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domingo, 1 de diciembre de 2013

Segunda Guerra Mundial se ganó más con el cerebro que con… fuerza

Tomado de ABC 
Alan Turing
 El enigma de “Enigma”: cuando las matemáticas ganaron la guerra

Una biografía de Alan Turing arroja nuevos datos sobre la historia del desciframiento de la máquina


Por Miguel Angel Delgado

Un monumento en Londres rinde homenaje a los héroes de la Batalla de Inglaterra. En él figuran aviadores, soldados, el pueblo bombardeado, las mujeres en las fábricas... Al pie se recoge la frase de Churchill, «nunca en la historia del conflicto humano, tantos debieron tanto a tan pocos». Pero hay una grave carencia, la de los científicos y el personal de Bletchley Park, una mansión reconvertida en instalación militar que albergó la supersecreta GC&CS (Escuela de Códigos y Cifrados del Gobierno), encargada de descifrar las comunicaciones de la red alemana «Enigma».

Un reciente libro («Alan Turing. «El pionero de la era de la información», de B. Jack Copeland, Turner) ofrece un relato preciso de una contribución decisiva a la victoria aliada. Existe consenso en que, sin ella, el curso de la guerra habría cambiado: Inglaterra podía haber sucumbido, el desembarco de Normandía haberse retrasado o fracasado, y el conflicto alargado dos o tres años, con consecuencias imprevisibles.

Inventada en 1918


«Enigma» había sido inventada en 1918 por Arthur Scherbius, y mejorada en 1930. Era una especie de máquina de escribir a la que se añadían tres rotores (cuatro desde 1942) de un total de cinco (posteriormente ocho). La clave dependía de qué rotores se escogían, el orden en que se colocaban, y en qué posición. Los operadores (en los despachos de Berlín, los puestos de mando, en el interior de los tanques, en los submarinos, en los bombarderos, donde fuera, porque «Enigma» era portátil) llevaban con ellos las instrucciones de cómo debían colocarse los rotores, y estas posiciones cambiaban cada pocos días.

Los polacos habían hecho avances penetrando una primera «Enigma», la misma que fue facilitada por Alemania a Francisco Franco en la Guerra Civil y que permitió a Berlín espiar sus comunicaciones. Pero inmediatamente antes de la invasión de Polonia, los alemanes añadieron otro elemento de seguridad, un clavijero de configuración también variable. «Enigma» se volvió indescifrable, aunque eso era matizable: mientras la red de la Luftwaffe fue penetrada justo a tiempo de revelar el inminente inicio del «Blitz», la de los submarinos, con medidas de seguridad adicionales, se resistía.

Pionero de la computación


Uno de los principales cerebros de Bletchley Park era Alan Turing. Cuando se hizo evidente que descifrar «Enigma» sería, ante todo, una labor matemática, los responsables de inteligencia no dudaron en contratar a un joven que ya descollaba como un pionero de la computación. Sin embargo, los militares desconfiaban de los matemáticos por su difícil relación con la disciplina. Uno de los méritos de Churchill fue comprender desde el primer momento que la capacidad para combinar su labor con las acciones militares sobre el terreno sería la única forma de actuar.

Con paciencia, ecuaciones e intuiciones para aprovechar ocasionales fallos de seguridad, el equipo capitaneado por Turing encontró pautas en los mensajes que permitieron entender detalles del funcionamiento, pero el grueso permanecía impenetrable. Para conseguir un avance significativo, pronto resultó evidente que la Marina debería capturar «pellizcos»; es decir, elementos físicos de «Enigma».

El valor de un marino


Era una labor ímproba, porque los alemanes tenían órdenes de deshacerse de todo al ser abordados. Pasaron largos meses sin resultados, hasta que, el 26 de abril de 1940, un marino inglés logró rescatar del agua una bolsa arrojada desde un buque alemán tirándose al mar. La información allí encontrada, aunque fragmentaria, permitió confirmar las ideas de Turing sobre cómo funcionaba la máquina, pero aún faltaba para penetrarla por completo.

