domingo, 3 de febrero de 2013

La última lista


Hay una escena en donde Morgan Freeman y Jack Nicholson están sentados en la cama de un hospital y el primero estaba haciendo una lista.
La curiosidad, o posiblemente el aburrimiento, del personaje de Jack lo llevó a abrir una caja de pandora que nunca, en sus casi 60 años, se hubiese imaginado, al preguntar a Morgan qué estaba escribiendo el mismo día de haber sido diagnosticado con cáncer terminal y no tener a nadie a su lado para compartir esa noticia.
El personaje de Morgan era un hombre de temple simple, pausado, casado por más de treinta años, con hijos y nietos. Hace un detente a lo que está haciendo, se quita los espejuelos y le indica que, al igual que él, también está en las últimas ya que el doctor le dijo que no podían hacer nada más por él.
Él había decidido unos minutos antes hacer la lista ya que no había escapatoria. La lista contenía todas las cosas que no había podido realizar en sus años de vida. Jamás había pensado que le quedaban pocos meses y no quería irse sin hacerlas, como tirarse de paracaídas, tener una cena romántica con su esposa, viajar, entre otras.
El gran detalle de ese personaje era que no tenía dinero, que era un simple mecánico que no había ahorrado nada, ya que todo lo que había hecho en sus más de 30 años de trabajo fue para que sus hijos tuvieran una educación.
Por el otro lado, el personaje de Jack había sido diagnosticado con cáncer terminal y solo le habían dado unos meses más. Era un hombre de negocios, soltero, pero sin amor a su alrededor, millonario en dinero, pero pobre de amistad, con una sola hija que no veía hace muchos años y con una nieta que jamás ha conocido.
En el transcurso de la película, ambos personajes comienzan un viaje de introspección individual en el que ambos se convierten en maestros del otro. En ese aprendizaje forzoso, se dan cuenta de lo que es importante en la vida y de que se trata vivir en esta existencia.
Muchos no tenemos la capacidad de apreciar, ver y manifestar nuestro agradecimiento por las cosas que tenemos, las que deseamos y conseguimos y mucho menos a la sensibilidad de ver que el servir brinda satisfacciones inimaginables para todas las personas involucradas.

El “bucket list”, como popularmente se le conoce a la lista que hacemos de cosas que deseamos hacer antes de pasar a la otra vida, al cielo, trascender esta existencia, como más le guste, no es más que exponer y plasmar los deseos que uno tiene, sueños que desea alcanzar o metas que, sin ponerlas en la lista, no se podrían realizar.
Es una especie de lista mágica, que toma ese deseo y, de forma inexplicable, alinea todos los elementos para que se den. La satisfacción que brinda a quienes la hacen y logran ese deseo es incalculable, al igual que la alegría, satisfacción y el sentido de conexión con todo lo que nos rodea.
Atención, en el proceso, las excusas, los famosos problemas, se anteponen en el movimiento para cumplir nuestros deseos. Los hijos, la familia, el trabajo, los vecinos, el dinero, etc., se pueden convertir en obstáculos permanentes o solo gasolina para el motor de la inspiración.
Es en ese momento en el que las circunstancias se nos presentan que la simple decisión de seguir o de poner en pausa la felicidad es trascendental. Lo único que cambiará el curso de ese destino es la acción que vaya a la par con el pensamiento.

En la película, cuando están en el tope de unas de la pirámides y Jack está tachando de la lista ver las pirámides, Morgan le hace dos preguntas muy interesantes que les dejo hoy. Más allá de lograr ese sueño, anhelo o deseo de lo que uno pudiera poner en la lista, Morgan le pregunta…
¿Has conseguido la felicidad? y la segunda es ¿Haz traído felicidad a otros?
Hoy hagamos una pausa a nuestras vidas, analicemos en dónde estamos hoy y hacia dónde deseamos estar de aquí a unas horas, días, semanas, meses o años.
En ese análisis sencillo y preciso, qué tal si nos hacemos esas preguntas y vemos a ver si la lista contesta ambas preguntas, si es así, estamos por buen camino, sino, estamos a tiempo de redirigir nuestros esfuerzos y de volver a empezar.

