Compilado por Luis Montes Brito
Un día como hoy 10 de Mayo de 1508 en Roma, Miguel Ángel inicia la pintura de los frescos de la Capilla Sixtina. La Capilla Sixtina es la capilla de la Basílica de San Pedro y la estancia más conocida del Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano, la residencia oficial del papa. Es uno de los más famosos tesoros artísticos de la Ciudad del Vaticano, construida entre el 1471 y el 1484, en la época del papa Sixto IV, de donde procede el nombre por el que es conocida, aunque inicialmente se llamó Capilla Palatina o Cappella Magna. Su arquitecto fue Giovanni d’Dolci siguiendo los modelos de las antiguas plantas basilicales romanas las cuales por su parte se inspiraban estructural y arquitectónicamente en antiguos edificios griegos como el Concejo del Ágora ateniense. Originalmente servía como capilla de la fortaleza vaticana. El papa Sixto IV, ordenó su restauración entre 1473 y 1481. Desde entonces la capilla ha servido para celebrar diversos actos y ceremonias papales. Actualmente es la sede del cónclave, la reunión en la que los cardenales electores del Colegio Cardenalicio eligen a un nuevo papa. La fama de la Capilla Sixtina se debe principalmente a su decoración compuesta por los frescos, especialmente a la bóveda y el testero, con el El Juicio Final, obras ambas de Miguel Ángel. Durante el pontificado de Sixto IV, un grupo de pintores renacentistas que incluía a Sandro Botticelli, Pietro Perugino, Pinturicchio, Domenico Ghirlandaio, Cosimo Rosselli y Luca Signorelli realizó dos series de paneles al fresco sobre la vida de Moisés (a la izquierda del altar, mirando hacia El Juicio Final) y la de Jesucristo (a la derecha del altar), acompañadas por retratos de los papas que habían gobernado la Iglesia hasta entonces en la zona superior y por cortinas pintadas con trampantojo en la zona inferior. Las pinturas fueron concluidas en 1482, y el 15 de agosto de 1483, con motivo de la festividad de la Asunción, Sixto IV celebró la primera misa en la capilla y la consagró a la Virgen María. Desde un día como hoy 10 de Mayo de 1508 a 1512, por encargo del papa Julio II, Miguel Ángel decoró la bóveda, creando una obra de arte sin precedentes que cambiaría el curso del arte occidental. Años después, tras el Saco de Roma, pintó también El Juicio Final en la pared del altar entre 1536 y 1541, para los papas Clemente VII y Pablo III. Más de 500 años después, los frescos de Miguel Ángel siguen atrayendo a multitud de visitantes a la capilla, y son considerados una de las obras cumbre de la historia de la pintura. Sentado en lo más alto del andamiaje de madera, con la cabeza y los hombros echados hacia atrás, doliéndole el cuello, chorreándole la pintura por la cara, escociéndole los ojos, Miguel Ángel trabajaba día tras día del alba hasta el anochecer en sus monumentales frescos de la Capilla Sixtina, en el techo del Vaticano, en Roma. A veces trabajaba hasta 30 días sin parar. Se sentía enfermo de dolor, sufría vértigos y temía estar perdiendo la vista. En 1510, a la mitad de su maratónica tarea, escribió un poema en el que declaró, traducido libremente: “Estoy donde no debo: ¡no soy pintor!” En efecto, Miguel Ángel Buonarroti se consideraba primero y más que nada escultor de mármol, y tenía muy mal concepto de sus habilidades pictóricas. Nacido en 1475, tenía 33 años cuando el papa Julio II lo mandó llamar a Roma y le encargó que repintara el techo de la Capilla Sixtina. La capilla ceremonial había recibido el nombre del tío de julio, el papa Sixto IV, para quien se construyó entre 1473 y 1481. Las paredes estaban llenas de pinturas magníficas de maestros como Botticelli y Perugino. Al principio, el papa Julio había querido que Miguel Ángel —que aceptó el encargo con reticencia— decorara el techo abovedado con retratos de los 12 apóstoles. Pero el artista pensó que eran “temas pobres” y decidió cubrir la superficie con su visión de la Creación. Para alcanzar el altísimo techo, diseñó un andamiaje móvil de madera en el que podía pintar de píe o hasta caminar si quería. Aun así, en cuatro años y medio llegó a sentir que lo limitaba. Empezó a trabajar en un día como hoy 10 de Mayo de 1508 durante el verano, con la ayuda de seis asistentes que le mezclaban la pintura, le