domingo, 8 de junio de 2014

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Con qué se van a encontrar Quilmes, Argentina 
















Aporte al idioma español de los inmigrantes latinos en EEUU

 Tomado de BBC Mundo


Las palabras que el español le debe a EE.UU.

Por Thomas Sparrow

El argentino Luis Alberto Ambroggio cuenta que alguna vez, en un restaurante en Estados Unidos, se le acercó una mesera y le dijo que ya le traía la "baga". "Yo me puse a pensar: "¿Quién será ésta? ¿Será una amiga de ella?".

Lea más artículos del Doctor Ambroggio en Long Island al Día 

En realidad, la empleada no se estaba refiriendo a una persona perezosa sino a una bolsa para empacar las sobras de la cena. Ella usó "baga" como una adaptación de la palabra inglesa "bag".


Ambroggio, presidente de la delegación de Washington de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE), dice que como en español existe la palabra "bolsa", debería evitarse el uso de variantes confusas como la que escogió la mesera del restaurante.

Pero no todas las palabras del español que se utiliza en Estados Unidos son como "baga", un híbrido espontáneo entre los dos idiomas que surge principalmente a nivel hablado y que se conoce como espanglish.

En manifestaciones más formales, desde documentos técnicos hasta páginas del gobierno federal, también se evidencian palabras en español influenciadas por el contacto con el inglés, que adquieren en este país un nuevo significado. Es lo que se conoce como un estadounidismo, o las palabras propias del español en el segundo país con más hispanohablantes del mundo.

Ejemplos de ello serían rentar (en el sentido de alquilar), aplicar (para postular), departamento (como ministerio) o americano (en vez de estadounidense), que se utilizan ampliamente y la gente entiende enseguida, aunque haya quienes se opongan a que se les considere parte de nuestra lengua bajo esas acepciones.


Muchos de los estadounidismos no están aceptados formalmente en el diccionario de la Real Academia Española (RAE), pero algunos, como bluyín y jonrón, sí entrarán a formar parte de la nueva edición del diccionario, que se publicará en octubre.

Distinguir estas particularidades lingüísticas, así como cuidar la unidad y la comprensión del español, son tareas que recaen sobre Ambroggio y sus colegas en la ANLE, que esta semana celebran su aniversario número 40 en la Biblioteca del Congreso, en Washington.


La ANLE rechaza lo que llama traducciones "totalmente ineptas".

Traducciones "totalmente ineptas"

 


"Lo que está ocurriendo en Estados Unidos es tremendamente interesante y excitante -en el sentido inglés de la palabra- porque estamos asistiendo a la consolidación de la lengua española de Estados Unidos", le dice a BBC Mundo Alberto Avendaño, también miembro de la ANLE.

"Se está consolidando una realidad, y esa realidad va a ser lingüísticamente diversa por necesidad", agrega.

Así, el español de Estados Unidos está marcado a la vez por la variedad -sus hablantes provienen de todos los países de Hispanoamérica- y por un fenómeno de contacto con la cultura dominante del inglés, una interacción particular de este país.

Y aunque Ambroggio defiende el dinamismo del lenguaje y la mezcla de experiencias, también hay quienes cuestionan que se incluyan en nuestro idioma lo que consideran son "anglicismos innecesarios", pues para muchas de las palabras hay equivalentes mejores en español.

La ANLE reconoce que hablar de un español propio de Estados Unidos suele suscitar "incomodidad y reticencia", como explicó Leticia Molinero, miembro de la academia, en una ponencia que está publicada en su página web.


Luis Alberto Ambroggio, columnista de Long Island al Día : "Nuestro español, el de EE.UU., es un español que es de todos lados".

Molinero explica que una de las razones de esa incomodidad es la percepción de que el español de este país es principalmente el espanglish con sus expresiones "cómicas y ridículas", como "deliberar groserías" (enviar comida a domicilio, un calco de "to deliver groceries") o "vacunar la carpeta" (aspirar la alfombra, copia de "to vacuum the carpet").

Otro motivo son las traducciones "totalmente ineptas" que realizan personas ajenas a la profesión, según Molinero. Una de ellas es la que BBC Mundo vio en el zoológico de Washington: "enter the line here" fue traducido literalmente como "introduzca la línea aquí", en vez de "ingrese a la fila aquí".

"Cruce cultural de idiomas"

 


La academia enfatiza que el español estadounidense va mucho más allá de estos casos tanto en términos lingüísticos -de ahí la palabra estadounidismo, aceptada por la RAE- como históricos.

La presencia de tantos latinos en Estados Unidos ha incrementado el uso del español.