El golpe más espectacular fue la captura del submarino U-110


Otros «pellizcos» se consiguieron asaltando buques meteorológicos, que al viajar muy hacia el norte llevaban las claves para períodos más largos. Pero el golpe más espectacular fue la primera captura de un submarino, el U-110, tras sus ataques contra un convoy el 9 de mayo, y que tenía su «Enigma» aún conectada cuando fue registrado. La única explicación es que su capitán, Julius Lemp, un héroe de guerra caído en desgracia ante Hitler, y que desapareció en el agua en algún momento del rescate, pensó erróneamente que el submarino se hundiría.

 

Máquinas de cálculo


Para entonces, ya estaban en funcionamiento las «bombas» de Turing, enormes máquinas de cálculo analógicas, que rastreaban la riada de mensajes interceptados en busca de configuraciones de los rotores que dieran textos legibles. Para entonces, 9.000 personas trabajaban en Bletchley Park. Dos mil de ellos estaban asignados a la tarea de supervisar los resultados.
Pronto todo el ejército alemán fue transparente para unos ingleses que leían los comunicados al poco de ser emitidos.

Con consecuencias demoledoras: los submarinos fueron fácilmente cazados y esquivados; Rommel fue derrotado al conocerse sus problemas de combustible; y los soviéticos vencieron en Kursk al darles los británicos información sobre los blindados alemanes. Durante el contraataque que les llevaría hasta Berlín, los rusos se hicieron no sólo con las redes de «Enigma» que se fueron encontrando, sino también con las de «Tunny», una máquina aún más perfeccionada, que entró en pleno funcionamiento en 1942, y que elevaba los rotores a 12, además de tener un método de encriptamiento automático distinto a «Enigma».

Comunicación reventada


Lo más fascinante de «Tunny» es que los criptoanalistas de Bletchley Park consiguieron penetrarla sin ver la máquina. 

A partir únicamente de la señal recibida, el coronel John Tiltman, con una prodigiosa capacidad intuitiva, logró reventar una comunicación de 4.000 caracteres. Posteriormente, un matemático, Bill Tute, dedujo el funcionamiento completo de la máquina. Unido a los métodos de Turing, eso permitió que Tommy Flowers construyera en enero de 1944 «Coloso», el primer gran ordenador, que terminó de vencer definitivamente a «Tunny». Tiltman, Tute y Flowers son otros nombres que deberían acompañar a Turing en el monumento londinense.

Gracias al dominio de «Tunny», Churchill tuvo acceso a información sobre los planes de Stalin cuando los rusos se hicieron con ella. En la Guerra Fría continuó la batalla por la encriptación, por lo que los trabajos de Bletchley Park permanecieron clasificados. Hoy sabemos que marcaron un hecho sin precedentes: por primera vez, la victoria se inclinó hacia el bando que, junto a hombres y equipo, fue capaz de sumar a sus fuerzas las mejores mentes matemáticas (en el caso de Turing y el equipo de Bletchley Park) y los mayores físicos (en el del proyecto Manhattan).
Nunca algo tan teórico tuvo resultados tan inmediatamente palpables para tantos.

James Bond, a la caza de «Enigma»


Ian Fleming

La operación Ruthless («Despiadada») fue una de las más curiosas historias relacionadas con el desciframiento de «Enigma». Ante la dificultad para obtener resultados, la inteligencia naval decidió poner en marcha una operación especial con el fin de hacerse con un equipo completo de la máquina, y encomendó a sus oficiales su diseño. La prioridad fue máxima, porque los continuos bombardeos, sumados al bloqueo de los submarinos alemanes, estaba llevando al límite la resistencia británica, y el tiempo se agotaba.

La más atrevida propuesta vino de la mano del joven capitán de corbeta Ian Fleming, quien años más tarde se convertiría en el célebre creador de James Bond, el agente especial 007 al servicio de Su Majestad, y que en septiembre de 1940 describió una operación que permitía entrever la poderosa imaginación que luego aplicaría a las aventuras de su personaje.

El plan consistiría en aprovechar un bombardeo nocturno sobre Londres para, al alba, hacer despegar un bombardero alemán capturado y pilotado por personal de la RAF. Los británicos irían vestidos con uniformes alemanes, cubiertos con vendas y sangre («para que quede bien», según acotó Fleming), y el avión volaría con un motor apagado y una columna de falso humo para hacerse pasar de forma convincente como un avión alcanzado.