amasaban el yeso y a veces lo auxiliaban pintando. Su plan maestro era llenar la bóveda de frescos, desde las ventanas hasta el techo: acuarelas pintadas en yeso húmedo recién aplicado. Esto tenía que hacerse muy rápidamente, antes de que se secara el yeso. Un error significaba tener que desprender el yeso y comenzar de nuevo. Sólo una vez tuvo que hacer esto el genial Miguel Ángel. Primero hacía sus bocetos en papel y perforaba las líneas con un clavo. Luego sostenía el papel contra el techo y soplaba carboncillo pulverizado por las perforaciones para marcar el boceto en el yeso húmedo. Luego pintaba siguiendo las marcas, improvisando y detallando a veces conforme adquiría confianza. Sus nueve escenas se sucedían en línea recta directamente arriba. Iban de la “Separación de la luz de la oscuridad” (la Creación), sobre el altar, a la “Embriaguez de Noé” (que muestra al hombre en su mayor alejamiento de Dios), sobre la entrada. Rodeando los grandes frescos e intercalados con ellos había una animada disposición de profetas, sibilas, antepasados de Cristo, desnudos masculinos que reproducían la belleza humana perfecta, y escenas que representaban la salvación de la humanidad. En total creó unas 300 figuras del Antiguo y Nuevo Testamentos, cada una con sus propias características, expresión facial y pose: más de 1,022 m2 de superficie pintada. A medida que la obra adelantaba, fue despidiendo a la mayoría de sus asistentes, alegando que les faltaba inspiración. Hombre fuerte, de mediana estatura y anchos hombros, soportó resueltamente los rigores del invierno romano, con el helado viento del norte y la lluvia que se colaba por el techo y creaba moho en partes de la pintura. Comía sin dejar de trabajar (principalmente pedazos de pan) y de noche dormía irregularmente, vestido y calzado, en su estudio cercano. Sufría tanto mental como físicamente, y en enero de 1509 declaró, en carta que dirigió a su padre: “Nada le pido al Papa pues no me parece que mi trabajo marche de manera que lo amerite. Esto se debe a la dificultad del trabajo y también a que no es mi profesión. En consecuencia, pierdo el tiempo infructuosamente. Que Dios me ayude.” El Papa compartía la desconfianza de Miguel Ángel y periódicamente visitaba la capilla, y subía por la escalera hasta lo alto del andamiaje para inspeccionar las pinturas. Esto dio lugar a agrias discusiones entre ellos. En el verano de 1510, por ejemplo, cuando la obra estaba semiterminada, el papa julio quiso saber cuándo estaría acabado el resto del techo. “Cuando me satisfaga como artista”, replicó Miguel Ángel. El Papa frunció el ceño y dijo ásperamente: “¡Y nosotros queremos que seas tú quien nos satisfaga y que la termines pronto!” En otra ocasión, el Papa, de 66 años, amenazó con hacer arrojar físicamente al pintor andamio abajo si no trabajaba más deprisa. “¿Cuándo estará terminada?”, exigía saber Julio. “Cuando esté terminada”, replicaba Miguel Ángel ásperamente. El Papa enrojecía de ira y lo remedaba: “¡Cuando esté terminada! ¡Cuando esté terminada!” Levantaba entonces encolerizado su bastón y golpeaba a Miguel Ángel en un hombro. La pareja hizo las paces más tarde y Miguel Angel reanudó él trabajo, pero en otoño —no por primera vez— se quedó sin dinero. No fue sino hasta febrero de 1511 cuando hubo dinero suficiente para continuar con la obra. Para entonces, la gente que trabajaba en el Vaticano ya se había acostumbrado a la extraña apariencia de Miguel Angel en su ir y venir por la capilla a grandes pasos. Llevaba cabello y barba manchados de colores; su ropa eran harapos con pegotes de yeso, e iba cabizbajo, pues la luz exterior le hería la vista. En las calles de las afueras muchos lo creían loco y se mofaban de él a su paso. Trabajando solo y sin distracción, terminó por fin su vasta obra en otoño de 1512, casi cuatro años y medio después de firmar el contrato con el Papa. Se retiraron el andamiaje y los lienzos de cubierta, y Julio y su corte vieron el techo terminado la víspera de Todos los Santos (el 31 de octubre). Al día siguiente se reabrió la capilla con la ceremonia de consagración por el Papa. Miguel Ángel no asistió al acto. Ansiaba volver a su escultura, y escribió a su padre: “Terminé la capilla que estaba pintando… El Papa está muy satisfecho.”
