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sábado, 22 de octubre de 2016

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: LA DENTADURA PERFECTA



Ha salido al mercado una especie de máscara de dentadura perfecta que fácilmente se coloca sobre la propia dentadura, escondiéndola, y permitiendo lucir una dentadura espectacular. En estos tiempos en que la imagen vale cada vez más; en que la imagen vale más que la propia realidad; en que la imagen lo vale todo, no me cabe duda de que será un éxito. Sin embargo, tengo una reserva, y es que, aunque en casos específicos puede ser útil como puerta que se abre, en vez de cerrarse, para dar a conocer nuestra propia valía general; en la mayoría de los casos servirá, sobre todo, para que descuidemos más nuestra salud dental, a la que damos más importancia por imagen que por salud y funcionalidad.

Varias veces me he referido ya en estos blogs a la tendencia acelerada que tiene esta sociedad occidental moderna a perder su autenticidad y a convertirse simplemente en fachada para que los demás vean lo que queremos que vean, y no la realidad. Me he referido a ello particularmente en algunos blogs dedicados a nuestro comportamiento en las redes sociales. Y no es que tenga nada de malo pretender que los demás vean una imagen positiva de nosotros mismos; al revés, eso es algo bueno, lógico y natural en el ser humano. Lo raro sería lo contrario.

Lo que no es bueno es la falsificación. Siempre consideramos la falsificación como algo negativo, en general, y rechazamos que alguien nos diga que somos falsos, sin percatarnos de que frecuentemente, en algunos casos casi permanentemente, estamos haciendo una falsificación de nosotros mismos. Y es que el problema no es simplemente el engaño a los demás, que suele importar poco, ya que, en la mayoría de los casos no les vamos a cambiar la vida con ello ni a ocasionar perjuicio alguno. El problema es que caemos en el engaño a nosotros mismos, y eso si es grave.

¿Por qué es grave? Pues porque hace que nuestros esfuerzos vayan dirigidos cada vez más a fabricar esa falsa imagen, y menos a recomponer esa fea realidad que es la que nos impulsa a esconderla y a deformarla de cara a los demás y a nosotros mismos. Y es como un circulo vicioso que se retroalimenta, porque lógicamente, al dedicar cada vez menos esfuerzo a recomponer o mejorar la fea realidad, lo más probable es que esta fea realidad siga siendo fea, y cada vez más fea, y que tengamos que dedicar cada vez más esfuerzo a esconderla, y menos a mejorarla.

El resultado final es fácil de imaginar: la fea realidad termina haciendo grandes estragos en nuestra salud mental, en nuestra salud familiar, y frecuentemente también en nuestra salud física. Y no solo eso, sino en nuestra salud social también, porque suele pasar que nos acostumbramos tanto a engañarnos a nosotros mismos, que pensamos que de igual manera engañamos a los demás: pero eso no es así; caemos en contradicciones y en sinsentidos que los demás detectan mucho más fácilmente que nosotros mismos. Al final, la única relación social que se conserva es una falsa relación en las redes a través de una pantalla.
Pero el daño mayor se lo hacemos a nuestra salud matrimonial o de pareja. Sí, aquella persona con la que convivimos cada día y ante la que no podemos esconder casi nada, porque está ahí con nosotros cada día para tirarnos mutuamente a la cara mil y un reproches. Esa es parte de la explicación de tanto fracaso de pareja que se produce en los últimos tiempos. Cuando uno agarra el hábito de la falsificación hasta con uno mismo, es casi imposible ser auténtico al mismo tiempo con la pareja, y sin autenticidad, una pareja está condenada al fracaso, aunque, de cara a la galería, siempre queda el recurso de, para no variar, seguir falsificando la realidad.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro. 

sábado, 8 de octubre de 2016

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: DESASTRES NATURALES

Por Dra. Margarita Mendoza Burgos

Me encuentro en Florida, donde un poderoso huracán está azotando desde hace bastantes horas, y lo seguirá hacienda por bastantes horas más, la costa Este del estado. El ojo del huracán pasa en estos momentos muy cerca de la zona donde me encuentro. Puesto que no puedo hacer otra cosa, es un buen momento para escribir; para reflexionar y escribir. Veo por la ventana impresionantes cortinas de lluvia, y tremendas ráfagas de viento meneando árboles. Nunca había vivido tan de cerca un huracán de esta fuerza, aunque sí he vivido otras catástrofes naturales en El Salvador.

