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sábado, 4 de octubre de 2014

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: CRONICA DE UNA TRAGEDIA ANUNCIADA




Recientemente, en un lugar rural de Florida un señor asesinó a su hija, a seis nietos, todos ellos niños de corta edad, hijos de la primera, y posteriormente se suicidó. Aunque de gran magnitud, esta no es, ni mucho menos, la primera vez que sucede una tragedia de estas características, ni tampoco la primera vez que me refiero a ellas en mis blogs. Desearía lo contrario, pero, lamentablemente, tampoco será la última, ni mucho menos. Cuando suceden, la gente siempre se queda en estado de shock, perpleja de que algo así pueda suceder, vecinos, periodistas, y población en general. Es normal, pero inmediatamente en la mente se inicia un proceso investigador tratando de buscar una explicación. Y la explicación casi siempre existe. Tal vez no hay razones suficientes para nadie en su estado normal de cordura, pero sí para alguien que, por alguna circunstancia, tiene su mente trastornada temporal o permanentemente, especialmente si esa persona se ve afectada por dichas razones.

       En el caso al que me refiero, después de unos días de investigaciones, salen a la luz detalles con los que empezar a construir una explicación. En principio, el señor había ya cumplido pena de cárcel años atrás por matar a un hijo propio en un hecho bastante confuso, y tenía otros numerosos antecedentes de violencia. Parecía ser un señor irritable, violento, y capaz de cualquier cosa en un arrebato de locura. Más detalles revelan que su hija, de veintiocho años, junto con los seis hijos de ésta, de entre diez años y pocos meses de edad, vivían todos en la casa del señor, que la hija no tenía ingreso estable ni ocupación definida, a parte de quedar embarazada de diferentes hombres casi año tras año, y que, después de seis alumbramientos, seguía en una vida de irresponsabilidad, alcohol y drogas, de la que sus hijos eran testigos permanentemente. Debido a todo ello, la fiscalía estaba investigando la situación y a punto de retirar la custodia de los pequeños para ser entregados a foster homes.

       La irritabilidad y tendencia violenta del señor probablemente tendría orígenes bastante remotos, pero no me cabe duda de que la situación familiar de su hija y sus nietos la exacerbó sensiblemente. No me cabe duda de que hubo bastante violencia en ese hogar desde mucho tiempo atrás. Y no me cabe duda de que la insistente vida irresponsable de la mujer era una forma de escapar a la dura realidad de su situación familiar y de la violencia con que se manejaba, aun cuando las consecuencias de todo ello contribuyeran a hacer aún más dura la situación. Era, en definitiva, circulo vicioso, un cóctel explosivo que se retroalimentaba, y que en algún momento podía estallar, y la chispa que lo hizo estallar fue la inminente pérdida de la custodia de los seis pequeños.

       Me llama la atención que la fiscalía, aun cuando actuara adecuadamente al querer retirar la custodia de los niños, no maneje las situaciones de una forma más integral, porque conociendo todos los antecedentes mencionados, y probablemente más que no han salido a la luz, no era tan difícil sospechar en la posibilidad de que la situación terminara de esta manera, más cuando este tipo de tragedias no son tan fuera de lo común en Estados Unidos. Probablemente el señor sopesó los escenarios posibles para sus nietos: La situación actual era ya insoportable; los foster homes, salvo excepciones, tampoco suponen nada positiva para los niños; a veces al contrario, termina siendo peor el remedio que la enfermedad. La decisión que tomó debió ser la que él consideró como mejor opción para terminar la triste historia. Este tipo de tragedias deben servir para algo más que para llevarnos las manos a la cabeza y luego olvidarnos hasta que llega la siguiente. En nuestras sociedades, este tipo de situaciones son demasiado comunes, y personas involucradas capaces de darles solución “de cualquier tipo”, tampoco faltan.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro. 

domingo, 20 de julio de 2014

Crisis humanitaria de niños migrantes: Causas y efectos

Tomado de El País

Niños inocentes y oligarcas voraces

Guatemala, El Salvador y Honduras están cayendo en un círculo que conecta remesas con violencia