Un día como hoy 10 de Mayo de 1847 R. W. Thomson patenta los neumáticos de goma en Estados Unidos. Los neumáticos están considerados entre los componentes más importantes de un automóvil moderno, como la interacción de la banda de rodadura de caucho con la superficie de la carretera proporciona la fricción necesaria para la aceleración, dirección y frenado, mientras que la pared lateral y aire a presión dentro del neumático proporcionan la amortiguación necesaria para entregar una conducción cómoda. Por el contrario, los neumáticos son también el componente más alto de la mayoría de los vehículos, ya que los consumidores en general, los ignoran hasta que una luz de advertencia o de desgaste de la barra indica la necesidad de atención o servicio. Aún así, algunos podrían argumentar que los automóviles modernos dependen del neumático, que fue patentado en Inglaterra el 10 de diciembre de 1845 por el inventor escocés Robert William Thomson. Nacido en 1822, Thomson habría sido educado como ministro, pero su incapacidad para dominar América hizo de él un mal candidato para una vida de servidumbre religiosa. En cambio, a los 14 años, Thomson fue enviado a un tío en los Estados Unidos, donde trabajó como aprendiz con un comerciante. A su regreso a Escocia, Thomson se sumergió en la ciencia, aprendiendo todo lo que pudo sobre la química, la electricidad y la astronomía, y pronto comenzó a mejorar el diseño de los dispositivos mecánicos en la casa de la familia. Después de servir como aprendiz de ingeniería, Thomson encontró trabajo como ingeniero civil y poco después diseñado un método de detonar cargas explosivas a través de la electricidad. El 10 de diciembre de 1845, a la edad de 23 años, Thomson se le concedió una patente británica para el primer neumático, un dispositivo que él llamó la “Rueda aérea.” Diseñado para uso en carros (porque las bicicletas aún no se habían popularizado), la Rueda aérea utiliza un tubo de goma y tela llena de aire a presión y encerrado en una piel exterior de cuero grueso. Este “neumático” cuero fue atornillado a la llanta, y entonces la sección de la banda de rodadura se cose a las paredes laterales del neumático. Por las cuentas de época, ruedas aérea dio un paseo mejorado mucho en comparación con sólidas ruedas convencionales, e incluso resultó lo suficientemente resistente para acumular más de 1.200 millas antes de desgastarse. Al año siguiente Thomson solicitó y recibió una patente francesa por su neumático, el 10 de Mayo de 1847 se le concedió una patente de Estados Unidos para su diseño. Aunque revolucionario, ruedas aérea de Thomson nunca fueron un éxito comercial. El costo del caucho necesario para la construcción de la vejiga neumático de la rueda de precio del producto fuera del alcance de la mayoría, y la mejora en la calidad de marcha no pudo justificar el gasto en los ojos del público. No fue sino hasta 1888 que otro inventor escocés, veterinario John Boyd Dunlop, la mejora en el diseño de Thomson para crear un neumático para bicicletas, como un medio para prevenir los dolores de cabeza sufridas por su hijo cuando iba en bicicleta en caminos llenos de baches. En 1888, Dunlop se le dio su propia patente para el neumático mejorado, pero dos años más tarde, este fue anulado debido a su conflicto con la rueda aérea de Thomson. Sin inmutarse, Dunlop continuó su trabajo en el neumático, y en 1890 fue neumáticos de producción en masa para las bicicletas en una fábrica en Belfast. En 1895, Michelin Andre sería adaptar el neumático para su uso en el automóvil, pero fue Phillip Strauss que inventó el neumático combinación y el tubo interno en 1911. El diseño popularizó el uso de los neumáticos de los automóviles, y seguiría siendo la norma hasta neumáticos sin cámara (inventadas por Goodyear PW Litchfield en 1903) entró en uso a mediados de la década de 1950.