Mañana, cuando todo esto haya pasado, podrán verse de cerca multitud de árboles caídos, áreas inundadas, cientos de miles de hogares sin energía, e innumerables daños en casas y edificios. Daños todos ellos materiales, casi siempre reparables, que serán reparados en poco tiempo. Lo que probablemente a penas habrá, si es que hay, será pérdida de vidas humanas, siempre irreparables. E inevitablemente me pregunto cuál sería el resultado si este mismo azote natural pasase en El Salvador. Mi memoria me lleva a las dos catástrofes naturales que viví en El Salvador en los últimos veinte años: el huracán Mitch de 1998, y los terremotos de 2001. Y me lleva también a los daños materiales, y sobre todo humanos que causaron.

Es obvio que cada azote natural es particular y diferente a los demás, y no tan fácilmente son comparables, pero es obvio también que los azotes naturales de gran magnitud provocan la pérdida de muchísimas vidas en ciertas partes del mundo, y de pocas vidas en otras partes del mundo. He aprendido también que en los países donde provocan menor perdida de vidas, en algún momento de la historia era diferente, pero de algún modo han sabido superar la desgracia y aprender, trabajar y organizarse para que la desgracia del pasado no se repita en el futuro. Sin embargo, en otras zonas del mundo las desgracia del pasado se repite en el presente, y, triste es decirlo, se repetirá en el futuro.

Siempre oigo a los gobernantes de estos países, El Salvador entre ellos, decir que no hay recursos para afrontar la crisis con prontitud, ni, mucho menos, para prevenirla. He oído a expertos en economía explicar que la tal falta de recursos viene motivada, en gran medida, por la enorme deuda externa que tienen nuestros países con los del primer mundo, que les mantiene atados de manos. Y no pretendo discutir la validez de tal teoría, pero es que me recuerda mucho a la situación de la vendedora de un puesto callejero cualquiera en el centro de San Salvador, por ejemplo, que compra su mercadería con algo de dinero prestado de los prestamistas que hacen de ello su negocio cobrando elevadísimos intereses, de modo que la vendedora no puede más que pagarlos, “subsistir”, y volver a pedir prestado para seguir “subsistiendo”.

Y es que si se investiga un poquito más en la administración del dinero de muchas de estas personas puede verse que, pese a los altos intereses, el dinero que ganan da, normalmente, para algo más que para subsistir, pero usan ese dinero en cosas absolutamente prescindibles en vez de reinvertirlo en mercadería para no tener que pagar intereses, o , simplemente, en educación, y poder crecer doblemente de esta manera. Lo mismo pasa con el dinero que se recibe de remesas o de cualquier otra fuente. Pedir dinero prestado está bien si es con la intención de crecer, pero de alguna manera nos hemos acomodado a pedir prestado no para crecer, sino simplemente para subsistir; se ha convertido en una forma de vida que no nos permite mejorar ni afrontar emergencias, y que no nos lleva a ninguna parte. Ni para atrás ni para adelante.
De la misma manera funcionamos como sociedad y como estado. Si se toma en cuenta lo inútil e infructuoso de muchísimo del gasto público, por no mencionar otros vicios característicos como la corrupción y saqueo de arcas públicas, y se añade a ello, y como consecuencia, el mínimo o nulo interés en pagar impuestos por parte de los demás, comprenderemos por qué nunca tenemos recursos para afrontar o prevenir emergencias o desastres. Y si además consideramos nuestra maña cultural de fiar todo a la voluntad de Dios, o de confiar todo al falso optimismo de que “todo va a salir bien”, comprenderemos también que esto no va a cambiar tampoco en el futuro. No tenemos derecho a hablar de desastres naturales. Son simplemente azotes naturales. Somos los humanos quienes evitamos el desastre, o los convertimos en desastre. Se trata, en definitiva, de desastres humanos.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro. 

sábado, 19 de marzo de 2016

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: LOS LIBROS DE SUPERACION PERSONAL


Los libros de crecimiento y superación personal están de moda desde hace ya algún tiempo. Se han publicado miles de ellos. Digo yo que en todo este tiempo deberían haber servido de algo, y haber provocado la superación en suficientes personas como para que la sociedad de hoy día sea un poquito mejor que la de principio de siglo. Sin embargo, me temo que tal cosa no ha sucedido. ¿Por qué?