Si bien la ANLE es la más joven de las 22 academias de la lengua española, Ambroggio recuerda que la historia hispana de Estados Unidos consta de unos cinco siglos y por tanto hay una larga convivencia entre el inglés y el español.

De hecho, así como nuestro idioma toma prestadas palabras del inglés, también ocurre al contrario: el diccionario en inglés Merriam Webster acepta palabras como "adios" (sin tilde), "aficionado", "barrio" o "sombrero".

"Estados Unidos, por razones históricas y migratorias, genera un cruce cultural de idiomas", concluye Alberto Avendaño en su diálogo con BBC Mundo.

"La clave está en que el español de Estados Unidos se define por ser un crisol de lenguas y un crisol de influencias: es los Estados Unidos de Hispanoamérica bajo la bandera de la barra y las estrellas".

Conozca quince estadounidismos


·       Administración: calco de "administration" (equipo de gobierno)
·       Doméstico: calco de "domestic" (al hablar de vuelos nacionales)
·       Veterano: calco de "veteran" (para referirse a un exmilitar)
·       Acta: calco de "act" como "Dream Act" (una ley)
·       Admisión: del inglés "admission" (para hablar de una entrada a, por ejemplo, un parque de diversiones)
·       Agencia: como "agency" (como organismo gubernamental)
·       Agresivo: "aggressive" (en la acepción inglesa de "enérgico y dinámico", como cuando se habla de un "liderazgo agresivo")
·       Parada: "parade" (al referirse a un desfile)
·       Elegible: como "eligible" (beneficiario o que reúne los requisitos para algo)
·       Pasar una ley: de "to pass a law" (en vez de aprobar, sancionar)
·       Penalidad: variación de "penalty" (en el sentido de multa o sanción)
·       Violación de tráfico: de "traffic violation" (infracción de tránsito)
·       Renta: calco de "rent" (alquiler, arriendo)
·       Tarifa plana: de "flat rate" (tarifa básica)
·       Van: camioneta

*Fuente: Luis Alberto Ambroggio. No todos los estadounidismos son aceptados por la RAE. Éstos son utilizados de manera común en Estados Unidos, formal e informalmente, y se entienden enseguida.

La mezcla de idiomas no es nueva

 

Aunque es un tema del que se habla con frecuencia hoy en día, la coexistencia del inglés y el español en EE.UU. no es nueva. En el siglo XIX, un poeta publicó en California el siguiente poema bajo el seudónimo-inicial V.:
Conocí aquí en California
Una paisana muy bella
Con dieciocho primaveras.
Mas como estaba educada
En la americana escuela,
Inglesaba algunas frases
Que olían a gringo a la legua.
Con frecuencia se le oía
Llamar al cesto basqueta,
Cuenta las cuadras por bloques,
A un cerco decirle fensa
Al café llamarlo cofe
A los mercados marqueta
Al bodegón grosería.

Fuente: El exilio y la palabra: Identidad y Bilingüismo. Luis Alberto Ambroggio. 

Migración ilegal de niños se dispara a pesar de peligros cada vez mayores

Tomado de El País
 La ruta de la miseria hacia Estados Unidos


Obama: cruce de niños sin papeles hacia Estados Unidos es un “asunto humanitario urgente”.

Según cifras de su Gobierno EEUU, desde comienzos de año han sido detenidos 60.000 menores, una cifra muy alta comparada con el año anterior: 24.668 en 12 meses.

En 2013 82.269 migrantes centroamericanos, muchos menores, fueron detenidos en México