Por Joaquín Villalobos

La prolongada crisis social y de seguridad de Guatemala, Honduras y El Salvador ya se convirtió en una emergencia humanitaria sin precedentes. Decenas de miles de niños están huyendo al norte por una ruta de 3.000 kilómetros plagada de peligros. La causa fundamental de esta crisis reside en las economías brutalmente extractivas que dominan a estos países. Seis millones de migrantes que constituyen el 12% de los guatemaltecos, el 14% de los hondureños y casi el 40% de los salvadoreños viven en Estados Unidos. En los últimos veinte años estos centroamericanos han enviado a sus países la fabulosa suma de ciento veinticuatro mil millones de dólares en remesas. Exportar pobres se ha convertido en el más lucrativo negocio de los oligarcas locales.
El debate sobre esta crisis se está colocando sobre las consecuencias y no sobre la causa. Se habla de las responsabilidades de México por las amenazas en la ruta o del retraso en la Reforma Migratoria en Estados Unidos e incluso del crimen organizado que genera la cocaína colombiana. El problema es que las remesas han fortalecido el modelo extractivo creando una economía de consumo artificialmente financiada cuyas ganancias van a parar a las familias dominantes de cada país. Al igual que la renta petrolera, que permite ser rico con poco esfuerzo, la renta de las remesas está deformando las economías, acabando con los incentivos para producir, multiplicando la riqueza de los oligarcas, creando una desigualdad de proporciones trágicas, destruyendo familias y comunidades y generando violencia social y criminal a gran escala.
El Salvador importa alrededor de 8.500 millones de dólares anuales y la mitad de estas importaciones las paga con remesas. Se multiplicaron los grandes centros comerciales, la agricultura fue abandonada, la economía lleva veinte años sin crecer, el desempleo se volvió crónico, la población emigra masivamente, los coyotes son el motor de la economía y las pandillas gobiernan los barrios pobres. Honduras y Guatemala se han sumado a este modelo. Los ricos captan las remesas supliendo el consumo, sacan el dinero de sus países y se transforman en empresarios regionales o globales.
Las familias pudientes de estos países tienen inversiones en la Florida, Panamá, República Dominicana, Colombia, Nicaragua y Costa Rica. Sólo uno de ellos invirtió 250 millones de dólares en un complejo turístico en República Dominicana. No hay razones objetivas para que los ricos de Guatemala, Honduras y El Salvador inviertan en sus países y se esfuercen en reducir la emigración. Los peligros de la ruta y las deportaciones masivas de emigrantes son para ellos riesgos de transportación y devolución de mercadería. Las remesas los volvieron mucho más ricos que cuando eran sólo terratenientes.
De acuerdo con los datos de la consultora Wealth-X, en Guatemala, Honduras y El Salvador existen 610 ultra-ricos que poseen 80.000 millones de dólares y éstos captan la mayor parte de los 12.000 millones de dólares que cada año llegan de Estados Unidos. Frente a tanta riqueza de los oligarcas, lucen absurdos los 3.700 millones de dólares que el presidente Obama piensa utilizar para atender la emergencia.
Guatemala, El Salvador y Honduras están cayendo en un círculo vicioso que conecta las remesas con la violencia. A más emigración, más remesas, a más remesas menos productividad, a menos productividad más desempleo, a más desempleo más violencia y a más violencia más emigración. Las pandillas resultan de la multiplicación exponencial de las familias disfuncionales y de la destrucción del tejido social familiar y comunitario que deja la emigración. Las pandillas dominan barrios y comunidades afectando prácticamente sólo a los pobres con extorsiones que pagan hasta los vendedores de periódicos. Conforme a datos de la gremial de pequeños empresarios de El Salvador, el 90% de las microempresas pagan extorsión. En la capital de Honduras 1.600 pequeños comercios cerraron por la violencia sólo en el 2012. La emigración es una violenta catástrofe social para los pobres y un gran negocio para los ricos.
