Hace un tiempo ocurrió en Florida un episodio que llama a la
reflexión. Veronica Green Posey, una mujer de 64 años y 300 libras, estaba
cuidando a su prima de 9 años. Y a raíz de que la niña “estaba fuera de
control”, Posey no tuvo mejor idea que sentarse encima por espacio de unos
minutos para “calmarla”. Cuando se levantó, la niña estaba muerta por asfixia.
Y todo esto pasó ante la presencia de Joan Smith y James Edmund Smith, padres
de la menor, que también están siendo acusados por la fiscalía. Antes, Posey -como método primario para
impartir disciplina- había golpeado a la víctima con una regla y un tubo de
metal.
Está claro que se trata de un ejemplo excepcional, pero viene al
caso para tratar un tema que siempre es polémico: el castigo físico de padres a
hijos. Considero que no es la mejor opción. Quizás una nalgada, y que ésta no
quede marcada, está bien si se trata de un niño de 2 a 5 años. Pero nada más.
De hecho, cuando los niños son pequeños hay que tratar de empezar
a ponerles límites. Deben ser pocos y clarísimos, como por ejemplo las horas de
comer, de dormir, incluso de jugar. Si un amigo, los abuelos o la propia madre
quieren levantarlo de su siesta solamente para verlo, está mal; pues el niño va
entrando en un caos.
Puede ser que la falta de límites y rutinas bien llevadas les
vuelve ansiosos e inseguros. Si uno decide castigarlos de alguna forma física se
vuelven rebeldes. De ser así, más grandecitos incluso retarán a la autoridad.
En otros tiempos, nuestro padres o abuelos tenían el famoso e
infalible método de la “chancla” para imponer disciplina. La tal “chancla"
de la que todos hablan maravillas funcionaba debido a que los hogares de
entonces eran más estables y coherentes. Pero atención, la chancla sin
coherencia tampoco resulta.
No olvidemos que el castigo físico puede ocasionar múltiples
daños, desde uno letal como el que recibió la niña aplastada por su prima-nana
a otros problemas psicológicos. Pueden sobrevenir crisis de identidad, ya que
al no sentirse queridos despertará el deseo de encontrar alguien que de verdad
les quiera y les trate con respeto. Con esa ansiedad quedan muy sensibles y son
fácilmente manipulables por otros que les quieren hacer mal, pero les endulzan
el oído.
Hay un concepto que es clave: el golpe no ayuda. Simplemente hacen
caso por miedo, pero luego a escondidas harán lo que deseen y así se convierten
en los candidatos ideales para malas compañías, adicciones al alcohol, tabaco o
drogas.
Los castigos más efectivos son aquellos relacionados con la
pérdida de privilegios y siempre el castigo debe ser adecuado a la falta. Los
berrinches en la niña asfixiada se dieron en el entorno de padres adolescentes
y confusos, sin idea clara de cómo criar y poner límites.
La pérdida de privilegios deben razonarse para que el hechor
comprenda por qué ha sido castigado. Llegará un momento en que ellos decidan
qué privilegio ceder y por cuánto tiempo.
En niños pequeños, en cambio, "el tiempo fuera" no debe
pasar los 5 o 10 minutos: estar en un lugar quieto y sin interacciones porque
la intención es que se tranquilicen y piensen en lo que han hecho mal. En los más grandecitos funciona hacer planas
que conlleven una frase de lo mal hecho y la reparación del daño, además de
privarle momentáneamente de algún privilegio muy valorado: prohibirles salir,
usar el teléfono celular o la televisión, dependiendo del caso y de la falta.
Es fundamental tener buena comunicación con ellos. Hay padres y
madres que descargan sus frustraciones en los hijos. Debemos reflexionar y ser
empáticos, ponernos en la piel de ellos, del tiempo que se vive y nuestras
experiencias. Hay que ser constantes y reflexionar día a día en lo que hacemos.
Por eso cuesta tanto ser padres. La mayoría de las personas lo hacen porque sí,
y son pocos los que se plantean la gran tarea que supone educar a los hijos.
Tenerlos es fácil; criarles y educarles, no tanto.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.
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