Por PAULA CHOUZA Tijuana / Tapachula 

Son las diez de la mañana de un viernes en Tecun Uman, la frontera entre Guatemala y Ciudad Hidalgo, en Chiapas. El calor es extremadamente húmedo y cuatro jóvenes de Nicaragua y Honduras lavan sus ropas a la orilla del río Suchiate. Los caminos de tierra y algo de vegetación dominan el paisaje de este lado de la frontera, sobre el que se asientan pequeños negocios artesanales bajo las carpas. Un tráfico constante de balsas sirve como medio de transporte para cruzar a México de forma ilegal. Apenas 400 metros a la izquierda se encuentra el puente con la garita oficial, pero ninguna patrulla impide el traslado por agua, que es precario para el usuario y duro para el que la lleva. Otoniel rema de pie una de las balsas construidas con seis tablas de madera de tres metros de largo y otras cuatro atravesadas sobre dos grandes cámaras de tractor. Tiene tres hijos adolescentes y trabaja en el río de sol a sol. “Está dura la pasada, preferimos luchar acá, por lo menos sacamos para los frijolitos”, dice cuando se le pregunta si nunca trató de subir a Estados Unidos. Por diez quetzales guatemaltecos o su equivalente, 20 pesos, completa el trayecto de un lado a otro en unos diez minutos.
Los cuatro muchachos que buscan tomar un baño en el Suchiate quieren cruzar esta noche, pero no tienen dinero, se lo robaron, dicen, así que lo harán nadando. En la otra orilla, dos compuertas vierten los desagües de Ciudad Hidalgo al río. El agua está turbia y desprende un hedor nauseabundo.
Que el Instituto Nacional de Migración (INM) los descubra y los deporte es uno de los principales temores para quienes deciden cruzar de forma ilegal. Tan solo en 2013, 82.269 migrantes fueron detenidos por las autoridades en México. De ellos, 75.704 salieron expulsados. La mayoría llegaba de Honduras, Guatemala y El Salvador. Desde hace años, el país funciona como filtro para evitar que lleguen a Estados Unidos. La ley permite a los centroamericanos transitar libremente por México con pasaporte, pero nunca establecerse. Caso aparte merecen los niños y adolescentes. Tan solo del 17 al 24 de marzo de este año, el INM rescató a 370 menores de edad. De ellos, 163 habían sido abandonados por presuntos traficantes de personas. Hace unos días, el presidente Obama se refirió al cruce de niños sin papeles hacia Estados Unidos como un “asunto humanitario urgente”. Según cifras de su Gobierno, desde comienzos de año han sido detenidos 60.000 menores, una cifra muy alta comparada con el año anterior: 24.668 en 12 meses. El viaje comienza en Centroamérica.
El pueblo de Comitán, con 141.000 habitantes en la cabecera municipal, se encuentra a cinco horas en coche de Talismán (Tapachula), otra de las fronteras de Chiapas con Guatemala. El DIF (Sistema gubernamental para el Desarrollo Integral de la Familia) posee cuatro albergues en el Estado para acoger a niños migrantes que han sido detenidos en su tránsito por México.
Carolina Colin es la responsable del área de psicología. En su despacho los dibujos de los niños llenan la pared. Desde que abrieron, en abril de 2013, han recibido 50 casos. La mitad eran guatemaltecos, el 30% hondureños y un 20% de El Salvador”. Los menores de hasta doce años permanecen en la institución mientras se resuelve su trámite migratorio, casi siempre tres o cuatro días. El “INM nos los deja y a ellos se los entregamos de nuevo. Todos viajan para reunirse con sus padres en EE UU”. Los pequeños van siempre acompañados de un coyote [la persona que los cruza] y el precio desde Honduras puede ser de unos 8.500 dólares. “En el caso de las niñas, el adulto es una mujer, porque resulta menos llamativo. Siempre huyen en el momento en que migración los detecta”.
Esta semana el albergue se encuentra casi vacío. Anita y Melissa, de tres y dos años, son las únicas huéspedes. La habitación donde duermen está revuelta y hay dos barbies tiradas sobre los sofás. Son guatemaltecas y llegaron a Comitán hace más de un mes. No saben hablar español, pero les gusta colgarse de las mesas y sonríen vergonzosas ante la presencia de extraños. Su caso es complicado. Las encontraron en el mercado de abastos cuando la madre de una de ellaslas estaba venidendo. “¿Cuánto pedía por ellas?”, “10.000 pesos” (unos 769 dólares).