A los ricos de los tres países no les importa la seguridad pública, ellos se protegen con seguridad privada, los policías son mal pagados y pocos. En Guatemala se ha creado una ciudad privada para ricos llamadaPaseo Cayalá. Es un espacio de catorce hectáreas, cerrado por muros, que cuenta con todos los servicios en su interior, creando un mundo alejado del crimen y la inseguridad. La seguridad privada en Guatemala cuenta con 125.000 efectivos mientras la policía sólo son 22,000. Es al mismo tiempo el país de Latinoamérica donde, en proporción a sus habitantes, se venden más vehículos blindados. Tiene registrados 406 aviones y 142 helicópteros de uso privado, una de las mayores flotas áreas en manos de particulares del continente.
Los ricos de Guatemala, Honduras y El Salvador se han vuelto totalmente insensibles a la realidad que les rodea. Se protegen con sus propios guardias, pagan salarios de hambre, no invierten en sus países y se resisten a pagar impuestos. Son fanáticos de la idea de Estados raquíticos a los cuales la inversión externa les resuelva los problemas. Honduras creó en el 2011 un programa llamado Honduras abierta a los negocios que supone regalar espacios del territorio a cambio de que otros se hagan cargo del país. A tres años de iniciado el programa no han llegado inversionistas porque Honduras es el país más violento del mundo. Los empresarios salvadoreños quieren ahora copiar este fracaso.
No se puede culpar a Estados Unidos, México o a la cocaína por esta crisis. ¿Por qué no hay niños costarricenses, nicaragüenses y panameños huyendo al norte? Muy a pesar de que presentan problemas de desigualdad la realidad es que la revolucionaria Nicaragua, la keynesiana Costa Rica y la Panamá que fundó Torrijos con la recuperación del Canal, mantienen sus economías creciendo, atraen turistas e inversión externa, no tienen crisis de seguridad a gran escala y, en los casos de Panamá y Costa Rica, no expulsan trabajadores, sino que los demandan. Panamá recibe remesas por valor de 214 millones de dólares y envía 374 millones. Si China construye el canal en Nicaragua, los tres países del Sur de Centroamérica se volverán un potente polo de desarrollo y los del tres del Norte se terminarán de hundir.
En el 2011 se llevó a cabo en Guatemala una cumbre de los presidentes de Centroamérica con Estados Unidos, México y la Unión Europea. En esa ocasión, la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton les dijo a los empresarios de la región: “Los ricos de cada país deben pagar impuestos justos, la seguridad no deben financiarla los pobres”. Efectivamente, la principal generadora de la emergencia es la voracidad de los oligarcas salvadoreños, guatemaltecos y hondureños. Esta emergencia humanitaria no es un terremoto que ha dejado damnificados, es el modelo económico extractivo el que está creando refugiados. Sin duda es indispensable ser solidarios con estos niños inocentes que huyen, pero los oligarcas deben presionados y sancionados. Los contribuyentes mexicanos y estadounidenses no tienen por qué asumir los costos de esta emergencia, eso equivaldría a que subsidien las mansiones, los yates y los aviones de los culpables de la crisis.