Un día como hoy 10 de Mayo de 1915 en El Salvador se funda el periódico La Prensa Gráfica. Basado en información publicada por La Prensa Gráfica. La primera edición de LA PRENSA, de cuatro páginas, salió a las calles de San Salvador durante una tarde lluviosa de un día como hoy 10 de Mayo de 1915. En ellas se estampó una postal de la realidad nacional y de los acontecimientos internacionales que estaban marcando la pauta. El primer ejemplar de LA PRENSA tenía un costo de 5 centavos de colón, pues estaba pensado para estar “al alcance de todos, especialmente de la clase obrera nacional”, según se destacó en el programa del periódico, publicado, precisamente, en la primera edición. Con el paso de los días, el periódico empezó a calar y a convertirse en un referente del periodismo nacional. Fue entonces que el sueño del fundador, don José Dutriz, empezó a concretarse. Ese sueño comenzó varios años antes, en 1902, cuando don José Dutriz, entonces de 25 años, se enteró de que había una imprenta abandonada. Tropezó con ella cuando había ido a Santa Ana a visitar a su amigo Adán Robleto, y la máquina, bautizada “Imprenta de la Revolución”, estaba olvidada en la casa de un vecino. La adquirió por 1,000 pesos, una pequeña fortuna de la época, y junto a su hermano Antonio la enviaron a reparar a Estados Unidos. Cuando regresó, ya lista para operar, fundaron la sociedad Dutriz Hermanos, el 14 de octubre de 1903. Con ella nació la Tipografía La Unión, con la que empezaron a cosechar éxitos. Sin embargo, el verdadero sueño de don José era incursionar en el periodismo escrito. Y fue por eso que fundó dos revistas, de análisis político y crítica: Omnibús, en 1905, y el semanario La Caricatura, en 1909. La vida siguió y en 1911 don José se casó con Antonia Thomé y tuvieron cinco hijos: José, Roberto, Mario, Alex y Rodolfo. En 1914 estalla la Primera Guerra Mundial. Para enfrentar la previsible futura escasez, Dutriz Hermanos realiza una importante importación de papel. Una vez en el país el producto, don José considera que es tiempo para concretizar su sueño de un periódico diario. Fue así como se imprimió el primer ejemplar de LA PRENSA, en esa tarde lluviosa de un día como hoy 10 de mayo de 1915. El trabajo de dar vida a esas cuatro páginas, un poco más grandes que el tamaño habitual de los diarios de la época, estuvo a cargo del maestro Cardona, un experimentado prensista. El proyecto comenzó a despegar y apenas un año después de la fundación ya se compró maquinaria más moderna. La Prensa Gráfica actualmente es el periódico de mayo circulación en El Salvador.
Un día como hoy 10 de Mayo de 1924 en Estados Unidos, J. Edgar Hoover es designado director del FBI. John Edgar Hoover, nació en Washington, DC el 1 de Enero de 1895, falleció en la misma ciudad el 2 de Mayo de 1972. Abogado y político estadounidense que impulsó de forma decisiva el FBI, convirtiéndolo en una todopoderosa agencia estatal a cuyo frente se mantuvo durante casi cincuenta años. Su gestión, de duración claramente anómala, fue positiva por su labor de modernización, pero no estuvo exenta de críticas. J. Edgar Hoover cursó estudios de derecho en la Universidad George Washington, tras lo cual entró a trabajar, en 1917, en el departamento de Justicia. Fue ayudante del fiscal general entre 1919 y 1921 y ayudante del director del Bureau of Investigation entre 1921 y 1924. Un día como hoy 10 de Mayo de 1924 fue nombrado director del Bureau of Investigation con la consigna de reorganizarlo y extirpar la corrupción. El organismo (que tomaría el nombre de Federal Bureau of Investigation, FBI, en 1935), se constituyó en una fuerza policial para perseguir a los delincuentes en toda la nación, sin limitaciones de fronteras estatales. J. Edgar Hoover modernizó la institución y la convirtió en la más poderosa agencia de investigación mundial. Para ello fundó una escuela de espías y detectives, la FBI National Academy, y organizó un extenso banco de huellas dactilares, en el cual figuraban centenares de miles de personas. En la década de 1930 la agencia obtuvo innegables éxitos en la lucha contra el gangsterismo. Sus funciones se extendieron luego al contraespionaje y a la lucha contra la subversión política y social, sobre todo en el transcurso de la II Guerra Mundial y en la llamada guerra fría. Su afán por investigar a cualquier sospechoso de cometer actividades ilegales o subversivas le llevó a vigilar estrechamente desde miembros del Ku Klux Klan hasta el pastor Martin Luther King, así como a numerosos actores, actrices, escritores u otros profesionales liberales. Por su anticomunismo obsesivo y por su poco flexible concepción sobre la ley y el orden, su gestión empezó a ser fuertemente discutida en los años 50 y 60. Cada nuevo presidente parecía que representaría el cese de J. Edgar Hoover al frente de la todopoderosa policía. Pero tampoco escaparon a su control los sucesivos presidentes y fiscales generales, a quienes, en ocasiones, amenazó con desvelar supuestos escándalos en caso de ser destituido, lo que le permitió, a pesar de las críticas, permanecer en el cargo hasta su muerte en 1972, más allá de la edad legal de jubilación.
