Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
A nivel cognitivo, las personas con ansiedad pueden experimentar pensamientos obsesivos, anticipar lo peor y tener dificultad para controlar o detener sus preocupaciones. Esto pasa a ser preocupante cuando alguien es incapaz de cumplir con cualquier reto, por pequeño que este sea. La persona siente que su ansiedad va a hacerle explotar y que su corazón está siendo afectado y existe una sensación de muerte inminente.
Al aparecer estos síntomas, el paciente consultará a diferentes especialistas que elucubrarán sobre la causa de sus males. Intentarán diferentes terapias hasta que descubran que debe ser derivado a una consulta de salud mental, no sin antes recibir apelativos de neuróticos, hipocondríacos, etc.
El proceso puede ser largo. Muchas veces e incluso antes de un buen diagnóstico, la persona acabará en salas de emergencia sin encontrar la causa verdadera de su mal. Se suele utilizar sedación ante un caso así y a veces hasta ingresos hospitalarios hasta que la persona es catalogada como paciente para ser vista por psicólogos y psiquiatras.
Y aunque a veces los mismos pacientes se resisten a ser tratados por especialistas en salud mental porque se ven etiquetados como “locos”, se trata de la mejor solución. Ellos, como profesionales, tienen el tratamiento adecuado, que no solo implica la administración de fármacos y sedantes sino además psicoterapia con técnicas de relajación para controlar los ataques de ansiedad o de pánico.
Pero más allá de las terapias, es importante realizar actividades físicas y placenteras en el día a día para ayudar a bajar el nivel de activación y a sentir una satisfacción general con la vida. Esto puede, por ejemplo, ser sacar a pasear el perro, reunirse con amigos, salir a caminar o leer un buen libro.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infanto-juvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.