El piloto («fuerte, soltero, que sepa nadar») debía hacer caer al mar el avión sobre el Canal de la Mancha, a la vista de algún barco alemán. Al ser rescatados, los británicos matarían a todos los alemanes y los tiraría por la borda, se haría con el barco y llevarían el buque «y su botín» a un puerto inglés. En suma, una operación que contravenía todas las normas de combate, pero que era muy del agrado de Turing.


Fleming llegó a trasladarse con su equipo a Dover a mediados de octubre para localizar el barco más adecuado para la operación, pero los vuelos de reconocimiento de la RAF no dieron resultado, y finalmente la operación fue suspendida. Frank Birch, responsable de la sección dedicada a la marina alemana, dejó anotado cómo «hace dos días, Turing y Twinn (su asistente) vinieron a mí como dos enterradores a los que les hubieran privado de un bonito cadáver, totalmente alterados por que se hubiera cancelado la operación Ruthless».

sábado, 28 de septiembre de 2013

Comics: Super héroes de cartón como terapia a las frustraciones populares

Tomado de esglobal 
 Los superhéroes proliferan en diversos países como respuesta ficticia a problemas reales.

Por Pablo Diez
Desde su creación en 1941, el Capitán América ha incorporado distintas inquietudes: patriota inapelable durante la Segunda Guerra Mundial, adalid de los derechos civiles en los 60, tocado por el neoliberalismo bajo Reagan y opuesto a los aspectos más sórdidos de laguerra contra el terror de George W. Bush. La biografía de este antiguo superhéroe es un recorrido por la historia política de Estados Unidos, en un formato contagioso e imitado incluso por los grandes rivales de Washington.
El viaje del Capitán América a China está plenamente basado en el superhéroe original. Al trasladarse el concepto al gigante asiático, el Capitán América se convierte en el Capitán China, sucedáneo propagandístico que simboliza el creciente peso del país. Este personaje, superviviente de una raza de superhéroes creada por Mao, ha permanecido criogenizado durante 50 años y ha llegado al mundo justo en el momento en el que China se convierte en la segunda potencia económica mundial. Es un momento de exaltación nacional, pero la retórica patriótica encuentra fisuras; los chinos protestan por los bajos salarios, la inmensa contaminación medioambiental, las restricciones a la libertad de expresión o la corrupción de las élites. Frente al desencanto, este superhéroe sumerge a los lectores en una China que se asemeja a la de hace unas décadas, cuando el sueño de ser una superpotencia era todavía incierto y era necesario apuntalarlo. Hoy, ese sueño ya está cumplido y China se encuentra en un tête à tête con Estados Unidos, un país al que puede eclipsar e incluso librar de una catástrofe (en la primera historia de la saga, el Capitán salva la vida al presidente Barack Obama durante una visita al país).

