Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
Hay algo muy curioso en el ser humano: frente a los problemas de los demás solemos tener palabras de aliento, alternativas de acción e incluso soluciones que parecen claras. Sin embargo, cuando somos nosotros quienes atravesamos una dificultad, esa claridad desaparece y se vuelve mucho más difícil aplicar nuestras propias recomendaciones.

Este fenómeno, lejos de ser una simple contradicción, tiene raíces psicológicas, emocionales y sociales que explican por qué aconsejar resulta más sencillo que auto aconsejarse.
La razón principal es que, al analizar los problemas ajenos, contamos con mayor perspectiva racional. En esos casos, los sentimientos se involucran en menor medida: no somos nosotros quienes sentimos la presión o la angustia, como si tuviéramos “la soga al cuello”. En cambio, cuando enfrentamos nuestros propios conflictos, la percepción del problema se magnifica; lo vemos más grande y dañino debido a la carga emocional que lo acompaña.
Las emociones, en efecto, pueden convertirse en motores que impulsan la acción o, por el contrario, en frenos que la bloquean. El amor, por ejemplo, nos mueve a actuar, pero cuando surge el desamor hacia el mismo objeto inicial, el dolor de la pérdida nos paraliza. Así, terminamos retenidos por el sufrimiento y sin la energía suficiente para avanzar.
Dar consejos, en cambio, nos coloca en un rol de control y seguridad. Aconsejar genera la sensación de experiencia y dominio de la situación, como si poseyéramos cierta sabiduría. Pero llevar esos consejos a la práctica en nuestra propia vida implica confrontar miedos, admitir debilidades y asumir consecuencias que nos afectan directamente. En otras palabras, aconsejar es cómodo, mientras que actuar conforme a lo que aconsejamos exige valentía y responsabilidad.
De ahí que muchas veces nos cueste tanto tomar decisiones.
La motivación puede quedar bloqueada por el dolor o por sentimientos negativos que nos restan energía, o bien porque no contamos con los recursos necesarios para emprender el propósito. Además, los consejos suelen simplificar problemas complejos: desde fuera se formulan como recetas rápidas del tipo “sal de ahí”, “arriesga”, “sé fuerte”, pero aplicarlos requiere un proceso interno de maduración que no siempre estamos dispuestos a recorrer.
En este sentido, la psicóloga Julie Beck señala que existe un fenómeno conocido como Solomon’s Paradox, según el cual las personas tienden a razonar con más sabiduría y claridad cuando reflexionan sobre los problemas de otros que cuando piensan en los propios. Esto se debe precisamente a la distancia emocional que se tiene frente a las experiencias ajenas.
En definitiva, cuando se trata de decisiones importantes relacionadas con el amor, el trabajo o la vida personal, suele ser útil contar con la mirada de un tercero imparcial. Al no estar emocionalmente involucrado, ese mediador puede aportar claridad, objetividad y equilibrio en la toma de decisiones, ayudándonos a ver lo que nosotros, desde dentro, no logramos percibir.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
www.dramendozaburgos.com
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infanto-juvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.
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