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sábado, 2 de febrero de 2013

Máxima de Holanda, la argentina que dará “nuevos aires” a la corona holandesa


Tomado de El País
Máxima de Holanda, saludando desde el balcón del palacio de Noordeinde, durante el Día de la Princesa, en septiembre de 2012. / MARK CUTHBERT
Una argentina reinventa la monarquía en Holanda
La sonrisa tenaz de Máxima Zorreguieta batió suspicacias hacia sus orígenes

Tras la abdicación de la reina Beatriz, la hija del secretario de Estado de la dictadura de Videla asume junto a Guillermo el reto de traer nuevos aires a la corona

Por Isabel Ferrer

A sus 42 años, Máxima de Orange es una mujer ambiciosa dispuesta a servir a la sociedad holandesa, que la recibió con recelo hace una década y ha terminado por convertirla en su reina consorte.

Nacida en Buenos Aires con los apellidos Zorreguieta Cerruti, el pasado de su progenitor, secretario de Estado de Agricultura durante la dictadura argentina, a punto estuvo de provocar una crisis constitucional. Salvado el obstáculo a base de excluir a sus padres de la boda real, en 2002 —solución que parece sacada de un manual de corrección política—, su tenacidad ha hecho el resto. Su ambición es, por tanto, de la buena. O como dice la historiadora Reinildis van Ditzhuyzen, “ella desea contribuir y aprovechará su posición para lograrlo”.

El 30 de abril, cuando su esposo, el príncipe Guillermo, suceda a su madre, la reina Beatriz, como jefe de Estado y se convierta en el primer varón que accede al trono en algo más de un siglo, Máxima compartirá la corona. Después retomará sus labores de asesora de Naciones Unidas en la promoción de microcréditos y como enlace entre la propia organización internacional y el G-20, el grupo de países más ricos del mundo, dos de las principales citas de su agenda.

Porque Máxima no solo aprendió holandés, la complicada lengua de su marido, en un tiempo récord. También ha cumplido otras obligaciones reales con prontitud impecable. Ha tenido la suerte de tener tres hijas, Amalia, Alexia y Ariana, en los cinco primeros años de su matrimonio. Ha recorrido, y sigue haciéndolo, toda Holanda con entusiasmo, y ha llevado sus conocimientos financieros (es licenciada en Económicas y trabajó para los bancos HSBC y Deutsche Bank en Nueva York) a las escuelas.

Es frecuente verla en los centros de primaria y secundaria holandeses explicando las bondades del ahorro temprano con huchas en la mano. Pero la princesa comprometida que lleva a sus hijas a un colegio público tiene, sobre todo, un proyecto vital con su príncipe. “Se proponen tres cosas esenciales: unir a la población en la tolerancia sin crear camarillas y como símbolo de la nación; representar al Estado en el exterior con dignidad, y apoyar a los que trabajan por el país, ya sean deportistas famosos o ciudadanos anónimos”, sigue la historiadora, que es además experta en monarquía y protocolo.

Justamente el protocolo, que podría haberse convertido en un corsé para una joven de ascendencia burguesa como Máxima, es su mejor aliado. A la reina Juliana, madre de la actual soberana Beatriz, no le gustaban las reglas y atormentaba a sus servidores públicos. Beatriz, por el contrario, ha abrazado el código como la solución para que su labor tenga ritmo y estructura. “Máxima lo ha interiorizado a la perfección. Sonríe, está suelta y no tiene problemas. Conoce su lugar en todo momento”.

El carisma de la princesa y su olfato político se han puesto a prueba desde la abdicación de su real suegra, el pasado lunes, con diferente resultado. A la mañana siguiente del anuncio, y cuando el resto de la familia real estaba reunida, Máxima acudió a un compromiso previamente pactado con el Ejército. A la salida del acto le preguntaron por su estado de ánimo y dijo lo siguiente: “Es un honor seguir los pasos de mi suegra, la reina”. En realidad, quiso expresar su admiración por Beatriz de Holanda, pero pareció que creía que será reina y no consorte. El desliz léxico fue perdonado de inmediato porque todo el país asume que hará un buen trabajo.


