Tomado de esglobal
Los superhéroes proliferan
en diversos países como respuesta ficticia a problemas reales.
Por Pablo Diez
Desde su creación en 1941,
el Capitán América ha incorporado distintas inquietudes: patriota inapelable
durante la Segunda Guerra Mundial, adalid de los derechos civiles en los 60,
tocado por el neoliberalismo bajo Reagan y opuesto a los aspectos más sórdidos
de laguerra contra el terror de George W. Bush. La biografía de
este antiguo superhéroe es un recorrido por la historia política de Estados
Unidos, en un formato contagioso e imitado incluso por los grandes rivales de
Washington.
El viaje del Capitán América
a China está plenamente basado en el superhéroe original. Al trasladarse el
concepto al gigante asiático, el Capitán América se convierte en el Capitán China, sucedáneo propagandístico que
simboliza el creciente peso del país. Este personaje, superviviente de una raza
de superhéroes creada por Mao, ha permanecido criogenizado durante 50 años y ha
llegado al mundo justo en el momento en el que China se convierte en la segunda
potencia económica mundial. Es un momento de exaltación nacional, pero la
retórica patriótica encuentra fisuras; los chinos protestan por los bajos
salarios, la inmensa contaminación medioambiental, las restricciones a la libertad
de expresión o la corrupción de las élites. Frente al desencanto, este
superhéroe sumerge a los lectores en una China que se asemeja a la de hace unas
décadas, cuando el sueño de ser una superpotencia era todavía incierto y era
necesario apuntalarlo. Hoy, ese sueño ya está cumplido y China se encuentra en
un tête à tête con Estados Unidos, un país al que puede
eclipsar e incluso librar de una catástrofe (en la primera historia de la saga,
el Capitán salva la vida al presidente Barack Obama durante una visita al
país).
En Rusia se ha optado por
dar un giro de tuerca más extraño a la noción del superhéroe patriótico. Un
cómic que circuló en Internet unos meses antes de las elecciones presidenciales
de 2012 era protagonizado por Super Putin. La iniciativa
tenía una intención presuntamente lúdica, pero pudo ser una maniobra de
relaciones públicas orquestada por el Gobierno de cara a los comicios. En
cualquier caso, la puntual transformación de Putin en un superhéroe es una
irreverencia del género, y también una demostración de que los rusos están más
dispuestos a fabricar sus propias referencias que a beber de las fuentes
estadounidenses, máxime en un periodo de tensas relaciones por la concesión de
asilo a Edward Snowden y por el conflicto sirio.
Con un ánimo nada belicoso,
han surgido también superhéroes islámicos que presentan la cara más
conciliadora de esa fe. El ejemplo más reciente es la vengadora
del burka, una superheroína pakistaní que lucha contra los radicales
que intentan clausurar la escuela para niñas en la que trabaja. Esta serie de
animación, estrenada un año después de que la adolescente Malala Yousafzai
recibiera un tiro en la cabeza precisamente por defender el derecho de las
niñas a la educación en Pakistán, es objeto de muy distintas apreciaciones en
el mundo occidental e islámico. En el primero, se alarman de que la heroína en
cuestión use burka, un atuendo relacionado con el islam más intransigente;
entre los seguidores de esta serie en el mundo islámico, se valora su osada
defensa de los derechos de las mujeres y de las minorías.
En todo caso, parece
claro que la única manera de trasladar estas ideas liberalizadoras al gran
público paquistaní es mediante la creación de un personaje autóctono, y no con
figuras importadas de Estados Unidos en un país de rampante antiamericanismo.
Por su parte, el islam moderado y conciliador también tiene un exitoso reflejo
en el cómic The 99, protagonizado por superhéroes
musulmanes que, según su autor, tratan de rescatar al islam de las garras del
extremismo. Su popularidad es tan grande que el propio Obama ensalzó en 2010 a estos superhéroes por
difundir un mensaje de tolerancia. Menos suerte tuvo una serie de dibujos
animados inspirada en el cómic, retirada de la programación estadounidense
después de que grupos conservadores la criticaran por adoctrinamiento islámico.
En India, el superhéroe más
célebre, Nagraj, mitad hombre mitad serpiente, tiene
entre sus principales cometidos la lucha contra el terrorismo internacional. El
personaje, creado en 1980, ha ido amoldándose a las principales ansiedades
indias hasta especializarse en su faceta de cazaterroristas, virtud
muy apreciada en un país que sufre una permanente amenaza terrorista en
Cachemira, ataques indiscriminados contra civiles en mercados y recintos
religiosos, una guerrilla marxista en el centro del país, movimientos
secesionistas armados en el noreste, y que además cuenta con un vecino,
Pakistán, al que no sólo considera un archienemigo, sino también un gran
promotor del terrorismo islámico antiindio.
En otros países, lo que más
inquietud genera es la corrupción política y la criminalidad, y los superhéroes
de esos países se ajustan a esas preocupaciones nacionales. Es el caso de
Brasil, el gran superhéroe del país homónimo, quien utiliza sus poderes para
vengar la muerte de su padre, un político honesto, en un contexto de
criminalidad y degradación burocrática. Es la expresión ficticia de un
sentimiento popular genuino y cada vez más extendido, el del malestar que ha
echado a la calle a miles de brasileños en unas protestas sin precedentes en el
país, y que ya han servido para que el Senado acepte endurecer las penas por
corrupción.
Todo superhéroe encarna la
anhelada solución a los grandes problemas nacionales, como un deus ex
machina imaginario que también ha llevado a la zona más pobre del
mundo, África subsahariana, a buscar sus referentes. ¿Puede alguien imaginar al
Capitán América luchando contra el sadismo del Lord Resistance Army en Uganda,
los insurgentes islámicos de Boko Haram en Nigeria, la guerrilla congoleña M23
o las milicias de Al Shabab en Somalia? África tiene que buscar sus propios
superhéroes para hacer frente, en la ficción, a esas realidades que la asedian.
Ésa es la idea de los fundadores de Leti
Games, una empresa creadora de videojuegos para teléfonos móviles
protagonizados por una plétora de superhéroes africanos basados en las
diferentes tradiciones del continente. Superhéroes espontáneos, a la medida de
las necesidades y las variadas culturas de África, para obtener consuelo ante
lo que los políticos no saben o no pueden enderezar. El principio es el mismo,
desde el Capitán América hasta estos superhéroes africanos de reciente
creación: poner la ficción autóctona al servicio de las frustraciones y el ocio
populares.
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