Consultas On Line
Disculpen
que publique nuevamente estos párrafos, pero es que cada vez que he visto en
las últimas semanas a Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, cayéndosele la
baba con su bebé, he sentido un impulso irresistible de insistir en ello una y
cien veces. La fascinación de este joven padre no es diferente a la que sienten
la gran mayoría de las madres, pero verla públicamente en un hombre provoca
algo diferente, algo a lo que no estamos muy acostumbrados; más cuando parece
estar dejando a un lado su gran imperio para disfrutar más de su hija. Siempre
habrá quien calcule en dólares la fortuna de esta recién nacida, pero para mí,
la fortuna de tener un padre entregado no se mide en dólares.
Quisiera
provocar alguna reflexión sobre el significado de la palabra “padre”. Una
reflexión dirigida especialmente a esa gran cantidad de padres que lo son, pero
no se atreven a serlo; a aquellos que se resisten a la tentación de cargar y
abrazar a su bebé porque no se lo permite su “masculinidad”; a aquellos que
entran “furtivamente” a verle, acariciarle, chinearle y hacerle muecas y luego
tratan de negarlo cuando se les pilla “in fraganti”; a aquellos que tal vez
quisieran, pero se sienten unos completos “inútiles” para atenderles
físicamente; y a aquellos que aunque algunas veces se involucran en su atención
y cuidado, en general no se comprometen porque suelen tener “cosas más
importantes que hacer”.
En todos estos casos se pone de
manifiesto, en mayor o menor medida, una especie de vocación natural al ejercicio de la paternidad similar a la vocación
maternal de la mujer, con excepción, lógicamente, de aquellas escasas funciones
que la naturaleza ha asignado en exclusiva a la madre; vocación paternal que se
ve frustrada por los patrones impuestos por la cultura, que no por la
naturaleza, y que le impiden disfrutar de la paternidad de la misma manera que
es capaz de disfrutar la mujer.
Hay hombres que dicen que con estos
patrones culturales, disfrutan la paternidad a su manera, y no vamos a negar que
pueda ser cierto, pero también es cierto que de aquellos padres, cada vez más,
que han experimentado la paternidad más allá de los esquemas tradicionales, y
se han involucrado plenamente en el afecto y la atención física a sus hijos,
ninguno de ellos se arrepiente de la experiencia o se cambiaría por los
primeros; al contrario, les resulta fascinante y descubren sensaciones
inimaginables; las mismas sensaciones que toda la vida han descubierto las
madres. Los padres que no lo han experimentado no se imaginan lo que se han
perdido.
Y es lógico; la ternura, el afecto, el
cariño, la atención, el cuidado, etc., no son cuestión de género; son tan
naturales en los hombres como en las mujeres; en los seres humanos como en las
demás especies animales; mucho más aún cuando se trata de un hijo. Pareciera
que para satisfacer nuestros objetivos vitales cada vez más buscamos fórmulas,
como si vivir fuera un ejercicio matemático; pareciera que cada vez más
tratamos de imponernos estereotipos, de imitar lo que otros hacen, y de seguir
lo que otros dictan. Parece que cada vez más buscamos y buscamos fuera, en vez
de buscar dentro de nosotros mismos.
No hay fórmulas para que un hombre pueda
disfrutar de ello; simplemente debe superar los condicionantes culturales y
permitirse a sí mismo la expresión natural de aquello que lleva dentro. Debe
comprender que dichos condicionantes culturales son precisamente eso,
culturales, no naturales, sino establecidos por el propio ser humano, no
necesariamente con criterios acertados, o tal vez con unos criterios razonables
para otras épocas, pero no para la época actual.
Algunas
mujeres han contribuido a ello arrogándose en exclusiva estas funciones. La
atención física tampoco debería ser ningún sacrificio; o mejor dicho; si el
padre quiere verlo como tal, entonces sí lo será; pero si quiere verlo como un
juego, un juego será; un juego con su hijo. Para llegar a comprenderlo basta
superar esa barrera mental y esa actitud comodona, e intentarlo dos o tres
veces, sabiendo que a quien está atendiendo es nada menos que su hijo. Reclame
lo que le corresponde; reclame su derecho al afecto y a la atención de SU HIJO.
Comparta con su pareja esas tareas, pero no por ella, sino por su hijo, y,
sobre todo, por usted mismo. No se arrepentirá, y la unidad familiar se verá
fortalecida.
Un padre comentaba en una ocasión: “Me
he ensuciado cambiando sus pañales, me ha llenado de babas y hasta de vómito la
camisa, me ha orinado cien veces el pantalón... y en vez de sentirme apenado,
me siento exageradamente orgulloso”. Este padre, sin duda, había aprendido a
disfrutar de aquello que la cultura se empeña en negar a los hombres. Pero el
beneficio no era solamente para el padre; tal vez sin ser muy consciente de
ello, con la atención física y afectiva que este hombre proporcionaba a su
hijo, se estaba abriendo un valiosísimo canal de comunicación entre ambos.
Probablemente este padre estará siempre más unido a su hijo. Probablemente
estará más capacitado para educarle en la niñez, y para entenderle en la adolescencia,
porque desde el primer momento existió permanentemente ese canal de
comunicación.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría
infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense
de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en
dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi
clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de
comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de
extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su
tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar
acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus
programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video
conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y
dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y
educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia
profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada
persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la
educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde
que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia
en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.