En Rusia se ha optado por dar un giro de tuerca más extraño a la noción del superhéroe patriótico. Un cómic que circuló en Internet unos meses antes de las elecciones presidenciales de 2012 era protagonizado por Super Putin. La iniciativa tenía una intención presuntamente lúdica, pero pudo ser una maniobra de relaciones públicas orquestada por el Gobierno de cara a los comicios. En cualquier caso, la puntual transformación de Putin en un superhéroe es una irreverencia del género, y también una demostración de que los rusos están más dispuestos a fabricar sus propias referencias que a beber de las fuentes estadounidenses, máxime en un periodo de tensas relaciones por la concesión de asilo a Edward Snowden y por el conflicto sirio.
Con un ánimo nada belicoso, han surgido también superhéroes islámicos que presentan la cara más conciliadora de esa fe. El ejemplo más reciente es la vengadora del burka, una superheroína pakistaní que lucha contra los radicales que intentan clausurar la escuela para niñas en la que trabaja. Esta serie de animación, estrenada un año después de que la adolescente Malala Yousafzai recibiera un tiro en la cabeza precisamente por defender el derecho de las niñas a la educación en Pakistán, es objeto de muy distintas apreciaciones en el mundo occidental e islámico. En el primero, se alarman de que la heroína en cuestión use burka, un atuendo relacionado con el islam más intransigente; entre los seguidores de esta serie en el mundo islámico, se valora su osada defensa de los derechos de las mujeres y de las minorías. 
En todo caso, parece claro que la única manera de trasladar estas ideas liberalizadoras al gran público paquistaní es mediante la creación de un personaje autóctono, y no con figuras importadas de Estados Unidos en un país de rampante antiamericanismo. Por su parte, el islam moderado y conciliador también tiene un exitoso reflejo en el cómic The 99, protagonizado por superhéroes musulmanes que, según su autor, tratan de rescatar al islam de las garras del extremismo. Su popularidad es tan grande que el propio Obama ensalzó en 2010 a estos superhéroes por difundir un mensaje de tolerancia. Menos suerte tuvo una serie de dibujos animados inspirada en el cómic, retirada de la programación estadounidense después de que grupos conservadores la criticaran por adoctrinamiento islámico.
En India, el superhéroe más célebre, Nagraj, mitad hombre mitad serpiente, tiene entre sus principales cometidos la lucha contra el terrorismo internacional. El personaje, creado en 1980, ha ido amoldándose a las principales ansiedades indias hasta especializarse en su faceta de cazaterroristas, virtud muy apreciada en un país que sufre una permanente amenaza terrorista en Cachemira, ataques indiscriminados contra civiles en mercados y recintos religiosos, una guerrilla marxista en el centro del país, movimientos secesionistas armados en el noreste, y que además cuenta con un vecino, Pakistán, al que no sólo considera un archienemigo, sino también un gran promotor del terrorismo islámico antiindio.
En otros países, lo que más inquietud genera es la corrupción política y la criminalidad, y los superhéroes de esos países se ajustan a esas preocupaciones nacionales. Es el caso de Brasil, el gran superhéroe del país homónimo, quien utiliza sus poderes para vengar la muerte de su padre, un político honesto, en un contexto de criminalidad y degradación burocrática. Es la expresión ficticia de un sentimiento popular genuino y cada vez más extendido, el del malestar que ha echado a la calle a miles de brasileños en unas protestas sin precedentes en el país, y que ya han servido para que el Senado acepte endurecer las penas por corrupción.
Todo superhéroe encarna la anhelada solución a los grandes problemas nacionales, como un deus ex machina imaginario que también ha llevado a la zona más pobre del mundo, África subsahariana, a buscar sus referentes. ¿Puede alguien imaginar al Capitán América luchando contra el sadismo del Lord Resistance Army en Uganda, los insurgentes islámicos de Boko Haram en Nigeria, la guerrilla congoleña M23 o las milicias de Al Shabab en Somalia? África tiene que buscar sus propios superhéroes para hacer frente, en la ficción, a esas realidades que la asedian. Ésa es la idea de los fundadores de Leti Games, una empresa creadora de videojuegos para teléfonos móviles protagonizados por una plétora de superhéroes africanos basados en las diferentes tradiciones del continente. Superhéroes espontáneos, a la medida de las necesidades y las variadas culturas de África, para obtener consuelo ante lo que los políticos no saben o no pueden enderezar. El principio es el mismo, desde el Capitán América hasta estos superhéroes africanos de reciente creación: poner la ficción autóctona al servicio de las frustraciones y el ocio populares.

domingo, 9 de junio de 2013

En EEUU un fracaso previo puede ser considerado a favor para obtener nuevos negocios

Tomado de BBC Mundo  
Rocky Balboa es un héroe, no tanto por ganar, sino por no darse por vencido.
El fracaso no es una barrera para el éxito en EE.UU.
No se trata de cuán duro pegues. Se trata de cuán duro te pueden pegar y que tú sigas adelante; cuánto puedes aguantar y seguir. Así es como se gana” Rocky Balboa

Por Jane O'Brien
  
Desde que los colonos europeos llegaron en busca de nuevas oportunidades, el norte de América ha encarnado una cultura de independencia y voluntad de asumir riesgos.

Para los empresarios en Estados Unidos, eso significa aceptar el fracaso como un rito de iniciación en el sendero hacia el éxito. Muchos inversores en ese país incluso prefieren compañías o individuos que han caído y se han levantado de nuevo.

"Nuestra historia de fracasos nunca ha sido una traba. Nos ha ayudado a establecer bases con experiencia", asegura Randal Pinkett, fundador y director ejecutivo de la firma consultora BCT Partners, que se espera reportará ganancias de US$10 millones este año.

"La cuestión no es si uno ha fallado y caído sino si es capaz de volverse a levantar", señala.