Joaquín Villalobos fue guerrillero salvadoreño y es consultor para la resolución de conflictos internacionales. 


 

domingo, 8 de junio de 2014

Migración ilegal de niños se dispara a pesar de peligros cada vez mayores

Tomado de El País
 La ruta de la miseria hacia Estados Unidos


Obama: cruce de niños sin papeles hacia Estados Unidos es un “asunto humanitario urgente”.

Según cifras de su Gobierno EEUU, desde comienzos de año han sido detenidos 60.000 menores, una cifra muy alta comparada con el año anterior: 24.668 en 12 meses.

En 2013 82.269 migrantes centroamericanos, muchos menores, fueron detenidos en México

Por PAULA CHOUZA Tijuana / Tapachula 

Son las diez de la mañana de un viernes en Tecun Uman, la frontera entre Guatemala y Ciudad Hidalgo, en Chiapas. El calor es extremadamente húmedo y cuatro jóvenes de Nicaragua y Honduras lavan sus ropas a la orilla del río Suchiate. Los caminos de tierra y algo de vegetación dominan el paisaje de este lado de la frontera, sobre el que se asientan pequeños negocios artesanales bajo las carpas. Un tráfico constante de balsas sirve como medio de transporte para cruzar a México de forma ilegal. Apenas 400 metros a la izquierda se encuentra el puente con la garita oficial, pero ninguna patrulla impide el traslado por agua, que es precario para el usuario y duro para el que la lleva. Otoniel rema de pie una de las balsas construidas con seis tablas de madera de tres metros de largo y otras cuatro atravesadas sobre dos grandes cámaras de tractor. Tiene tres hijos adolescentes y trabaja en el río de sol a sol. “Está dura la pasada, preferimos luchar acá, por lo menos sacamos para los frijolitos”, dice cuando se le pregunta si nunca trató de subir a Estados Unidos. Por diez quetzales guatemaltecos o su equivalente, 20 pesos, completa el trayecto de un lado a otro en unos diez minutos.
Los cuatro muchachos que buscan tomar un baño en el Suchiate quieren cruzar esta noche, pero no tienen dinero, se lo robaron, dicen, así que lo harán nadando. En la otra orilla, dos compuertas vierten los desagües de Ciudad Hidalgo al río. El agua está turbia y desprende un hedor nauseabundo.
Que el Instituto Nacional de Migración (INM) los descubra y los deporte es uno de los principales temores para quienes deciden cruzar de forma ilegal. Tan solo en 2013, 82.269 migrantes fueron detenidos por las autoridades en México. De ellos, 75.704 salieron expulsados. La mayoría llegaba de Honduras, Guatemala y El Salvador. Desde hace años, el país funciona como filtro para evitar que lleguen a Estados Unidos. La ley permite a los centroamericanos transitar libremente por México con pasaporte, pero nunca establecerse. Caso aparte merecen los niños y adolescentes. Tan solo del 17 al 24 de marzo de este año, el INM rescató a 370 menores de edad. De ellos, 163 habían sido abandonados por presuntos traficantes de personas. Hace unos días, el presidente Obama se refirió al cruce de niños sin papeles hacia Estados Unidos como un “asunto humanitario urgente”. Según cifras de su Gobierno, desde comienzos de año han sido detenidos 60.000 menores, una cifra muy alta comparada con el año anterior: 24.668 en 12 meses. El viaje comienza en Centroamérica.
El pueblo de Comitán, con 141.000 habitantes en la cabecera municipal, se encuentra a cinco horas en coche de Talismán (Tapachula), otra de las fronteras de Chiapas con Guatemala. El DIF (Sistema gubernamental para el Desarrollo Integral de la Familia) posee cuatro albergues en el Estado para acoger a niños migrantes que han sido detenidos en su tránsito por México.
Carolina Colin es la responsable del área de psicología. En su despacho los dibujos de los niños llenan la pared. Desde que abrieron, en abril de 2013, han recibido 50 casos. La mitad eran guatemaltecos, el 30% hondureños y un 20% de El Salvador”. Los menores de hasta doce años permanecen en la institución mientras se resuelve su trámite migratorio, casi siempre tres o cuatro días. El “INM nos los deja y a ellos se los entregamos de nuevo. Todos viajan para reunirse con sus padres en EE UU”. Los pequeños van siempre acompañados de un coyote [la persona que los cruza] y el precio desde Honduras puede ser de unos 8.500 dólares. “En el caso de las niñas, el adulto es una mujer, porque resulta menos llamativo. Siempre huyen en el momento en que migración los detecta”.
Esta semana el albergue se encuentra casi vacío. Anita y Melissa, de tres y dos años, son las únicas huéspedes. La habitación donde duermen está revuelta y hay dos barbies tiradas sobre los sofás. Son guatemaltecas y llegaron a Comitán hace más de un mes. No saben hablar español, pero les gusta colgarse de las mesas y sonríen vergonzosas ante la presencia de extraños. Su caso es complicado. Las encontraron en el mercado de abastos cuando la madre de una de ellaslas estaba venidendo. “¿Cuánto pedía por ellas?”, “10.000 pesos” (unos 769 dólares).