Su agudeza para comprender el alcance constitucional de su futura posición sí dio en el clavo. Sus padres no acudieron a su boda hace 11 años. Sin que nadie le susurrara al oído una solución, ella misma dijo que tampoco vendrían a la entronización. Una salida airosa, elegante incluso, para un momento trascendente en la historia de un país que cumple 200 años como monarquía.

Y ahora la pregunta que nadie se atreve a verbalizar: ¿acabará por hacerle sombra la reina Máxima al rey Guillermo? Van Ditzhuyzen no lo cree así. En su opinión, ella estará más libre para seguir con sus otras actividades como patrona de la Cátedra Príncipe Claus y miembro del Comité Nacional para la Promoción de las Inversiones. Sin olvidar el apoyo a las mujeres inmigrantes y el Fondo Orange, destinado a promocionar iniciativas sociales y que comparte con su esposo. “El mayor problema que han tenido, la compra de una casa en Mozambique en plena crisis, ya se ha resuelto. Fue una tontería, pero comprendieron que su vida está llena de privilegios y también de inconvenientes. Aunque su popularidad bajó mucho en ese momento, ya se ha recuperado”, asegura.

El asunto de Mozambique fue espinoso y con ramificaciones de dudosa defensa. En busca de privacidad durante sus vacaciones, la pareja principesca adquirió una villa en la playa africana de Machangulo. Un lugar maravilloso y apartado. Tanto que para llegar ocasionaban grandes gastos de desplazamiento de los cuerpos de seguridad. Además del consiguiente trasiego de vuelos intercontinentales. Cuando las críticas en casa arreciaron, acabaron vendiendo la propiedad por un precio simbólico. “Era un sueño cargado de buenas intenciones, pero no puede oscurecer nuestra labor”, dijeron el año pasado. Por el camino se supo que habían girado una parte del pago a un agente inmobiliario con cuenta corriente en la isla de Jersey, un paraíso fiscal en el Canal de la Mancha. Los Orange pagaron sus impuestos, pero la impresión dada no era buena.

Guillermo de Orange era un príncipe todavía sin rumbo fijo cuando conoció a la joven argentina Máxima Zorreguieta en 1999, en la Feria de Sevilla. De inmediato, pidió a su madre que confiara en él haciendo una solemne declaración: “Se llama Máxima y es argentina. Confía en mí”, dijo. Guillermo estaba en verdad enamorado, y la soberana, que había rechazado a todas las candidatas anteriores, asintió. Poco después, ella misma se convirtió en admiradora y confidente de una Máxima con la que comparte veraneos familiares en su residencia de la costa italiana. Y a la que ha visto aprender el oficio real sin rendir su personalidad, ni la sonrisa luminosa que encandila a sus compatriotas europeos. / MICHEL PORRO (WIREIMAGE)

Vendida la casa de Mozambique y pasada la tormenta, un año después se hicieron con una villa de tres viviendas, piscina y playa y embarcadero privados en Grecia. Situada en la península del Peloponeso, abonaron 4,5 millones de euros. Esta vez la ciudadanía no se alteró y el Parlamento lo consideró “un asunto privado”. Guillermo y Máxima tienen asimismo un rancho en la Patagonia argentina, tierra que visitan a menudo. La última vez, la pasada Navidad.

Guillermo y Máxima serán la primera pareja de su generación que se convierten en reyes del siglo XXI. Por tanto, todas las miradas estarán puestas en ellos. Les corresponde demostrar si la monarquía en Europa sigue siendo necesaria en estos tiempos.

Como sucede con sus coetáneas europeas, Máxima es también una princesa mediática, un escaparate de estilo. La prensa social las persigue a todas, desde Noruega hasta España, y analiza con detalle los modelos que lucen.