Hay varias explicaciones. La principal es que los consumidores de libros de superación personal son, en gran parte, personas que buscan salida a algún tipo de crisis, y personas que buscan la fórmula del éxito. Sin embargo, los primeros suelen buscar como quien busca una receta de cocina para cocinar algo diferente porque ya se aburrió de comer de todo. Y los segundos buscan fórmulas que les den la combinación de variables que conducen al éxito y la felicidad.

Incluso, la mayoría de este tipo de libros son puramente comerciales, y están escritos con esa orientación, es decir, no pensando en lo que el lector necesita, sino pensando en lo que el lector busca y espera leer. Así, partiendo de que existe un error en lo que el lector busca, el error es correspondido por los autores. El resultado es que muchos de estos libros son una colección de recetas de vida, ecuaciones y experiencias personales que no tan fácilmente se aplican a la situación individual de cada quien; y que cada quien, a su vez, hace muy poco esfuerzo por adaptarlas a su propia situación.

Y es que, en realidad, formas de entender y alcanzar la superación hay miles de millones; tantas como personas en el mundo, y los ingredientes básicos son solo unos cuantos, pocos. Y no están exclusivamente en estos libros; están en la sabiduría humana desde que el hombre es hombre, y nadie los descubre en estos libros porque todos los conocemos desde que somos niños, aunque algunos solo los conozcan de oídas. Me refiero al esfuerzo, la visión, la planificación, la constancia, la disciplina, etc.

Habiendo pocos ingredientes básicos, lo que hace que haya tantas formas diferentes de superación son las circunstancias personales de cada quien. De ahí que el conocimiento y el análisis de dichas circunstancias es una parte muy importante, y eso es algo que solo uno mismo, tal vez con ayuda del entorno íntimo, puede hacer, pero no nos lo puede enseñar un libro. Y ahí es donde muchas personas fallan; asumen que están en una posición en la que no están, asumen recursos que no tienen, o desestiman los que sí tienen, no conocen bien sus talentos, que casi todas las personas tienen alguno, y tampoco conocen bien sus debilidades y lo que éstas pueden condicionarles en su perspectiva.

Por otro lado, los libros nos hablan mucho de lo que nos debe impulsar a crecer, pero nos hablan poco de lo que nos frena en ese crecimiento, a parte de las circunstancias personales desfavorables; me refiero fundamentalmente al miedo y la envidia. El miedo puede ser debido a algún fracaso previo, o, precisamente, al desconocimiento del terreno que pisamos, o bien a haber formado parte de nuestro proceso de desarrollo desde la niñez o adolescencia, de modo que se ha hecho crónico, y no tan fácilmente va a desaparecer.

La envidia… bueno, eso es otra cosa. Es un mal endémico en nuestra cultura latina, y es la principal responsable de que siempre estemos igual, ni para atrás ni para adelante. La envidia tiende a frenarnos cuando es de los demás a nosotros, por razones obvias, pero nos frena mucho más aún cuando es de nosotros hacia los demás, porque la envidia no estimula en absoluto el crecimiento personal para subir al nivel de las personas envidiadas, sino que, por el contrario, tiende a obstaculizar y derribar el crecimiento de las otras personas para que caigan a nuestro pobre nivel.
El éxito pocas veces llega de repente y sorpresivamente, que es como la mayoría de las personas lo imagina y lo sueña; por eso difícilmente les llega. Y cuando llega de repente, lo más probable es que también se vaya de repente. En general, en la inmensa mayoría de los casos, el éxito no llega, sino que se consigue, y no sucede de repente.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

 Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.  

sábado, 12 de diciembre de 2015

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: EL NIÑO DEL TAMBOR

       Cada vez son más las personas que al llegar las fechas navideñas manifiestan sentirse estresadas, y no es sin razón. El tránsito vehicular se incrementa sensiblemente; el peatonal también; tenemos en la cabeza más cosas de lo habitual; las colas en los comercios son enormes; tenemos muchas cosas que preparar y muchos regalos que comprar. Y todo para que al final siempre haya algo que no sale bien, alguien que dice algo inoportuno, o que recibe con indiferencia nuestro regalo, o cualquier cosa que hiere nuestra susceptibilidad latina, y nos amarga la fiesta, desbordándose entonces todo el estrés, en forma de lágrimas o de enojos desproporcionados. Y para colmo, comprobamos que Santa ha sido más generoso con el vecino que con nosotros; quizá a él le trajo el carro con el que tanto soñamos, o la pantalla plana gigante, o cualquier cosa que haga que nuestro primer propósito de año nuevo sea no ser menos que él, aun a costa de endeudarnos más aún.

