Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
Si una enfermedad afecta entre un 2 y un 5 por ciento de la población mundial, debería encender una luz de alerta. Sin embargo, no ocurre eso con la afantasía, un mal que se caracteriza por no poder crear imágenes en la mente y que es casi desconocida para el gran público.
La poca información y la poca divulgación por parte de la comunidad científica quizás se deba a que no es una enfermedad que provoca la muerte, pero que sí puede generar trastornos mentales.
Por lo general, nuestros recuerdos vienen acompañados de imágenes que vemos de forma natural al recordar cualquier hecho, cosa o persona. Pero en el caso de las personas que padecen afantasía es imposible. Por este motivo, les cuesta realizar descripciones, ya que estas las deben hacer de memoria y sin la ayuda de la visualización cerebral.
"La afantasía desafía algunas de nuestras suposiciones más básicas sobre la mente humana", explica Alexei Dawes, de la Escuela de Psicología de la Universidad de Nueva Gales del Sur, Australia. "La mayoría de nosotros asumimos que la imaginación visual es algo que todo el mundo tiene, algo fundamental para la forma en que vemos y nos movemos por el mundo. Pero, ¿qué significa tener una 'mente ciega' para los viajes mentales que hacemos cada día cuando imaginamos, recordamos, sentimos y soñamos?".
El mismísimo Dawnes, ansioso por explorar ese universo sin imágenes, condujo un estudio que ha sido publicado recientemente en la revista Scientific Reports y que refleja resultados sorprendentes. Encuestaron a más de 250 personas que sufren esta condición y se concluyó que no solo está asociada con la ausencia de imágenes visuales, sino también con un patrón generalizado de cambios en otros procesos cognitivos importantes. Las personas con afantasía reportaron una reducida habilidad para recordar el pasado, imaginar el futuro, e incluso soñar.
Los participantes del estudio completaron una serie de cuestionarios sobre temas como la fuerza de las imágenes y la memoria. Los resultados se compararon con las respuestas de 400 personas de control independientes. Se pidió a los participantes que recordaran una escena de su vida y que calificaran la vivacidad utilizando una escala de cinco puntos, en la que uno indicaba "Ninguna imagen en absoluto, solo 'sé' que estoy recordando la memoria", y cinco era "Perfectamente claro y tan vívido como la visión normal".
Mientras que las personas con afantasía no habrían podido imaginar una puesta de sol, muchos podrían haber imaginado la sensación de arena entre los dedos de los pies, o el sonido de las gaviotas y las olas chocando. Sin embargo, el 26 por ciento de los participantes en el estudio afantástico registraron una falta más amplia de imágenes multisensoriales, incluidas las imágenes de sonido, tacto, movimiento, sabor, olor y emoción.
Además, los individuos con afantasía también experimentaron recuerdos menos vívidos de su pasado y reportaron una capacidad significativamente menor para recordar eventos de vidas pasadas en general. Importante: no confundir con el Mal de Alzheimer, donde el enfermo no recuerda. En la afantasía, los recuerdos no tienen el color y la viveza de todos los sentidos.
Otra de las razones por las cuales se habla muy poco de esta patología es la falta de información. De hecho, este es uno de los primeros estudios sobre la enfermedad. Es probable que las personas que lo padecen no se den cuenta de ello o no le darán una importancia extrema. A menos que su afantasía sea de las más profundas, ya que hay distintos grados de la misma. En el caso de que el paciente sea consciente del problema, produce una profunda tristeza que puede llegar a la depresión. Si, como mínimo hay un 2% de la población que sufre este mal, quiere decir que al menos hay 150 millones de personas que lo padecen. ¿Y si eres uno de ellos? La respuesta está escondida en tu mente.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
www.dramendozaburgos.com
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.