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sábado, 29 de agosto de 2015

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: LOS CAPRICHOS DE LOS HIJOS

  
      La actitud caprichosa de los niños es normal a cierta edad; lo que no debería ser normal es que esta etapa de su vida se prolongue más de la cuenta, (antes de los cinco años ya debería estar superando eso), y ello depende de nuestra actitud como padres ante sus caprichos, los cuales pueden interpretarse de varias formas: la primera es como necesidad de atención afectiva; el niño traduce a lo material una necesidad afectiva. Puede ser cualquier cosa material, sin importar qué, pues en realidad, su necesidad no es esa, sino otra que difícilmente puede expresar con palabras.

       Otra interpretación es la búsqueda de ubicación, de referencias; saber claramente qué puede y qué no puede, aprender a qué tiene derecho y a qué no, en definitiva, tener unos límites. Los caprichos son ensayos en los que el niño expresa indirectamente la necesidad de conocer sus límites, sentir la seguridad que da estar vinculado a unas referencias claras y firmes.

       Una tercera interpretación es la búsqueda de la autoridad de los padres. Los caprichos son retos psicológicos mediante los cuales, aparentemente, buscan parcelas de poder lo más amplias posible dentro de la familia, pero en el fondo, es al contrario, pues cuanto más poder tienen, más inseguros se sienten, por no saber manejarlo. Inconscientemente, lo que realmente pretenden con el capricho es tantear la autoridad de los padres, y poner a prueba su capacidad para educarles.

       Fíjense que en ninguno de estos casos pretenden realmente el objeto del capricho, sino afecto, límites, autoridad, educación. En respuesta, la actitud de la mayoría de padres que optan por conceder el capricho al hijo, responde a alguno de los patrones siguientes: A) Padres consentidores; Consideran que dando a sus hijos todo lo que piden les están demostrando todo su amor por ellos. B) Padres débiles; Se sienten incapaces de decirle que no al hijo por temor al berrinche que los niños usan como chantaje; y ceden ante cualquier pretensión de ellos. C) Padres "comodones"; Acceden al capricho, siempre que no implique riesgo alguno, para no complicarse la vida y para que "dejen de molestar".  D) Padres compensadores; De alguna manera reconocen que no dedican al hijo la atención debida, y accediendo al capricho tratan de compensarles. E) Padres condicionadores; Acceden al capricho con la condición de comprometerles en algún otro aspecto. Todas estas actitudes típicas son equivocadas. 
       Otros padres optan por negar el capricho, normalmente respondiendo a alguno de estos patrones: A) Padres autoritarios; Deniegan el capricho con autoritarismo, con un simple "no" y punto. B) Padres "comodones"; Cuando el capricho implica algún riesgo, lo deniegan por no complicarse la vida y no asumir responsabilidad alguna por dicho riesgo. C) Padres equívocos; Engañan al hijo accediendo de palabra, pero no de hecho, postergando el cumplimiento con excusas. D) Padres educadores; Saben interpretar adecuadamente el capricho y habitualmente responden que no, explicando en pocas y simples palabras por qué no, con la suficiente suavidad y serenidad para no herirlo, y a la vez, con la suficiente seguridad y firmeza para que quede claro y el hijo no insista. Además, suelen tener la "habilidad" para intuir cuándo, excepcionalmente, un capricho sí puede ser complacido. Esta última es la única actitud correcta. Integrar a los hijos armoniosamente a su verdadero papel en la familia, y, en definitiva, en la sociedad, debe ser precisamente el objetivo fundamental de la educación que los padres les ofrecemos.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

 Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro. 


sábado, 25 de julio de 2015

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: INTERFERENCIA EN LA EDUCACION


 
       En muchos de los casos en los que he sido consultada por problemas en la conducta de los niños, sucede que hay algún familiar más o menos cercano al niño que crea una clara interferencia en su educación. Frecuentemente  sucede con abuelos o tíos sin hijos. Suele existir, a la vez, cierta debilidad en el modelo educativo aplicado por los padres, bien sea por inseguridad en los criterios educativos, o por la poca implicación de ambos padres en la educación, o por falta de consenso en la misma, o muchas veces, por falta de apoyo cuando, por viudedad, divorcio, soltería o migración es solo uno de los padres el responsable de la educación.

       Las actitudes más frecuentes de estas terceras personas son la sobreprotección, el exceso de consentimiento al niño, el boicot a las medidas disciplinarias, y hasta el descrédito del modelo educativo de los padres, con lo que si éste no se aplica con suficiente firmeza, tiende a ser desautorizado, a veces inconscientemente y sin mala intención,  tratando de proyectar con ello un malentendido amor por el niño; otras veces semiconscientemente, buscando poder en el seno de la familia; pero en cualquier caso inconscientes del perjuicio que con ello ocasionan a los hijos y a la estabilidad familiar.

