Cada vez que algún diputado quiere escalar y hacer méritos en su carrera política tiende a elegir un determinado tema, que toma como estandarte, para convertirse en su adalid. El tema del aborto es, probablemente, el más recurrido. No es la primera ni la segunda vez que pasa; ni será la última. Sería sorprendente que este tema tuviera tanto eco en la asamblea si no fuera por la hipocresía característica de nuestra sociedad, y, sobre todo, por la manifiesta desconexión que existe entre nuestra realidad social y el mundo paralelo en el que viven nuestros diputados y sus “asesores”, tan bien reflejado en un irónico comercial de televisión.
Solo se oyen voces de apoyo y de oposición al aborto, pero nunca he llegado a observar la más mínima iniciativa, a nivel legislativo, encaminada a resolver el problema de los embarazos indeseados, que es el verdadero origen del problema. Nuestros diputados jamás han hecho nada encaminado a enfrentar esta tremenda realidad, más allá de la más que severa penalización. El Salvador es ya de por sí uno de los países de América donde el aborto está más severamente penalizado. ¿Y de qué ha servido? Absolutamente de nada.
El problema continúa exactamente igual o peor, porque sus causas continúan exactamente igual o peor, porque a nivel legislativo nunca se han planteado las causas del problema, como si cada mujer que aborta lo hiciera por frivolidad. Y siendo esto así, a alguien no se le ocurre otra cosa más que luchar por endurecer más aún las penas, como quien trata de hablar todavía más fuerte porque piensa que aún no se le oye. ¿Es ese el tipo de diputados que necesitamos? ¿Hasta ahí llega toda la creatividad de alguien con aspiraciones presidencialistas, y la de sus “asesores”? A veces me pregunto si estamos en el siglo 21 ó en el 15.
Entonces, ¿qué puede lograr un aumento en la severidad de las penas? Déjenme adivinar: no va a provocar que las mujeres ya no aborten, o que aborten significativamente menos, porque los condicionantes que la mujer considera para tomar esta decisión no suelen ser los penales. La mujer sabe que hay formas de hacerlo a escondidas, por sí misma, y esa es la opción que va a tomar. ¿Con riesgo para su salud, e incluso para su propia vida? Por supuesto que sí. Entonces, la consecuencia es que seguirán muriendo fetos, y, además, morirán también algunas madres; más aún considerando que las que queden con su salud dañada no buscarán asistencia médica para que no se descubra su “horrible crimen”.
Y aún la mujer que por la durísima penalización decida no hacerlo, tendrá un hijo que deseó no haber tenido; un hijo que probablemente vivirá todo tipo de condiciones adversas, empezando por las afectivas; un hijo en muy alto riesgo de terminar 15 ó 20 años después en conductas criminales y haciendo daño a la sociedad, y será entonces cuando, después de haberle obligado a nacer, la sociedad desee que mejor no hubiera nacido, o que muera. La madre se habrá salvado de la cárcel, pero no de la condena social, ni de los efectos psicológicos cuando, como es bastante habitual, el embarazo es producto de una violación, ni de la condena de soportar una situación indeseada impuesta por otros.
Un legislador está obligado a conocer bien el fondo de un problema para proponer una medida, porque ese es su trabajo, y para eso tiene “asesores”; y está obligado a estudiar muy bien las consecuencias que dicha medida puede tener. Cuando un legislador insiste en una medida que se ha demostrado fracasada, y aún le pone una marcha más, poniendo en riesgo más vidas de las que dice pretender salvar, es, cuando menos, muy negligente e irresponsable; más aún cuando lo único que pretende es hacer ruido para hacerse notar, y así escalar.
Ninguna mujer aborta por su gusto; eso es ridículo. El aborto no es una buena solución para nada ni para nadie. No es ni siquiera una mala solución, sino una pésima solución, la peor, la que prácticamente nadie tomaría si hubiera otras mejores. Lamentablemente, muchas veces es la única al alcance de algunas personas. El tema del aborto no es de “aborto sí” o “aborto no”. El aborto no es más que la herida sangrante de un problema social muy profundo, que tiene infinidad de variantes y de ramificaciones, complicadas de analizar, pero que casi todas ellas derivan de dos o tres troncos comunes: machismo, y carencia de educación de la sexualidad.
Las deficientes condiciones que vive un sector mayoritario de la población, en cuanto a machismo y educación de la sexualidad, y que provocan embarazos indeseados, no pueden ser ignoradas ni por la asamblea ni por el sector minoritario que sí dispone de educación y de recursos para evitar este tipo de circunstancias, o para, en caso de caer en ellas accidentalmente, salir del apuro visitando muy discretamente algún otro país con una legislación más acorde a nuestro tiempo.
Acerca de la Dra. Mendoza
Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y
Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas
en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993,
en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el
ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la
colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones
también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad
de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra
infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas
especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también
con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir,
Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador.
He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la
atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de
reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El
Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008
resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional
con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido
establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a
distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo
cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque
esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en
ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos.
Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la
prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y
dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de
experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el
desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy
fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió
en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó,
e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental
que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.