       Cada vez más la Navidad se convierte en un cúmulo de compromisos con los demás y con nosotros mismos; compromisos cada vez más materiales y menos espirituales; compromisos no siempre deseados y que cada vez nos satisfacen menos y nos estresan más; compromisos que cada vez más nos dejan la sensación de cumplirse no porque realmente se desee, sino para tener la sensación de estar a la altura de los demás, y para que los demás vean que lo estamos; o para que los demás vean que nos acordamos de ellos, aun cuando de algunos solo nos acordamos precisamente a la hora de hacer la lista de compromisos de Navidad.

       Siendo esto así, se entiende el auge cada vez mayor que tiene la industria del regalito, que respetando todavía en el mes de Enero la maltrecha economía de los consumidores, invade desde el mes del amor y la amistad casi todos los meses del calendario para descargar en esta época toda su presión mercadotécnica, ofreciendo infinidad de productos, de los que mil y uno son de esos creados a propósito para cumplir con dichos compromisos; y ofreciendo también mil y una tarjetas con el mensaje de felicitación ya impreso, creadas a propósito para quienes no tienen nada que decir, siendo prácticamente imposible encontrar una tarjeta en blanco para escribir algo nacido del corazón, aunque sea con mala letra y errores de ortografía. Ha de ser porque las primeras tienen mucha mayor demanda.

       En definitiva, cada vez más se resuelven los compromisos navideños con soluciones materiales, casi siempre prefabricadas, frías e impersonales, que no cuestan esfuerzo, que no suponen aporte ni compromiso personal, que son creadas y producidas por otros, que cuestan solamente dinero, y que únicamente sirven para dejar constancia de que “ya cumplí con ellos” o “ya cumplieron conmigo”, pero no para llenar el corazón, ni el de los demás ni el nuestro, porque les falta la huella, el carácter y la emoción de quien únicamente se limitó a trasladarlas, por compromiso, del almacén al destinatario.

       Me estaba acordando del villancico del Niño del tambor, que llegó a visitar a Jesús sin nada más que su tambor, y con él le dedicó una canción. También llegaron los Reyes Magos, con regalos valiosos. Pero podían haber llegado sin nada en la mano y hubiera sido lo mismo. De hecho, no se lo agradeció Jesús más que al niño del tambor; ni menos tampoco. Lo que agradeció Jesús a ellos, y a todo aquél que viajó para visitarle fue precisamente ese interés, esa ilusión y ese esfuerzo por estar allí, por ser partícipe de su llegada. Lo que agradeció Jesús fue ese compromiso espiritual.

       Lamentablemente, nosotros poco a poco nos hemos ido acostumbrando a dar lo material y a esperar recibir lo material; en parte motivados por la fuerte presión comercial que constantemente nos invita a disfrutar de lo material, y en parte porque los valores fundamentales de la cultura occidental actual tienen carácter material. Y no es que tenga nada de malo lo material; el problema es que ha desplazado a lo espiritual. Y a tal grado nos hemos acostumbrado a ello que cualquier impulso por ofrecer un compromiso de tipo espiritual y no material en navidad automáticamente se ve frenado por el temor a quedar mal, a no cumplir, a no responder a lo que otros esperan de nosotros. No obstante acordémonos de qué es lo que Jesús esperaba cuando nació, lo que Dios espera de nosotros. Arriesguémonos a regalar algunos compromisos espirituales, pero de los de verdad, y probablemente nos sorprenderemos de los resultados, a corto, y sobre todo a largo plazo, y nos sentiremos menos estresados.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

 Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.  

sábado, 10 de octubre de 2015

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: NO ES MAS FELIZ QUIEN MAS TIENE, SINO QUIEN MENOS NECESITA


Probablemente hemos escuchado o leído esto numerosas veces, y aunque una momentánea reflexión tiende a llevarnos a pensar que es muy cierto, la verdad es que no nos lo creemos mucho en el fondo. O, al menos no mucho lo ponemos en práctica. De igual forma sucede con eso de que “el dinero no da la felicidad”. Y es que tenemos muy arraigada en la cabeza la idea de medir la riqueza con dinero o con posesiones materiales, que, a fin de cuentas, se consiguen con dinero. Pensamos que eso de “riqueza cultural”, “riqueza educativa”, o “riqueza interior” son solo formas de hablar, y difícilmente nos planteamos que la riqueza pueda consistir realmente en eso.

