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sábado, 1 de septiembre de 2018

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: NUESTRA RELACION CON LA COMIDA


Por Dra. Margarita Mendoza Burgos

Las películas, especialmente las de Hollywood, nos han enseñado que la depresión femenina, sobre todo en mujeres entre 28 y 40 años, se combate comiendo. Y más si es sola, frente a la TV, consumiendo un enorme bote de helado o uno de grasosa comida china. La primera imagen que se nos viene a la mente seguramente es la del sufrido personaje de El Diario de Bridget Jones, siempre en problemas sentimentales.

En fin, eso no es un mito ni un cliché. En términos generales es bastante cierto. El hecho de comer nos pone  felices y lo asociamos a nuestras primeros años, cuando nuestra madre nos alimentaba y nos reconfortaba... Alguna madres, incluso, utilizan en exceso este recurso, algo que también se suele aplicar en las guarderías. Por supuesto que no es un paliativo, es simplemente un modo de pasar el mal momento.

Tampoco ayuda utilizar la comida como premio o incentivo de forma constante, para los niños. Básicamente, lo mejor es usar diferentes motivaciones como salidas, compra de algo que les agrade y el alabar el esfuerzo. A medida que crezcan y maduren, sobre todo la satisfacción personal, de culminar metas y lograr objetivos.

En otros casos, en cambio, un mal momento genera el efecto contrario: se cierra el estómago y desaparece el  apetito. Esta suele ocurrir en gente más "orgánica", menos emocionalmente asociada a la idea que comida= satisfacción y bienestar.

En el factor orgánico el organismo rechaza la acción de alimentarse en una primera etapa de un problema, ya  que dirige, toda su atención a la resolución del problema, pero si la persona asocia la comida inicialmente a confort, se dirigirá primero a llenarse de la misma. El mecanismo interno que nos lleva a comer compulsivamente en estas situaciones es: Una compensación al hecho indeseable o traumático a través de la comida.

Podemos, en cierto modo, asociar la obesidad a la tristeza o la angustia. Como decimos, si esa sensación de  soledad “se resuelve” a través de la comida, entramos en una peligrosa espiral. Porque luego vendrá la angustia ligada al aumento de peso y la tristeza subsecuente, sin que se pueda romper fácilmente ese círculo vicioso.

Se necesita una nueva educación o entrenamiento para cambiar este recurso de comer por otro más adecuado para  canalizar nuestra frustración sin sentirnos culpables luego. 

Existen terapias de modificación de conducta para esto, como si se tratara de una adicción. De hecho, para  muchos humanos la comida se vuelve una adicción.

Ese peligroso círculo vicioso puede provocar, incluso, posteriores desórdenes alimenticios en una persona,  sobretodo cuando en casa se gira alrededor de las dietas, esquemas corporales estereotipados, y además no se fomenta el ejercicio.

Además de la comida, los estados de tristeza pueden desembocar en otras adicciones como  beber en exceso, fumar, juegos de azar o la compra compulsiva de ropa, especialmente en el caso de las mujeres. Esto no hace otra cosa que alimentar el círculo vicioso, ya que probablemente la ropa no le quedará como desean y el proceso se vuelve autodestructivo.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Consultas on line

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.

miércoles, 4 de julio de 2018

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: Quien mal anda, mal acaba...


Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
Hace unos días, cuando leía la noticia del asesinato del rapero XXXTentacion, de apenas 20 años, recordaba ese viejo dicho que reza “el que mal anda, mal acaba”. El músico, al que le dispararon -aparentemente fue víctima de un asalto-, es un típico caso de un ser conflictuado que trataba de salir a flote a pesar de sus problemas. Evidentemente fracasó en su intento. 

Estaba esperando un juicio por violencia doméstica tras un incidente con su novia embarazada y antes había estado bajo arresto domiciliario por agresión y acoso. 

Entonces surge la duda: ¿Se puede reconducir la conducta del ser humano? Sí, claro que es posible. Pero a mayor edad, más difícil. Lo primero que se requiere es voluntad. Si realmente el individuo no tiene intenciones de cambiar, la tarea es sencillamente imposible. En el caso de los niños es más fácil poder ilusionarnos con una recompensa, además de hacerlos sentir queridos y aceptados por sus mayores y sus pares. A medida que se hacen mayores, cada vez es más complicado. La ganancia de cambiar debe ser un trabajo o una actividad que les haga sentirse valiosos. 

Si hay una enfermedad concomitante, lo ideal es que se realice un tratamiento farmacológico de la misma. También psicoterapias, terapias de cambio de conducta con refuerzos positivos, pero todo debe ir orientado a reforzar la autoestima y valía de esa persona. Se debe, por supuesto, mejorar el control de la frustración y activar la voluntad de cambio. 

