Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
Esta práctica, aunque más común en varios países africanos, así como en regiones de Asia y Medio Oriente, también persiste en comunidades migrantes en Europa, Norteamérica, Australia y algunos grupos indígenas en Sudamérica. Las justificaciones que se dan para su realización varían: desde creencias sobre la pureza y la virginidad, normas sociales sobre aceptación comunitaria, hasta la idea errónea de que incrementa el placer sexual masculino.
Las consecuencias para la salud son devastadoras. Quienes la padecen pueden sufrir de infecciones recurrentes, dolor crónico, problemas urinarios, menstruaciones irregulares, y en el parto, suelen requerir cesárea. Los efectos no solo son físicos; también dejan una profunda huella emocional y psicológica, afectando la autoestima, la vida sexual y las relaciones de pareja.
"Te conviertes en un cubo de hielo. No sientes; no amas; no tienes deseo", confesó Omnia Ibrahim, bloguera y cineasta egipcia. Ella ha dedicado gran parte de su vida adulta a lidiar con el impacto psicológico de la MGF: "Me enseñaron que el cuerpo significaba sexualidad, y que la sexualidad era pecado. Mi cuerpo se convirtió en una maldición para mi mente".
Además, en muchos casos, esta práctica se impone a la fuerza, sin el consentimiento de la niña o la mujer. Los tipos de ablación varían en su nivel de severidad. El tipo 3, conocido como infibulación (la costura parcial o total de los genitales externos), suele generar los mayores problemas de salud.
Entre los efectos inmediatos más comunes están el dolor extremo, ya que la mayoría de niñas no recibe anestesia ni analgésicos. También hemorragias severas e infecciones peligrosas. A largo plazo, se pueden presentar complicaciones durante el embarazo y el parto, e incluso infertilidad.
La erradicación de esta práctica requiere de educación, políticas públicas firmes y el apoyo a las voces valientes como la de Aminata, que luchan por una vida digna y libre de violencia para las niñas y mujeres del mundo.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infanto-juvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
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