Entre los 13 y los 17 años son las organizaciones civiles las que se hacen cargo de los menores. Uriel González, director de la casa IMCA en Tijuana, al noroeste del país, lleva más de veinte años trabajando con ellos. La mayor parte de los chicos que se hospedan en la residencia son mexicanos (“muchos de Michoacán y Guerrero”) dice. Les dan cama, alimento y un lugar seguro mientras el INM busca a sus familiares.
Guadalupe tiene 17 años y la mirada ausente. En dos horas regresa a casa, en Chiapas, al sur de México. Salió con una de sus ocho hermanas hace cinco meses en autobús porque su padre ya no quería que siguiese estudiando. El viaje duró cuatro días. Su novio, que está en Estados Unidos, las contactó con un coyote que les dio residencia. “Le pagábamos todo, hasta para alcohol. Eran 2.000 pesos (154 dólares) cada semana. Nos maltrataba”, dice. Intentaron pasar tres veces a Estados Unidos, las dos primeras por el cerro, que son varios días caminando entre la maleza, sin agua ni comida. “Mi hermana quedó atrapada en la barda, nos hicimos daño. Si cruzábamos, pagaríamos al coyote 5.000 dólares, pero las dos veces nos agarraron”. La tercera lo intentaron por La Línea, donde están las garitas oficiales. Más caro. Su hermana sí cruzó pero a ella la detuvieron durante varios días.
“En Baja California no tenemos la misma situación de violencia, inseguridad y secuestros que en la frontera este. Reynosa, Nuevo Laredo y Matamoros son las zonas más duras de cruce y sin embargo, las más usadas porque resultan menos caras y hasta allí llega el sistema ferroviario de carga”, explica Uriel González.
Israel, de 33 años, fue uno de los miles de migrantes que tomó el tren. Él salió de El Salvador el 17 de febrero de este año huyendo de la muerte. En agosto de 2013 un excompañero de trabajo al que acababan de despedir se le echó encima con el coche, “por envidia”, dice, lo aplastó contra una pared y estuvo en coma varios días. “Me salió la sangre por los oídos y un lateral de la cabeza quedó hundido”. Hoy todavía tiene secuelas de la parálisis, que lo tuvo en el hospital más de un mes. Israel trabajaba como guardia de seguridad para una señora importante, que le pagó cuatro meses de alquiler. “El 15 de febrero llegaron por mí cuatro personas armadas en un vehículo y empezaron a disparar. El copiloto era el mismo que había intentado matarme antes”. Esquivó las balas y decidió escapar, dejando a una esposa y cuatro hijos.
“En la frontera de México los judiciales me quitaron el maletín, 160 dólares y los zapatos, así que tuve que caminar descalzo. En el monte me lastimé los pies y empecé a desangrarme. Até una de las dos camisetas que llevaba puestas a las plantas y continué hasta que una señora nos prestó ayuda en Tapachula”.
“Nuestra población es en un 90% hombres, un 8% mujeres y un 2% niños. El 80% viene de Honduras”, explican en el albergue de Huehuetoca, una localidad que se ubica a ambos lados de la vía del tren en el Estado de México, a una hora y media del Distrito Federal, en el centro del país. Cada vez más, cuentan los responsables de esta casa regentada por la Iglesia, los migrantes optan por tomar nuevas rutas y viajar en medios de transporte alternativos al tren. “El autobús es una de las opciones más utilizadas. Algunos sortean los retenes y se bajan antes. Otros se hacen los dormidos para evitar que las autoridades les pidan documentos”.


Israel tomó primero una combi a Tonalá (a 220 kilómetros de Tapachula) y de ahí otra a Arriaga (aún Chiapas). Después pensó que el tren era su única opción. “Al que no pague túmbenlo. Ahí llevas la [pistola] 38, con seis cartuchos dentro y otros 12 de repuesto. A la mujer que no quiera pagar, cógetela, cabrón y luego también la tiras”. Las frases anteriores se las oyó decir a un hombre que llaman el señor de la línea, en Tierra Blanca, un municipio de la zona central de Veracruz. “Es güero [rubio], fornido, alto, cuentan que hondureño pero habla mezclado. Es el jefe de la organización y dirige un equipo de 30 personas. No son de los zetas pero tienen comunicación entre ellos. Se encarga de cobrar la renta, llega, da órdenes y se retira”, dice. “Anda con un perrito vuelta y vuelta, controlando la gente que hay. No tiene mucha cara de malo pero yo escuché lo que decía y me dio miedo”. Israel llevaba 300 pesos enrollados en el dobladillo del pantalón. Uno de los controladores conocía su ciudad de origen y lo dejó pasar sin pagar. “Cuando se subían al tren yo me enrollaba como una bola y cerraba los ojos. Si uno se les queda mirando, te matan”. Hoy espera en la Casa del Migrante de Huehuetoca a que el Gobierno le conceda una visa humanitaria para poder establecerse en el país.

“Desde que abrimos hace 21 meses hemos hecho el trámite con ocho personas, pero solo una fue migrantes no siempre tienen a su disposición los papeles que piden para probar la veracidad de su historia. La visa se da si la vida del solicitante corre peligro en el país de origen”.

Israel presenció tres violaciones y una decena de asesinatos en diez días de viaje. Cuando traza su relato habla de los zetas, pero no solo: “Los que cuidan el tren, les dicen garroteros”. En México nueve compañías privadas operan por las vías del país como transporte de carga. Generalmente los migrantes viajan en la parte superior del vagón. Antes de llegar a Orizaba (Veracruz) hay unos túneles. “Allí aparecieron los vigilantes. Nos pidieron a todos que bajásemos. Venían dos chamacas de 20 y 17 años. A ellas les dijeron que se quedasen. Los siete hombres que llegaron pasaron por las dos”.
En agosto de 2010, 72 ciudadanos centroamericanos fueron asesinados en Tamaulipas a manos del crimen organizado. En abril de 2011, las autoridades hallaron 196 cadáveres en fosas comunes en la localidad de San Fernando. La mayoría eran migrantes que murieron a golpes. Cada año una caravana de madres del Movimiento Migrante Mesoamericano busca a hijos desaparecidos en su tránsito por México. Solo un reducido grupo de sacerdotes y defensores de los derechos humanos ha alzado la voz para denunciar las atrocidades a las que son sometidos.

