
¿Dónde está entonces la diferencia entre la mentira
racional y la mentira enfermiza? Pues precisamente en eso, en su racionalidad.
Es decir, normalmente se miente por una razón, que puede ser para evitar un
castigo, para evitar una vergüenza, para ofrecer una imagen favorable, para
obtener una ventaja material o económica, para dañar a otra persona por odio o
celos, u otro tipo de motivos, que, independientemente de su ética, tienen una
explicación, una razón de ser. Sin embargo, hay personas que mienten
continuamente sin razón aparente; simplemente porque sí. Esto es la mitomanía,
la mentira compulsiva, patológica o enfermiza.
Aunque hay casos que se detectan fácilmente porque
cuentan como si fuera verdad historias fantásticas difíciles de creer, en la
mayoría de los casos no es tan fácil detectarlos a primera vista, porque las
mentiras suelen ser sobre situaciones absolutamente cotidianas, nada
comprometidas, donde no tiene ningún sentido mentir. Por ello, cualquier
persona con sentido común creerá la mentira si no es muy fantástica. Sin
embargo las personas que viven o trabajan con el mitómano empiezan a descubrir
por casualidad que lo que dijo el otro día no era cierto, y que lo que dice
ahora se contradice con algo que dijo ayer, y así un día tras otro.
Frecuentemente no solo tienen esa compulsión a mentir,
sino a exagerar las situaciones cotidianas, y a exagerar mucho más aún
situaciones que van más allá de lo cotidiano, convirtiéndolas en mucho más
alarmantes y trágicas de lo que son en realidad, y creando en su entorno
sensación de alarma y angustia innecesariamente. Y en este punto, o cuando
cuentan historias fantásticas, es donde encuentra sentido el término
“mitomanía”, ya que “mito”, en griego, significa cuento o relato. Lo cierto es
que, mentiras o exageraciones, no es raro que el mitómano prácticamente llegue
a creerse sus historias, y cree su mundo fantástico paralelo.
¿Por qué lo hacen? No hay una explicación científica
concreta, pero normalmente se asocia a bajos niveles de autoestima. Tal vez si
dijesen la verdad no serían mal vistos por los demás, pero debido a su baja
autoestima, ellos piensan que sí; de modo que mintiendo buscan la aprobación y
aceptación de los demás sobre algo en que los demás ni siquiera son quienes
para aprobar o desaprobar. O bien, con las exageraciones o historias fantásticas
buscan el protagonismo, el foco de atención innecesariamente, lo que igualmente
indica baja autoestima. Pero es una búsqueda de protagonismo o aprobación
solamente inmediata. En el medio y largo plazo el efecto es el contrario,
puesto que la gente, al descubrir la mentira, le va retirando su confianza, con
lo que es difícil que construyan relaciones sólidas y duraderas.
¿Existe cura? Sí, el trastorno es curable, pero
requiere de una gran colaboración por parte del propio paciente, y esto es lo más
difícil, porque no será nada fácil que admita sus mentiras; sería como ver
derrumbarse los castillos que ha construido en el aire, aunque que él ve en la
tierra. Aún confrontándole y poniendo en evidencia sus mentiras, el mitómano
tratará de evitar la conversación con excusas, o desviar la atención hacia
otros temas. Y aún convenciéndole de que se someta a terapia, es común también
de que mienta en la terapia, o mienta a los familiares sobre la terapia, lo que
complica trabajar con ellos y llevan la terapia al fracaso. Conviene por ello
que reciban la terapia junto con una persona cercana como testigo. Superando
todos estos inconvenientes, una terapia de refuerzo de su autoestima y auto
aceptación, así como el apoyo de su entorno, debería proporcionar buenos
resultados.
Acerca
de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El
Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio
de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los
diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también
internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud
mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la
primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer
dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras
instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de
Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido
también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a
su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de
reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El
Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008
resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional
con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer
métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a
pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad
para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera
permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de
terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de
absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la
prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y
dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de
experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el
desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy
fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió
en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se
independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.
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