Tomado de ABC
Alan Turing
El enigma de “Enigma”: cuando las matemáticas ganaron la guerra
Una biografía de Alan Turing arroja
nuevos datos sobre la historia del desciframiento de la máquina
Por Miguel Angel Delgado
Un
monumento en Londres rinde homenaje a los héroes de la Batalla de Inglaterra. En él figuran aviadores, soldados, el pueblo bombardeado, las
mujeres en las fábricas... Al pie se recoge la frase de Churchill, «nunca en la historia del conflicto
humano, tantos debieron tanto a tan pocos». Pero hay una grave carencia, la
de los científicos y el personal de Bletchley
Park, una mansión reconvertida en instalación militar que albergó la
supersecreta GC&CS (Escuela de Códigos y Cifrados del Gobierno), encargada
de descifrar las comunicaciones de la red alemana «Enigma».
Un
reciente libro («Alan Turing. «El pionero de la era de la información», de
B. Jack Copeland, Turner) ofrece un relato preciso de una contribución
decisiva a la victoria aliada. Existe consenso en que, sin ella, el curso de la
guerra habría cambiado: Inglaterra podía haber sucumbido, el desembarco de
Normandía haberse retrasado o fracasado, y el conflicto alargado dos o tres
años, con consecuencias imprevisibles.
Inventada en 1918
«Enigma»
había sido inventada en 1918 por Arthur
Scherbius, y mejorada en 1930. Era
una especie de máquina de escribir a
la que se añadían tres rotores (cuatro desde 1942) de un total de cinco
(posteriormente ocho). La clave dependía de qué rotores se escogían, el orden
en que se colocaban, y en qué posición. Los operadores (en los despachos de
Berlín, los puestos de mando, en el interior de los tanques, en los submarinos,
en los bombarderos, donde fuera, porque «Enigma» era portátil) llevaban con
ellos las instrucciones de cómo debían colocarse los rotores, y estas
posiciones cambiaban cada pocos días.
Los polacos habían hecho avances penetrando una primera «Enigma», la misma que fue
facilitada por Alemania a Francisco Franco en la Guerra Civil y que permitió a Berlín espiar sus
comunicaciones. Pero inmediatamente antes de la invasión de Polonia, los
alemanes añadieron otro elemento de seguridad, un clavijero de configuración
también variable. «Enigma» se volvió indescifrable, aunque eso era matizable:
mientras la red de la Luftwaffe fue penetrada justo a tiempo de revelar el
inminente inicio del «Blitz», la de los submarinos, con medidas de seguridad
adicionales, se resistía.
Pionero de la computación
Uno
de los principales cerebros de Bletchley Park era Alan Turing. Cuando se hizo evidente que descifrar «Enigma» sería, ante todo, una labor matemática, los
responsables de inteligencia no dudaron en contratar a un joven que ya
descollaba como un pionero de la computación. Sin embargo, los militares
desconfiaban de los matemáticos por su difícil relación con la disciplina. Uno
de los méritos de Churchill fue comprender desde el primer momento que la capacidad
para combinar su labor con las acciones militares sobre el terreno sería la
única forma de actuar.
Con paciencia, ecuaciones e intuiciones para
aprovechar ocasionales fallos de seguridad, el equipo capitaneado por Turing
encontró pautas en los mensajes que permitieron entender detalles del
funcionamiento, pero el grueso permanecía impenetrable. Para conseguir un
avance significativo, pronto resultó evidente que la Marina debería capturar
«pellizcos»; es decir, elementos físicos de «Enigma».
El valor de un marino
Era una labor ímproba, porque los alemanes
tenían órdenes de deshacerse de todo al ser abordados. Pasaron largos meses sin
resultados, hasta que, el 26 de abril de 1940, un marino inglés logró rescatar
del agua una bolsa arrojada desde un buque alemán tirándose al mar. La
información allí encontrada, aunque fragmentaria, permitió confirmar las ideas
de Turing sobre cómo funcionaba la máquina, pero aún faltaba para penetrarla
por completo.
El golpe más espectacular fue la
captura del submarino U-110
Otros «pellizcos» se consiguieron asaltando buques
meteorológicos, que al viajar muy hacia el norte llevaban las claves para
períodos más largos. Pero el golpe más espectacular fue la primera captura de
un submarino, el U-110, tras sus ataques contra un convoy el 9
de mayo, y que tenía su «Enigma» aún conectada cuando fue registrado.
La única explicación es que su capitán, Julius Lemp, un héroe de guerra caído
en desgracia ante Hitler, y que desapareció en el agua en algún momento del
rescate, pensó erróneamente que el submarino se hundiría.