Que no me regresen”
Hace semanas que Israel no habla con su familia. No sabe si están bien, pero sí que deben tres meses de renta. La vivienda cuesta 60 dólares. Un pasaporte 30. “Mucho”, asegura. La medicina que necesita su hijo pequeño con hidrocefalia vale otro tanto. Cuando trabajaba de vigilante ganaba 150 la quincena. “Nos alcanzaba para vivir los seis”, explica, “pero ahora no tienen recursos”. Sus familiares también son pobres y tienen sus propios hijos. “No pueden ayudarnos”, dice.
Mientras espera a que el Gobierno le conceda su visa humanitaria piensa en si su esposa continuará viva. “Tengo fe en Dios. Lo que yo más quiero es que no me envíen de vuelta. Yo hago lo que sea, trabajo donde me digan, pero que no me regresen a mi país. Eso sería lo peor de todo. Lo peor”.

Los coyotes
P. CH.

Un taxi se detiene junto a la valla metálica que separa los dos países en la costa de Tijuana. “Yo puedo contarles, pero ustedes no graban, ni dicen mi nombre”. El conductor trabajó como coyote un tiempo. “Estuve menos de un año, pero durante ese tiempo dejé el resto de negocios, porque ganaba mucho más con el brinco. Era dinero fácil, en menos de una hora ya traía 300 dólares. Ahora llega a los 12.000. Hay quien pasa con documentos falsos o en lancha”. La carretera desde las playas al centro de Tijuana transcurre un buen rato paralelo a la barda. 

Un muro alto, visible, que hoy pareciera infranqueable. “Antes había una parte de la barda más baja, con un árbol muy cerca, uno lo trepaba y eso facilitaba el salto. Del otro lado caminábamos 20 minutos agachados entre matorrales hasta un Mc Donalds. Allí me pagaban, los dejaba y ellos iban con el siguiente [coyote] que tenían apalabrado para subir hasta San Diego o Santa Ana. Yo me regresaba a veces por La Línea porque entonces no pedían documento”, explica.

“¿Por qué lo dejó?”, “Me agarraron en 1994 y estuve seis años y cien días en la cárcel. La misma gente que pasaba me delató. Con los años los polleros llegaron a pagar cuotas a la judicial para que los dejaran trabajar a gusto, pero se fueron yendo al bote, unos están de aquel lado y otros en México. Se fue deshaciendo el grupo. Está más difícil últimamente”.

Tras el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York en 2001, los controles en la frontera se endurecieron y existe más vigilancia.

Pedro masca sábila y la escupe. “Cura cualquier infección”, dice, y cuenta que es ingeniero agrónomo y que trabajó como inspector de la Secretaría de Agricultura en el puerto de Manzanillo, en Colima, hace más de 20 años. Él tiene 58 y su hijo cuenta que es alcohólico. En las últimas dos décadas se dedicó a pasar personas a Estados Unidos, pero lo dejó en 2012. “Al principio en una semana podías llevar a 15 o 20 y lo hacías en grupo, les dabas alojamiento, comida, ahora eso es casi imposible. Ya no es negocio”. A Pedro lo invitó un amigo a trabajar en esto. Pedía permiso y se venía.

Al final dejó su empleo y se trasladó a Tijuana porque ser pollero [coyote] salía más rentable. Primero se encargaba de conseguir clientes y se los daba a otros, que los pasaban. “El que gana bien es el que salta. Antes había dinero para comprar a gente, la gente que se dedica a buscar clientes. A estos le dabas 25-30 dólares. Ahorita no es segura la pasada. Sí entran, pero de 100, uno o dos”. Pedro no esconde que ganó mucho dinero, pero explica que concebía su trabajo como una labor noble: “Ayudaba a la gente a cumplir su sueño. Nunca me aproveché de nadie y eso que llevé a muchas mujeres, pero las respetaba. A muchas las violan”.