En estos días donde el Mundial de Rusia invade todas las pantallas, es inevitable pasar por alto el lamentable show de Diego Maradona en los diferentes estadios, desde la incitación a la violencia con gestos obscenos hasta su evidente descuido personal, siempre asociado a sus adicciones. Insisto: todos pueden cambiar, pero solamente si ellos lo desean. En el caso de las adicciones es más bien una conducta aprendida, reforzada por una sensación de bienestar y euforia que suele ser instantánea. Sin embargo, muchas veces acaba en frustración cuando las adicciones empiezan a dejar problemas o secuelas no deseables. 

En ese sentido, las compañías son fundamentales, para bien o para mal. Así como un entorno familiar sólido puede oficiar como escudo protector, las malas amistades son un verdadero caldo de cultivo para conductas desviadas. A menor autoestima y peor calidad de relaciones con figuras de autoridad como los padres o maestros, mayor influencia tendrán las malas compañías. 

En muchos casos, una solución son los centros de rehabilitación. Pueden ayudar, pero siempre y cuando sean menos represivos y estén dirigidos por personas que traten a los jóvenes con afecto y les brinden su amistad y trato con respeto, pero acatando normas. No funciona una disciplina exclusivamente militar sino una basada en el consenso y la empatía de todos. Es importante que las reglas no sean tan rigurosas ni demasiadas, pero sí muy claras. 

En casos más extremos, cuando el individuo acaba en la cárcel, las posibilidades de regeneración disminuyen considerablemente. Más allá del hacinamiento, el problema de los centros penales, y sobre todo en Centroamérica, es lo que ocurre entre bastidores. Cuando no están bajo el escrutinio de los guardas, desgraciadamente los reclusos se lastiman y abusan de los más débiles. Su única posibilidad de supervivencia es volverse malo y fuerte. Aunque son pocos los casos, aquellos que aprenden un oficio dentro de prisión, logran un triple objetivo: se alejan del ambiente violento, mantienen su mente ocupada y están preparados para una eventual salida en libertad. 

El joven rapero XXXTentacion era un ejemplo, pero su oscuro pasado llevó a otros a que le asesinaran. El suyo es un caso testigo: no es fácil la reinserción en la sociedad. 

Recomiendo escuchar de él, las canciones Sad , Changes y Save me.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.

domingo, 9 de abril de 2017

El insulto: reacción primaria usada como válvula de escape

Tomado de El País
Messi discute con el juez de línea Emerson Augusto de Carvalho en el partido de Argentina contra Chile

El psicólogo Nick Halam habla de cuatro grandes tipos de insultos: los destinados a restar méritos y valor, los que achacan estupidez, los que indican vicio y depravación, y los que sugieren que la persona insultada se aparta de las normas sociales.

¿Sirve para algo insultar?
Por JAIME RUBIO HANCOCK  

No insultó al juez de línea, sino “al aire”. Eso dijo Lionel Messi después de que se le impusieran cuatro partidos de sanción por increpar al asistente durante el encuentro que Argentina ganó 1 a 0 contra Chile.

El acta del partido habla de “palabras injuriosas”, aunque algunos medios han leído los labios del jugador y aseguran que dijo: “Tomátela, la concha de tu madre”. Por poco que sepamos del vocabulario argentino, queda claro que no son frases que nos gustaría oír dirigidas hacia nuestra persona.

A pesar de las alegaciones de Messi -que no es conocido por estas salidas-, generalmente no suele haber dudas cuando alguien nos insulta, tal y como explica a Verne el profesor de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid José Antonio Hinojosa, que está al frente de un grupo de investigación que estudia la relación entre emociones y lenguaje. Un insulto, apunta, es una expresión emocional negativa “muy intensa y cuyo significado compartimos todos”. Hablamos de estos improperios y no de sarcasmos más elaborados.

¿Pero por qué recurrimos al insulto? ¿Por qué Messi no prefirió decirle al juez de línea algo así como: “Disculpe, pero creo que su interpretación de los hechos no es la adecuada. Le rogaría una rectificación”? Vamos a intentar responder a esta pregunta usando el menor número de tacos posible. Pero, ya avisamos, alguno cae.

Una forma de regular nuestras emociones

Los insultos tienen una “función reguladora de las emociones”, explica Hinojosa. Y en un partido de fútbol hay mucha emoción: “Por un lado, hay activación fisiológica. Esto hace que los futbolistas estén más predispuestos a expresar sus emociones, tanto las positivas como las negativas”.

