Tomado de BBC Mundo
¿Tienen derecho los medios de burlarse de una religión?
Entre el siglo XVIII y el XXI, la configuración religiosa francesa
ha cambiado radicalmente
El
historiador Tom Holland es uno de los que tuiteó la caricatura del profeta
Mahoma de Charlie Hebdo tras el mortal ataque en las oficinas de la revista.
Holland reflexiona para la BBC sobre si debe tener límites la libertad de
expresión, mientras busca las raíces históricas de este derecho.
Por Tom Holland
Historiador. Especial para la BBC
Las religiones no son las únicas en tener
mártires. El 1º de julio de 1766 en Abbeville, norte de Francia, un joven noble
llamado Lefebvre de la Barre fue condenado por blasfemia. Los cargos en su
contra eran numerosos: que había defecado en un crucifijo, escupido imágenes
religiosas y que se había rehusado a quitarse el sombrero cuando pasó una
procesión de la Iglesia.
Esos crímenes, junto con la destrucción de
una cruz de madera en el puente principal de la localidad, fueron suficientes
para que lo sentenciaran a muerte. Tras cortarle la lengua y la cabeza, sus
restos mortales fueron quemados y tirados al río Somme.
Entre sus cenizas estaban las de un libro
que habían encontrado en el estudio de La Barre y consignado a las llamas junto
con su cuerpo: el Diccionario Filosófico del notable filósofo Voltaire.
El libro de Voltaire fue condenado junto con su dueño.
Voltaire mismo, al enterarse del destino de
su lector, se horrorizó. "La superstición", declaró desde su refugio
en Suiza, "hace que el mundo estalle en llamas".
Dos siglos y medio más tarde, lo que le
parece blasfemia a la mayoría de la gente en Occidente es la noción de que
maten a alguien por criticar a un dogma religioso. Los valores de la libertad
de expresión y tolerancia por los que hizo campaña Voltaire toda su vida se han
consagrado como la encarnación misma de lo que los europeos, en general,
valoran más de su propia civilización.
Voltaire, con su sonrisa burlona, todavía es
su santo patrón. En Francia, donde los ideales laicos son atesorados con más
tesón, regularmente se le invoca cuando se percibe que el legado de la
Ilustración está siendo amenazado.
Cuando Philippe Val,
el editor de Charlie Hebdo, publicó un libro en 2008 que defendía el
derecho de los caricaturistas a burlarse de los tabúes religiosos, el título
era elocuente: "Vuelve Voltaire, se están volviendo locos". No era a
los cristianos principalmente a los que Val estaba llamando locos.
Distintos
Entre el siglo XVIII y el XXI, la
configuración religiosa francesa ha cambiado radicalmente. No sólo el poder de
la Iglesia católica ha ido en retirada precipitada, pero unos seis millones de
inmigrantes con una fe muy distinta han llegado al país.
Tom Holland es un escritor e historiador. Su más reciente libro "A la
sombra de la espada" es un relato de la historia del islam.
El Islam, a diferencia del catolicismo,
desaprueba profundamente del arte figurativo. Además conmemora a Mahoma -el
profeta que sus seguidores creen que recibió la revelación divina por
excelencia, el Corán- como el modelo de la conducta humana.
Los juristas musulmanes tradicionalmente
consideraban los insultos en su contra como el equivalente a la incredulidad, y
la infidelidad era un crimen que merecía el infierno.
Nada en el Corán mismo lo calificaba como
una ofensa capital. "La verdad viene de nuestro Señor así que quien lo
desee, déjenlo creer, y quien lo desee, déjenlo descreer".
No obstante, una historia preservada en la
biografía más antigua de las que sobreviven de Mahoma sugiere una visión más
punitiva. Tan punitiva, de hecho, que algunos estudiosos musulmanes -quienes
generalmente se resisten más a aceptar que la versión antigua de la biografía
de su profeta pueda ser poco fiable- han llegado hasta a cuestionar su
veracidad.
La historia habla sobre el destino de Asma
bint Marwan, una poetisa de la Meca. Después de que se burló de Mahoma en sus
versos, él gritó: "¿Quién se deshará por mí de la hija de Marwan?".
Dicho y hecho: esa misma noche, uno de los seguidores de Mahoma la mató en su
propia cama.
Cuando el asesino reportó su acto, el
profeta se lo agradeció personalmente diciendo: "Le has ayudado tanto a
Dios como a su mensajero".
Infamia
"Aplasta lo infame", urgía
Voltaire a sus admiradores. El islam demanda lo mismo. La diferencia está,
claro, en la definición de "lo infame".
Para los
caricaturistas de Charlie Hebdo -quienes
en 2011 publicaron una edición con un Mahoma de ojos desbordados, así como
antes habían retratado a Jesús como un concursante en el reality "La
isla" y al papa Benedicto sosteniendo un condón en misa-, lo infame es las
pretensiones de las autoridades en cualquier lugar, desde la política hasta en
la religión.
Para quienes mataron
a los periodistas en la oficina de Charlie Hebdo esta
semana, lo infame es burlarse de un profeta que para ellos debe existir libre
siquiera de una insinuación de crítica.
Entre esas dos posiciones, cuando son
defendidas con la misma pasión y convicción por ambas partes, no hay
posibilidad de reconciliación.
Por "Los versos satánicos", 1988, le dictaron una
condena de muerte por edicto religioso a Salman Rushdie.
El caso de Salman Rushdie fue el primer
síntoma de esa situación. Desde entonces, como un dolor de muelas permanente
que a veces te hace brincar, el problema nunca se ha ido.
Yo experimenté directamente cuán espinoso
puede ser en 2012, cuando hice un documental llamado "Islam: la historia
no contada", en el que exploré el creciente consenso entre historiadores
de que mucho de lo que los musulmanes han creído tradicionalmente sobre la vida
de Mahoma probablemente no está basado en hechos históricos, lo que causó una
tormenta de amenazas de muerte.
A diferencia de Charlie Hebdo, yo no
tenía la intención de ofender. Yo no soy un satírico, y usualmente no disfruto
hiriendo los sentimientos de otros. Sin embargo, yo también pienso que algunos
derechos merecen ser defendidos, y entre ellos está el de la libertad de los
historiadores de cuestionar los mitos originales de las religiones.
Es por ello que
cuando me enteré de las noticias de lo que ocurrió en París, decidí hacer algo
que de otra manera no habría hecho nunca: tuiteé una caricatura deCharlie Hebdo de
Mahoma.
La BBC, en contraste, decidió no reproducir
esa caricatura en este artículo. Muchas otras organizaciones de medios -aunque
no todas- hicieron lo mismo.
Yo me rehúso a estar atado por un tabú de
blasfemia de facto.
Aunque en
circunstancias normales no siento ninguna necesidad de burlarme de las
creencias que otras personas aprecian, esto está muy lejos de ser una
circunstancia normal. Como tuiteé, el derecho a dibujar a Mahoma sin que a uno
lo maten es tan preciado para muchos de nosotros en Occidente como el islam
presuntamente lo es para los asesinos de Charlie Hebdo.
Nosotros también tenemos nuestros valores, y
si no estamos dispuestos a defenderlos, nos arriesgamos a perderlos.
Cuando se trata de definir "lo
infame", yo no tengo ninguna duda respecto a lo que defiendo.