres
también lean, aunque sea el periódico. Es fundamental los padres controlen el
uso de la tecnología de sus hijos, que obviamente es el principal competidor de
los libros. Yo sugiero al menos una hora de lectura todos juntos en familia, aunque no sea todos los
días. Es una terapia que no falla.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones en
Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia
de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad
profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones
fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la
segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación
nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la
conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional
estigma.
Fui la primera
Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas
especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente
he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas,
Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o
Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de
U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo
acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la
Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología
actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y
teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del
mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia
regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes
que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos
acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque
después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida
de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está
muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que
vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se
independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.