       De entre todas estas situaciones frecuentes, uno de los modelos más típicos de interferencia es el de la abuela paterna que ejerce cierta dominación sobre su hijo, quien suele tener escasa implicación en la educación, pareciendo más preocupado de estar a bien con su madre que de educar adecuadamente a sus hijos, quitándole autoridad a su pareja para darle crédito a su madre (claro, a fin de cuentas, lo educó a él), y ajeno a las repercusiones de todo eso en la educación de los niños, e incluso en la estabilidad de la pareja, ya que si la mujer trata de hacer valer sus criterios, surgen conflictos en la pareja. Por supuesto, no es una situación general, pero tampoco es raro de ver. Tampoco son escasos los ejemplos de interferencia por parte de la abuela materna, que, amparada en su “experiencia”, trata de aplicarla con su nieto, frecuentemente en connivencia con su hija, la mamá del niño, y marginando al padre de su rol de padre.

       Los hijos tienden a no obedecer por varias razones: primera, porque no están seguros de que los criterios educativos de los padres (o de uno de ellos) sean los correctos; por falta de firmeza de su parte, y porque la pareja no apoya; segundo porque la tercera persona boicotea la educación y propone otro modelo, que aunque quizá desacertado, los niños ven atractivo; tercero, porque como consecuencia de lo anterior los hijos no tienen una referencia clara ni unos límites; cuarto, porque suelen encontrar refugio en la tercera persona con el aval de uno de la pareja. En esas condiciones, la educación no es fácil, porque existen grandes fugas por donde se escapa todo el esfuerzo. 
       Los niños en el hogar necesitan un modelo educativo definido, claro y único, y la responsabilidad de establecerlo y dirigirlo corresponde exclusiva e irrenunciablemente a los padres en consenso, a uno de los dos si el otro falta, o bien a la persona que esté a cargo del niño si ambos padres faltan. Terceras personas, aún cuando sean dueñas de la casa, no deben imponer modelos educativos, ni siquiera hacer nada que distorsione el modelo propuesto por los padres. Toda acción educativa de terceras personas debe adaptarse al modelo y ser avalada por los padres. En estas condiciones, su aporte sí puede ser de gran utilidad; pero esto es algo que los responsables del niño deben dejarlo claro con su actitud.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro. 


sábado, 27 de junio de 2015

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: EL EXITO DE NUESTROS HIJOS


   
La inmensa mayoría de los casos que atiendo en los que han surgido problemas con los hijos, tienen causas similares y recurrentes. Podría agrupar dichas causas en dos tipos: causas debidas a disfunción o desestructura familiar, y causas debidas a desconocimiento o no aplicación de adecuados criterios educativos. En cualquier caso, suele haber un par de denominadores comunes: falta de conciencia de la responsabilidad y compromiso que se adquiere al ser padres, y falta de conciencia de que los problemas deben corregirse cuando empiezan los primeros síntomas, o mejor aún, antes de que se presenten (prevención).

Diría que el 99% (si es que no el 100%) de las consultas que se me hacen se refieren a situaciones en las que el problema ya está ahí, y la gran mayoría de ellas, cuando el problema ya está ahí de forma grave; y de ellas, en muchos casos cuando ya es de difícil solución, porque las circunstancias que lo han provocado han estado ahí por tanto tiempo que el daño ha arraigado y se han producido otros daños indirectos; y también, y sobre todo, porque esas circunstancias familiares que lo han provocado están frecuentemente tan arraigadas y enredadas que difícilmente hay posibilidad de regenerarlas, pues el tratar de hacerlo supondría ocasionar otra serie de daños, o a veces simplemente modificar hábitos y criterios que no hay voluntad de cambiar.

Normalmente, cualquiera que haya sido madre o padre ha imaginado que sus hijos serán excelentes muchachos, y algún día, personas de éxito. Y lo de éxito no debe entenderse como fama o poder, aunque frecuentemente hasta eso imaginamos también; debe entenderse como en armonía plena consigo mismo y con su entorno; en otras palabras, feliz. Y lo imaginamos como si ello fuera a suceder por arte de magia, sin que nosotros, como padres, tengamos un plan para que ello sea posible; sin que, muchas veces, hagamos el más mínimo movimiento encaminado hacia ello.

Más bien al contrario, muchas veces planteamos nuestra vida de modo que nuestra satisfacción inmediata, nuestro orgullo y otras muchas cosas tienen más importancia que invertir en el futuro de nuestros hijos. Muchas veces pareciera que planteamos nuestra vida en sentido completamente opuesto a los intereses de nuestros hijos, arriesgando nuestra vida de forma estúpida, enredándonos en situaciones de deslealtad que tienden a destruir o impedir un marco familiar adecuado, y, sobre todo, dedicando bastante tiempo a intereses ajenos a los hijos, y casi nada a compartir con ellos y estimularles.