Además, el contexto permite la expresión de estas emociones. El público “contribuye a crear este ambiente emocional. Y cuanto más intenso sea, más intensa será también la reacción”.

El insulto está (más o menos) normalizado en contextos como los campos de fútbol, hasta el punto de que muchos trasladan esta actitud a los partidos en los que juegan niños. Equivocadamente, claro.
Una respuesta ante una amenaza

Recurrimos al insulto cuando “sentimos que algo amenaza nuestros objetivos”. Por ejemplo, cuando a Messi le hacen una entrada o el árbitro señala una falta o fuera de juego. Esto “frustra las metas” del jugador.

Cuando respondemos a una amenaza o a una frustración con un insulto, estamos intentando recuperar el estatus que hemos perdido, como sugiere el filósofo William B. Irvine en la revista Time. El insulto no eleva nuestra posición, pero sí busca rebajar la del objetivo de nuestros improperios.

Por supuesto, los insultos no son exclusivos de los campos de fútbol, sino que son extrapolables a otras situaciones en las que tenemos que regular nuestra emoción al enfrentarnos con una amenaza. A menudo recurrimos a ellos “cuando no podemos argumentar de otra manera”, explica Hinojosa. Es una “forma rápida de regular nuestras emociones”.

Una excusa

Lo bueno de los insultos es que “se entienden. Transmitimos información de forma rápida”. Por ejemplo, si estamos criticando a nuestro jefe y nuestro interlocutor no le conoce, un insulto es más fácil de entender y rápido de expresar que una relación pormenorizada de todas sus afrentas. Funcionan de forma comparable a los refranes y otras expresiones compartidas, que hacen más fácil la comunicación aunque sea “a costa de empobrecer el contenido”.

Es decir, Messi y el juez de línea saben perfectamente qué está ocurriendo. Y el público: de hecho, esto hace que el insulto también pueda servir como “excusa ante el aficionado”. Como cuando intentamos justificar un retraso achacándoselo a la mierda del transporte público o a los idiotas que no saben conducir. El exabrupto no solo nos desahoga, sino que también nos sirve de justificación. Le echamos la culpa a otro, la tenga o no.

Una reacción primaria

Como vemos, los insultos son un desahogo muy rápido y cuya intención se entiende muy bien. Se puede decir que insultar es incluso “saludable”, apunta Hinojosa, en el sentido de que “tiene su función” psicológica.

Pero, claro, son insultos. Quien insulta “reacciona a una amenaza, pero crea otra”. Nos podemos encontrar con más insultos o violencia física en respuesta. Y, en el caso de un partido de fútbol, con una sanción.

Recurrir al improperio “no es lo mejor, pero sí es más fácil”, explica Hinojosa. “Es una reacción más primaria. ¿Para qué esperar durante tres horas al cerrajero si puedo tirar la puerta abajo?”. Entras en casa antes, pero también tienes una puerta rota.

Las emociones se pueden “regular con otros mecanismos”, racionalizando esa amenaza, por ejemplo. Messi podría haber recordado que todo el mundo se equivoca, incluidos los árbitros. El ya mencionado Irvine recomienda convertirse en “un pacifista de los insultos: cuando te insulten, sigue como si nada hubiera ocurrido”.

Puede que el contexto en el que estaba Messi no facilitara esta reacción.

Conceptos tabú

El contenido de los insultos es bastante previsible. Se refieren sobre todo “a conceptos tabú -explica Hinojosa-. Por eso muchos son sobre el sexo”. El psicólogo Nick Halam habla en un artículo de cuatro grandes tipos: los destinados a restar méritos y valor, los que achacan estupidez, los que indican vicio y depravación, y los que sugieren que la persona insultada se aparta de las normas sociales.

El uso de palabras tabú como insulto es universal. Se da en todas las culturas, como subraya Hinojosa, y también con constantes referencias al sexo. Eso sí, la expresión concreta de estos tabúes puede cambiar con cada sociedad. Por ejemplo, Halam comenta que en algunas culturas mediterráneas es más frecuente insultar con referencias a la familia que en otras regiones. El estudio que cita recoge ejemplos italianos bastante elaborados, como quella troia di tua madre, figlio di troia, quella vacca di tua sorella (hijo de puta, tu madre es una zorra, tu hermana es una vaca).

Además, los insultos, igual que el lenguaje, evolucionan. Por ejemplo, los homófobos y machistas, entre otros, tienden a usarse cada vez menos por la presión y el cambio social.