Entre los 13 y los 17 años son las organizaciones civiles las que se hacen cargo de los menores. Uriel González, director de la casa IMCA en Tijuana, al noroeste del país, lleva más de veinte años trabajando con ellos. La mayor parte de los chicos que se hospedan en la residencia son mexicanos (“muchos de Michoacán y Guerrero”) dice. Les dan cama, alimento y un lugar seguro mientras el INM busca a sus familiares.
Guadalupe tiene 17 años y la mirada ausente. En dos horas regresa a casa, en Chiapas, al sur de México. Salió con una de sus ocho hermanas hace cinco meses en autobús porque su padre ya no quería que siguiese estudiando. El viaje duró cuatro días. Su novio, que está en Estados Unidos, las contactó con un coyote que les dio residencia. “Le pagábamos todo, hasta para alcohol. Eran 2.000 pesos (154 dólares) cada semana. Nos maltrataba”, dice. Intentaron pasar tres veces a Estados Unidos, las dos primeras por el cerro, que son varios días caminando entre la maleza, sin agua ni comida. “Mi hermana quedó atrapada en la barda, nos hicimos daño. Si cruzábamos, pagaríamos al coyote 5.000 dólares, pero las dos veces nos agarraron”. La tercera lo intentaron por La Línea, donde están las garitas oficiales. Más caro. Su hermana sí cruzó pero a ella la detuvieron durante varios días.
“En Baja California no tenemos la misma situación de violencia, inseguridad y secuestros que en la frontera este. Reynosa, Nuevo Laredo y Matamoros son las zonas más duras de cruce y sin embargo, las más usadas porque resultan menos caras y hasta allí llega el sistema ferroviario de carga”, explica Uriel González.
Israel, de 33 años, fue uno de los miles de migrantes que tomó el tren. Él salió de El Salvador el 17 de febrero de este año huyendo de la muerte. En agosto de 2013 un excompañero de trabajo al que acababan de despedir se le echó encima con el coche, “por envidia”, dice, lo aplastó contra una pared y estuvo en coma varios días. “Me salió la sangre por los oídos y un lateral de la cabeza quedó hundido”. Hoy todavía tiene secuelas de la parálisis, que lo tuvo en el hospital más de un mes. Israel trabajaba como guardia de seguridad para una señora importante, que le pagó cuatro meses de alquiler. “El 15 de febrero llegaron por mí cuatro personas armadas en un vehículo y empezaron a disparar. El copiloto era el mismo que había intentado matarme antes”. Esquivó las balas y decidió escapar, dejando a una esposa y cuatro hijos.
“En la frontera de México los judiciales me quitaron el maletín, 160 dólares y los zapatos, así que tuve que caminar descalzo. En el monte me lastimé los pies y empecé a desangrarme. Até una de las dos camisetas que llevaba puestas a las plantas y continué hasta que una señora nos prestó ayuda en Tapachula”.
“Nuestra población es en un 90% hombres, un 8% mujeres y un 2% niños. El 80% viene de Honduras”, explican en el albergue de Huehuetoca, una localidad que se ubica a ambos lados de la vía del tren en el Estado de México, a una hora y media del Distrito Federal, en el centro del país. Cada vez más, cuentan los responsables de esta casa regentada por la Iglesia, los migrantes optan por tomar nuevas rutas y viajar en medios de transporte alternativos al tren. “El autobús es una de las opciones más utilizadas. Algunos sortean los retenes y se bajan antes. Otros se hacen los dormidos para evitar que las autoridades les pidan documentos”.


Israel tomó primero una combi a Tonalá (a 220 kilómetros de Tapachula) y de ahí otra a Arriaga (aún Chiapas). Después pensó que el tren era su única opción. “Al que no pague túmbenlo. Ahí llevas la [pistola] 38, con seis cartuchos dentro y otros 12 de repuesto. A la mujer que no quiera pagar, cógetela, cabrón y luego también la tiras”. Las frases anteriores se las oyó decir a un hombre que llaman el señor de la línea, en Tierra Blanca, un municipio de la zona central de Veracruz. “Es güero [rubio], fornido, alto, cuentan que hondureño pero habla mezclado. Es el jefe de la organización y dirige un equipo de 30 personas. No son de los zetas pero tienen comunicación entre ellos. Se encarga de cobrar la renta, llega, da órdenes y se retira”, dice. “Anda con un perrito vuelta y vuelta, controlando la gente que hay. No tiene mucha cara de malo pero yo escuché lo que decía y me dio miedo”. Israel llevaba 300 pesos enrollados en el dobladillo del pantalón. Uno de los controladores conocía su ciudad de origen y lo dejó pasar sin pagar. “Cuando se subían al tren yo me enrollaba como una bola y cerraba los ojos. Si uno se les queda mirando, te matan”. Hoy espera en la Casa del Migrante de Huehuetoca a que el Gobierno le conceda una visa humanitaria para poder establecerse en el país.

“Desde que abrimos hace 21 meses hemos hecho el trámite con ocho personas, pero solo una fue migrantes no siempre tienen a su disposición los papeles que piden para probar la veracidad de su historia. La visa se da si la vida del solicitante corre peligro en el país de origen”.