El que nuestros hijos sean personas de éxito, sanas y felices normalmente no es una cuestión de magia; no es una cuestión azarosa. Los padres tenemos en nuestra mano las claves; entre las principales:

·      la estructura familiar funcional, clara y estable (ver FAMILIA DISFUNCIONAL) como marco más adecuado para el sano desarrollo de los hijos.


·      Criterios educativos adecuados. En diferentes posts de este espacio se ha hablado de muchos criterios educativos y cómo aplicarlos.

·      Planificar el desarrollo de nuestros hijos a mediano y largo plazo y establecer estrategias para que se lleve a cabo lo planificado. El plan de desarrollo de nuestros hijos debería ser prioritario sobre cualquier otra cosa en nuestro proyecto de vida.

·      Compartir tiempo con ellos estimulando su propio interés en todo aquello que es para su bien, de modo que no lo sientan como algo impuesto, sino como algo en lo que encuentran satisfacción y les genera autoestima.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.


Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro. 

sábado, 20 de junio de 2015

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: LA NECESIDAD DE LIMITES


Desde hace muchos años algunos especialistas hemos insistido repetidamente en lo necesario que es poner límites en la educación de los hijos; particularmente en la primera infancia; digamos los primeros seis años de vida. Hace algún tiempo publiqué la siguiente columna en referencia al tema LIMITES Y CONTROL DE LA FRUSTRACION que también nos ayuda a entender este asunto.

Ahora el tema parece estar de moda tras haber sido investigado por algunas universidades, que, como no podía ser de otra manera, han llegado a la conclusión de lo que es un secreto a voces: los límites son absolutamente necesarios. No es ningún secreto que tengamos guardado los especialistas. Es un secreto a voces porque de la misma manera que hay personas que no entienden ni aplican esta necesidad, y hay otras personas que no la entienden pero la tratan de aplicar porque las investigaciones así lo dictan; hay muchísimas personas que lo entienden y lo aplican bastante bien sin que ningún especialista o ninguna investigación les diga que deben hacerlo ni cómo deben hacerlo.

Pero yendo al grano, ¿cómo se aplican los límites? Bueno, es que no es una cuestión de fórmulas matemáticas o recetas de cocina. Debe entenderse primeramente qué es el límite y por qué hay que ponerlo. Es lo más básico en educación; enseñar al niño lo que está bien y lo que no; lo que sí puede hacer, lo que debe hacer, y lo que ni puede ni debe. Y hacerlo con absoluta claridad y sin ambivalencias, y, en la medida de lo posible, explicando por qué. Normalmente no se enseña con lecciones magistrales, sino simplemente corrigiendo acciones y actitudes incorrectas. No hay nada malo en estar corrigiendo con alguna frecuencia a un niño, siempre que se haga de buena forma y con cariño, se le explique por qué, y, sobre todo, muy importante, nosotros mismos tengamos claro qué es lo que debemos corregir y qué no. Porque sucede muchas veces que al niño se le corrigen constantemente cosas que realmente no ameritan, y se pasan por alto otras cosas importantes; o bien, se le corrige absolutamente todo, y luego el niño desarrolla una enorme inseguridad porque piensa que cualquier cosa que haga puede estar mal.

El niño, en el fondo, agradece que se le corrija con cariño, porque eso le va enseñando referencias y le va dando seguridad en sí mismo. Puede que a veces se resista o se rebele, particularmente entre la edad de dos a cuatro años en la que tenderán a hacer berrinche por todo. Hay que mantenerse firmes y hacerles entender que la palabra NO, significa eso, y solo eso, NO; así de claro. Ello tenderá a provocarle cierta frustración, que debe aprender a controlar. Ver también LIMITES Y CONTROL DE LA FRUSTRACION. En la medida en que se haga bien la tarea en los primeros años de vida será más sencillo después.
Poner límites no es solo corregir, prohibir y decir que no cuando amerita; es también no fomentar hábitos o actitudes que no son convenientes para el hijo en el presente o en el futuro. Pero aquí nos encontramos con otro problema. Muchas veces los padres no sabemos qué es bueno y que no para nuestro hijo, o que cosas deben ser corregidas y que cosas no, y así es difícil hacer buena labor de padres. Cierto, pero siempre se puede buscar asesoría sobre ello. Y con esto no me refiero simplemente a buscar ayuda cuando el problema ya está ahí; me refiero a buscar asesoría para hacer las cosas bien desde un principio.

Pero ello requiere de un cierto nivel de conciencia de la necesidad de saber cómo hacer bien las cosas desde un principio, y, probablemente, esta conciencia es lo que más falta. Es demasiado común que cuando se tiene un hijo se sea absolutamente inconsciente de la tarea que se tiene por delante. Y es demasiado común también que uno asuma que no necesita asesoría porque, con seguridad, uno lo va a hacer bien, así, solo porque sí. Y, lamentablemente, también es demasiado común que no exista ningún recurso asequible, a nivel institucional, para obtener esa asesoría.