En otros casos se produce otro tipo de cambio: se conserva la carga emocional, pero se pierde el significado casi del todo. Nadie usa cabrón como “cornudo”: solo es una palabra despectiva. Algo parecido ocurre con “hostia”: los ateos también la utilizan como interjección malsonante a pesar de que para ellos la blasfemia no es ningún pecado.

domingo, 12 de febrero de 2017

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: MITOMANIA

El término puede despistar un poco. No; no tiene mucho que ver con mitología, sino con mentiras, aunque, como veremos después, sí hay alguna relación. En anteriores blogs he hablado de las interpretaciones que debemos darle a las mentiras en los niños. He hablado también de las verdades ficticias, que no dejan de ser mentiras, en las redes sociales; y en esta ocasión, de la mentira como enfermedad; sí como trastorno mental. Por supuesto, no significa esto que mentir sea enfermizo; de hecho, no existe persona en el mundo que no haya mentido nunca, sea por la razón que sea. La mayoría de personas mienten numerosas veces, sin que ello sea enfermizo, aunque tampoco significa que sea éticamente correcto.

¿Dónde está entonces la diferencia entre la mentira racional y la mentira enfermiza? Pues precisamente en eso, en su racionalidad. Es decir, normalmente se miente por una razón, que puede ser para evitar un castigo, para evitar una vergüenza, para ofrecer una imagen favorable, para obtener una ventaja material o económica, para dañar a otra persona por odio o celos, u otro tipo de motivos, que, independientemente de su ética, tienen una explicación, una razón de ser. Sin embargo, hay personas que mienten continuamente sin razón aparente; simplemente porque sí. Esto es la mitomanía, la mentira compulsiva, patológica o enfermiza.

Aunque hay casos que se detectan fácilmente porque cuentan como si fuera verdad historias fantásticas difíciles de creer, en la mayoría de los casos no es tan fácil detectarlos a primera vista, porque las mentiras suelen ser sobre situaciones absolutamente cotidianas, nada comprometidas, donde no tiene ningún sentido mentir. Por ello, cualquier persona con sentido común creerá la mentira si no es muy fantástica. Sin embargo las personas que viven o trabajan con el mitómano empiezan a descubrir por casualidad que lo que dijo el otro día no era cierto, y que lo que dice ahora se contradice con algo que dijo ayer, y así un día tras otro.

Frecuentemente no solo tienen esa compulsión a mentir, sino a exagerar las situaciones cotidianas, y a exagerar mucho más aún situaciones que van más allá de lo cotidiano, convirtiéndolas en mucho más alarmantes y trágicas de lo que son en realidad, y creando en su entorno sensación de alarma y angustia innecesariamente. Y en este punto, o cuando cuentan historias fantásticas, es donde encuentra sentido el término “mitomanía”, ya que “mito”, en griego, significa cuento o relato. Lo cierto es que, mentiras o exageraciones, no es raro que el mitómano prácticamente llegue a creerse sus historias, y cree su mundo fantástico paralelo.

¿Por qué lo hacen? No hay una explicación científica concreta, pero normalmente se asocia a bajos niveles de autoestima. Tal vez si dijesen la verdad no serían mal vistos por los demás, pero debido a su baja autoestima, ellos piensan que sí; de modo que mintiendo buscan la aprobación y aceptación de los demás sobre algo en que los demás ni siquiera son quienes para aprobar o desaprobar. O bien, con las exageraciones o historias fantásticas buscan el protagonismo, el foco de atención innecesariamente, lo que igualmente indica baja autoestima. Pero es una búsqueda de protagonismo o aprobación solamente inmediata. En el medio y largo plazo el efecto es el contrario, puesto que la gente, al descubrir la mentira, le va retirando su confianza, con lo que es difícil que construyan relaciones sólidas y duraderas.
¿Existe cura? Sí, el trastorno es curable, pero requiere de una gran colaboración por parte del propio paciente, y esto es lo más difícil, porque no será nada fácil que admita sus mentiras; sería como ver derrumbarse los castillos que ha construido en el aire, aunque que él ve en la tierra. Aún confrontándole y poniendo en evidencia sus mentiras, el mitómano tratará de evitar la conversación con excusas, o desviar la atención hacia otros temas. Y aún convenciéndole de que se someta a terapia, es común también de que mienta en la terapia, o mienta a los familiares sobre la terapia, lo que complica trabajar con ellos y llevan la terapia al fracaso. Conviene por ello que reciban la terapia junto con una persona cercana como testigo. Superando todos estos inconvenientes, una terapia de refuerzo de su autoestima y auto aceptación, así como el apoyo de su entorno, debería proporcionar buenos resultados.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

 Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.