Máxima sale airosa en este aspecto. Al contrario de su esposo, que siempre recela de la prensa y ha admitido que le resulta difícil aunar su vida pública y privada, la princesa abraza las cámaras con naturalidad. Posiblemente resulte difícil encontrar una foto donde no aparezca sonriente y habladora. Con su vestido nupcial, firmado por el modisto italiano Valentino, hizo un sincero alarde gestual. Privada de sus padres durante la boda en la Iglesia Nueva de Ámsterdam, lloró con dignidad al son de un tango, el preferido de su progenitor. En la escena del balcón, el tradicional beso fueron varios, largos y entre risas. Ella estaba feliz. Él, feliz y ruborizado.

Cuando acude de invitada a otras bodas o ceremonias reales es una de las figuras a seguir. A veces, como en el enlace de los herederos de Luxemburgo, lleva conjuntos llamativos del belga Edouard Vermeulen que casi cortan la respiración. No importa. Los luce con aplomo. Con los trajes largos sucede otro tanto. Las telas son espectaculares; los volantes, incontables, y su porte, como si hubiera nacido para ser princesa. Una exposición de una veintena de sus modelos organizada en 2011 en el palacio Het Loo fue la más visitada del país. Es posible que las holandesas no se atrevan con el estilo de Máxima, amante de ocres, marrones y rojos, pero lo admiran sin reservas.

A punto de compartir la corona, el papel de la princesa como madre se pondrá también a prueba. Amalia, su hija mayor, pasará a ser la heredera del trono. Tiene 10 años y es una niña despierta, con gran facilidad para los idiomas. Es pronto para tanta responsabilidad, y Máxima y Guillermo quieren darle la mayor estabilidad posible. De momento, todos seguirán viviendo en Wassenaar, un municipio elegante cercano a La Haya. Cuando el palacio Huis ten Bosch esté acondicionado, se trasladarán a la ciudad. El cambio abre una nueva etapa y merece una apostilla casi cinematográfica, como su propia vida: la aventura continúa. 

El invierno está por irse, según predicción de la marmota


Agencias Noticiosas
Foto de archivo de la Marmota

Washington - La famosa marmota Phil salió esta mañana de su guarida en el pequeño pueblo de Punxsutawney (Pensilvania) y no vio su sombra, lo que implica, según la tradición, que el invierno terminará pronto este año en EE.UU.

Desde 1887, cada 2 de febrero se celebra el “Día de la Marmota” y decenas de miles de curiosos llegan a Punxsutawney para conocer el pronóstico de Phil.

Este año, en torno a las 07.25 hora local (12.25 GMT), Phil salió de su guarida y, bajo un cielo nublado y temperaturas bajo cero, no pudo ver su sombra, lo que significa que la primavera llegará temprano a Estados Unidos.

Cuando está soleado supuestamente la marmota ve su sombra y se mete en la guarida de nuevo, lo que quiere decir que habrá seis semanas más de invierno.

Se espera que unas 20,000 personas se congreguen esta vez en Punxsutawney para ver a Phil y asistir a las festividades paralelas, de acuerdo con el “Club de la Marmota”, que supervisa la ceremonia vaticinadora a la que sus miembros asisten vestidos con sombrero de copa y esmoquin.

Desde que comenzó la tradición, Phil ha visto su sombra 100 veces y no la ha visto en 16 ocasiones, según el “Club de la Marmota”.

Las predicciones del roedor no siempre son correctas. El año pasado vaticinó seis semanas más de invierno y, según las estadísticas oficiales, en febrero las temperaturas fueron más altas de lo normal para la época y se registró el marzo más cálido en décadas.

La película “Groundhog Day” (“Día de la Marmota”, 1993), protagonizada por Bill Murray, dio notoriedad a la fiesta de Punxsutawney, ubicada a unos 100 kilómetros al noreste de Pittsburg.

Phil tiene imitadores en varios lugares del país, como Chuck en Staten Island (Nueva York), Sir Walter Wally en Raleigh (Carolina del Norte) y Beau Lee en Atlanta (Georgia), entre otros.