Un día como hoy 10 de Mayo de 1940 en Reino Unido, Winston Churchill inicia su primer mandato. Winston Leonard Spencer Churchill, nació en el Palacio de Blenheim, Oxfordshire, el 30 de noviembre de 1874, falleció en Londres, el 24 de enero de 1965. Político británico especialmente recordado por su mandato como primer ministro durante la Segunda Guerra Mundial en el período comprendido desde un día como hoy 10 de mayo de 1940 al 26 de Julio de 1945 (fecha en la cual ya había terminado la Segunda Guerra Mundial): con su divisa "sangre, sudor y lágrimas", logró elevar la moral de las tropas y de la población civil y sostener la nación hasta la victoria aliada. A lo largo de su brillante carrera, Winston Churchill fue sucesivamente el hombre más popular y el más criticado de Inglaterra, y a veces ambas cosas al mismo tiempo. Considerado el último de los grandes estadistas, siempre será recordado por su rara habilidad para predecir los acontecimientos futuros, lo que en ocasiones se convirtió en una pesada carga para sus compatriotas. Durante años, Churchill fue algo así como la voz de la conciencia de su país, una voz que sacudía los espíritus y les insuflaba grandes dosis de energía y valor. Su genio polifacético, además de llevarlo a conquistar la inmortalidad en el mundo de la política, lo hizo destacar como historiador, biógrafo, orador, corresponsal de guerra y bebedor de coñac, y en un plano más modesto como pintor, albañil, novelista, aviador, jugador de polo, soldado y propietario de caballerías. El 1 de septiembre de 1939, el ejército nazi entró con centelleante precisión en Polonia; dos días después, Francia e Inglaterra declararon la guerra a Alemania y, por la noche, Churchill fue llamado a desempeñar su antiguo cargo en el Almirantazgo por el primer ministro Neville Chamberlain, que hasta entonces había intentado una inútil política de apaciguamiento frente a Alemania. Todas las unidades de la flota recibieron por radio el mismo mensaje: "Winston ha vuelto con nosotros." Los mismos diputados que una semana antes lo combatían con saña, lo aclamaron puestos en pie cuando hizo su entrada en el Parlamento. Pero aquella era una hora amarga para la historia del Reino. La nación estaba mal preparada para la Segunda Guerra Mundial, tanto material como psicológicamente. Por eso, cuando fue nombrado primer ministro un día como hoy 10 de mayo de 1940, Churchill pronunció una conmovedora arenga en la que afirmó no poder ofrecer más que "sangre, sudor y lágrimas" a sus conciudadanos. El pueblo británico aceptó el reto y convirtió tan terrible frase en un verdadero lema popular durante cinco años; su contribución a la victoria iba a ser decisiva. Churchill consiguió mantener la moral en el interior y en el exterior mediante sus discursos, ejerciendo una influencia casi hipnótica en todos los británicos. Formó un gobierno de concentración nacional, que le aseguró la colaboración de sus adversarios políticos, y creó el ministerio de Defensa para una mejor dirección del esfuerzo bélico. Cuando Francia quedó totalmente sometida al dominio de Hitler, y mientras los Estados Unidos seguían proclamando su inamovible neutralidad, Churchill convocó una reunión de su gabinete y con excelente humor dijo: "Bien, señores, estamos solos. Por mi parte, encuentro la situación en extremo estimulante." Por supuesto, Churchill hizo todo lo posible para que Estados Unidos y la URSS entrasen en la guerra, lo que consiguió en breve tiempo. Mantuvo estrecho contacto con el entonces presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt; en 1941, después del ataque japonés a Pearl Harbour, los norteamericanos declararon la guerra al Japón e incorporaron su valiosísimo potencial militar al bando aliado. También en 1941, el año decisivo de la contienda, Hitler emprendió la invasión de Rusia, poniendo fin a la neutralidad soviética y empujando a Stalin a una frágil alianza con Inglaterra, que Churchill supo conservar, relegando a un segundo plano su visceral anticomunismo y demostrando su pragmatismo. Como primer ministro, le correspondió participar en las cruciales conferencias de Casablanca (1943), El Cairo (1943), Teherán (1943), Yalta (1945) y Potsdam (1945), en las que se diseñó la estrategia de la guerra y, una vez acabado el conflicto, el mapa político mundial que se mantendría vigente hasta 1989. Durante interminables jornadas dirigió las operaciones militares y diplomáticas trabajando entre dieciséis y dieciocho horas diarias, transmitiendo a todos su vigor y contagiándoles su energía y optimismo. Por fin, el día de la victoria aliada, 8 de Mayo de 1945, se dirigió de nuevo al Parlamento y al entrar fue objeto de la más tumultuosa ovación que registra la historia de la asamblea. Los diputados olvidaron todas las formalidades rituales y se subieron a los escaños, gritando y sacudiendo periódicos. Churchill permaneció en pie a la cabecera del banco ministerial, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas y sus manos se aferraban temblorosas a su sombrero.