Máquinas de cálculo
Para entonces, ya estaban en funcionamiento
las «bombas» de Turing, enormes máquinas de cálculo analógicas, que rastreaban
la riada de mensajes interceptados en busca de configuraciones de los rotores
que dieran textos legibles. Para entonces, 9.000 personas trabajaban en
Bletchley Park. Dos mil de ellos estaban asignados a la tarea de supervisar los
resultados.
Pronto
todo el ejército alemán fue transparente para unos ingleses que leían los
comunicados al poco de ser emitidos.
Con
consecuencias demoledoras: los submarinos fueron fácilmente cazados y
esquivados; Rommel fue derrotado al conocerse sus problemas de combustible; y
los soviéticos vencieron en Kursk al darles los británicos información sobre
los blindados alemanes. Durante el contraataque que les llevaría hasta Berlín,
los rusos se hicieron no sólo con las redes de «Enigma» que se fueron encontrando,
sino también con las de «Tunny», una máquina aún más perfeccionada, que entró
en pleno funcionamiento en 1942, y que elevaba los rotores a 12, además de
tener un método de encriptamiento automático distinto a «Enigma».
Comunicación reventada
Lo
más fascinante de «Tunny» es que los criptoanalistas de Bletchley Park
consiguieron penetrarla sin ver la máquina.
A
partir únicamente de la señal recibida, el coronel John Tiltman, con una
prodigiosa capacidad intuitiva, logró reventar una comunicación de 4.000
caracteres. Posteriormente, un matemático, Bill Tute, dedujo el funcionamiento
completo de la máquina. Unido a los métodos de Turing, eso permitió que Tommy
Flowers construyera en enero de 1944 «Coloso», el primer gran ordenador, que
terminó de vencer definitivamente a «Tunny». Tiltman, Tute y Flowers son otros
nombres que deberían acompañar a Turing en el monumento londinense.
Gracias al dominio de «Tunny», Churchill tuvo
acceso a información sobre los planes de Stalin cuando los rusos se hicieron
con ella. En la Guerra Fría continuó la batalla por la encriptación, por lo que
los trabajos de Bletchley Park permanecieron clasificados. Hoy sabemos que
marcaron un hecho sin precedentes: por primera vez, la victoria se inclinó
hacia el bando que, junto a hombres y equipo, fue capaz de sumar a sus fuerzas
las mejores mentes matemáticas (en el caso de Turing y el equipo de Bletchley
Park) y los mayores físicos (en el del proyecto Manhattan).
Nunca algo tan teórico tuvo resultados tan
inmediatamente palpables para tantos.
James Bond, a la caza de «Enigma»
Ian Fleming
La operación Ruthless («Despiadada») fue una
de las más curiosas historias relacionadas con el desciframiento de «Enigma».
Ante la dificultad para obtener resultados, la inteligencia naval decidió poner
en marcha una operación especial con el fin de hacerse con un equipo completo
de la máquina, y encomendó a sus oficiales su diseño. La prioridad fue máxima,
porque los continuos bombardeos, sumados al bloqueo de los submarinos alemanes,
estaba llevando al límite la resistencia británica, y el tiempo se agotaba.
La más atrevida propuesta vino de la mano del
joven capitán de corbeta Ian Fleming, quien años más tarde se convertiría en el
célebre creador de James Bond, el agente especial 007 al servicio de Su
Majestad, y que en septiembre de 1940 describió una operación que permitía
entrever la poderosa imaginación que luego aplicaría a las aventuras de su
personaje.
El plan consistiría en aprovechar un bombardeo
nocturno sobre Londres para, al alba, hacer despegar un bombardero alemán
capturado y pilotado por personal de la RAF. Los británicos irían vestidos con
uniformes alemanes, cubiertos con vendas y sangre («para que quede bien», según
acotó Fleming), y el avión volaría con un motor apagado y una columna de falso
humo para hacerse pasar de forma convincente como un avión alcanzado.
El piloto («fuerte, soltero, que sepa nadar»)
debía hacer caer al mar el avión sobre el Canal de la Mancha, a la vista de
algún barco alemán. Al ser rescatados, los británicos matarían a todos los
alemanes y los tiraría por la borda, se haría con el barco y llevarían el buque
«y su botín» a un puerto inglés. En suma, una operación que contravenía todas
las normas de combate, pero que era muy del agrado de Turing.
Fleming llegó a trasladarse con su equipo a
Dover a mediados de octubre para localizar el barco más adecuado para la
operación, pero los vuelos de reconocimiento de la RAF no dieron resultado, y
finalmente la operación fue suspendida. Frank Birch, responsable de la sección
dedicada a la marina alemana, dejó anotado cómo «hace dos días, Turing y Twinn
(su asistente) vinieron a mí como dos enterradores a los que les hubieran
privado de un bonito cadáver, totalmente alterados por que se hubiera cancelado
la operación Ruthless».
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