Y menos aún nos planteamos que la riqueza pueda consistir en, simplemente, ser feliz, que en el fondo es lo que casi todos persiguen. Más bien pensamos al contrario, que la felicidad consiste en ser ricos (materialmente, claro). Y eso que casi todos persiguen no muchos consiguen, al menos en gran medida, porque en esto de la felicidad no podemos hablar en términos absolutos. Y entre quienes la consiguen son pocos los que lo hacen gracias al dinero, aunque les cueste aceptarlo. Y de quienes la encuentran siendo económicamente ricos, casi siempre es a través de utilizar su riqueza para ayudar a otros más necesitados, con lo que no es la riqueza lo que realmente les hace felices, sino la solidaridad.

Cuando a un rico que busca la felicidad a través de la riqueza se le pregunta “¿Es usted feliz?” es probable encontrar respuestas como “Sí, soy feliz, pues tengo tanto dinero, tantas casas, carros de lujo, etc.” es decir, como que todo eso ni siquiera es el camino para… sino que es la felicidad en sí misma. Disculpe, no le he preguntado por lo que tiene, sino solo si es feliz, y usted no sabe de qué se trata eso de la felicidad. Otros admitirán que no lo son, pues la riqueza material no solo no les ha conducido al objetivo, sino que les ha generado problemas paralelos de estrés, de envidias y de pugnas a su alrededor que imposibilitan aún más esa sensación de felicidad.

Y tanto unos como otros tenderán a sentirse desconcertados o a envidiar a aquella persona que se ve feliz en la sencillez de su vida cotidiana, y a preguntarse cómo lo consigue. Y, sin embargo, ni unos ni otros renunciarían a nada de esa riqueza para tratar de ser felices de otra forma; unos porque no saben en qué consiste eso, y los otros porque no confían en poder encontrar la felicidad de otra manera tampoco, y ante tal situación, es mejor la seguridad que da el tener dinero, que la zozobra que da el no tenerlo (como si las cosas fuesen blancas o negras). Hay también quienes no persiguen la felicidad, porque, simplemente no creen en ella; solo creen en el dinero con todas sus cosas buenas y malas. No creer en la felicidad es síntoma obvio de no saber de no conocerla ni saber de qué se trata.

Pero la gran mayoría de los que experimentan la felicidad dan fe de que no tiene nada que ver con el dinero, o, mejor dicho, con el exceso de dinero, aunque sí tiene que ver en mayor o menor medida con no pasar penurias económicas. Y dan fe también de que tiene que ver con no tener mucho estrés, con estar en paz con todos y con todo, y tener la conciencia tranquila (de verdad, no de palabra), con unas buenas relaciones humanas, especialmente con las personas más cercanas (familia), con realizar los trabajos o actividades preferidas, con la solidaridad con otros, y, sobre todo, con valorar lo inmaterial por encima de lo material, y lo que se tiene, por encima de lo que no se tiene.

En definitiva, la felicidad parece depender en buena medida del dinero cuando éste es muy escaso, y en menor medida si ya no es tan escaso. Parece llegar un punto, cuando el dinero cubre satisfactoriamente las necesidades básicas materiales e inmateriales (educación o salud, por ejemplo), a partir del cual deja de ser un factor clave para ser feliz y son otros factores no materiales los que son más determinantes, aunque, eso sí, el dinero facilita la felicidad en tanto en cuanto sirve como medio para algunos de esos aspectos no materiales, como educación, salud, solidaridad… pero la entorpece cuando tiene un objetivo egoísta.

De todos modos, siempre hay aspectos inmateriales valiosísimos para los que no se necesita dinero: el amor, el cariño, o la amistad son gratis y tienden a ser más auténticos cuanto menos dinero se tiene. La naturaleza por sí misma ofrece infinidad de argumentos para disfrutarla enormemente y gratis; únicamente hay que sentirse parte de ella y saber ser receptivo a los paisajes del campo, del mar o del cielo, a la caricia de la brisa, al calorcito del sol (no en todas partes pueden disfrutarlo), o a la simple, y a la vez compleja, aventura de la vida animal. Si lo que le motiva es lo que ofrecen los comerciales de la televisión, o lo que tienen los vecinos, entonces tiene mal pronóstico, porque siempre necesitará más y más, y nunca tendrá suficiente.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

 Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.