Resultados rápidos


BCT, que asesora sobre programas de construcción comunitarios, es el quinto negocio de Pinkett y nada parecido a su primera empresa: vender CDs desde su habitación cuando todavía era estudiante. Cuando eso se no funcionó, lanzó una compañía de entrenamiento corporativo, que también se hundió, como sucedió con su tercera y cuarta iniciativa.

Pinkett cayó y se levantó y hasta ganó El Aprendiz: la encarnación del sueño americano.

Desde entonces, ha ganado varios premios internacionales por sus logros empresariales y ha escrito libros al respecto.

En 2005 fue además el ganador del reality El Aprendiz, en el que el magnate Donald Trump juzga a los participantes por su habilidad al manejar proyectos.

Según Pinkett, la velocidad del cambio en EE.UU. lleva inevitablemente a fracasos en los negocios. Pero también puede acelerar los resultados.

"Entre más rápido falle, más rápido alcanzará el éxito", afirma a la BBC. "La cultura de EE.UU. casi que se basa en la innovación y la experimentación como una manera de fallar y llegar al éxito".

"Prueba de fuego"


Es una actitud estadounidense por excelencia, opina Casey Willson, un asesor de negocios del Centro para el desarrollo empresarial y tecnológico de la Universidad de Maryland.

"Cuando un inversor está en busca de una oportunidad, si (el empresario) ha pasado la prueba de fuego, se puede considerar un mejor riesgo pues la gente que falla y sigue intentando, invariablemente ha aprendido de su fracaso".

Agrega que incluso Hollywood celebra ese sentimiento, con películas como "Breaking Away" o "El relevo", sobre un joven que persevera hasta convertirse en un campeón de ciclismo, y las películas del boxeador Rocky.

Sylvester Stallone, interpretando al héroe Rocky Balboa en la última cinta de la serie, declara: "No se trata de cuán duro pegues. Se trata de cuán duro te pueden pegar y que tú sigas adelante; cuánto puedes aguantar y seguir. Así es como se gana".

Willson se basa en su propia experiencia cuando aconseja a otros. Su primer emprendimiento, una franquicia de tiendas de zapatos, tuvo problemas cuando el fabricante quebró.

"Nos quedamos sin productos que vender, siete arrendamientos que pagar y muchas deudas. Pero me llevó a otras pequeñas empresas y se convirtió en una forma de vida".

"Uno se acostumbra a ser creativo, a controlar su propio negocio, a hacer sus propias decisiones y a responder a las necesidades de los clientes y los mercados", explica.

"Hecho trizas"


A veces los negocios fracasan por circunstancias externas que no se pueden controlar.

Shelley Pumphrey es dueña de Financial Concierge Services en Maryland, una exitosa compañía que ayuda a la gente a organizar sus finanzas. Ha desarrollado su pericia tras dos décadas trabajando para corporaciones y dirigiendo sus propios negocios.

Su primera idea fue ayudar a pequeñas empresas a unirse para obtener los descuentos que los grupos reciben en las tarifas de seguros.

"Funcionó muy bien hasta que las leyes cambiaron en Maryland -cuenta-. De repente el modelo de mi negocio quedó hecho trizas".

En 2008, cuando el mercado inmobiliario colapsó en EE.UU., empezó a comprar casas embargadas. Las remodelaba y las vendía más caras. Eso estaba funcionando bien hasta que tuvo que abandonar ese negocio por razones personales.

"En las dos instancias, yo sabía cómo hacer los planes y cuál era mi objetivo; en ambos casos, lo que liquidó las compañías fueron eventos que no podía anticipar".

La lección que aprendió fue cuán importante es elaborar un presupuesto para las épocas malas y la experiencia le dejó una mejor comprensión de la naturaleza cíclica de los negocios. Pero su recurso más preciado es su carácter.

"Efectivamente, uno se despierta algunos días pensando 'no me está yendo tan bien como pensé'. La determinación es lo que marca la diferencia entre alguien que se cruza de brazos y se va a trabajar para otro, o alguien que sigue intentándolo y tiene éxito".

Para Jean Card, de la Federación Nacional de Empresas Independientes, empezar un negocio es uno de las más grandes pruebas para un individuo.

"La promesa de una recompensa potencial hace que la gente lo siga haciendo. Se les considera valientes por intentarlo pues crear un negocio es algo que la gente de este país admira. Es un fenómeno cultural", dice.