Israel presenció tres violaciones y una decena de asesinatos en diez días de viaje. Cuando traza su relato habla de los zetas, pero no solo: “Los que cuidan el tren, les dicen garroteros”. En México nueve compañías privadas operan por las vías del país como transporte de carga. Generalmente los migrantes viajan en la parte superior del vagón. Antes de llegar a Orizaba (Veracruz) hay unos túneles. “Allí aparecieron los vigilantes. Nos pidieron a todos que bajásemos. Venían dos chamacas de 20 y 17 años. A ellas les dijeron que se quedasen. Los siete hombres que llegaron pasaron por las dos”.
En agosto de 2010, 72 ciudadanos centroamericanos fueron asesinados en Tamaulipas a manos del crimen organizado. En abril de 2011, las autoridades hallaron 196 cadáveres en fosas comunes en la localidad de San Fernando. La mayoría eran migrantes que murieron a golpes. Cada año una caravana de madres del Movimiento Migrante Mesoamericano busca a hijos desaparecidos en su tránsito por México. Solo un reducido grupo de sacerdotes y defensores de los derechos humanos ha alzado la voz para denunciar las atrocidades a las que son sometidos.

Que no me regresen”
Hace semanas que Israel no habla con su familia. No sabe si están bien, pero sí que deben tres meses de renta. La vivienda cuesta 60 dólares. Un pasaporte 30. “Mucho”, asegura. La medicina que necesita su hijo pequeño con hidrocefalia vale otro tanto. Cuando trabajaba de vigilante ganaba 150 la quincena. “Nos alcanzaba para vivir los seis”, explica, “pero ahora no tienen recursos”. Sus familiares también son pobres y tienen sus propios hijos. “No pueden ayudarnos”, dice.
Mientras espera a que el Gobierno le conceda su visa humanitaria piensa en si su esposa continuará viva. “Tengo fe en Dios. Lo que yo más quiero es que no me envíen de vuelta. Yo hago lo que sea, trabajo donde me digan, pero que no me regresen a mi país. Eso sería lo peor de todo. Lo peor”.

Los coyotes
P. CH.

Un taxi se detiene junto a la valla metálica que separa los dos países en la costa de Tijuana. “Yo puedo contarles, pero ustedes no graban, ni dicen mi nombre”. El conductor trabajó como coyote un tiempo. “Estuve menos de un año, pero durante ese tiempo dejé el resto de negocios, porque ganaba mucho más con el brinco. Era dinero fácil, en menos de una hora ya traía 300 dólares. Ahora llega a los 12.000. Hay quien pasa con documentos falsos o en lancha”. La carretera desde las playas al centro de Tijuana transcurre un buen rato paralelo a la barda. 

Un muro alto, visible, que hoy pareciera infranqueable. “Antes había una parte de la barda más baja, con un árbol muy cerca, uno lo trepaba y eso facilitaba el salto. Del otro lado caminábamos 20 minutos agachados entre matorrales hasta un Mc Donalds. Allí me pagaban, los dejaba y ellos iban con el siguiente [coyote] que tenían apalabrado para subir hasta San Diego o Santa Ana. Yo me regresaba a veces por La Línea porque entonces no pedían documento”, explica.

“¿Por qué lo dejó?”, “Me agarraron en 1994 y estuve seis años y cien días en la cárcel. La misma gente que pasaba me delató. Con los años los polleros llegaron a pagar cuotas a la judicial para que los dejaran trabajar a gusto, pero se fueron yendo al bote, unos están de aquel lado y otros en México. Se fue deshaciendo el grupo. Está más difícil últimamente”.

Tras el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York en 2001, los controles en la frontera se endurecieron y existe más vigilancia.

Pedro masca sábila y la escupe. “Cura cualquier infección”, dice, y cuenta que es ingeniero agrónomo y que trabajó como inspector de la Secretaría de Agricultura en el puerto de Manzanillo, en Colima, hace más de 20 años. Él tiene 58 y su hijo cuenta que es alcohólico. En las últimas dos décadas se dedicó a pasar personas a Estados Unidos, pero lo dejó en 2012. “Al principio en una semana podías llevar a 15 o 20 y lo hacías en grupo, les dabas alojamiento, comida, ahora eso es casi imposible. Ya no es negocio”. A Pedro lo invitó un amigo a trabajar en esto. Pedía permiso y se venía.

Al final dejó su empleo y se trasladó a Tijuana porque ser pollero [coyote] salía más rentable. Primero se encargaba de conseguir clientes y se los daba a otros, que los pasaban. “El que gana bien es el que salta. Antes había dinero para comprar a gente, la gente que se dedica a buscar clientes. A estos le dabas 25-30 dólares. Ahorita no es segura la pasada. Sí entran, pero de 100, uno o dos”. Pedro no esconde que ganó mucho dinero, pero explica que concebía su trabajo como una labor noble: “Ayudaba a la gente a cumplir su sueño. Nunca me aproveché de nadie y eso que llevé a muchas mujeres, pero las respetaba. A muchas las violan”.